Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013
viernes, 29 de julio de 2011
630.- XANDRO VALERIO
Xandro Valerio
Alejandro Rodríguez Gómez (Moguer, 1896 - Madrid, 1966) fue un poeta y letrista español conocido como Xandro Valerio. Es considerado como un autodidacta de muchas lecturas y fina sensibilidad. Su nombre esta ligado a la copla andaluza.
Nació en la localidad onubense de Moguer (España) en 1896. En sus primeros años compatibilizó su trabajo en un banco con la escritura de crónicas y versos para algunos diarios. También escribió en aquella época la comedia La piadosa ilusión que fue llevada a escena.
Luego marchó a Barcelona donde conoció al poeta y letrista Rafael de León. Entre sus letras resaltan Tatuaje, Manolo Cruz, La casa de papel, Dolores la Petenera, Cuchillito de Agonía, Cinco Farolas, ¡Cría Cuervos!, Concha Piquer, Me caso mi madre, o La Parrala, las cuales formaron parte del repertorio de Concha Piquer, Juanito Valderrama, el Príncipe Gitano o Juanita Reina. Fue tal el éxito de la letra de La Parrala, dedicada a su conciudadana Dolores Parrales "La Parrala", que de ella se hicieron una comedia y una película.
En su obra poética destaca: Niño y Pueblo. Versos de Moguer de 1935, Gozos del amor en silencio. Romances y sonetos de 1950, y Llegada de Dios y las voces de la muerte de 1961. Jugó un papel destacado en la renovación de la poesía española de finales del siglo XX, junto a los poetas sevillanos congregados en el grupo Ultra. Alejandro Rodríguez Gómez publicó sus poemas en la famosa revista Grecia, considerada por aquellas fechas como el principal cauce de expresión de la nueva estética vanguardista que, procedente de Francia, se estaba asentando en la capital andaluza gracias al empuje de estos jóvenes escritores. Sin embargo, frente al resto de los autores ultraístas de dicho período, la obra de Xandro Valerio hace gala de exquisitez formal y una densidad espiritual que no pasaron inadvertidas para los primeros estudiosos de la literatura española de Vanguardia, ni para quienes tuvieron ocasión de conocer directamente la producción poética general del grupo Ultra. Así, Francisco Cuenca Benet dejó estampada la siguiente semblanza del poeta onubense: "Entre la moderna generación de poetas españoles figura este escritor en puesto predominante, no sólo por el sentimiento y la emotividad de sus concepciones, especialmente en los madrigales, sino por su recia contextura espiritual y el exquisito léxico con que matiza sus obras". Los poemas de Xandro Valerio aparecidos entre las vanguardistas páginas de Grecia son los titulados Ego, El madrigal de la muerte y Obsesión.
Como compositor participó en las siguientes películas de la época:1
Bienvenido, Mister Marshall. (1953). De Luis García Berlanga.
Historias de la radio. (1955). De José Luis Sáenz de Heredia.
Sucedió en Sevilla. (1955). De José Gutiérrez Maesso.
Malagueña. (1956). De Ricardo Núñez Lissarrague.
Veraneo en España. (1956). De Miguel Iglesias.
Lo que cuesta vivir. (1957). De Ricardo Núñez Lissarrague.
Los últimos años de su vida Valerio los dedicó a escribir poemas empapados de una gran espiritualidad.
Murió en Madrid en 1966.
40 Y DÉCIMAS (REIVINDICACIÓN DEL DOLOR FÍSICO)
¡Paso al dolor! No ese dolor ambiguo,
de la amada, la flor, y el viento blando,
sino el dolor con que yo me santiguo,
mis ¡cómos! y ¡porqués!, desorbitado.
Este dolor que mis huesos taladra,
perfecto, triangular, Dios en cadena,
rabioso can que enfurecido ladra
al mentido fantasma de la pena.
Dolor de sangre para el mundo encinta;
no el que pintados ojo y labio alcanza
y en su cubil ignora la pantera.
El del dogal, el de la negra cinta,
torvo de fe y amargo de esperanza,
¡sin bergantín para la mar ligera!
LA ESFINGE
Rosa, desnuda tu secreto. Espuma,
dime tu blanca sinrazón. Lucero,
multiplica por tres tu ciencia, suma,
y dadme, amigos míos, lo que quiero.
¡Lo qué quiero...! Ya está. Mi mano toca
el mentido limón de nube y brisa
y soles apagados, en mi boca
dejan sabor de viento y de ceniza.
¿Y para esto, tánto, tánto y tánto...?
¿Y ya no hay más? ¿Y aquí se encierra el todo?
¿Y para esto te alquilé mi llanto?
¡Toma tu voz y dame tú la mía!
¡Llorad conmigo, numen, sexo, modo,
que ya la Esfinge se quedó vacía!
HAMBRE
En la tarde dorada de abril, la algarabía
de os pájaros locos empavesa el momento,
y los niños, jugando, flamean su gritería
de colores, lo mismo que banderas al viento.
Entre mis manos tengo un trozo de pan blando
que me ha dado mi madre. Tomás está conmigo,
y el pobre me contempla con unos ojos cuando
ve que me como el pan... Es un niño mendigo
amigo de los niños ricos; pálida aurora
de un risueño dolor que así mismo se ignora.
El nunca pide nada: toma lo que le dan...
La tarde es áurea fiesta de pájaros y flores,
y en el ocaso, trémulo de gritos de colores,
Tomás, el niño pobre, se ha comido mi pan...
MARINA EN LECHO BLANDO
No, retadora desnudez de playa,
carne gritando su yodado hechizo,
que Venus muestra en su marina laya
y el mar, al vuelo, magnifica en friso;
sí, de alcoba recóndita pelea,
ciega cuadriga que el instinto azota,
envuelta, tibia, en la textil marea,
de arboladura azul clara derrota.
En su corva atalaya, Amor vigila,
fuente de abismo, su momento enjuto;
y en el muslo entrevistado y en la axila
fugaz, enciende su ojo desvelado...
¡Antena, tú, para morder el fruto!
¡Faro, tu signo, al viento, iluminado!
OBRERO
Obrero, obrero, obrero y sólo obrero.
Obrero soy por mi sudor escrito.
Obrero del terrón que necesito.
Obrero de ocho toros y el sobrero.
Obrero, por peón banderillero
-no matador del lance señorito-,
cuando el resuello de la muerte cito,
jornalero del pan sin burladero.
Artesano de un sol con hipoteca.
Alarife de lunas en camisa
frente a la flor de piedra suspirada...
Ceñido obrero a la palabra seca,
esa que paga, vergonzante y lisa,
el jornal de la rosa sindicada.
UMATISMO Y MUERTE DEL AMOR
Traumatismo de amor con gasa y venda,
esparadrapo y algodón, y yodo.
Quien haya amado y sepa, que comprenda...
Yo no puedo decirlo de otro modo.
Como era ciego y le cerré mi tienda
y llovía, al caer, cayó en el lodo;
le salpicó de sangre la contienda
y el barro lo manchó, eso fue todo.
Cuando el alma cojea, no hay muleta
que enderece su andar, ni sinapismo
para su loca fiebre sin receta.
Que si el amor resbala, ¡ay!, es lo cierto
que ya no hay quien lo salve del abismo.
¡El mío tropezó, y cayó muerto!
SONETO
Te llevo, aquí, para la estampa, viva,
volada de palmeras y azahares;
un cortijo de cal a la deriva
navegando en tu bata de lunares.
Te quedaste y te traigo en la solapa
prendida de alfiler para la cita,
fina de mar y de resol y mapa
y al viento azul de mi palabra, escrita.
El Sur clava rejones en el lomo
de este recuerdo, toro que me embiste,
bellísimo, en la arena de mi reto.
Y un ocaso de tórtola y palomo,
arrullo quema y púrpura desviste
en la torre con luna de esqueleto.
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