Elisa Yorch
Elisa Llorca. 1982. Sevilla
Sus primeros pasos fueron por los alrededores de la Alameda.
Lo de atender al profesor y sentarse a hacer los deberes le producía urticaria, el urbasón para aliviar esta alergia: agujerear la goma de borrar con preguntas indiscretas, pintar las esquinas de las libretas, gritar en los papeles, para no despertar a los que dormían la siesta, mirar por la ventana y observar a los que por allí pasaban, tal vez ellos tuvieran algo qué decir. Aquella frase que imponía ser alguien en la vida debía referirse a algo más allá de una profesión y lo buscó en las inquietudes que le mordían: colorear lienzos, transcribir su pensamiento, escaparatismo, interpretación, maquinaria de escenografía…
En 2002 fue a Barcelona a hacer una visita corta pero la ciudad de los prodigios la secuestró durante cuatro años en un barrio en el que encontró similitudes con el suyo de Sevilla.
Allí se le ocurrió apuntarse a varios talleres de escritura que reanimaron al bicho que siempre la habitó. Participó en la antología de relatos Sobras completas y escupió cuatro poemas a los que no atendió hasta que volvió a Sevilla cuando una noche su amigo poeta le presentó a otro escritor chivateándole que ella escribía. Éste le pidió que le mandara esos poemas. Después de leerlos le pidió más pero como no tenía escribió nuevos y anda desde entonces dale que te pego a los pálpitos creadores que le ofrecen los bares, la calle y la noche con sus viciosas experiencias y la dicotomía que la enloquece cada vez que encuentra algo en su camino, como propiamente el camino.
Actualmente tiene un proyecto que une la poesía y música, un trabajo que hace junto con el Reli, el atún más melómano del Golfo de Cádiz.
Ha colaborado en alguna revista y ha participado en encuentros de poetas como Palabra Ibérica (2007/08), Edita (2007) Moguer (2008) y en las Veladas del Alamillo (2007) y con el Cangrejo Pistolero (2008).
SI TE CALLAS POR UN MOMENTO
Si te callas por un momento
La gota agota que colma el sumidero
El lápiz que dibuja la mujer
La lista del quehacer abanderando tu templo
El clamor de las avenidas en la trastienda
Los documentos caídos al suelo
Separar los labios
El cigarro que se consume al otro lado
El teléfono
Pasar página
Llegar a alcanzar el otro extremo de la cama
El clamor de las avenidas en la trastienda
Se vuelve
Calmo oleaje bajo el influjo de lunas de colores
CON SU LENGUA:
Número 2
- El ojo observa…
- Psicotropía I
- Psicotropía II
Número 3
- Psicotropía III
OTOÑO
He roto el crepúsculo, tengo las manos manchadas de sol, como si ya no fuera bello y en los cristales se enfría la noche que anuncia la próxima estación.
Toma, la posibilidad de hacerlo realidad. No puedo encelarme por esto.
Yo no luché por un sueño, soñé por no realizar y poco más. sé colocarme en mi asiento y salir disparada hacia extravagantes divagaciones, tomando conciencia virtual de todo aquello que me rodea. Y navego atravesando pequeñas nadas en las que procuro ahogarme, pero nada. Y vuelvo a mi asiento, para levantarme —más que nada—.
“Puede que mañana ya no estemos ninguno de nosotros” es la licencia para evitar el dolor. Pero mañana seguí estando igual que ayer.
Tengo una habitación llena de cajas vacías.
Siempre te quise pero no quise que lo supieras, para seguir amándote. Desearte como si fueras desconocido, seguir soñando. Como si los sueños satisficieran más que la realidad. Y tú siempre me quisiste, pero no quise saberlo, para seguir esquivándote un beso, para irnos cada uno a su casa deseando volver atrás y encontrarnos en el abrazo que perdimos.
Contraté un azucarillo para que se entrometiera entre nosotros.
La metrópolis está en decadencia pero enfermos de ira no nos importa y nos hundimos con ella. Como si cumpliéramos con el deber. Sabemos de qué parte está el pacificador que nos limpia la rebaba de la rabia invitándonos a un brindis por la reconciliación. Tras la revolución seguimos bajo los mismos creyéndonos victoriosos. Hemos firmado nuestro suicidio con las luces apagadas. La impertinente moraleja, lo peor de la inocencia y volvemos con nuevo número de serie, soñando cada uno con su levantamiento pero uno solo no puede con Babel. Una noche más nos acostaremos solos preguntando ¿dónde estás cuándo más te necesito? Cómo si sólo supiéramos amar algunos datos. Y ahora que estoy cansada de soñar me dirijo por primera vez a Dios para culparle de mi poca fe.
¿A quién vamos a engañar? Estamos muriéndonos de egoísmo, comiéndonos los ojos y nuestros sesos porque lo peor es ser conciente de lo que ves. No me quieras si quieres que te ame, déjame disimularte.
Dime, ¿a quién vamos a engañar con el azucarillo? Todo se colma de ansias de más, ansias de placeres de colhogar, de tacones de aguja sin escrúpulos, de sexo de etiqueta, de perfumes manipuladores.
Sustituí el azúcar por la cocaína que se adapta mejor a estos tiempos de venganza en que los padres se vuelven los hijos rebeldes y nosotros los padres castradores que llegamos a odiar.
Y buscamos desesperados una felicidad que creemos que nos corresponde. Los grandes nombres mitigarán la desazón en cómodas mensualidades: pedí un crédito para comprarme el vacío más grande de mi vida, este año está de moda la insatisfacción personal. Como si pudiéramos engañar a la naturaleza. Me ha salido un tumor en el coche, la casa tiene eczemas pero en pantalla plana veo mejor el vertedero.
Y he salido a buscarte como si me quedaran esperanzas.
He de confesarte que soy débil, que necesito amor propio del que sólo tú me das. Pero ya no quedan abrazos para cerrar buenos finales.
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