1924 - SEVILLA HOMENAJE BENITO MAS Y PRAT
Benito Más y Prat (Écija, 1846-Écija, 1892) fue un poeta, periodista, autor costumbrista y dramaturgo andaluz.
Hijo de unos comerciantes de origen catalán y padre del novelista José Mas, Benito vino por primera vez a Sevilla para trabajar como dependiente de comercio. Entonces dio a conocer su afición literaria al colaborar en los periódicos más importantes de la capital.
Se introdujo en la vida literaria sevillana, trató a las mejores figuras de la cultura y del periodismo locales y dirigió al Ayuntamiento de Sevilla una petición para trabajar temporalmente en el Archivo Municipal, a lo que éste accedió. Fruto de esas nuevas relaciones conoció al propietario del Eco de Andalucía, José Lamarque de Novoa, quien le confió la dirección del periódico en el que estuvo desde 1879 hasta 1890.
Obra
En el Eco de Andalucía se publicaron sus obras poéticas Brisas del Genil, Hojas secas y Nocturno, el drama La cruz del hábito, y La tierra de María Santísima, Fantasías, Estudios literarios, Estudios y bocetos y La dama blanca. También Mas y Prat colaboró en otras publicaciones como La Ilustración Española y Americana, La Ilustración Artística, La Ibérica, Bética y El Liceo Sevillano. En 1890 dejó de escribir por motivos de salud; diez años antes, la Academia de Bellas Letras le había premiado su composición La feria de Sevilla.
Artículo principal: Glorieta de Más y Prat
Años tras su muerte, en 1924, se le construyó una glorieta conmemorativa en el Parque de María Luisa, iniciativa del profesor Enrique Real Magdaleno. En ella se encuentra un busto de Más y Prat realizado por Antonio Castillo Lastrucci.
¡Todo es en vano! mis continuos besos
no logran reanimar esta vitela,
aunque al contacto ardiente de mi boca
sus insensibles átomos se queman.
¡Ondas de mi Genil, que tantas veces
reflejasteis su imagen hechicera,
con más placer que el junco de las márgenes
y el rosado matiz de las adelfas!
Decidle cuando el mundo esté dormido
y ella sueñe en mis lágrimas despierta,
que le mando en un rayo de la luna
todo el cariño que mi pecho alberga.
Decidle que es su aliento más süave
que el perfume del nardo y la violeta,
y su boca más dulce y más sabrosa
que los frutos de Nápoles y Hesperia.
reflejasteis su imagen hechicera,
con más placer que el junco de las márgenes
y el rosado matiz de las adelfas!
Decidle cuando el mundo esté dormido
y ella sueñe en mis lágrimas despierta,
que le mando en un rayo de la luna
todo el cariño que mi pecho alberga.
Decidle que es su aliento más süave
que el perfume del nardo y la violeta,
y su boca más dulce y más sabrosa
que los frutos de Nápoles y Hesperia.
Dios la hizo surgir ante mi paso
como surge el oasis en la arena,
la fuente cristalina en la montaña
y el árbol en la sábana desierta;
Como esas tenues lámparas nocturnas
que en las azules bóvedas se cuelgan,
cuando manda a los ángeles que arrollen
el crespón que tendieron las tormentas.
No puede darse más facilidad en la versificación,
como surge el oasis en la arena,
la fuente cristalina en la montaña
y el árbol en la sábana desierta;
Como esas tenues lámparas nocturnas
que en las azules bóvedas se cuelgan,
cuando manda a los ángeles que arrollen
el crespón que tendieron las tormentas.
No puede darse más facilidad en la versificación,
más belleza en las imágenes,
ni más delicado sentimiento.
Distingue principalmente a esta poesía la espontaneidad que revela; el corazón del poeta se siente palpitar en sus estrofas, y parece destacarse de ellas el perfil de la mujer amada. La inspiración lo ha hecho todo, el arte apenas ha concertado los trazos.
Siguiendo mi método de buscar el carácter del autor del Mundo de los Espíritus por sus creaciones, citaré el nocturno ¡Más allá!
Aunque vive soñando, y como dice en sus Armonías,
...Cuando truena el bronce en las ciudades
y se hunden en el légamo los tronos,
ensaya sobre el arpa suaves tonos
y olvida el ronco acento del cañón,
Distingue principalmente a esta poesía la espontaneidad que revela; el corazón del poeta se siente palpitar en sus estrofas, y parece destacarse de ellas el perfil de la mujer amada. La inspiración lo ha hecho todo, el arte apenas ha concertado los trazos.
Siguiendo mi método de buscar el carácter del autor del Mundo de los Espíritus por sus creaciones, citaré el nocturno ¡Más allá!
Aunque vive soñando, y como dice en sus Armonías,
...Cuando truena el bronce en las ciudades
y se hunden en el légamo los tronos,
ensaya sobre el arpa suaves tonos
y olvida el ronco acento del cañón,
no por eso se exime de pagar el debido tributo al siglo de las revoluciones; la duda le atormenta, fluctúa en el dédalo de sistemas filosóficos y religiosos, rompe por fin con las queridas tradiciones de su niñez, y exclama, contemplando los lugares donde aspiró la fe cristiana de sus padres:
Miro el valle andaluz lleno de flores
donde huyó para siempre mi niñez,
donde arrullaron mis primeros sueños
las brisas perfumadas de la fe;
Donde un nombre, por grande incomprensible,
mi madre me enseñó a balbucear,
y digo al evocar aquellas horas:
¿por qué no ha de existir un más allá?
Miro el valle andaluz lleno de flores
donde huyó para siempre mi niñez,
donde arrullaron mis primeros sueños
las brisas perfumadas de la fe;
Donde un nombre, por grande incomprensible,
mi madre me enseñó a balbucear,
y digo al evocar aquellas horas:
¿por qué no ha de existir un más allá?
Esta poesía es la personificación de la duda, pero no de esa duda fría que mata cuanto toca, que hiela cuantos sentimientos caben en el corazón del hombre, sino ese estado del yo humano recomendado por Descartes, capaz de todas las modificaciones que le imprima la verdad manifestándose racionalmente.
No puede decirse lo mismo de la titulada Melancolía, sin disputa de las más notables del tomo: parece marcar una época de pesares en la existencia del poeta, es el grito de dolor de un alma abatida por el sufrimiento, la espuma del pesar que salta hirviendo del vaso de la vida.
He aquí sus últimas estrofas:
Pobre estoico sin fe, sin esperanza.
Me deslizo en la escéptica Babel,
sobre el plano inclinado de la duda,
sin mañana ni ayer.
En vano en torno mío se suceden
las galas de la fértil crëación,
y se abrazan los cielos y la tierra
en ósculos de amor.
En vano pasan en ardiente giro
blancas apariciones ante mí,
tendiéndome risueñas y livianas
sus brazos de marfil.
Ya no encienden el mármol de mi boca
sus incitantes labios de coral;
¡la atmósfera de fuego y ambrosía
no puedo respirar!
Acaso si en el cielo de mi vida
surgiera el ángel del primer amor
y en la vacía copa de mis goces
dejara una ilusión;
cuando la tarde triste y melancólica
en nuestros valles declinando va,
el día con las sombras de la noche
se complace en luchar,
otra vez a las pobres golondrinas,
que van de estos lugares a partir,
y miran silenciosas las cabañas
donde anidar las vi,
con las tiernas endechas de mi arpa
pudiera en su viaje detener,
que a ellas dije mis tristes confidencias
cuando amores canté.
Mas ¿cuándo vuelve a su desnuda rama
el fruto seco y la marchita flor?
¿Cuándo vuelve a brillar en nuestro cielo
la perdida ilusión?
¡Ríos que sorbe el mar del desengaño
son los fáciles sueños del placer,
sus olas limpias y azuladas
podrán retroceder!
***
¡Qué perfectamente justifica su título esta poesía! ¡Qué pesar tan intenso revelan esas estrofas! Bien dice el poeta: Alga perdida sobre el mar del mundo, no sabe dónde le lleva el huracán de sus pasiones.
Dignas de notarse son las interiores composiciones, mas ninguna tanto como la oda En la Catedral.
Siempre melancólica, elevada por grados y cadenciosa sin descanso; hasta en el descuido de su versificación muestra el verdadero ánimo del poeta y revela sus más íntimos sentimientos.
El hombre en perpetua lidia con el destino, la inteligencia falible pugnando por descifrar el eterno misterio de nuestra existencia actual y futura, la lucha de la fe y la razón; esto y algo más significa la oda a que nos referimos, y la cual parece llevar el sello imperecedero de nuestro siglo. Si la lira del Sr. Mas y Prat no hubiera sido feliz al arrancar esos acordes, el solo espíritu de la composición bastaría a hacerla apreciable ante la crítica.
Medítese este valiente trozo:
Trémulo he interrogado a las estrellas,
al sol radioso que en Oriente arde,
a esas creaciones múltiples y bellas
que cubre con sus besos por la tarde;
a cuanto vive en torno,
a cuanto yace en el profundo abismo,
a esta llama increada
que siento arder espléndida en mí mismo;
y al darme una respuesta misteriosa,
cuya razón a descifrar no acierto,
he inclinado la frente fatigosa
creyendo siempre que soñé despierto.
La filosofía moderna satura, por decirlo así, esta composición, sin matar el sentimiento; la imagen de la humanidad, luchando con el oscurantismo y encendiendo el fuego sagrado de la Ciencia, se encierra en estas exclamaciones:
¿Qué hay detrás de la muerte?
¿Qué hay antes de la vida?
¿Qué término nos fija allá la suerte?
¿Cuál es del alma el punto de partida?
No puede decirse lo mismo de la titulada Melancolía, sin disputa de las más notables del tomo: parece marcar una época de pesares en la existencia del poeta, es el grito de dolor de un alma abatida por el sufrimiento, la espuma del pesar que salta hirviendo del vaso de la vida.
He aquí sus últimas estrofas:
Pobre estoico sin fe, sin esperanza.
Me deslizo en la escéptica Babel,
sobre el plano inclinado de la duda,
sin mañana ni ayer.
En vano en torno mío se suceden
las galas de la fértil crëación,
y se abrazan los cielos y la tierra
en ósculos de amor.
En vano pasan en ardiente giro
blancas apariciones ante mí,
tendiéndome risueñas y livianas
sus brazos de marfil.
Ya no encienden el mármol de mi boca
sus incitantes labios de coral;
¡la atmósfera de fuego y ambrosía
no puedo respirar!
Acaso si en el cielo de mi vida
surgiera el ángel del primer amor
y en la vacía copa de mis goces
dejara una ilusión;
cuando la tarde triste y melancólica
en nuestros valles declinando va,
el día con las sombras de la noche
se complace en luchar,
otra vez a las pobres golondrinas,
que van de estos lugares a partir,
y miran silenciosas las cabañas
donde anidar las vi,
con las tiernas endechas de mi arpa
pudiera en su viaje detener,
que a ellas dije mis tristes confidencias
cuando amores canté.
Mas ¿cuándo vuelve a su desnuda rama
el fruto seco y la marchita flor?
¿Cuándo vuelve a brillar en nuestro cielo
la perdida ilusión?
¡Ríos que sorbe el mar del desengaño
son los fáciles sueños del placer,
sus olas limpias y azuladas
podrán retroceder!
***
¡Qué perfectamente justifica su título esta poesía! ¡Qué pesar tan intenso revelan esas estrofas! Bien dice el poeta: Alga perdida sobre el mar del mundo, no sabe dónde le lleva el huracán de sus pasiones.
Dignas de notarse son las interiores composiciones, mas ninguna tanto como la oda En la Catedral.
Siempre melancólica, elevada por grados y cadenciosa sin descanso; hasta en el descuido de su versificación muestra el verdadero ánimo del poeta y revela sus más íntimos sentimientos.
El hombre en perpetua lidia con el destino, la inteligencia falible pugnando por descifrar el eterno misterio de nuestra existencia actual y futura, la lucha de la fe y la razón; esto y algo más significa la oda a que nos referimos, y la cual parece llevar el sello imperecedero de nuestro siglo. Si la lira del Sr. Mas y Prat no hubiera sido feliz al arrancar esos acordes, el solo espíritu de la composición bastaría a hacerla apreciable ante la crítica.
Medítese este valiente trozo:
Trémulo he interrogado a las estrellas,
al sol radioso que en Oriente arde,
a esas creaciones múltiples y bellas
que cubre con sus besos por la tarde;
a cuanto vive en torno,
a cuanto yace en el profundo abismo,
a esta llama increada
que siento arder espléndida en mí mismo;
y al darme una respuesta misteriosa,
cuya razón a descifrar no acierto,
he inclinado la frente fatigosa
creyendo siempre que soñé despierto.
La filosofía moderna satura, por decirlo así, esta composición, sin matar el sentimiento; la imagen de la humanidad, luchando con el oscurantismo y encendiendo el fuego sagrado de la Ciencia, se encierra en estas exclamaciones:
¿Qué hay detrás de la muerte?
¿Qué hay antes de la vida?
¿Qué término nos fija allá la suerte?
¿Cuál es del alma el punto de partida?
El suspiro de desaliento de la inteligencia humana, al perderse en el dédalo de hipótesis contradictorias, para cuya explicación son impotentes las funciones racionales, se traduce perfectamente en esta melancólica estrofa:
¿Por qué en este recinto
donde no llegan nunca los rumores
del mundo revoltoso,
donde el misterio a la oración convida,
no halla siempre reposo
el viajero cansado de la vida?
¿Por qué en este recinto
donde no llegan nunca los rumores
del mundo revoltoso,
donde el misterio a la oración convida,
no halla siempre reposo
el viajero cansado de la vida?
Triste consideración que aparta el ánimo de los preceptos teológicos y que, llevando nuestra inteligencia por el espacio sin límites de las ideas, hace que vuelva a caer fatigada sobre la tierra buscando, como el poeta,
...la paz del alma
y la flor sin perfumes del olvido.
...la paz del alma
y la flor sin perfumes del olvido.
Suficientes creo los ligeros rasgos que anteceden para bosquejar, siquiera sea de una manera vaga, el carácter del Sr. Mas y Prat y el valor filosófico de sus HOJAS SECAS; pero no debo pasar en silencio, antes de abandonar el campo de las creencias, su poema fantástico El Mundo de los espíritus. Trabajo notable que cumple el propósito para que ha sido escrito, y que, por lo extraño de su asunto, se presta a las galas poéticas con que el autor sabe revestir sus conceptos; no sé qué admirar más en él, si la fluidez de su versificación y perfecto desarrollo, o la enseñanza moral que encierra en su doble objeto crítico-filosófico.
Sabido es, que en pleno siglo diez y nueve existe una escuela visionaria cuyos cándidos adeptos creen en las apariciones de la Edad Media, y ensayan en el trípode las sandeces de Merlín y de Nostradamus.
Allan Kardec, primer profeta de la secta espiritista, de cuyos principios, medios y fines no creo deber ocuparme por ser bastante conocidos y no permitirlo las dimensiones de este proemio, es el héroe de esta fantasía, y su viaje a Júpiter guiado por el Delirio y cabalgando en el Hipogrifo de Atlante, que inmortalizó Ariosto, la aventura que galanamente canta el poeta.
En el trascurso de este prodigioso viaje el cantor halla medio de poner de relieve nuestras costumbres y de apuntar de una manera original y agradable, tanto los deslices y aberraciones en que cae la secta espiritista, cuanto las de la sociedad humana en sus distintas evoluciones.
He aquí cómo describe la marcha social de Júpiter en la Ciudad Baja, que supone habitada por los irracionales que allí han trasmigrado:
Sabido es, que en pleno siglo diez y nueve existe una escuela visionaria cuyos cándidos adeptos creen en las apariciones de la Edad Media, y ensayan en el trípode las sandeces de Merlín y de Nostradamus.
Allan Kardec, primer profeta de la secta espiritista, de cuyos principios, medios y fines no creo deber ocuparme por ser bastante conocidos y no permitirlo las dimensiones de este proemio, es el héroe de esta fantasía, y su viaje a Júpiter guiado por el Delirio y cabalgando en el Hipogrifo de Atlante, que inmortalizó Ariosto, la aventura que galanamente canta el poeta.
En el trascurso de este prodigioso viaje el cantor halla medio de poner de relieve nuestras costumbres y de apuntar de una manera original y agradable, tanto los deslices y aberraciones en que cae la secta espiritista, cuanto las de la sociedad humana en sus distintas evoluciones.
He aquí cómo describe la marcha social de Júpiter en la Ciudad Baja, que supone habitada por los irracionales que allí han trasmigrado:
«La pandilla más aleve,
de más débil condición,
forman en esta mansión
lo que se llama la plebe.
»Y la de mayor audacia
y mejor rango dental,
forma la clase social
que se llama aristocracia.
»Éstos oprimen a aquéllos
y unidos tejen la guerra;
fiel trasunto de la tierra,
todo va por los cabellos.
»Y hay clubs y revoluciones,
y asonadas y motines,
que promueven los mastines
y aprovechan los leones.»
de más débil condición,
forman en esta mansión
lo que se llama la plebe.
»Y la de mayor audacia
y mejor rango dental,
forma la clase social
que se llama aristocracia.
»Éstos oprimen a aquéllos
y unidos tejen la guerra;
fiel trasunto de la tierra,
todo va por los cabellos.
»Y hay clubs y revoluciones,
y asonadas y motines,
que promueven los mastines
y aprovechan los leones.»
Preciso sería, para dar una idea de lo intencionado y fácil de las redondillas que siguen, trascribirlas todas; pero no siendo esto posible, me contentaré con apuntar la notable reconvención que el Delirio da al Profeta cuando éste, admirado de hallar en los irracionales el reflejo de las costumbres terrenas, huye despavorido hacia el lugar más solitario. Hela aquí:
Al cabo son pobres bestias,
estúpidas alimañas,
que en las terrenas montañas
tuvieron su habitación;
»cuya brújula es su instinto,
torpe, egoísta y rastrero;
brújula que el derrotero
no marca de la razón.
»¡Mas los hombres de la tierra,
que son de distinta esencia,
que orgullosos con su ciencia
desprecian a su Hacedor!
»¡Que una chispa de Dios mismo
creen encerrar en su alma,
que han de hallar al fin la palma
en otro mundo mejor!
»¡Que a pura hipótesis saben
que no valen lo que ellos,
ni los órdenes más bellos
de la escala irracional!
»¡Pues aun los seres que tocan
los límites racionales,
son al hombre desiguales
en el ángulo facial!
»Esos altivos señores
de cuanto abarca la tierra,
¿por qué se dan mutua guerra
y en su necia estupidez
ȇvidos buscan placeres
y corren al precipicio,
de la ambición y del vicio
apurando hasta la hez?
Al cabo son pobres bestias,
estúpidas alimañas,
que en las terrenas montañas
tuvieron su habitación;
»cuya brújula es su instinto,
torpe, egoísta y rastrero;
brújula que el derrotero
no marca de la razón.
»¡Mas los hombres de la tierra,
que son de distinta esencia,
que orgullosos con su ciencia
desprecian a su Hacedor!
»¡Que una chispa de Dios mismo
creen encerrar en su alma,
que han de hallar al fin la palma
en otro mundo mejor!
»¡Que a pura hipótesis saben
que no valen lo que ellos,
ni los órdenes más bellos
de la escala irracional!
»¡Pues aun los seres que tocan
los límites racionales,
son al hombre desiguales
en el ángulo facial!
»Esos altivos señores
de cuanto abarca la tierra,
¿por qué se dan mutua guerra
y en su necia estupidez
ȇvidos buscan placeres
y corren al precipicio,
de la ambición y del vicio
apurando hasta la hez?
No puede darse más galanura de estilo ni más originalidad en el pensamiento; si el Sr. Mas ne tuviera otro mérito que su especial afecto a las ideas nuevas, le sería suficiente para granjearse el general aprecio. Tal vez algún crítico descontentadizo halle divergencia entre la parte que se refiere a la Julnius Baja, y la Ciudad Alta; pero el más sabido precepto de Horacio le dará la respuesta a mi juicio.
Nada más extraño y delicioso que la descripción de la Ciudad Aérea. Si algún defecto puede encontrársele es, a no dudarlo, lo parco que anduvo en esta creación, que de seguro le hubiera dado materia para un apreciable trabajo separado. Hay efectos tan nuevos, toques tan felices, descripciones tan originales, que parece al lector, al tocar la visión última, que se roba algo a sus miradas.
Veamos lo que salta a la vista de Kardec después de haber hallado, según la feliz expresión del poeta,
...el gran portento
de una ciudad segura sobre el viento.
Nada más extraño y delicioso que la descripción de la Ciudad Aérea. Si algún defecto puede encontrársele es, a no dudarlo, lo parco que anduvo en esta creación, que de seguro le hubiera dado materia para un apreciable trabajo separado. Hay efectos tan nuevos, toques tan felices, descripciones tan originales, que parece al lector, al tocar la visión última, que se roba algo a sus miradas.
Veamos lo que salta a la vista de Kardec después de haber hallado, según la feliz expresión del poeta,
...el gran portento
de una ciudad segura sobre el viento.
La brillante sardónica que forma la puerta de la Ciudad se rompe al contacto de la mano del Genio, como el cristal tocado por el diamante, y aparecen las mansiones aéreas, en las cuales
...No hay piedra sobre piedra alzada,
ni material terreno se consiente;
el alcázar más bello y permanente
nube ligera y vaporosa es:
y hay edificios de impalpable humo,
y monumentos de nevada espuma,
y altivas torres de flotante bruma
con montañas de nubes a sus pies.
Aquel era el jardín de las delicias,
el hiram de los sueños seductores;
no hay ángulo sin hojas ni sin flores
ni contorno sin líneas de color.
Perpetua luz circunda sus palacios
y baña sus espléndidas moradas;
jamás soñaron imitar las hadas
sus pórticos de espuma y de vapor.
Una cintura de árboles y plantas
cada prodigio artístico rodea,
y el alma al contemplarlos se recrea
en una doble y plácida ilusión;
parece que el jardín de las Hespérides
sobre el templo de Júpiter irradia,
y los verdes laureles de la Arcadia
tejen una diadema al Parthenon.
Hay jazmines de lágrimas del día
y azucenas de ráfagas de luna,
camelias de vapor de la laguna
y dalias de arrebol crepuscular;
parras de escarcha, cuyas blancas hojas
suspendidas están en el vacío,
con apretadas uvas de rocío
que hace el soplo del céfiro oscilar.
...No hay piedra sobre piedra alzada,
ni material terreno se consiente;
el alcázar más bello y permanente
nube ligera y vaporosa es:
y hay edificios de impalpable humo,
y monumentos de nevada espuma,
y altivas torres de flotante bruma
con montañas de nubes a sus pies.
Aquel era el jardín de las delicias,
el hiram de los sueños seductores;
no hay ángulo sin hojas ni sin flores
ni contorno sin líneas de color.
Perpetua luz circunda sus palacios
y baña sus espléndidas moradas;
jamás soñaron imitar las hadas
sus pórticos de espuma y de vapor.
Una cintura de árboles y plantas
cada prodigio artístico rodea,
y el alma al contemplarlos se recrea
en una doble y plácida ilusión;
parece que el jardín de las Hespérides
sobre el templo de Júpiter irradia,
y los verdes laureles de la Arcadia
tejen una diadema al Parthenon.
Hay jazmines de lágrimas del día
y azucenas de ráfagas de luna,
camelias de vapor de la laguna
y dalias de arrebol crepuscular;
parras de escarcha, cuyas blancas hojas
suspendidas están en el vacío,
con apretadas uvas de rocío
que hace el soplo del céfiro oscilar.
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