Pablo Cordero, (Sevilla 1982) estudiante de filología, miembro del grupo poético Ajeno.
Actualmente reside en Reikjavik (Islandia) con una beca erasmus y prepara la publicación de su primer libro
Lo Más importante
A Alberto Carpio
Un día se te cruzan por la vida
un par de malas cartas, unas nubes,
no sé, con mala pinta
y empiezas a olvidarte
de casi todo, piensas que la vida
es insidiosa sin que nos merezca
la pena casi nada.
Un día te levantas de la cama,
y sin ningún sentido sigue el día,
un día más de malas cartas
para perder apuestas y creer
que el sol es sólo bondadoso
con los demás,
para tildar de injusta a esta vida
porque es más fácil
decir que la derrota nos persigue,
que levantarse cada día
y demostrar
que lo más importante
es amar, ser amado.
Las palabras del
zorro.
Los amantes utópicos
A Vito Domínguez Calvo
El utópico es siempre un buscador,
no de victorias pírricas de cuerpos
ni de mercados donde sirvan carne,
sino de anhelos claros.
Ser utópico implica sed de espinas,
lirismo a manos llenas,
quienes se rigen
por afán propio entienden qué es ser un soñador,
la niebla de sí mismo; el último reducto
de un tiempo donde el corazón no vale
y sólo se permite
el eco en las palabras de estoicismo
y la tristeza como imperativo.
El utópico busca la deriva vagando entre los cuerpos
el mar donde perderse cuerpo adentro.
un par de malas cartas, unas nubes,
no sé, con mala pinta
y empiezas a olvidarte
de casi todo, piensas que la vida
es insidiosa sin que nos merezca
la pena casi nada.
Un día te levantas de la cama,
y sin ningún sentido sigue el día,
un día más de malas cartas
para perder apuestas y creer
que el sol es sólo bondadoso
con los demás,
para tildar de injusta a esta vida
porque es más fácil
decir que la derrota nos persigue,
que levantarse cada día
y demostrar
que lo más importante
es amar, ser amado.
Las palabras del
zorro.
Los amantes utópicos
A Vito Domínguez Calvo
El utópico es siempre un buscador,
no de victorias pírricas de cuerpos
ni de mercados donde sirvan carne,
sino de anhelos claros.
Ser utópico implica sed de espinas,
lirismo a manos llenas,
quienes se rigen
por afán propio entienden qué es ser un soñador,
la niebla de sí mismo; el último reducto
de un tiempo donde el corazón no vale
y sólo se permite
el eco en las palabras de estoicismo
y la tristeza como imperativo.
El utópico busca la deriva vagando entre los cuerpos
el mar donde perderse cuerpo adentro.
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