ANTONIA VILLALÓN (Sevilla)
Con pena te dejo, vencida por los lobos
Con pena te dejo, vencida por los lobos,
Ingrávida, sin pasos hacia arriba,
abandono la luz completa que une
la sapiencia de la vida y la muerte.
Cuando vuelvo de un circo en la noche
la verdad retorna sin máscara,
sin cabriolas,
sin colorines,
mis pechos se cubren de dulzor
y me quedo desnuda en este sillón
triste, triste, por perder los recuerdos
y callada, callada, viendo morir el tardío jazmín.
Del libro El tiempo bordado en los tapices
Mira y verás como los olvidos de los poderosos
Mira y verás como los olvidos de los poderosos
tienen emponzoñadas las cuartillas,
camuflan claridad, extienden las dudas.
Mira y verás cómo la hembra vuelve
emulando al ave Fénix de su silencio,
de sus cenizas, de su llanto de mil días.
Mira y verás cómo nuestra alma enriza el otoño
con seguros pasos por los rincones ocultos.
Hermana mía en la fe,
¿dónde está la perdida chinela,
sobre qué semáforo, en qué bordillo
aprendimos que hay amor sin margaritas
dando respuestas ciertas a las rosas en sangre?
Del libro El tiempo bordado en los tapices
Un gran hombre llora en soledad
Un gran hombre llora en soledad
la nube que acompaña al olvido,
que se posa en los tapices orientales,
sobre el cristal de roca
de un mundo reverente.
Y se abre un agujero,
retorna el muchacho
que como única fortuna
guarda diez canicas, ríe a la aurora,
canturrea en el crepúsculo,
mientras cruza la cerca de sus ideales
con pies ligeros y nueva ilusión.
Hay un túnel sin escalones ni rampa
que lleva a un teléfono de voz imperiosa
engaños continuos.
Así termina la soledad,
la moneda poderosa fija su precio,
exige entrega sin límite
y todo vuelve a ser subastado en la almohada.
Del libro El tiempo bordado en los tapices
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