Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 30 de julio de 2011

663.- ANA VILLALOBOS CARBALLO


ANA VILLALOBOS CARBALLO. Nació en Sevilla (España).




EL DESCENSO DE LA LUNA

Se apagaron las noches de invierno
y descendió la luna
al conjuro excitado de la piel,
a la pulsión recíproca
del fuego en nuestros vientres.

La redondez del óvalo
reclamando el tributo de la luz.

Insaciables,
sujetos a la nada,
atrapados

en esta sed salvaje de los cuerpos.

Vértigo

sostenido en deseos.


Prendidos en caricias

nos quedamos así, trazados,

en silencio,

renacidos.










PREÁMBULOS

Tu siempre me sorprendes
derramando en mi ombligo pasatiempos,
atándome la piel a tus esquinas,
sintiéndote insaciable en mi chasquido.

Hoy despliegas tu luz que me desnuda,
con la sutil costumbre de habitarme,
y descuento distancias
al néctar transparente de tu nombre,
al gesto silencioso de tu fuerza
donde el fuego me parte
en tu luz, que se fuga
al sur de mis extremos.

Sorpréndeme de nuevo,
y cuélgame suspiros con las manos
en el ímpetu abierto del enigma.










* UN HUMANO CUALQUIERA

A orillas del Duero

a Alonso de Molina, con el deseo de que nos siga
deleitando con su maravillosa visión poética
de la naturaleza y haciéndonos viajar en cada
uno de sus viajes.

Me hablarás con la lengua sin aliento
que germina en las entrañas de la tierra,
allí donde los frutos sin aristas sostienen
el arco eyaculado del sosiego,
el crujiente silencio de las rocas.


Podrías hablarme
del aguacero que germina un desierto
del fuego y del granizo que agita las arterias
talladas en sus cumbres y glaciares.


Conoces el lenguaje de las enredaderas,
de la hiedra livianamente fértil,
de un enjambre de inviernos cosido a la raíces.


Podrías hablarme
de cómo descifrar la voz de las estrellas
hurgando el interior de los paisajes
o el surco de la luna en la yema de los dedos.


Podría hablarte
con la lengua sencilla de mi espíritu
y nombrarte en el éxodo del tiempo:
tibio vendaval,
vértigo invencible.


Pero hoy mi lengua es el silencio,
no quisiera romper la oración de la montaña
que fluye con tu esencia por sus grietas;
porque hoy naces,
sin saberte nacido, naces.


Hoy naces a la yerba y al musgo del camino
a la lluvia, al fuego, a la vida
y tus ojos desbordan el poema
mientras te nombro pájaro hambriento de metáforas
que abraza las historias de “un humano cualquiera”.










Y FUIMOS TAN DISTINTOS...

Nos goteó la luz sobre los párpados
la exacta imperfección de un sentimiento
incrustando en la piel un nuevo vértigo.

Me aturdía el silencio de su ansiosa mirada,
inmóvil,
la gélida emoción de sus impulsos
tras un seco horizonte sepultado en abismos
y tanta multitud, en esa soledad
que mora en sus costuras y en sus huesos,
detenía la inútil persistencia
del tacto de mi pulso creciente de ternuras.

A veces me adentraba en sus desiertos
deslizando el temblor que acrecienta su mar
y sofoca la sed de sus instintos.
A veces le seguía en su escapada
ciñendo con mis dedos
el exiguo fragmento de su fugaz entrega.

Dime, por qué fracasan los besos en sus ojos.

¿A qué inerte sendero le condujo
aquel frágil gemido de un instante?

Cayeron las escamas de sus manos
y ciegas las espinas rompieron la belleza
anudando el dolor a las arterias.

Dime, en qué gramática se deshojan sus labios.

¿ qué inicial de su noche fragmentó
mi verbo desnudado en su garganta?

Arañé la estrechez del impasible corazón que cuelga en su pecho
intentando llenarlo de emociones;
no fue posible y fuimos tan distintos…







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