ALFONSO GÁZQUEZ ZAPATA
Inspirado poeta nacido en Almería el 2 demarzo de 1876 y fallecido en Madrid el 3 de febrero de 1928. Hizo sns primeros estudios en el Seminario de Almería, luego ingresó en la Orden de Santo Domingo, y, después de haber residido en Coria y en Salamanca, pasó al Convento de Vergara, donde permaneció algún tiempo desempeñando entre otros cargos los de Catedrático y Vicedirector de la revista El Santísimo Rosario.
Allí publicó varias de sus obras,como son: Auroras, colección de poesías (1907), Luis de Bregenz, novela corta (1908), y Lourdes, recuerdos de mi romería, crónica de unviaje
(1910). Aunque alejado de su ciudad natal,siguió colaborando en la prensa de esta población, escribiendo muy sentidas poesías bajo el seudónimo de «Luis Florentino». Como miembro de la Orden de Predicadores, sobresalió también en el pulpito, distinguiéndose como delicado orador de palabra fácil y galana.
VACÍO DEL ALMA
Ven otra vez, lira mía,
ven otra vez a mis manos,
y cantemos en la cumbre
de aquel monte solitario.
Dirán los de las campiñas
que nos hacemos pesados
con tan continuos suspiros,
con tan monótonos cantos.
Nos dirán que aquí tenemos
de mieses dorados campos,
pintorescas alquerías,
horizontes dilatados
alondras y toraillares,
y sencillos aldeanos
que nos quieren y desean
«sernos útiles en algo».
Y es verdad; pero nacidos
en aquel país lejano
donde el mar ruge o suspira
en el negro acantilado,
donde yerguen sus almenas
viejos morunos palacios,
donde la flor del almendro
perfuma el aire templado
y el ruiseñor cuelga el nido
de las ramas del naranjo;
nacidos allí, tan lejos,
no podemos recrearnos
en estas llanuras pardas
de los pueblos castellanos.
Sus brisas no son las brisas
que suben del mar salado,
sus campanarios no suenan
como aquellos campanarios,
sus álamos no dan sombra
como dan aquellos álamos,
ni sus campesinos cantan
como aquellos aldeanos...
Castilla, noble Castilla,
eres buena y yo te amo.
Al huérfano das abrigo,
reverencias al anciano,
es la honradez el emblema
de que nunca has renegado.
eres rica, porque dan
trigo abundante tus campos,
y la fe conservas pura
que tus padres te legaron.
Pero aquí en mi corazón
siento un vacío nostálgico,
grande como el mar que besa
aquel rincóncito patrio
donde suspira mi madre
y mi padre está enterrado.
Vacío que tú no puedes
ni jamás podrás llenarlo
con tus ricas alquerías,
con el canto de tus pájaros,
con tus bellos horizontes
ni con tus trigos dorados.
Sigamos, lira del alma,
nuestra nostalgia cantando
al pie de la encina vieja
en el monte solitario.
Puede que en alas del viento
lleguen los ecos amargos
a nuestro país bendito
y sepa que le lloramos.
(Del libro Auroras)
A LAS LÁGRIMAS DE LA VIRGEN
Iban cayendo las sombras
sobre la ciudad deicida,
trocándose en noche oscura
las luces del claro día
Iban huyendo las aves
y dejando la campiña
de aquella ciudad, orgullo
y gloria de Palestina.
Vagaban sobre las cumbres
grupos de nubes plomizas,
y encima de ellas el trueno
bramaba con roncas iras.
Mudos volaban los céfiros,
pasaban mudas las brisas,
y mudas iban las fuentes
por las cañadas sombrías.
Y sobre el triste Calvario,
mirando una Cruz bendita,
y una frente coronada
de una corona de espinas,
y unos ojos cristalinos
que amorosamente miran.
y unos labios entreabiertos
que bendicen y agonizan,
llorando estaba una Madre,
llorando estaba María.
Yo quiero llorar contigo,
Madre de Jesús dulcísima;
quiero sentir tus sentires,
quiero sufrir con tus cuitas,
quiero hacer de tu dolor
la corona de mi vida.
Mas ¿en dónde tengo lágrimas
como las tuyas, María?...
Lágrimas tengo. Señora,
pero son lágrimas mías,
y lágrimas de los hombres
lágrimas son egoístas:
¡estas lágrimas no valen
al pie de la Cruz bendita!
Lágrimas que desde el fondo
del corazón de María
salís a los ojos bellos
de esa Madre dolorida;
lágrimas que vais rodando
por esas castas mejillas
que son encanto de Dios,
luz de la gloria divina;
lágrimas, en fin, que sois
las señales inequívocas
del dolor de los dolores,
caed en el alma mía.
Caed y la lavaréis
de su impureza nativa,
y entonces podré llorar
al pie de la Cruz bendita.
(Del libro Auroras)
MIS CANTOS
Yo no copio mis cantares
del ronco son de los mares,
ni del trueno que semeja
la airada voz del Señor.
Son de la fronda el murmullo,
de la paloma el arrullo,
y el zumbido de la abeja
que liba de flor en flor.
En la luz de la alborada,
en la luna plateada,
en la noche silenciosa
y en el reposo del mar,
hallo siempre el dulce acento
que responde al sentimiento
y a la fuerza misteriosa
que dan vida a mi cantar.
En todos los corazones
han de sembrar mis canciones
un dulcísimo consuelo
de amor, de esperanza y fé;
porque son los ideales
de mis cantos, eternales
notas venidas del cielo
que en mis estrofas copié.
Cuando me ciña la muerte
con aquel abrazo fuerte,
con aquel abrazo frío,
que es el abrazo final,
bajaré a la sepultura,
sin temor, sin amargura;
porque el dulce plectro mío
no ha cantado nunca el mal.
(De Auroras)
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