Plácido Langle Moya nació en Almería en 1858 y murió en esta ciudad en 1934. Estudió en Granada la carrera de Derecho, ejerciendo profesionalmente a lo largo de su vida como abogado. Su pasión por la política le llevó a tener un gran protagonismo en Almería como político republicano posibilista, adscrito al grupo de Castelar, siendo varias veces conejal. En correlación a todo esto dirigió el periódico republicano El Popular, y llegó a ser Presidente de la Cámara Oficial Uvera. Su otra gran pasión fue la literatura, participando en todas las iniciativas culturales de Almería del último tercio del XIX y principios del XX, ocupando cargos en el Círculo Literario, en el Ateneo y en el Círculo Mercantil. También colaboró de lleno en las redacciones de dos de las más importantes revistas literarias de la época: El Torneo y El Organillo. Entre sus libros cabe destacar: Más versos (Madrid, 1881); El Arte (Almería, 1882); Escritores almerienses (1882), La lírica moderna en España: Núñez de Arce, Campoamor, Bécquer (Almería 1883) y Por tierra argelina. Crónica de un viaje (Almería 1911).
EL POETA
Libre nací. Como el indócil viento
crucé la tierra, peregrino errante,
llevando en mi atrevido pensamiento
el ideal de mi ambición gigante.
Lancé a los aires mi fogoso acento;
y abandonando su regazo amante,
dejé el país do se meció mi cuna
ávido de renombre y de fortuna.
Sentí en mi mente el insaciable anhelo
que el hondo afán de lo infinito inspira,
y como el ave que remonta el vuelo
á las regiones de la luz, que admira,
vagué á mi antojo de la tierra al cielo,
pulsé febril mi arrebatada lira,
y al ronco son del piélago bravio
di rienda suelta al sentimiento mío.
Yo canté de la mar en las riberas
las gracias de las sílfides y ondinas
al descubrir sus formas hechiceras,
veladas por las ondas cristalinas;
y en todas las fantásticas quimeras
de las viejas edades peregrinas,
hallé la inspiración de mis cantares,
que me dieron las auras populares.
Brotó después, al son del caramillo,
la égloga dulce y el idilio tierno,
de las zagalas el amor sencillo,
de los pastores el afán interno;
y cuando al grito del feroz caudillo
surgió la lucha y su dolor eterno,
se oyó cantar en la soberbia trompa
la épica hazaña y la guerrera pompa.
Yo describí del héroe valeroso
la insigne acción y el fuerte poderío;
del joven, el arranque impetuoso;
del noble anciano, el temerario brío;
la sien ceñí del paladín glorioso,
blando en la paz, pero en la lid impío;
y en la reñida justa y el torneo
mi canto fué del vencedor trofeo.
Luego pulsé del trovador amante
la delicada cítara sonora,
y consagré mi cantiga anhelante
á la beldad del corazón señora;
y celebré su seno palpitante,
de su faz la sonrisa seductora,
el dulce néctar de sus labios rojos,
y la alma luz de sus divinos ojos.
Hoy... huyeron las náyades del lago,
abandonó Neptuno su tridente,murió,
del tiempo al implacable estrago,
la ninfa bella de la mar durmiente;
ni gime Eólo con el viento vago,
ni ruje en él su cólera inclemente;
y en su dorado trípode indecisa
cayó la venerada Pitonisa.
Ya no levanta sus soberbios muros
el señorial castillo poderoso,
con sus recintos lóbregos y oscuros,
su levadizo puente y su ancho foso.
De la torpe ignorancia á los conjuros
no responde el espíritu medroso.
Pasó la tradición con sus quimeras:
brilla la luz del mundo en las esferas.
Rompióse la cadena del esclavo;
apareció la aurora del derecho;
del fanatismo derrumbóse al cabo
el ídolo fatal, pedazos hecho;
por la hermosa verdad, pujante y bravo
latió del hombre el generoso pecho;
y con santo fervor, jamás oculto,
rindió á la patria cariñoso culto.
Y canto las conquistas de la ciencia,
de las artes los vividos fulgores,
la augusta libertad de la conciencia,
del trabajo los frutos bienhechores;
de la rica moral la pura esencia,
del progreso los bienes redentores,
de la justicia el brillo soberano,
y el vuelo audaz del pensamiento humano.
¡Y siempre así! Que mientras gire el mundo
sobre sus duros ejes de diamante,
y el alma inquieta, con afán proíundo,
sus alas tienda hacia la luz brillante,
hé de aspirar al ideal fecundo
en que he cifrado mi ambición constante;
y al entusiasmo que á mi mente inspira
responderán las cuerdas de mi lira.
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