Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013
domingo, 17 de julio de 2011
556.- RAFAEL CALMAESTRA
Rafael Pareja Calmaestra nació en 1974, en Córdoba. Licenciado en Derecho, actualmente trabaja como profesor de Secundaria en la especialidad de Geografía e Historia. Ha ganado algunos premios como el Cristal Oscuro, por un relato de fantasía (Almería, 2001), el Leonardo Cercós por un pequeño y triste poema (Palma de Mallorca, 2002) o el especial del Jurado de la "Operación Mantecón" (La Bella Varsovia, Córdoba, 2006) por un extraño cuento de Navidad. Ha escrito igualmente en fancines como "Bar Sobia" o "The Gentleman Soldier" y en el año 2010 aparecieron publicados algunos de sus poemas en la antología "Sais, jóvenes poetas cordobeses.
Mundos perdidos
Cuando era pequeño
no sabía nada.
Un día metí mi corazón en el microondas
y esperé.
Sólo daba vueltas.
Luego probé con otros órganos
y me fui haciendo adolescente.
Me quedaba mirando
cómo giraban y giraban
sin llegar a sitio alguno.
Qué pérdida de tiempo.
Y en mi cabeza
siempre una canción
dispuesta a repetirse.
Por supuesto, me enfadaba.
De alguna manera sabía
que si no me reventaba el corazón entonces
ya no lo haría nunca.
Mercaderes
Existen en mi mundo
vendedores de ojos aviesos
y palabras adecuadas
–y mi mundo es el tuyo–.
Visten los ropajes invisibles
de la música, y hablan
el idioma de los ríos,
el rumor que no cesa...
Son, pues, gentes intangibles
que se mueven entre las luces;
nadie podrá acusarlos
de acechar bajo las sombras.
Yo quería ser un comprador
de pequeñas esperanzas
pero ellos no vendían ya
tales mercancías.
Añoro sus alegres voces
que no se dirigen a mí
–voces de colores,
de sonidos bermejos–.
Agujeros
Una vez abrí un agujero en el suelo.
Me asomé y vi un pájaro
y más tarde una nube y mucho azul.
Y si yo sólo quería dejar una flor
¿por qué tuve que ver esas cosas?
¿por qué aquello era tan bello y extraño?
Uno espera encontrar tierra y gusanos
y no nubes o pájaros
cuando hace agujeros en la tierra.
Mancharse las manos,
dejarse las uñas negras y sudar
por el esfuerzo,
eso sí.
¿Qué puedo plantar allí?
Ahora veo claro
que hice el agujero para un muerto
y no me gusta enterrar muertos
porque sé que con ellos también entierro pájaros,
y nubes, y cielos azules.
No amanece
Algunas noches pienso
que hay un hombre bajo mi cama.
Yo mantengo los ojos muy cerrados
y él muy abiertos.
Los minutos caen desde el techo
mientras siento que vigila
no sé muy bien qué,
quizás mis sueños o quizás otras cosas
que no puedo ni imaginar.
En mi habitación hay algunos rincones
que aún no conozco.
He visto a dos arañas
que construyen sin ladrillos
y se aman sin amor.
Son raras, estas arañas.
Algún día las visitaré
y me contarán cosas extraordinarias
de mundos que destruiría
con sólo alzar la mano.
Cuando llega el día se viste mi cama, toda la habitación
se vuelve blanca.
Y ya no recuerdo al hombre misterioso
ni a las arañas laboriosas.
Sólo pienso
en amores, dinero, trabajos y cosas así.
Me vuelvo todo un señor de repente...
hasta que regresa la noche y me desviste;
entonces llamo a mi madre y sus cuentos.
Pero sólo acuden ese hombre
que se mete bajo mi cama,
y las dos arañas que tejen y tejen
sin amor, tristemente.
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