Javier Barrero García (Huelva, 1982), pertenece a la generación más joven de los poetas de nuestra guia on-line.
Se pueden encontrar fragmentos de su obra en, Hwebra : la revista electrónica sobre literatura, nº 5 (Poesía Nueva).
En esa misma página web el propio autor reseña la siguiente nota autobiográfica:
“Nací en Onuba, allá por el año "1982". Dediqué toda mi infancia a ser niño y, desde entonces, ando perdido por faldas de colegialas. No sé como comencé a escribir, pero sí sé que no puedo dejarlo por falta de motivos. Actualmente, tengo varios proyectos, entre otros, cambiar el suelo que piso, encadenar un par de libros quizá. Formo parte de la tertulia Onubense “innominada” que tiene lugar los Sábados en cualquier sitio que no nos cierre, y allí me río, me explayo, y allí bebo cervecita con unos pocos genios”.
Dentro de la colección Poesía Nueva que con motivo del Ciclo de Conferencias - jrj de fondo - Lecturas en Homenaje a JRJ, organizadas por el Comite Organizador para el Trienio Zenobia-Juan Ramón Jiménez, ha publicado el cuaderno de poemas:
"Sin mí los juegos " (Huelva : Diputación Provincial, 2006)
no recuerdo cuando fue la última vez que jugué a ser madriguera
que manche mi cara de confusión y sueño y dediqué
todo mi tiempo a confundirme con la luz y el presente.
No recuerdo cuando fue la última vez que jugué a ser madriguera
y en mi juego sólo fui manos, pétalos desnudos, calles desiertas
y la ventana se rompía elegantemente al ritmo de mis dedos.
No recuerdo. Mis pies me siguen como un eco infinito.
Algunas persianas se cierran y la ciudad es invierno
gente que camina despreocupada, árboles meciéndose, coches.
Las paredes se acercan, pero yo
no recuerdo cuando fue la última vez que jugué a ser madriguera
mientras el mismo pájaro azul anda descalzo sobre mi pecho.
"Sin mí los juegos " (Huelva : Diputación Provincial, 2006)
no recuerdo cuando fue la última vez que jugué a ser madriguera
que manche mi cara de confusión y sueño y dediqué
todo mi tiempo a confundirme con la luz y el presente.
No recuerdo cuando fue la última vez que jugué a ser madriguera
y en mi juego sólo fui manos, pétalos desnudos, calles desiertas
y la ventana se rompía elegantemente al ritmo de mis dedos.
No recuerdo. Mis pies me siguen como un eco infinito.
Algunas persianas se cierran y la ciudad es invierno
gente que camina despreocupada, árboles meciéndose, coches.
Las paredes se acercan, pero yo
no recuerdo cuando fue la última vez que jugué a ser madriguera
mientras el mismo pájaro azul anda descalzo sobre mi pecho.
14 – 2 – 2003 San Valentín
A mis abuelos. A la infancia
que murió con ellos.
Vosotras, hijas de todo lo mío,
gritáis a lo lejos como si hubieseis envejecido
como si fueseis también vuestras hijas y nietas
No os basta, no es suficiente
con recordarme el otoño en que me senté
como un niño a esperar mi primer reloj
y a dejar que mis párpados cayesen
huyendo de mazmorras y muñecos rotos
Sois ahora la parte de mentira que renace
de la sangre en mi piel, sois el televisor cansado
que nunca recibe a los viejos, sus lentos pasos
Mientras, yo me tumbo deseando que ese castillo
no se caiga por mis temblores, que su pecho sea
la arena que lo forma, y olvidar el ciclo,
que quizá yo también sea parte de una niñez,
de un patio, una cocina, una cancela que lleva
a un limonero
Es cierto, Marcos,
pudimos haber pronunciado lo intangible, lo selecto
pudimos habernos perdido en el sexo más grande que nosotros
Es cierto, Marcos, y no te culpo
si me quedé esperando que su palabra
se extendiera sobre mí en aquella estación
y buscara un gesto torcido, o un enjambre de lágrimas
Es cierto, pero podía haber estado confundido
si todo hubiese desembocado en un tormento de piernas y deseo
si de mis labios hubiese nacido una frase para morir
y convertirse en otra más parecida a ti y a mí, a nosotros
Porque a veces, Marcos, el futuro tiene un poco de presente
y los dedos al acariciar dejan un rastro de perfume viejo
y entonces aquella estación, el hotel luego, las sábanas
se hubiesen transformado en el escondrijo de la derrota
y mis párpados, de nuevo, al abrirse, habrían negado
lo intangible, lo selecto
He enterrado mi paisaje entre tus manos
como si fuese un ritmo o el destino
como si este tiempo saliese derrotado
de nuestra desesperada lucha de cíclopes
He enterrado mi paisaje entre tus manos
y no importa que la niebla cubra ya tu ciudad
o que miles de voces te hundan en la distancia
No importa que veas desnudos epilépticos, extranjeros
he enterrado mi paisaje entre tus manos
y cada caricia es mi sombra llena de árboles y barro
mi fotografía clavada en otra piel, en otro deseo
mi ventana abierta hacia el mundo
hacia la calma
hacia ti
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