Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 16 de julio de 2011

543.- LUIS GÁMEZ



LUIS GÁMEZ

Córdoba, 1981. Luis Gámez es autor de El Arte del Ruido (Alpha Decay, 2012), El libro de las transformaciones (Aristas Martínez, 2011) y antólogo de la Black Pulp Box (Aristas Martínez, 2012). Es colaborador de la revista Quimera en funciones de crítico literario, así como reseñista habitual y escritor de ficción esporádico. Ha creado el proyecto ruidista BlitzKerner, accesible de forma gratuita en www.blitz kerner.bandcamp.com







Tu cabeza es un bosque vivo 
lleno de pájaros dormidos. 
Calma: no quiero enloquecer mientras te hablo. 
Calma: voy a hablarte con otra voz. 
Calma: con una voz mucho más fría. 
No tengas miedo. 

[de El libro de las transformaciones, 2011] 






Los juegos están prohibidos en el laberinto.
Y tú no deberías estar aquí,
sentada entre espesas matas de sombra,
en el centro de un círculo de piedras.
No escuches la voz que te rodea:
Hijita, hijita… Se juiciosa. No salgas de casa.
Fuera sólo encontrarás ruinas.
Siempre estuviste aquí, lejos de la luz.
Recorrías la casa con una medida sin desperdicios.
Cada minucia un sacramento,
como una ofrenda al peso de la noche.
No tengas miedo, yo estaré a tu lado.
Como niños armamos las palabras con repique al final,
luego lloramos y gritamos la estrofa.
Somos sucesivos.
Somos exclusivos.
No somos simples.






EL SOL les estalló en el pecho esa tarde
radiante
el cielo se abría sobre ellos,
escucha, me dijiste:
sentí el rumor del arroyo en tu boca.
Había en tus ojos una llama
que sin dolor nos consumía
mientras el mundo se hacía más pequeño y más nuestro.
Yo traía pan y queso en la bolsa de tela
y la más dulce de las frutas escondida en los labios,
me sonrojé cuando me besaste,
una paloma en la cintura de mi vestido
vergüenza por mi propio deseo.
No supe, entonces, nada de la ausencia,
todo estaba repleto; el sol de luz: el cielo
de azul: el aire de frescura: yo de ti y tú de mí:
esta luz antigua de tarde feliz no puede morir.
Ya es mía, ya es mía.
Te quiero, me decías, y yo
te creo,
aún soy
parte
de ti.
Escucha:
noviembre se despereza lentamente,
la lluvias han cesado, el viento es fresco y agradable:
ni un solo hombre va
por este camino.
Paseamos por el campo,
mojamos los pies en el arroyo
y tú arrojaste piedras desde el puente de hierro:
la cantera gris y agotada seguro que nos envidia:
por tu vestido con los tobillos desnudos
y por mis manos fuertes
Escucha:
yo cerraba los ojos para oírte silbar
eso es un gorrión–
y me soplabas en los párpados
eso es una mosca de otoño –
mientras me hacías en la rodilla y en el muslo
eso hormigas, preciosa, cosquillas son hormigas –.
Y me besaste otra vez, pero con más fuerza.
Escucha ahora esta canción:
oh no dios
oh no
dios mío
manos fuertes
dios cuerpo
débil oh no
como la tarde
oh no entre
tus manos
dios mío
eso no qué breves
oh dios mío
son las tardes
de noviembre
no me sueltes
pero no ahora
eso no mi carne
dura bajo el vestido
dios mío mi piel
enrojecida oh no
dios mío
Y fue así.
a la sombra de un árbol de hojas rubias:
fruta fresca de mi boca,
pan y queso,
la humedad de la tierra atravesándome:
supe que estaba desnuda
Sea así para nosotros,
a la medida de nuestro amor,
lo malo y lo bueno.
Sea así por nuestro amor.
Y fue así.











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