Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

lunes, 18 de julio de 2011

563.- JOSÉ MARÍA MORÓN


José María Morón (Huelva, 1897-1966)

José María Morón ha pasado del generalizado reconocimiento en los años treinta, cuando su libro Minero de estrellas obtuvo el primer accésit en el Premio Nacional de Literatura, al completo olvido en los años posteriores a la guerra civil. En 1936 se le dio por muerto y algunas de las más notables figuras de la España republicana, Antonio Machado entre ellas, lamentaron su asesinato. Pero se salvó en el último momento y, logró vivir largos años durante el franquismo, camuflado de oscuro funcionario y ocupado en experimentos poéticos de muy escaso interés, como lograr que todos los versos de un soneto tuvieran, además del mismo número de sílabas, la misma extensión, cuarenta y siete espacios, para darle -escribía- «categoría de sillar recién labrado». «Creo que esta innovación no ha sido hecha por poeta alguno desde que existe el mundo de la poesía», añadía con ingenuo orgullo (citado por Pérez Bowie, pág. 57).
Minero de estrellas es una de las primeras y más destacadas muestras de la poesía social en los años treinta. Muy cercano en lo formal a Rafael Alberti y a otros poetas del 27, su poesía, a juicio de Jorge Urrutia, «significó la conciliación de las estéticas neogongorinas y paraproletarias. Desde el punto de vista del neogongorismo de Gerardo Diego resultaba tardío. No lo era tanto desde la perspectiva del poema de fuerte compromiso ideológico. Pero lo original de Morón era la belleza formal de unos poemas que se referían al mundo obrero de las minas onubenses». Según el citado estudioso, «tal capacidad embellecedora del lenguaje hace pensar, aunque nunca fuera tan barroco, en la estética de la prosa de otro poeta de Huelva, Juan Ramón Jiménez, que también supo envolver la dureza de lo descrito en el fulgurante verbo de Platero y yo».







Epístola a los mineros de Río Tinto

¿Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios.
Sólo el enorme, anónimo, del genérico esfuerzo.
El que expanden las arduas muchedumbres activas,
cuando los otros nombres ya olvidaron sus cuerpos.

En rebelión de músculos y torsos distendidos,
yo os he visto ganar un cielo cada día
y ese pan merecido, que al llegar a la boca,
tiene el sabor caliente de vuestra propia vida.

¡Hombres de hollín y lodo! Menhires elevados
como un tenaz milagro de voluntad y tiempo,
con el pico en el aire, o con la pala al hombro,
sobre el paisaje ardido de escorias y de aceros.

Cuando agoniza en largo gemido la sirena
y el alba azul exprime los panales del sueño,
ya en pie, terca milicia, de harapos y alpargatas,
camináis a la fiesta de la tierra y el fuego.

A esa bárbara fiesta en que el martillo es pájaro,
y son los yunques rojos surtidores de estrellas;
los altos hornos brindan su sangre a los ponientes
y cazan nubes albas las negras chimeneas.

A la fiesta hervorosa, de los bosques eléctricos,
donde las grúas famélicas rumian huesos de rocas
y van las sucias crías de vagones piantes
colgadas en las ubres de las locomotoras.
-240-

A la fiesta rodante de las trémulas fábricas,
donde el metal agita su candente epilepsia
y lanzan sus metáforas violentas los motores,
en la música negra de émbolos y poleas.

A fiesta plutónica del filón millonario,
allá, en los fondos negros de la mina inexhausta,
cuando zumban los pulsos del mundo en vuestras sienes
y sobre vuestros hombros cabalgan las montañas.

Tenéis toda mi vida pequeña en vuestras manos,
cunas de los asombros más dulces de mis días;
aquella vida rubia que se me fue riendo
por el áspero y roto paisaje de la mina.

¿Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios,
sólo el enorme, anónimo, del genérico esfuerzo.
¡Hombres de hollín y lodo! ¡Mineros de Río Tinto!
Yo os guardo en el más alto mirabel del recuerdo.








PARA SIEMPRE

cuando menos lo espereis,
yo me perderé en la mina
una noche para siempre.

Por sendas de sombra helada,
por las entrañas del mundo
buscando el alma del agua.
¡ para siempre! ¡ Para siempre !

Hasta quedarme dormido,
allí, donde el agua dice
la canción que nadie ha oído.







AMIGA

Cuando me voy a la mina
te dejo, amiga, un recuerdo
atado con mi sonrisa.

Y tu, lo guardas so;ando,
y tu, lo guardas, amiga,

por si algun dia no volviera
tu amigo mas de la mina.







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