Rafael Soto Vergés (Cádiz, 24 de agosto de 1936 - Madrid, 14 de julio de 2004) fue un poeta español. Consiguió el premio Adonáis en 1958 por La agorera.
Rafael Soto Vergés nació en Cádiz (España) el 24 de agosto de 1936. Cursó estudios en su ciudad natal, y en 1950 ingresó en la Escuela de Comercio de Cádiz, mientras comenzaba a publicar algunos poemas en las páginas literarias de un periódico local. También por esas fechas ganó el Primer Premio de Periodismo Literario convocado por el periódico La Voz del Sur.
De 1950 a 1958 organizó y pronunció conferencias, participó en la fundación de tertulias literarias y revistas… En 1958 obtuvo el Grado de Profesor Mercantil y se trasladó a Madrid para cursar Filosofía y Letras. En ese mismo año, su primer libro de poemas, La Agorera, logró el Premio Nacional de Poesía Adonáis. En 1962 estrenó su farsa poética El recovero de Uclés, e ingresó en la Asociación Española de Críticos de Arte, iniciando así su colaboración con varias revistas (Artes, Bellas Artes, La Estafeta Literaria).
En 1967 publicó un segundo libro de poesía, Epopeya sin Héroe, y en 1970 participó en cursos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. En 1970 publicó su tercer libro de poesía, El Reñidero, y en 1971 el libro de ensayos La Realidad y La Expresión. Recibió la medalla de la Fundación Gulbenkian por su trabajo como crítico de arte y en 1974 fue nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, de Málaga. Posteriormente sería nombrado miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, con sede en París. En 1975 publicó un nuevo libro de poesía, El Gallo Ciego, que presentó en un programa cultural de TVE.
En 1976 dirigió la revista Campus de la Universidad Autónoma. En el mismo año participó en el Homenaje a Federico García Lorca, junto a Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Salvador Espriu, José Agustín Goytisolo y Francisco Giner de los Ríos, entre otros, y al año siguiente en el Homenaje a Antonio Machado, junto a Celso Emilio Ferreiro, Félix Grande y Carlos Álvarez, entre otros.
Ocurrió entonces un hecho que le obligó a interrumpir su actividad creadora: el fallecimiento de su primera esposa, en 1979. El paréntesis duró hasta 1986, en que publicó sus poemas escénicos: El Leñador de Sombras y Guitarra en García Lorca, éste último presentado en la Diputación de Cádiz, con motivo de la clausura de los Cursos Universitarios de Verano de 1986 (coincidiendo con el 50º Aniversario de la muerte del poeta), y en diciembre del mismo año en el Ateneo de Madrid.
En 1987 publicó dos nuevos libros de poesía: Viento Oscuro Lejano (con presentación en TVE y Canal Sur) y Antología Mágica. En 1989 participó en los homenajes a Rafael Alberti y a la Generación de los 60. Además fue nombrado Presidente Honorario del Centro de Estudios Poéticos Hispánicos, Sección Española del Hispanic Poetic Studies Center de la University of North Carolina at Greensboro (USA). Este organismo instituyó un Premio, la Medalla al Reconocimiento Internacional, otorgada, entre otros, a los poetas Rafael Montesinos, Francisco Matos Paoli, Gastón Baquero y Carlos Bousoño; y a los hispanistas Robert Marrast y Miloslav Ulicny.
En 1992 intervino en el ciclo: El Barroco en la Poesía Española, dentro de la II Semana Poética de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Cuenca.
En los años posteriores publicó cinco nuevos libros de poesía, todos ellos merecedores de distinción: El Discurso de Yerba (Premio Andalucía de la Crítica 1994), Rimado Bajo el Piélago (Premio Internacional Ciudad de Cáceres 1993), Manual de Prodigios (Premio Ciudad de Valencia 1997), Pasto en Llamas (Premio Leonor 1999), y Las Deletéreas Áreas (IV Premio de Poesía Aljabibe 2003).
Desde 2003 trabajó en una nueva publicación hasta su fallecimiento el 14 de julio de 2004, a la edad de 67 años, a causa de una grave enfermedad.
Poesía
La agorera (Premio Adonáis 1958), Ediciones Rialp; Madrid, 1959.
Epopeya sin héroe, Editorial Ciencia Nueva, Colec. El Bardo; Madrid, 1967.
El reñidero, Taller de Ediciones JB, Colec. Poesía para todos; Madrid, 1970.
El gallo ciego, Barral Editores, Colec. Ocnos; Barcelona, 1975.
Viento oscuro lejano, Ediciones Libertarias; Madrid, 1987.
Antología Mágica, (Prólogo de Carlos Bousoño), Ediciones Libertarias; Madrid, 1987.
El discurso de yerba (Prólogo de Gabriele Morelli), (Premio Andalucía de la Crítica 1994). Ediciones Libertarias; Madrid, 1994.
Rimado bajo el piélago (Premio Internacional Ciudad de Cáceres 1993), Edición del Ayuntamiento de Cáceres; Madrid, 1994.
Manual de prodigios (Premio Ciudad de Valencia 1997); Juan Pastor, editor. Colec. Devenir. Madrid, 1999.
Pasto en llamas (Premio Leonor 1999). Edición de la Diputación de Soria, 2000.
Las deletéreas áreas (Premio de Poesía Aljabibe 2003). Tabla Rasa Ediciones; Madrid, 2003.
Ensayo y Arte
La realidad y la expresión, Editorial Helios, Colec. Hechos y Palabras; Madrid, 1971.
Picasso (en colaboración con VV.AA.), Edición de la Asociación Española de Críticos de Arte; Madrid, 1973.
Andalousie (en colaboración con otros autores), Les Editions Arthaud; París, 1985.
Diccionario de artistas contemporáneos de Madrid (en colaboración con VV.AA.) Arteguía. Aldebarán Ediciones; Madrid, 1996.
Teatro y Narrativa
El recovero de Uclés (Farsa poética), Edit. Escelicer, Colec. Teatro; Madrid, 1963.
Manifiesto español o una antología de narradores (en colaboración con VV.AA.), Ediciones Marte; Barcelona, 1973.
VIDA EN LA GRAMA
Para morir aquí, he vuelto, Bornos,
cabeza de ataúd, madre de imágenes
entre la incertidumbre de los lirios
y la esfera mortal del heno en llamas.
Para llorar aquí, regreso, patria,
ermitaña del fin de mi existencia,
carro de yerbas hortelanas, mijo
de luz brizada por el aire de oro
entre las narraciones de la infancia.
Para callar aquí, retorno ahora,
y para devolverte tu palabra efímera,
tu molino de agua entre las zarzas
y tu oscuro licor de brumas moras.
Todo lo que diste, el aire mágico
de oscuridad mojada por la yerba;
el pecho libre, colocado y puro
en las destilerías del romero,
te entrego ahora, herido mortalmente
por los verdes fragores de la grama.
Y por la triste lágrima que cae
sobre la yerba última del pasto,
aullante bajo el cielo, condenada.
RASTREO DE EXISTENCIA
A la memoria de mi hijo Juan José
I
Pequeñas maniobras adelanta el gusano.
Tú tienes que perder todo esto para que la mentira de tu cuerpo
se una a la cosecha.
Para que la mentira de tu ensueño se una a la mentira.
Pues el carbón de tu nostal es el carbón del campo.
El de las sementeras abrasadas por la codicia de las épocas.
Sobre esta avaricia de estaciones, el cachorro de carne
se quema en sus anhelos.
Y tú también te abrasas en el amor
y el hambre de los horizontes despiadados.
Con Tánatos y Ceres ya no hay cópulas, ni chamizos
ni sombras para los alimentos del misterio.
La humildad de la paja y la hermosura del centeno
te condujeron más allá de las celestes maniobras.
La llaga de tu ojo es superior a ese dolor nuboso
de las alquerías más lejanas.
Y el carbón prodigioso de aquellas deidades agotadas ennegrece
tu canto y la sonora miel de los ejidos.
Tiempo de otoño oscuro, la sal y las arrugas cantan donde el vencejo.
No hay gota de rocío, ni caricia de ave, en la exterminación
de tu lugar en llamas.
Ni la brisa transporta, por las torres, esa dulce pelusa de los álamos
La orejuda semilla ya se emburra ante el vano concierto del instinto.
Y la floresta de labranza, sus herramientas y metales duermen
bajo el morado sol de los crepúsculos
Tierra yerma, esta infancia no alumbrará más fuente que las lágrimas.
¡La nimiedad de mis rastreos no moverá sus aros sobre el césped!
II
Así es cómo el gracejo de amargura se cobra este anticipo
de la muerte.
El estrago de granjas, en las cercanías del corazón,
mueve las llamas rápidas de los sombríos lugarejos.
Proterva es esta espada por los alrededores de la infancia.
¿Qué es una vida, al cabo, sino el fausto comicio
de las maniobras vegetales hasta su propia destrucción.
Las formas y disfraces de este reino mortal y engalanado
se apropiarán, dormidas, de tus pequeños gestos discontinuos.
Pues discontinuas fueron siempre la suerte y la desgracia,
la primavera y el estío
y aun la celeste pulsación de tu remoto afán entrecortado
entre la plaga comarcal, y el tazón de la noche y las bebidas
en donde envenenaron nuestro origen.
Así yo soy augur de las desconsoladas espadañas.
Llorando en el quejido vegetal, la memoria enemiga
de la celeridad fundente y cósmica te alerta, dulce y vaga,
dolorida y confusa, como un acuchillado villancico. Ah, esta música
de lo que va a morirse pronto, en su yerbosa acuñación nocturna.
El menguante de luna refleja ante el regato de la terrible soledad
sombría tus desmembrados cánticos.
Las mismas flores que llevaste al nupcio de la efímera
novia campesina no respetan siquiera el escalofrío de tus
rastreos.
Ya que esta herida ha de curarse con el incendio de la aldea que fuiste.
El maniquí de los pastores es un quemado espantapájaros.
Tendrías que colgar, definitivamente ya, la alforja
y la zamarra de tristeza, y los frutales cielos ante el postigo
de tu alma.
Y la grulla tiznosa y resentida recogería los restos de aquella
primavera que te hirió por la espalda.
En tanto, aquel gusano, como un sarmiento de locura,
en los zaguanes de cebolla y haba, se dispondrá al duro exterminio.
Matinalmente, el lúpulo acostará su orquesta breve.
Y todo aquel rastreo de existencia, entre las lagartijas
de las verdosas decisiones rápidas,
se acoplará a los aros del gusano, pues por aquí hay que pasar.
Pues por aquí hay que pasar, aunque te glorifiquen el azafrán y el cisto,
y los dulces augurios del cantor,
el arco iris de la buenas lluvias, la leche del prodigo maternal,
el madurado mapa del cerezo
enlagrímado por ese fervor que es blancura en la ermita de los zorros.
El trasmonte del ciervo no aliviará tu muerte dura. No, pues este tránsito
es paso acostumbrado para los celestiales territorios.
La abundancia risueña tuvo su edad su ámbito. Y los anillos
de los árboles, como los aros del gusano,
son el círculo exacto, y la estructura consabida,
y la sombría norma de tu esquilmada eternidad.
Un movimiento oscuro, desde sus ojos infinitos,
repta sobre la parva de la inmisericorde acometida.
Aferrando a la tierra tus edades, cuando el oso estrellado
del misterio viene con su zarpazo hasta el maíz
La lejanía paga sus monedas. ¡Ya las cobraste todas!
III
Pequeñas maniobras anticipa el gusano.
Y la secreta granja de las faenas terminales
se embriaga con los lirios y los excesos de la destrucción.
Las breves arias de este canto espantarán, tal vez,
a los incautos mirlos. Ya los ojeadores de la fronda efimera.
Ya los amantes enredados sobre la carne de la luna.
El niño aquel, observador de los hurones
y de las borraduras de la siega, va como un caracol
con su ignorancia a cuestas, trepando hacia el repecho de la nada.
Así propone el triste día esta consagración de la inocencia.
El campo, con su rumor de fiesta interrumpida,
engalana este baile de la avena en su lejana zarabanda sola.
Arde ese rústico amor de lo reptante como un reglero fabuloso.
Y cae el asombro inicial de la existencia bajo el vidrio
del cielo destrenzado.
¡Y la mágica cuerda vertical, por la que descendían los pródigos,
se rompe en los anillos de la hoguera!
El gusano perece en sus pequeñas maniobras rosas.
(Del Libro de las magias, inédito)
DESCOMPOSICIONES
Un mojado dolor, tropa de nutrias.
Exvotos y cortezas por el agua.
Plástica de otra época, el viajero
dibuja su lenguaje de despojos.
Poema de diseño, la memoria
pone su yerba donde no la pisan.
Un viejo caminante y una mula
presiden el desfile de gusanos.
La descomposición tiene conjuntos
para el cortejo de brumosas yerbas.
Una alianza incoherente, insólita.
Muy diferente es la situación
de tu muerte sin pérdidas ni frases.
¡Manzano, trueno verde y elegíaco!
La realidad y la expresión, Editorial Helios, Colec. Hechos y Palabras; Madrid, 1971.
Picasso (en colaboración con VV.AA.), Edición de la Asociación Española de Críticos de Arte; Madrid, 1973.
Andalousie (en colaboración con otros autores), Les Editions Arthaud; París, 1985.
Diccionario de artistas contemporáneos de Madrid (en colaboración con VV.AA.) Arteguía. Aldebarán Ediciones; Madrid, 1996.
Teatro y Narrativa
El recovero de Uclés (Farsa poética), Edit. Escelicer, Colec. Teatro; Madrid, 1963.
Manifiesto español o una antología de narradores (en colaboración con VV.AA.), Ediciones Marte; Barcelona, 1973.
VIDA EN LA GRAMA
Para morir aquí, he vuelto, Bornos,
cabeza de ataúd, madre de imágenes
entre la incertidumbre de los lirios
y la esfera mortal del heno en llamas.
Para llorar aquí, regreso, patria,
ermitaña del fin de mi existencia,
carro de yerbas hortelanas, mijo
de luz brizada por el aire de oro
entre las narraciones de la infancia.
Para callar aquí, retorno ahora,
y para devolverte tu palabra efímera,
tu molino de agua entre las zarzas
y tu oscuro licor de brumas moras.
Todo lo que diste, el aire mágico
de oscuridad mojada por la yerba;
el pecho libre, colocado y puro
en las destilerías del romero,
te entrego ahora, herido mortalmente
por los verdes fragores de la grama.
Y por la triste lágrima que cae
sobre la yerba última del pasto,
aullante bajo el cielo, condenada.
RASTREO DE EXISTENCIA
A la memoria de mi hijo Juan José
I
Pequeñas maniobras adelanta el gusano.
Tú tienes que perder todo esto para que la mentira de tu cuerpo
se una a la cosecha.
Para que la mentira de tu ensueño se una a la mentira.
Pues el carbón de tu nostal es el carbón del campo.
El de las sementeras abrasadas por la codicia de las épocas.
Sobre esta avaricia de estaciones, el cachorro de carne
se quema en sus anhelos.
Y tú también te abrasas en el amor
y el hambre de los horizontes despiadados.
Con Tánatos y Ceres ya no hay cópulas, ni chamizos
ni sombras para los alimentos del misterio.
La humildad de la paja y la hermosura del centeno
te condujeron más allá de las celestes maniobras.
La llaga de tu ojo es superior a ese dolor nuboso
de las alquerías más lejanas.
Y el carbón prodigioso de aquellas deidades agotadas ennegrece
tu canto y la sonora miel de los ejidos.
Tiempo de otoño oscuro, la sal y las arrugas cantan donde el vencejo.
No hay gota de rocío, ni caricia de ave, en la exterminación
de tu lugar en llamas.
Ni la brisa transporta, por las torres, esa dulce pelusa de los álamos
La orejuda semilla ya se emburra ante el vano concierto del instinto.
Y la floresta de labranza, sus herramientas y metales duermen
bajo el morado sol de los crepúsculos
Tierra yerma, esta infancia no alumbrará más fuente que las lágrimas.
¡La nimiedad de mis rastreos no moverá sus aros sobre el césped!
II
Así es cómo el gracejo de amargura se cobra este anticipo
de la muerte.
El estrago de granjas, en las cercanías del corazón,
mueve las llamas rápidas de los sombríos lugarejos.
Proterva es esta espada por los alrededores de la infancia.
¿Qué es una vida, al cabo, sino el fausto comicio
de las maniobras vegetales hasta su propia destrucción.
Las formas y disfraces de este reino mortal y engalanado
se apropiarán, dormidas, de tus pequeños gestos discontinuos.
Pues discontinuas fueron siempre la suerte y la desgracia,
la primavera y el estío
y aun la celeste pulsación de tu remoto afán entrecortado
entre la plaga comarcal, y el tazón de la noche y las bebidas
en donde envenenaron nuestro origen.
Así yo soy augur de las desconsoladas espadañas.
Llorando en el quejido vegetal, la memoria enemiga
de la celeridad fundente y cósmica te alerta, dulce y vaga,
dolorida y confusa, como un acuchillado villancico. Ah, esta música
de lo que va a morirse pronto, en su yerbosa acuñación nocturna.
El menguante de luna refleja ante el regato de la terrible soledad
sombría tus desmembrados cánticos.
Las mismas flores que llevaste al nupcio de la efímera
novia campesina no respetan siquiera el escalofrío de tus
rastreos.
Ya que esta herida ha de curarse con el incendio de la aldea que fuiste.
El maniquí de los pastores es un quemado espantapájaros.
Tendrías que colgar, definitivamente ya, la alforja
y la zamarra de tristeza, y los frutales cielos ante el postigo
de tu alma.
Y la grulla tiznosa y resentida recogería los restos de aquella
primavera que te hirió por la espalda.
En tanto, aquel gusano, como un sarmiento de locura,
en los zaguanes de cebolla y haba, se dispondrá al duro exterminio.
Matinalmente, el lúpulo acostará su orquesta breve.
Y todo aquel rastreo de existencia, entre las lagartijas
de las verdosas decisiones rápidas,
se acoplará a los aros del gusano, pues por aquí hay que pasar.
Pues por aquí hay que pasar, aunque te glorifiquen el azafrán y el cisto,
y los dulces augurios del cantor,
el arco iris de la buenas lluvias, la leche del prodigo maternal,
el madurado mapa del cerezo
enlagrímado por ese fervor que es blancura en la ermita de los zorros.
El trasmonte del ciervo no aliviará tu muerte dura. No, pues este tránsito
es paso acostumbrado para los celestiales territorios.
La abundancia risueña tuvo su edad su ámbito. Y los anillos
de los árboles, como los aros del gusano,
son el círculo exacto, y la estructura consabida,
y la sombría norma de tu esquilmada eternidad.
Un movimiento oscuro, desde sus ojos infinitos,
repta sobre la parva de la inmisericorde acometida.
Aferrando a la tierra tus edades, cuando el oso estrellado
del misterio viene con su zarpazo hasta el maíz
La lejanía paga sus monedas. ¡Ya las cobraste todas!
III
Pequeñas maniobras anticipa el gusano.
Y la secreta granja de las faenas terminales
se embriaga con los lirios y los excesos de la destrucción.
Las breves arias de este canto espantarán, tal vez,
a los incautos mirlos. Ya los ojeadores de la fronda efimera.
Ya los amantes enredados sobre la carne de la luna.
El niño aquel, observador de los hurones
y de las borraduras de la siega, va como un caracol
con su ignorancia a cuestas, trepando hacia el repecho de la nada.
Así propone el triste día esta consagración de la inocencia.
El campo, con su rumor de fiesta interrumpida,
engalana este baile de la avena en su lejana zarabanda sola.
Arde ese rústico amor de lo reptante como un reglero fabuloso.
Y cae el asombro inicial de la existencia bajo el vidrio
del cielo destrenzado.
¡Y la mágica cuerda vertical, por la que descendían los pródigos,
se rompe en los anillos de la hoguera!
El gusano perece en sus pequeñas maniobras rosas.
(Del Libro de las magias, inédito)
DESCOMPOSICIONES
Un mojado dolor, tropa de nutrias.
Exvotos y cortezas por el agua.
Plástica de otra época, el viajero
dibuja su lenguaje de despojos.
Poema de diseño, la memoria
pone su yerba donde no la pisan.
Un viejo caminante y una mula
presiden el desfile de gusanos.
La descomposición tiene conjuntos
para el cortejo de brumosas yerbas.
Una alianza incoherente, insólita.
Muy diferente es la situación
de tu muerte sin pérdidas ni frases.
¡Manzano, trueno verde y elegíaco!
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