Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 10 de noviembre de 2011

916.- JUAN MANUEL VILLALBA




Juan Manuel Villalba
Poeta español, nacido en Madrid en 1964, aunque afincado en Málaga desde que era un niño. Inclinado desde muy joven al cultivo de la poesía, a los veinte años de edad irrumpió gratamente en el panorama literario español con un volumen de versos titulado Húmeda húmeda alcoba (Málaga: Puerta del Mar, 1984), obra que fue saludada con alborozo por los lectores y la crítica especializada.

A pesar de estos prometedores comienzos, Juan Manuel Villalba dejó transcurrir un largo período de ocho años hasta decidirse a hacer su segunda entrega lírica, un poemario titulado Fondo (Valencia: Pre-Textos, 1992) que vio la luz merced a una Ayuda a la Creación Literaria concedida por el Ministerio de Cultura en 1991. Posteriormente, tras otros cinco años de silencio poético, volvió a los anaqueles de las librerías con: Todo lo contrario (Valencia: Pre-Textos, 1997), Un mundo secreto (Pre-Textos, Valencia, 2001) e Indignación (Pre-Textos, Valencia, 2002).

En 1984 recibe el Primer Premio de Poesía de la Universidad de Málaga, y en 1991 la Beca de Ayuda a la Creación del Ministerio de Cultura español. 
Su obra además, aparece en numerosas antologías literarias. Actualmente escribe para el diario La Opinión de Málaga y produce el Boletín Informativo Las letras, del Centro Andaluz de las Letras.

La calidad y la altura lírica alcanzada por la producción literaria de Juan Manuel Villalba han bastado para justificar su inclusión en algunas de las más señaladas muestras antológicas de la joven poesía española de finales del siglo XX, como la recopilada por Joaquim Manuel Magalhães (Poesia Espanhola de Agora) y la recogida por la poetisa Isla Correyero (Feroces. Radicales, marginales y heterodoxos en la última poesía española). Y ello a pesar de que su vehemencia y determinación de poeta transgresor e inconformista, firmemente comprometido con la defensa de los vencidos y humillados, le convierten en una voz poco compatible con las convenciones impuestas desde la perspectiva de lo "políticamente correcto": "[...] El amo me encomienda que persiga / y expulse de su tierra a los furtivos, / que dispare sin miedo contra ellos / [...]. / El amo me interroga cada noche, / camina por su hacienda en mi mirada. / Me recuerda que espera resultados / y me exige valor y diligencia. / El amo ya no caza, está muy viejo, / se pudre día a día en su sillón. / Me humilla y me amenaza con el hambre. / Yo tengo la escopeta entre las manos" ("Furtivos", de Todo lo contrario).



Indignación – fragmentos-

Los recuerdos son ruidos. Parecen caravanas
de furiosas motocicletas
que atronan los caminos comarcales
que cada cual asigna a su memoria.
Por culpa de la lírica estallaron
multitud de veranos inocentes.
Centenares de noches infinitas
se agotaron en vanas construcciones de versos
que sólo conseguían convertirse
en trazos que manchaban el papel.
Si entonas las palabras, ten cuidado.
Aunque no lo parezcan, son cuchillos
que vuelven a su antiguo lanzador..

Todo lo que perdimos está catalogado,
mantenido, aguardando en un mundo paralelo
que nada sabe de nosotros.
Nadie tiene el resguardo que recuperará
de la consigna todo lo extraviado.
Hay gente, objetos, sueños y animales
que una vez decidieron vivir su condición.
Todo lo que perdimos nos aguarda en un mundo
regido por la ley de la orfandad.
Todas las cosas que perdimos
nos conducen al fin a lo que somos
porque somos la resta de una suma imposible.





FURTIVOS

El miedo aleja a los furtivos
de los tibios senderos de los bosques,
los dota de una sombra pesada y delatora,
pone nombre a sus rostro s apagados.
Persigo a los furtivos. Es mi oficio.
Conozco sus caminos y artimañas,
conozco a sus esposas, a sus hijos,
con muchos celebré la Navidad.
El amo me encomienda que persiga
y expulse de su tierra a los furtivos,
que dispare sin miedo contra ellos:
no hay piedad ante tantos criminales
que profanan la tierra de sus muertos.
Trabajo y obedezco. Disparo sin descanso
contra las sombras altas de los árboles,
apunto hacia las nubes que traspasan
la noble propiedad de mi señor;
detono por los valles la escopeta,
levanto polvaredas de gorriones
en los claros minúsculos del bosque.
El amo me interroga cada noche,
camina por su hacienda en mi mirada.
Me recuerda que espera resultados
y me exige valor y diligencia.
El amo ya no caza, está muy viejo,
se pudre día a día en su sillón.
Me humilla y me amenaza con el hambre.
Yo tengo la escopeta entre las manos.





EL PRÓFUGO

Camina enfebrecido
por los densos trigales de la noche,
suda y jadea, busca la sucia claridad,
la luz del horizonte herido.
En ello va su vida.
Ocaso rojo y blanco,
igual que el delantal de un carnicero.
Atraviesa colinas devastadas,
océanos de negros pastizales.
La noche, como una hemorragia
incontenible, fluye sin remedio,
intenta capturarlo por la espalda.
Intuye a pocos metros las negras alimañas
que afilan sus tenazas contra el cielo.
Ha de seguir. En ello va su vida.
Él cumple su destino escapando de la noche,
huyendo de lo oscuro, de lo enfermo.
Su vida se va en ello, aunque reviente
como un noble caballo desbocado.







EL OTRO

Acuérdate.
Recuerdo el frío malo
mordiendo los tobillos como un perro
violento y caprichoso, y las lentísimas calles
salpicadas de tiempo detenido.
Una noche de invierno me fugué de mi casa.
Durante algunas horas tuve el mundo en la mano:
quebraría el destino como el vaso caliente
que recibe un embate de agua fría.
Duró poco y no tuvo consecuencias;
son cosas de la edad, dijo mi madre.
Pero fue una experiencia extraordinaria.
Probé por primera vez el tamaño de las cosas,
y por eso aprendí mi verdadero tamaño.
Ya de vuelta, en la cama humillada por la huida,
en mi cuerpo dormía otra persona.
El que había probado para siempre
la fruta del dolor, la miel amarga.




JORNADA

El día siempre cumple su amenaza,
encierra en su esplendor un compromiso
suicida: voluntad de no durar.
Por el estrecho embudo de la luna
la tarde va enhebrando sutiles argumentos,
precipita señales, encabalga
la ecuación de la luz contra la noche.
Y al cuello de las horas
saltan enloquecidos perros.

Siempre el mismo naufragio.
Lo nuevo siempre es viejo y se repite.

Detrás del horizonte hay un misterio,
el pozo de los sueños olvidados.
Como un dique agotado cae la tarde
y se derrama, cubre indiferente
las templadas llanuras de la tierra,
incendia los perfiles de los montes
con un telón de ocaso rojo.

Aparece la noche con la velocidad
de la motocicleta que confirma
un camino detrás de la espesura.
Nos sorprende, divide el bosque
y la idea del bosque mismo.

La noche nos confunde, nos iguala,
reparte a cada cual las mismas cartas,
nos hace más pequeños y más grandes,
convierte en laberinto a la luna que reposa
en el suave conflicto de tu piel.
Y se rompe, se rompen sus colores
y sus formas, vencidas en lo charcos.

Traedme pues la noche, dejad que venga a mí
con su lengua de espanto suave, con su medida
de adolescente encinta y asustada.
Traédmela; aquí espero, viciado de lecturas
y falsos argumentos.








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