Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013
domingo, 10 de julio de 2011
489.- JUAN CARLOS MARTÍN RAMOS
JUAN CARLOS MARTÍN RAMOS
Nací el 29 de octubre de 1959 en Belmez (Córdoba), un pueblo con un castillo en ruinas y un pequeño parque con bancos recubiertos de azulejos, donde se contaba en imágenes las aventuras y desventuras del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Después he vivido en seis ciudades diferentes, pero en ninguna de ellas he vuelto a encontrar un castillo en ruinas ni un parque con escenas del Quijote. Durante algunos años he sido titiritero. “Titiritaina” fue el nombre de mi última Compañía. Asomándome a la ventana del teatrillo, he aprendido a mirar y a buscar la mirada de los demás, y estoy seguro de que, sin lo que los títeres me han enseñado, ahora no escribiría lo que escribo ni, desde luego, sería la misma persona. Me gusta, sobre todo, escribir y leer poesía. Seguramente esta elección tiene que ver con mi manera de mirar y de entender el mundo. A la vez, creo que la poesía abre ventanas a una altura idónea para la mirada de un niño, o una niña, porque le ayuda a buscar el verdadero sentido de las cosas. Hoy más que nunca, escribir y leer poesía siguen siendo aventuras necesarias.
Publicaciones
"Poemamundi". Literatura Infantil Juvenil. 2004.
"Las palabras que se lleva el viento". Literatura Infantil Juvenil. 2003.
"Canciones y palabras de otro cantar". Literatura Infantil Juvenil. 2009.
"La alfombra mágica". Literatura Infantil Juvenil. 2010.
Otras publicaciones
"Por el libro". Narrativa. 2007.
"Érase una ... y otra vez". Literatura Infantil Juvenil. 2008.
Premios
Leer es vivir. 2002. Literatura Infantil Juvenil. Editorial Everest.
Lazarillo. 2003. Literatura Infantil Juvenil. OEPLI.
ANTOLOGÍA DE JUAN CARLOS MARTÍN RAMOS
De “Las palabras que se lleva el viento”
PAISAJE EN EL TINTERO
Miro por la ventana
y escribo en mi cuaderno.
El paisaje está fuera
y a la vez aquí dentro.
La luz mancha la página
debajo de mis dedos.
Los pájaros son letras
escritas en el viento.
Las huellas del camino,
palabras que me dicen
si estás cerca o vas lejos.
Un arroyo murmura
dentro de mi tintero.
De pronto, cae la lluvia.
Borrón y cuento nuevo.
EL VIEJO RELOJERO
Ajusta cada día
la máquina del tiempo,
ordena los segundos,
engrasa el universo.
(Sobre su cabeza,
el péndulo viene,
el péndulo va,
y el silencio,
mientras tanto,
hace tic,
hace tac.)
Anclado en su taller,
sin prisa se ha hecho viejo,
sabiendo la hora exacta
de todos sus recuerdos.
EL CAFÉ DE DON ANTONIO
(Retrato de un poeta en una cafetería)
Cada tarde los espejos
repetían su figura,
su sombrero, su bastón,
el rasgueo de su pluma.
Rebuscaba en sus bolsillos
los secretos del idioma,
las palabras que dijeran
la verdad de cada cosa.
En papeles arrugados
explicaba el universo,
ni el zumbido de una mosca
se dejaba en el tintero.
Daba cuerda a su reloj
cada vez con más trabajo,
lentamente el tren del tiempo
se escapaba de sus manos.
Una tarde no volvió.
Entre espejos silenciosos,
se enfrió sobre la mesa
el café de don Antonio.
De “Poemamundi”
DENTRO DE LA MALETA
Dentro de la maleta
llevo lo necesario,
el polvo del camino
y otro par de zapatos.
Llevo dentro un espejo
donde pasan los años,
el rumor de una fuente
y la sombra de un árbol.
Llevo un rojo horizonte
y una página en blanco,
una estrella fugaz
y el humo del tejado.
Dentro de mi maleta
cabe lo necesario,
el norte de la brújula
y el sur hacia el que vuelan
los pájaros.
PASE LO QUE PASE
Lo que pasa en cualquier parte del mundo
pasa también en cualquier rincón
de mi casa.
Puedo escuchar en el jardín un pájaro
que ahora canta entre las ramas de un baobab,
en África.
La lluvia que dibuja pequeñas venas transparentes
en el cristal de mi ventana,
es la misma que cae sobre un lejano suburbio
con techos de hojalata.
Las huellas de barro junto a la puerta
no son mías.
En algún lugar, después de mucho tiempo,
un soldado ha vuelto a casa.
Pase lo que pase en cualquier parte,
está pasando también sobre esta página.
EL BUSCADOR DE PALABRAS
“cómo se llama
la luz que entra de noche
por la ventana”
(David Chericián)
No encuentro una palabra que rime
con el murmullo del mar.
¿Qué frase suena igual
que el ruido de mis pasos?
Mi imagen del espejo,
¿se llama como yo?
¿Dónde están las palabras
que he tenido en la punta
de la lengua?
Busco, de la A a la Z,
el nombre de todas las cosas.
Y, para despedirme,
una palabra
que nunca signifique “adiós”.
EL LIBRO Y SUS ALREDEDORES
He llegado al punto final.
Cierro el libro y miro
a mi alrededor.
Cada cosa sigue en su sitio,
a pesar del naufragio
del capítulo dos.
Sin darme cuenta,
ha anochecido.
En la última página,
cuando el tren se alejaba,
salía el sol.
He estado a la vez
dentro y fuera del libro,
libre entre las cuatro paredes
de mi imaginación.
De “Érase una… y otra vez”
HISTORIA DE UN HOMBRE
QUE NO SE PARECÍA A SU SOMBRA
Crecieron juntos,
siempre hacían las mismas cosas,
pero, a simple vista,
eran muy diferentes.
Él era más bien flaco
y se quedó calvo a los treinta años.
Su sombra, sin embargo, era un poco regordeta
y lucía unos largos y ondulantes cabellos.
Parecía que alguien
los hubiera cosido por los pies
por equivocación
o para gastarles una broma.
Iban juntos a todas partes.
Se necesitaban,
se perseguían el uno al otro.
Él, por las noches,
nunca apagaba la luz
para no sentirse solo.
Cuando se hicieron viejos,
él apenas podía dar un paso
sin la ayuda de un bastón,
pero sonreía
cada vez que su sombra,
dando un salto,
se soltaba de sus pies cansados
y bailaba a su alrededor.
LA VENDEDORA DE VERSOS
Vendía versos en el mercado.
Versos frescos,
al minuto.
Para todos los gustos,
al mejor precio.
Versos de amor,
de desengaño,
versos para la ocasión
y versos para toda la vida.
Ningún verso era igual a otro,
porque ningún cliente era igual
al anterior.
“Su romance, señorita.
Con dos versiones de rima,
asonante y consonante,
para que elija usted misma.”
“Caballero, su soneto.
Puede ya decir que es suyo,
yo le guardaré el secreto.”
Vendía versos en el mercado.
Frescos,
muy frescos,
al minuto,
a la medida.
Pero a veces, por las noches,
sin que nadie se lo pidiera,
escribía versos
muy distintos.
Versos libres,
apasionados,
que hablaban con su propia voz,
para ella sola.
En su puesto del mercado
no había sitio para ellos.
No tenían precio,
no estaban en venta.
De “Canciones y palabras de otro cantar”
LA MEDIA VUELTA
- Dime, Marianita,
¿qué se te ha perdido?
- Una aguja y un dedal.
- Pues date la media vuelta,
y así tus largos cabellos
serán
la bandera al viento
de la libertad.
TENGO QUE VER CONTIGO
“El mundo que respiro”
(Mario Benedetti)
Todo lo que te pase
tiene que ver conmigo,
tiene que ver.
Tiene que ver conmigo
el hueco de tu mano,
el camino secreto
que dibujan tus pies.
Tienen que ver conmigo
los latidos
del corazón del bosque,
la forma de las nubes,
las letras ordenadas
sobre el papel.
La paz de esta mañana,
la guerra que fue ayer,
tienen que ver conmigo
y contigo también.
Tiene que ver conmigo
el mundo que respiro.
Tengo que ver contigo
y tú,
con todo lo que he dicho,
tienes que ver.
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