JACOBO CORTINES
Lebrija (Sevilla), 1964.
Es profesor Titular de Literatura Española de la Universidad de Sevilla. Entre sus publicaciones destacan las traducciones de Petrarca: Triunfos,( Madrid, 1983), y el Cancionero, (Madrid, 1989); los estudios sobre Don Juan de Mozart, (Sevilla, 1992); Itálica famosa, (Sevilla, 1995); la adaptación musical de El Barbero de Sevilla, (Sevilla, 1997); la recopilación de artículos Separatas de Literatura, Arte y Música, (Valencia, 2000); y la edición de la Obra Selecta I, II y III de Joaquín Romero Murube, (Sevilla, 2004). Como poeta, es autor de Primera, (Sevilla, 1978); Pasión y Paisajes, (Barcelona, 1983); Carta de Junio y otros poemas, (Granada, 1994), libro por el que obtuvo en 2005 el Premio de la Crítica. En 1996 ingresó en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.
Publicaciones
"Primera entrega (1974-1978)". Poesía. 1978.
"Pasión y paisaje". Poesía. 1984.
"Carta de junio". Poesía. 1993.
"Separatas de literatura, arte y música". Narrativa. 2000.
"Este sol de la infancia : (1946-1956)". Narrativa. 2002.
"Consolaciones". Poesía. 2004.
"Burlas y veras de Don Juan". Ensayo. 2007.
Nombre entre nombres, 2014
Pasión y paisaje. Poesía reunida (1974-2016) - Vandalia, Sevilla, 2016. 416 páginas.
Otras publicaciones
"Paisaje en el tiempo". Poesía. 1999.
"Jacobo Cortines". Poesía. 2002.
Premios
Premio de la Crítica. 2005. Poesía. Asociación Española de Críticos Literarios.
I
LEJOS Y EN LA MANO
(De Carta de Junio y Otros poemas, Granada, 1994)
LEJOS Y EN LA MANO
Delicada, prudente, generosa,
su palabra es sencilla, amortiguada
por una levedad que le conduce
donde apenas sus pasos seguir puedes.
No siempre fue feliz, pero su vida
conoce la fragancia de los nardos,
el tacto de la seda, el terciopelo,
la secreta dulzura de la sombra.
Un gesto de tristeza le acompaña,
mezclado extrañamente a su sonrisa
que muere tan fugaz como se esboza.
Y te miran sus ojos fijamente,
y el corazón rendido a sí se dice:
amor mío, tan lejos y en la mano.
CELESTE MAÑANA
Siempre clara en tus ojos la mañana,
un sereno celeste que ilumina
el negro corazón que en la locura
rompió la paz y conoció el fracaso.
Cálida la caricia que se ofrece
constante a quien de nieve vuelve herido
tras errar por las cumbres donde el cielo
quiso abrazar perdido entre la niebla.
Dulce el encuentro, el beso generoso
que cesa en otro beso, la palabra
que nace del amor y en él se olvida.
¡Oh celeste mañana que en sosiego
hacia la tarde vas y en clara noche
te inflamas más que luz de mediodía!
EN TU MIRADA
Toda tormenta cesa si tus ojos
derraman su celeste. Qué sereno
se vuelve el aire entonces y qué pura
la nueva luz. Así cuando me miras
las nubes de mi llanto, la tristeza,
como la noche, negra, la desidia,
los vientos de la angustia, los pesares
roncos como los truenos, el hastío
devastador y frío, la amargura
como lluvia de hiel, las duras iras,
que roen el corazón, se desvanecen
y se inunda de paz el alma, y nace
como una flor callada la alegría
de saberse mirado en tu mirada.
ANTES DE LA NOCHE
Que no llegue la noche sin que diga
que amanecí en tus ojos. Que el olvido
no cubra esta hermosura que desnuda
a mi vista le ofreces. Que mi mano
escriba que por ti nunca antes fueron
los llanos tan extensos, ni los mares
tan azules, turquesas o esmeraldas,
ni tan fuego las llamas, ni tan viento
los aires que se mueven. Que la tarde
se alargue generosa y que no llegue
la noche de mi vida sin que sepas
que tu nombre es amor y por él vivo.
II
NARDOS DE NOVIEMBRE
(De Carta de Junio y Nuevos poemas, Sevilla, 2002)
DECLARACIÓN
Si me ves de camino hacia el trabajo,
cansado al regresar, y entre los libros
hora tras hora batallando en vano
para hilvanar tres líneas con sentido,
que sepas que es un modo de decirte
desde mi mudo corazón: te quiero.
EN LA TINIEBLA
Si habito la tiniebla o en el fango
se consumen mis horas, no por eso
desespero de verte. Sé que un día
contemplaré tu gloria, que mis ojos
se abrirán a tu luz y que mi carne
quedará limpia al tacto de la tuya.
Espérame, amor mío, aunque la noche
sea sucia y triste y no te ofrezca el alba.
Hay un mañana en estas lentas horas
que ha de ser para ti, pues de ti viene.
En el fango te pienso. En la tiniebla
espero el resplandor de tu llegada.
EN EL DESIERTO
Este turbio desierto que ahora cruzo
te lo ofrezco también, como esos mares
de dulcísimas aguas que ayer viste,
como el bosque oloroso que conmigo
aspiraste gozosa, a cuya sombra
pasamos tantos días. Hoy son secas
arenas, aire seco, secos riscos
y un horizonte terco en su aspereza.
Pero aquí tu recuerdo como un río
me riega el corazón, y en el destierro
abrazo mi dolor para que aclare
la turbia lejanía de no verte.
HACIA EL ENCUENTRO
Desde el dolor, el odio, la mentira,
la fría soledad y la tristeza;
desde el error, la injuria, el abandono,
los amargos castigos y derrotas,
hacia ti voy, amor, para saberme
salvado en tu presencia. Nunca olvido
tu callado decir, tu suave gesto,
tus pasos delicados y esa sabia
renuncia a los engaños. A ti acudo
cansado de mí mismo, de la angustia
de ser una aventura cuyo inicio
tan ajeno me fue como ha de serme
su escondido final. Pero contigo
el tiempo se transforma y cada instante
es un nuevo misterio: ver tus ojos,
sentir tu aliento, respirar el mismo
aire que tú, pisar el mismo suelo,
vivir desde tu vida y deshacerse
en este dulce encuentro, que sentido
dará a la levedad de las cenizas.
AMOR CERCANO
Tengo cerca el amor y una mañana
toda celeste por el mar y el cielo,
un rumor que en espuma se deshace
y multiplica el eco entre las cañas.
En ese amor me miro y la memoria
devuelve al corazón lo que el hastío
le robó sordamente hasta erigirse
en dueño despiadado de sus días:
la paz de los que buscan encontrarse
para emprender la senda que les lleve
a un destino común. Así los años
se pueblan de países, de ciudades,
de casas, escenarios compartidos
de una misma aventura que no cesa
hasta que el tiempo muera. En esta tarde
tengo cerca mi amor y su presencia
multiplica las rosas por el cielo,
mientras crece el rumor que me adormece
bajo el temblor callado de la luna.
NARDOS DE NOVIEMBRE
Con el amor las rosas son más bellas
y dura su perfume en la memoria,
el nardo es siempre blanco y su blancura
no ha de temer los fríos del invierno.
Desde un sueño lejano te he buscado,
porque supe de ti entre las espinas,
y he seguido tus huellas paso a paso
hasta entrar en tu casa y encontrarte.
No me niegues tus ojos, pues en ellos
vivo libre de mí. Que tu sonrisa
no se vuelva tristeza ni se manche
la limpia claridad de tu acogida.
He conocido bosques y desiertos,
he subido a las cumbres y he dejado
que la vista se pierda por los valles
para encontrar un sitio que ofrecerte.
Ahora estás cerca y sé de tu hermosura,
sé que la rosa es bella y su fragancia
contigo no se extingue, y que los nardos
con el amor no mueren en Noviembre.
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