Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

domingo, 13 de noviembre de 2011

923.- ANTONIO ANASAGASTI


Antonio Anasagasti
Nació en Cádiz en 1.958. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla, en la actualidad es teniente coronel de intendencia de la Armada. También es articulista de La Voz de Cádiz. Fue miembro del colectivo Jaramago y colaboró durante la transición en la revista contracultural del mismo nombre. Pertenece al Foro Libre y a la Asamblea Amistosa Literaria. Es coautor, junto a poetas de treinta países, del libro Aldea Poética. Ha publicado los poemarios Sobre aliteradas alas (Niebla, Madrid 1.999), Arrítmico amor ( Devenir , Madrid 2.003) y En el interior de la ciudad encerrada (Ayuntamiento de Salobreña, Granada 2004). Ha publicado relatos en el periódico El Faro de Motril, en la revista Tres orillas y en el libro Relatos en Cadena. También ha escrito tres colecciones de microrelatos: Marte entra en la casa octava (Alhulia, Salobreña, Granada 2006), El fin del Poder absoluto (Diputación Provincial de Cádiz, 2007) e Hijos del Mayo del 68 (Alhulia, Salobreña, Granda). Juan José Téllez en el prólogo de El fin del poder Absoluto comenta, sobre el autor: "Su mundo literario nunca ha dejado de ser la adolescencia, como un Peter Pan anclado en su primer conocimiento del tiempo adulto en aquella primavera de los años 70 en los que la libertad era una batalla que no sólo se libraba en las calles sino en los cerebros".
WEB: http://antonioanasagasti.ventanianos.com/



Lanza el levante

Lanza el levante
por playas prohibidas
arenas ardientes,
atrayendo alfileres,
crucificando cuerpos
que no ultimaron su huida.

Lanza el levante
pólenes imprecisos
que perdieron su oportunidad
de festivas fecundaciones,
y ahora sólo alardean
de alimentar alergias

Lanza el levante
polvos pretenciosos
que rechazaron las ramblas
para cubrir caminos,
motear los muebles,
o afincar el asma.

Lanza el levante
aspas al agua,
chafando charcas,
secando el suelo,
robando rocío
a marineras mañanas.

Lanza el levante
voces viajeras,
multiplicando murmullos,
mensajes milenarios
extraviados en el éter
que depositan su delirio.

(Poemario sobre aliteradas alas)








Celos

Para ti, temerosa,
soy sólo tu sombra,
un terreno con término,
un propiedad privada
que cerraste con tu cerca,
una extensión en la que extiendes
tu vigorosa vigilancia.

Vendas mi voluntad,
haces y deshaces,
atas a tu antojo,
sin tu preceptivo permiso
el camino no es cierto
si no intuyes su inocencia
si no pasa por tus ojos.

Espías, escrutas,
discriminas en la distancia,
con sigilo de serpiente,
a las personas que pasan
acercándose a mi lado
y empeñada me persigues
enroscándote en mí.

(Poemario arrítimico amor)







Desde la Torre Tavira

Emborronada ve
la Torre Tavira
a la ciudad cansada
por el peso del pasado

Divisa la decadencia
en el frente de las fachadas,
muros que se martirizan
en su descendente derrota.

La desolación despierta
los siglos que se superponen,
repartiendo un reino
de piedras que se parten.

La cal de las casas
es pobre pátina
que no honra con honor
al sol naciente.

Ya no ondean ordenadas
velas blancas,
en los mástiles del muelle,
cosquilleando el cielo.

Se borrará la belleza,
el bálsamo del barroco,
el nenúfar del neoclásico,
como acuarelas en el agua.

Latiendo lento,
el futuro fraguará
el castigo calculado
por pretender ser perenne.

(Poemario en el interior de la ciudad encerrada)










El cortafuegos

Liberó, en la llanura,
la majestuosidad de mayo
el letargo de los lirios
que brotaban de sus bulbos,
desenvainando sus espadas,
de moradas meditaciones,
entre la amenazante maleza.

Años de abandono
y la lluvia que llegó
pregonando la primavera
cubrió el cortafuegos
de contrastados colores,
multiplicando margaritas
con sigilo silvestre.

Desde el próximo pinar
se oye el llanto yermo
del leñador que se lamenta
por los ártboles arrancados
y muestra el miedo
a que prenda la pradera
como llameante yesca.

Vendrá volando
el verano como un verdugo
cortando las cabezas
de las fatigadas flores
y el sol saciará
sus ansias de arder
en el mologrado matorral.

(Poemario sobre aliteradas alas)








Hay una isla

Descienden olas escalonadas
dejando cercos de espuma,
como mortajas en la orilla,
que certifican sus muertes.
Sus rugidos tan constantes
tornan uniformes los gritos,
en una monótona sinfonía,
sin los acordes del réquiem.

Una nube ascendente del mar
va diluyendo las torres de la Catedral
y toda su construccción de piedra
parece desmoronarse en la arena.

No hay perfiles que se resistan
al aplastante pulso de la niebla.
El faro desdibujado guiña el ojo,
saltando y jugando al escondite.

Unas voces lejanas y desconcertantes
se adivinan flotantes, en unos cuerpos
que no tienen ni peso ni volumen,
esparciéndose sin sentido por el éter.

Hay una isla rodeándome que me envuelve,
una sierpe trepadora que me va inmovilizando,
tapándome la boca y encerrándome los oídos,
dejándome sin contornos y sin posible huida.

Dentro de mí se abre del fuego un río vibrador,
sin cauce, que me une, como una gota desbordante,
al resto del agua que me espera entre sus brazos,
sin sentir, ya ahogado, ni el frío ni el calor.

Ahora no gira ni la espiral mecánica del tiempo
y el lugar, que no pretendo pisar, me es abstracto.
Brota una paloma de mi pecho que despega
y quiere alzarse sin mirar, nunca más, atrás.

(Poemario en el interior d ela ciudad encerrada)









Queriéndose comunicar

Queriéndose comunicar,
elevando voces,
sin mediar su moderación,
pululan por los pubs
abejorros de alcohol,
agotando al momento
botellas en la barra.

Aniquilando al individuo,
vacían sus vasos
con aturdida avidez,
buscando el nirvana
mínimo y momentáneo
de un rato de sonrisas
cercanas y ciertas.

(Poemario en el interior de la ciudad encerrada)







Riesgos

Arrastra las arrugas
rodeado de riesgos
o efímeras enfermedades;
el vaso de whisky
queda visiblemente vacío,
las cenizas de los cigarrillos
completan todos los ceniceros
y el humo se une,
como una atractiva trampa,
a una nebulosa niebla
que deja las arterias debilitadas.

Ni en la bondad hay bonanza,
ni se reparten risas
cuando el hígado se inflama.

En el hospital lo observan,
el reposo lo reanima,
pero como guerrero sin guerra
se aburre el abstemio.






No hay comentarios:

Publicar un comentario