Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 9 de noviembre de 2011

911.- JUAN JIMÉNEZ GARCÍA



JUAN JIMÉNEZ GARCÍA (1947-1995)
Nació en sevilla en 1947. En plena juventud marchó a Madrid con la intención de estudiar Filosofía y Letras en la Universidad Complutense. Sin embargo, cambió de opinión y se matriculó en la Escuela de Aparejadores. Hasta 1978 no regresa de nuevo a Sevilla y trae ya un puñado de poemas que aún no se han publicado, todos ellos de un intenso tono existencialista. En su ciudad natal comienza a moverse en los ambientes literarios. El mismo año de su regreso publica Esa cercana muerte del retrato en la coleccioń Aldebarán que dirigían entonces los poetas José Luis Núñez, Roberto Padrón y Arcadio Ortega. Con ese libro obtuvo un accésit del premio que convocaba la colección. Juan Jiménez fue el organizador de un grupo literario de escasa duración que se llamaba Esqueje; posteriormente pasó a formar parte del colectivo Barro, en el que llegó a ser codirector de su colección Vasija. En el año 1979 publicó con dicho grupo su libro Mustélida. Después de varios años de silencio editorial, en 1983, en la serie “Torre de plata” del grupo “Gallo de Vidrio”, da a conocer Exposición de la carne, un poemario que había sido finalista en el premio Blanco y Verde en 1980, en Málaga. La Vocalía de cultura del Colegio de Aparejadores de Sevilla, en su colección Alarife, le publica en 1987 su libro Brigada de naufragio.

Juan Jiménez fue también un buen aficionado al cante flamenco y muestra de ello son las numerosas letras flamencas -especialmente de fandangos y soleares- que publicó en diversas revistas especializadas en el tema.

En 1995, año de su muerte, y como en un homenaje póstumo, el grupo Barro publicó su libro inédito De rodillas sobre todo el olvido.






Un trabajo de Alberto Alonso Jiménez, sobrino del autor.






EL COMETA

Para Germán, mi hermano.
Águila, aguardando ser hombre
con un pandero en la mano.

Fugaz paraguas
de papel y caña,
sujeto del bramante
por la mano
del niño.
Electrocutado el vuelo
hacia
su pecho.

Domingos mañanados
de infancias
en el aire.

Como ahora,
ya nunca.

Sueños,
cometas sin cordeles
que escapan.

¿Quién pudiera
atraparlos
con el hilo
de seda,
con el cable de acero,
con la soga
de cáñamo
en el cuadro cegato
de un retrato velado?

Porque él sería la noche
y en ella eternamente
invisibles
siguiesen transitando
los panderos.

Varados a la orilla
de la antigua inocencia
que nos robó ser hombres.


Esta poesía se encuentra en el libro Antología Poética.




METÁFORAS:
Fugaz paraguas de papel y caña: se refiere a una cometa.
Cometas sin cordeles: hace referencia a los sueños.
Cuadro cegato de un retrato velado: hace referencia a una imagen
que no se puede ver.




HOMBRE PERDIDO

Ayer un hombre arrojó su corazón
en los hombros del mar
y pidió su naufragio.

Se desnudó la nuca
y se erigió
su columna vertical a sus sueños,
los puso como nidos
en los troncos del aire.

Ayer un hombre echó
acaso su horizonte
sobre la breve frente
donde piensa el olvido,
donde desaparecen
las huellas de las manos
y sepultan las rocas
las grietas de sus llagas.

Ayer el hombre echó
al hombre en su memoria
y devuelto en la orilla
la vida lo ha dejado.

Inútil corazón herido en barco
flotando en las dos sienes
de la sangre.

De Congreso del dolor









UTOPÍA

Abrir el alma, descorriendo el riel,
segar el viento que en la sien aflora,
castrar el odio y arribar la aurora,
bajar la luna al filo de tu piel.

Huir sobre los lomos de un corcel
que escapa sin saber ni tiempo ni hora
bebiéndote la vida en cantimplora,
comiéndote la risa con la hiel.

Dormir sobre la piedra de la nuca
o despertar y desceñir quimeras
o morir en el plazo del asombro.

Subir al cielo que la lluvia truca
soñando que aún existe lo que esperas
para echarte la vida sobre el hombro.

Del libro Congreso del dolor









Yo tenía la boca llena de horas...

Yo tenía la boca llena de horas
y un corazón-reloj sin marcapasos,
cuando la juventud con sus retrasos
arrancaba minutos a deshoras.

Yo tenía la boca en las auroras
para beber la luz del sol a vasos.
Yo pisaba torcidamente pasos
en caminos de cajas de pandoras.

¿qué fue de mí, Dios mío? Dime, ¿callas?
Cállate mi holocausto. Di, seguía,
siguió cantando mares entre esquivo.

Dile que odiaba abrazos de murallas,
que soñé libertad y no podía,
retorciendo hacia Ti todo mi olvido.

Del libro Congreso del dolor


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