Sofía (Jesús) Serra Giráldez nace en Sevilla (España) un 24 de diciembre de 1962.
A los dos años es llamada por la lectura; a los doce, por la misma de la poesía. A los catorce lo hace la escritura de la última. A un mes de cumplir los cuarenta se decide a permanecer como voz y, por lo tanto, a no destruir lo que fuese que escribiera.
Desde entonces ha escrito unos diez poemarios, pero sólo el uno por ciento se ha publicado en papel:
"Asesinos de almas" : 2002-2003 (inédito)
"Mi ombligo bajo la helada": 2003 (inédito)
"La duermevera": 2003 (inédito)
"La presencia por la ausencia": 2005-2007 (publicado en papel, Bohodón ediciones)
"Entreterras": 2008 (inédito)
"Son-ethos": 2009 (publicado en blog)
"El paraíso imperdible": 2009 (publicado en blog)
“El deshielo”: 2009 (inédito)
"Del bestiario de los inocentes": 2009-2010 (inédito)
"Los parasoles de Afrodita": En curso, 2010 (inédito)
"Nueva Biología": 2010 (en curso)
Su autor preferido: William Shakespeare.
Autores que han estado con ella, por orden de aparición en su vida, hasta ahora: Pedro Salinas, Miguel Hernández, José Saramago, Marcel Proust.
Autores que la han influido: todos a los que ha podido acceder.
Licenciada de grado en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla no hace distingos entre disciplinas creativas. La poética, o lo que es lo mismo, la capacidad para el lenguaje artístico en el ser humano es su bandera, si a alguna tuviera que adscribirse, aunque constantemente duda entre si cree en el Arte para poder creer en el ser humano o, porque cree en el ser humano, cree en el Arte.
Como ella mismo dice en su blog:
Creo en el Arte porque es el único lenguaje exclusivamente humano. Los lenguajes sirven para comunicar. Comunicándonos logramos conocer al otro. Conociendo al otro tenemos más posibilidades de saber ponernos en su lugar. Poniéndonos en su lugar, es posible el amor por el otro. El amor por el otro puede conllevar un mundo mejor.
Su actividad creativa la ha desarrollado a través de la palabra y la fotografía.
Actualmente compagina la escritura de poesía, la realización de fotografías, su labor de ama de casa y su dedicación, casi a tiempo completo, como miembro del equipo de Bohodón Ediciones.
EL CUARTO CLARO:
http://sofiaserragiraldez.blogspot.com
http://www.flickr.com/photos/sofia_serra
http://sofiaserrafotografia.blogspot.com/
LA FUENTE:
http://lafuentesinlugar.blogspot.com
POEMARIOS EN BLOGS
http://sonethos.blogspot.com
http://elparaisoimperdible.blogspot.com
SONETO DEL AUTOR DERECHO
Si de mi boca brotas limpia y libre,
vislumbrada para la batalla y la paz
que todo lo mutuo humano concibe…
Si de este mi gobierno al parirte real
te libro al aire y a tu propio ser vital,
y aunque tierno vástago de mi urdimbre,
que te entreteje en mi cárnico mimbre,
ya eres continente en tu líquida verdad
de la montaraz suerte del ser de Hombre...
¿Cómo asfixiarte con la atocha dura
del desperdicio humano, que no es pobre
en inmundicia, sino selva oscura
de su rica avaricia? Que te nombre
quien te nombre, de mí naciste pura.
2009 (no incluido en ningún poemario)
VIII
Frígida quisiera encontrarme,
mis cervicales enhiestas, prestas a ser lanzadas a la feroz lejanía vertical
inmediata al desvío de mi alma.
Presta y rígida como incólume veleta sin vientos.
Más allá, al amén de las nubes anaranjadas en mis pupilas tributarias,
pervive la lozanía, la facilidad, la alegría del suspiro,
las risas encandiladas en el brioso querer de la noche siempre nueva.
Tras sotavento, olvidando la liviana perfidia de una definición,
encuentro, espero, y en esperanza mi alivio hilvano,
la sorpresa risueña de oxígeno líquido que despierta MI tarro de todas las esencias.
No, si al final sevillana soy, maldita entre las yerbas,
y entre las caracolas,
sólo dispuesta a la afrenta de la desidia de la amarga clámide que lame la piel fría de las estatuas.
Porque sevillana sin nombre acepta la luz como existencia,
como billete de ida y vuelta en la averna oscuridad de las migajas extendidas.
Luz, tremenda,
hasta de mis cuentas de luciérnagas, luciérnagas de tus ojos, alma de los míos,
que aun cegados en el rubí de tu primer presente,
lograron entonar el baile de almenas que alimenta nuestra alma.
Ruego a la nada que percibo en trashumancia paradójica,
que alivie, ame, sotavente y fresquee,
disuelva y amilane,
quiebre y abata,
poderosa y dulcemente,
esta rubicundez de ira contenida de volcán en humedales de ámbar, cielo y caldo de cultivo
de futuras humanidades.
(Asesinos de almas)
LA LLUVIA DE TU ALEGRÍA
Siete plagas y un barbecho vomita el cielo.
Llueve, llueve, llueve e inunda,
llueve mojando nuestros suelos de fósiles.
Llueve sobre el sol,
sobre la luz, sobre tu alegría de niño moreno
amante de todas las risas.
Llueve, y tú ríes, y te acompañan el llanto del cielo
y mis brazos caídos ya mojados,
ya derretidos de puro llanto.
Llueve, y el sol negro de tu pupila abarca todas las gotas hasta confundirlas.
El sol en sal,
el mar en almíbar,
el negro en todas las humedades gloriosas del planeta.
Y mi lloro se une a tu risa,
y las gotas del cielo a tus niñas.
...Y el sol, ¿para cuándo el sol?
Ciega de mí,
el sol es tu alegría.
(Mi ombligo bajo la helada)
PEREZA
Torpe,
torpe la vida,
torpe la rama que se topa,
torpe...¿o lenta?
Lentitud en los cañaverales,
en los blandos pasos de tu ausencia, justicia.
Lenticia en la lámpara colgada,
en los topes de tu caja,
en la luz, lechosa
como agua,
de tu día que es lecho de nuestra vida.
En la ventana,
en tu sombra de cable,
en la curva de tu alma,
encina.
Lenta en la mañana asomas tu mano fría,
destrozando, sin herir,
la perfecta calma del amanecer.
Lenta, yo creo que torpe,
ensabias todas las almas, torpes también...
Luces sin reparos en la noche,
luces torpes, de nuevo,
para tu primavera torpe,
para tu torpe mirada,
para tu torpe franquicia,
para tu mercantil sonrisa de engaño, para tu hipócrita calma.
(La duermevera)
I
Sin más rodeos,
ya que la noche avanza sobre tu piel plateada.
Sin ensimismamientos ni conjeturas sueltas,
desinhibidas, habituales en estas manos mías.
Sin complejos, aturdida por mi misma contemplación,
lubricada por el vacío del lívido ensueño,
sin más utilidad que la mejor contractura de este músculo
que golpea con palabra de poema,
sin más obstáculos diseñados por tu sufrido otear de vida distante y
profunda.
Tus ojos...
Sobre mí, la noche.
Tu barba...
Sobre mí la luna y tus labios y sobre mí
tu boca,
sobre mí tu aliento y respiro
colmando mis cóncavas realidades con tu fantasmal presencia.
Osada,
¡gigantesca!...
de nuevo quieta y pasmada...
turbia,
ensoñadora y grácil unto mis labios con tu aroma de cuello erguido,
caliente y silente y bravo,
sublimación de mis eras.
Uno, suelta...
Tus manos combativas y mis pechos.
(De la parte “Tu ausencia” de La presencia por la ausencia)
Sin más rodeos,
ya que la noche avanza sobre tu piel plateada.
Sin ensimismamientos ni conjeturas sueltas,
desinhibidas, habituales en estas manos mías.
Sin complejos, aturdida por mi misma contemplación,
lubricada por el vacío del lívido ensueño,
sin más utilidad que la mejor contractura de este músculo
que golpea con palabra de poema,
sin más obstáculos diseñados por tu sufrido otear de vida distante y
profunda.
Tus ojos...
Sobre mí, la noche.
Tu barba...
Sobre mí la luna y tus labios y sobre mí
tu boca,
sobre mí tu aliento y respiro
colmando mis cóncavas realidades con tu fantasmal presencia.
Osada,
¡gigantesca!...
de nuevo quieta y pasmada...
turbia,
ensoñadora y grácil unto mis labios con tu aroma de cuello erguido,
caliente y silente y bravo,
sublimación de mis eras.
Uno, suelta...
Tus manos combativas y mis pechos.
(De la parte “Tu ausencia” de La presencia por la ausencia)
POETA RÍO
(A Antonio Machado)
… Y yo que pensaba que mirabas desde el cielo
al jardín desde mi vertical de habla,
plúmbeo sonido que me sostiene y se me aviene
cuando cimbrean,
juntos,
las espigadas dorsales de mi vida.
… Y yo que atisbaba naranjos sobre tus sostenidos y marmóreos limoneros.
… Y yo que ni abarcaba al cielo con la mirada salvo al paso del estornino que se posaba.
Y tu faz casi insufrible de poeta fecundo,
tal vez surtido, tal vez reniego.
Y el canto que asume tu interna franqueza
de agua viva y fresca para los otros ríos,
que el tuyo, aún confunde, gigante,
mi medida y la ensenada más lejana de mi playa:
Aquélla en la que petroléo mis motores de búsqueda,
de inasumible consciencia de las cosas divinas ya humanas, las dulces y las amargas,
del vil sonido de la humildad como fachada
tan impertinentemente obstruida.
De la ignorancia inasible de lo que fuimos
poderosos sobre el tiempo impotente
que no puede ser más que futuro bajo tu palabra.
¿Y tú? ¿Qué fuiste tú bajo mi filtro telúrico de andanadas sobre las verticales?
Me asomo, al ritmo de tu devuelta palabra, y me embrava la sospecha
Dicen que los difuntos siempre vuelven a sus fuentes./
Yo me pregunto: si apenas me gustas, ¿cómo es posible que compartamos mirada?
(Entreterras)
EL DESHIELO
Si de vez en cuando mi boca en tu boca se enreda,
alerta a los nervios opacos,
ésos que no excluyen a la materia,
con permiso o sin él afianzaré mis ijares sobre el suelo.
Mi boca: mi yunta y mis alas abiertas.
Si de mi boca espanto a estas dulces llagas que, como palomas de ida y vuelta/ sostienen a la memoria
tras el aullido del agorero salvaje,
tú no te asustes, amada ama de mis venas.
Sólo los bancos y los árboles permanecen anclados a la tierra oscura,
y hasta en el deshielo,
comienzan aturdidas esas tuyas a licuarse, ríos de mares aún nonatos,
verbos contenidos en los glaciares bajo la presión de los heleros
deshilando el cambio termal como soplo oxigenado sobre estos ya jadeantes pulmones.
Del deshielo a la muerte anuda el paso del natural suceso
como aquélla que nos dio vida y lugar,
madre, que no te deseo la muerte,
que preciso de tu ancianidad para conquistarme y luego poder morir…
Vejez , sí, pero no carencia de hechizos.
Vejez como humana naturaleza, vejez como flor espigada, no contrahecha en cementeriales plásticos. Ni seca de olvidos.
Vejez resistencia que yo contigo me quedo.
Vejez como la del río, cada vez más ancho, más pausado, más fértil, más desprendido de su cauce,
espacio ilimitado, acontecer sin tiempo,
planicie moldeada a fuer de amables ecos de los gritos proferidos por el hombre…
mar.
Como tú, madre, como tú.
(El deshielo)
POEMA A OSCURAS
No ya más sin el vivir que de ti emerge, penumbra de estío, curandera del olvido,
quejigo amilanado que en la gruta de la nieve estira sus raíces lentas y fuertes,
luchando, luchando:
aterciopelando las húmedas arcillas, moldeando subsuelos de tierra blanda y pura,
blandiendo las espadas afiladas de quebrados aconteceres, gimiendo a tiempo:
al son, al son
del torpe denuedo, de la grávida y lenta menoscaba,
de la imperiosa batalla sobre las arenas que bordean a la fuente:
bebiendo, bebiendo, llenando pulmones que se durmieron clamando,
llorando, manando molde sobre molde de la lágrima siguiente:
reniegos, tan sólo reniegos de líquidos veneros que combaten la dura cumbre de la suerte.
Sin oreo.
Sin aire en mi tierra, mi tierra, el secreto a voces de mi tumba abierta:
Que yo ya muero, que yo ya me muero perteneciendo a esta sombra inútil de belleza sin par, de cristalina fuente.
Que yo ya sin ti no soy más que un asomo de duda,
apenas remedo de la estrella combativa aprisionada en este lecho tan frío.
Y las deseo plenas.
A la duda y a la tierra.
... La tierra, la tierra, qué sola se queda ella con la nieve.
... Sin verte, sin verte, sin poder verte más que en el hálito cohibido del acaso del sol sobre la sombra de la nube.
Tras el frío y desangelante orgasmo de la soberbia.
...Y la sombra, la sombra, se queda tan sola mi pobre sombra... ¡oh, sí, sola!
Sola, no más que sola. Apenas mente, olvido apenas,
a duras penas ya muerte sin cuerpo que la eleve al cálido cielo de la luz azul celeste.
(El deshielo)
LA FUENTE
Desde un circunflejo acto reflejo entablas querella con la suerte.
Nada quiero, sobre nada vuelo.
Bajo la sombra de esta fuente crece el musgo fresco.
Bajo la luz y sus símiles, combaten pacientes las hormigas,
palabras y más palabras para circunscribirnos a lo que somos
más allá del albero entre las piedras donde se despistan algunas huellas.
¿Qué signo luminoso se expande sobre su clara geometría?
Bajo la luz no veo ni nada quiero. Más que un asomo.
Un asomo de imperioso gozo, una faz digna que me devuelva aquel ocaso vestido de yerba dorada bajo el amanecer de la noche,
un justo proclamo del sol sobre el sol,
un combatiente dormido que despierte a su sonrisa.
Una quimera encallecida,
una manos afanosas en el poeta de las suyas abiertas, unas flores, unos ojos...
Ojos no busco, pero me asombra encontrarte en los tuyos.
Como si consiguiera verme.
Nocturna suerte del día...
(Del bestiario de los inocentes)
CONJURO CONTRA LA BESTIA
Brama la casa por no poder hacer más que esperar a que la abran.
Llena, blanca, alma,
clara puerta.
Se quedaron los poemas vacíos de palabras.
Noche blanca, orilla,
marea salada.
Refrenan con su pálido orgasmo de piel, tranquila,
venida a menos por los que callan por amor, dicen,
mirada baja,
con pestillo, mirada sin aviso de urgencia
a tu soplo que es divino.
Pordioseros tapices cubren sus labios en sordina,
corneta pagada, clarín festejado,
retrato de La Locura disfrazada de simpleza.
Tengo que abaratar al Amor para que en todas partes quepa:
Ese tan humilde venero que favorece la vida.
Ese que surge sin miedo y sin deterioro de la tierra,
ese que gentil y mago se diluye hasta ser hoja, tus ojos,
el sudor de tus labios y mies de tu estómago.
Definitivamente, lo has enterrado en tu avaricia.
Las baldosas se hacen infinitas, la geometría ocupa lugar en tu memoria,
el lugar inventado, tu espasmo y el giro de tu cuello hacia tu omóplato:
Gurú de la mala muerte,
del orden de lo ajeno,
funcionario del miedo y la destreza,
qué bien sabes convivir con aquello que entorpece.
Francotirador con diana fija,
mercader del aire, ¿cómo haría para silenciar
tu desafinada proclama?
... La bestia, la bestia que por tu boca se alimenta.
(Del bestiario de los inocentes)
Las baldosas se hacen infinitas, la geometría ocupa lugar en tu memoria,
el lugar inventado, tu espasmo y el giro de tu cuello hacia tu omóplato:
Gurú de la mala muerte,
del orden de lo ajeno,
funcionario del miedo y la destreza,
qué bien sabes convivir con aquello que entorpece.
Francotirador con diana fija,
mercader del aire, ¿cómo haría para silenciar
tu desafinada proclama?
... La bestia, la bestia que por tu boca se alimenta.
(Del bestiario de los inocentes)
EXTRACORPÓREA
Yo ya estaba aquí cuando tus ojos llegaron.
En la sorpresa cuando florecieron las lilas,
en la calma del frío cuando llegó la noche
templada que al relente se ofrece sudando:
mi decrepitud de ente abusivo sobre las horas.
Yo ya no soy más que remedo de cierta espesura,
un combate contra el muro, lento-muerto-duro,
ya tan mayor y tan nula.
Ya tan vieja y tan parca.
Ya tan torpe con vida.
Imposible la aurora, imposible
azul y verde, imposible
soledad.
Imposible más que en la justa muerte de los que no velan.
¿Sabes?, tiene poco sentido, o ninguno,
hacerte crecer mientras
mis semejantes se destrozan las arterias,
golpes bajos unos, otros a pecho abierto, así,
como en el quirófano de trasplantes:
Su ser latiendo tan vivo entre las manos
de látex, tan vivo,
vulnerable y solo,
y yo aquí, tras este cristal que golpeo con mis puños
para llamar, para llamar, para que abran,
para que me dejen cuidarlo.
Y los carniceros juegan al fútbol con él,
y él bota entre los témpanos de hielo,
y rueda entre las garrigas espinosas del asolado páramo
ese corazón, mis corazones derramando lágrimas y sangre
de seres humanos dolientes y buenos, y no se quejan, mis reyes,
¡No tienen voz!
Pero yo los oigo. ¡Cómo su dolor bate en el mío propio!
tan caliente, tan tierno, tan vivo en su cama de piedra,
siempre despierto llorando.
Si al menos mis lágrimas lograran verdear el suelo duro
o el espejo de mi cerebro consiguiera derretir el páramo de hielo...
Pero no, no y no.
Mis puños son pequeños,
mi voz inaudible, han sellado en cámara estanca
a la tierra escenario de la tortura.
Y mis corazones, mis corazones, siguen
rodando entre las botas de tacos de los hábiles jugadores que, a patadas,
los derraman.
¿Comprendes por qué es inútil hacerte crecer?
Tú estás hecha para besarlos, acogerlos en tu seno, sanarlos
y luego depositarlos en sus hermosas estancias,
y así, dar luz a los fanales que durante un tiempo,
el tiempo del sufrimiento, debieron quedar cerrados.
Pero hoy, y desde hace ya tanto, te siento tan inútil...
y todo es por este cristal a prueba de amor
en el que nunca he creído y ahora
me rompe la frente haciéndome agujeros en estas manos
que se deshacen en polvo de cenizas de pura impotencia.
De dolor de muerte viva en este pecho latiendo.
(Del bestiario de los inocentes)
SONETO
Nada palabra va hueca palabra malabar juego de sílabas sueltas blancas palomas/ vuelan a devueltas del todo, desde ti al aire en el abra tránsito, abro, calmo, valles /sin labra asueto o sino pléyade en revueltas de verde y líquidas pieles disueltas/
en verdad vino, viento,/
¡sal!,/
que me abra tu fuego a labio mío me embelesa en mesnadas de boca, en abrazo a/ tu carne en mi profunda remesa de alba bravía a tu claro embarazo gozoso de mí/ en tu entrada ilesa en luz de amor guardada en mi/
regazo./
(Suelto)
HIGUERA QUE RENACE, FUEGO QUE ME HIZO
Higuera, amor, verde higuera soy,
flores son mis frutos,
sólo flores puedo darte,
sólo frutos dulces flores,
sólo dos, uno sólo
fruto y flor maná.
Fruto
y flor de ti, manjar
de luz.
Y sombra y perfume para tu aliento mis hojas.
Estas manos te acarician la boca con mi flor
de Abril , Junio y Agosto,
estío extenso
para extenuar tu sed, cansar tu fuego, salvar tu viento,
de larga vida. Vida.
Higuera, higuera soy, higuera con raíces,
yegua libre en mi propia cerca
me entrego toda en dos, siempre, dos cosechas.
Ubérrima en higo y breva,
perfumo en sombra y verde
florecidos bajo el fuego.
Sin esperarla, siempreviva, verdeazul,
por fin colmada
palabra, mar de amor.
Si hundo mis raíces en la tierra, ¿qué me queda?
Almanaque de prendidas hojas verdes
en el azul de borde mar,
playa lenta, playa ancha, tiempo anhelo, higuera y verde agua
jugando a estampar arenas sobre las olas
bravas, tan lujuriosas, tan ávidas
de nombre.
Para mis muslos tu deseo de
mar de fondo, mar de hulla, mar negra mía,
mar de alma blandiendo espada
viento, tan liviana,
melódicamente blanca,
vendaval de paz en la entraña sin la tierra.
Y sin raíces.
Ya no hay vida, ya sí sol.
Aquí y acá, lamento perdido
sin eco en pensamiento,
sin células espejo,
ya sin blancas hojas de los blancos árboles.
Como in albis, como en nada.
Dormir, si cobijada, mejor.
Higuera soy.
Higuera con des-mayo.
En el mar me deshago
en esta blanca noche, blanca.
Y verde.
(Los parasoles de Afrodita)
DEL ALBA DE LA ROJA LLAGA
Alba, alba, que la noche ahueca el ala, alba brava
que me desarma haciéndome
de ancho mar, de río grande, de calma caliente en silo de nido
en verte y llegarte sobre este simple destino
que une, reparte y clava el sentido
en la cruz, en mi suerte, en mi centro tu vida y mi llaga.
Y el nudo al común verbo, suerte
y paso de mi quimera al averno va un soplo,
y aire no encuentro.
Y galga abierta que llega y que llega,
que corre y que vuela por donde el amor hace:
tal vez por la nada, tal vez pura,
sólo segura sin nombre oculto a voces.
Que yo ya sin miedo me quedo,
arrancada al viento, goteada en suerte,
en puro muerto peso donde
se desmadejan estos dedos perversos,
estos dedos ciclámenes auroras de naciente mundo
se diluyen como guardas de espinas acechantes sobre este sol. A esta guarida
de hembra común, solana, levantisca y quieta se acercan.
Corta.
Pulso incierto, nervio aterido de frío bajo el astro de potente rayo.
¿Por qué no me abrigas?
Miedo sin acopio, de dolor sin
asomo de descanso, suma, bienvenida a
este parto por dentro, me parto, me desgajo, me destronco de mis células internas en la buena muerte del espejo dorado
que atraviesa
mi vientre de parte a parte hasta romperme en dos, diez, un millón de mí...
Y echo mano. Y otra mano, y no recojo ni ninguna ni nada.
No-doy-abasto.
Estos dedos, estos dedos
que han dejado de ser carne o ley de éstos desleídos en el aire sin olor de llama.
...Que me abandona, ¿que debo abandonarlos?, que me abandonan.
Que del aire se han hecho...
Los esculpiré en la piedra, como la cumbre llaga come
la cumbre boca que traspasa la llama, de piedra
callada, dura como roca: quebradiza ROCA,
roca que te quejas, roca gime, roca viento y muerte,
roca, roca lesa, roca nada.
Desarmada.
Como la ola abierta en la playa... ¿qué quedará más que espuma así seca, absorta, tan sólo sorbo para la arena de la orilla?
Ven , ven, ven al porvenir, a las duras suelas, a la llama viva,
a la carne prieta.
Ven, ven, ven, vamos ya, amor,
a quebrar el horizonte, a saltar de vela en vela,
que no hay nada más vivo que su sonora llaga.
Ven, ven, amor, ven,
que veremos cómo los geranios se rompen en flores llamas.
Cumbre de llaga, enterrad.
Cumbre de llaga devuelta
de empacho de luz,
de amor llama llega la inocente llaga. Roja. Generosa. Viva.
...Qué bonito parirte, mi flor, ¡qué bonito!...
Qué bonito y cuánto vivo.
Cuánto vivo, dolor, cuánto vivo aunque tanto ya muera.
(Los parasoles de Afrodita)
LOS PARASOLES DE AFRODITA (CAE EL CIELO)
Ya llegaste, te has sentado ya.
Tengo tus ojos delante:
De su dorado vientre, el de Afrodita,
nacen celestes parasoles.
Sombrillas chinas que la diosa abrió
para cultivar mi piel con la nácar
y el humus de marino arrobo arrojados
sobre la ola que, de vuelta y viene, conforma la marea
del sanguíneo mar de poniente.
¡Mar mío, mar lleno, mar tan grande como yo misma!,
exclama la diosa rediviva, aún ignorante de su testicular ascendencia.
Urania utopía transformada por mor
del viento en conflagración de carne sobre agua-sal y carne.
Gemiste en mis ojos: ¡Dame aire!
Gemiste en mi boca: agua blande y
piel para el cuántico cuerpo,
envoltura de este juguete polivalente
en el que me sumerges hasta contentar objeto
de los ritmos internos que manifiestan la eufonía,
venéreas transacciones, de las celestes esferas.
Amor, cueva clara sombreada por los chinos parasoles visitas.
No tus brazos,
no tu música,
no tu centro;
ni siquiera tus alas,
en el reitero de esta penumbra de piel interna,
hallarán ajado, que ella misma se renueva a la medida de las Eras.
Que sí, vuelan ya.
Urano,
hoy ya caes,
hoy ya retornas a por tus genitales.
Qué castrado te dejamos, ¡ay!
Ay, castrado, sí. Mas, te hablo al oído, recuerda:
Sólo a sangre, tu carne engendró lo más sagrado.
Ahora ya cayendo,
piensa,
podrás hacer de la progenie de tus gónadas real cayado.
(Los parasoles de Afrodita)
CUARTO CLARO, CAVERNA ABRIGADA Y D. JOSÉ SARAMAGO
Ya que te vas, llévate esta mano mía.
También esta parte infartada de corazón que ayudaste a revivir, y, por favor,
esas rosas, que si no las respiras terminarán por no abrirse.
O no te vayas.
Vive integrado en los aires de este sustancial asomo de vida
que parece todos llevamos a cuestas, cuando
tú, ya tras la puerta,
ríes con ojos brillantes de niño que riela allá en el río,
entre las yerbas,
mientras yo escribo sobre este suelo de tierra,
hoy apisonado y lustroso,
fruto del cuidado con el que supiste iluminar alguna conciencia libre,
algún corazón distraído, alguna vena rota que suturaste
con la voz de tus manos afanosas en el barro fresco de nuestra,
siempre tuya y nuestra, abrigada caverna.
(Aunque escrito el 18 de junio de 2010, aparece incluido en La presencia por la ausencia en el apartado “Poemas a modo de dedicatorias“)
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