Adriano del Valle Rossi
Adriano del Valle Rossi (Sevilla, 18 de enero de 1895 - Madrid, 1 de octubre de 1957), poeta español. Adscrito a la generación de 1927, la mayor parte de sus obras permanece dispersa en periódicos y revistas. Ganador de numerosos juegos florales. Recibió el Premio Nacional de Poesía en 1933 por Mundo sin tranvías.
Adriano del Valle Rossi nació en Sevilla, de padre asturiano y madre sevillana. Sus abuelos maternos, los Rossi, emigraron de Córcega a París. Abandonó los estudios a la edad de dieciséis años para ayudar a su padre en su empresa de fabricación de juguetes.
En 1916 conoce a Federico García Lorca y en 1918 funda la revista ''Grecia'', órgano oficial del Ultraísmo en Sevilla, junto a Isaac del Vando y Luis Mosquera. En esa época conoce a Eugenio d’Ors a quien siempre llamará maestro. D’Ors, a su vez sentiría una gran admiración por el joven poeta a quien calificó como buhonero de la primavera.
En 1923, se casa en Huelva con Pepita Hernández y se instala en esa ciudad. En el viaje de novios a Lisboa, encuentra a José Pacheko director de la revista Contemporânea, a Judith Teixeira, Raúl Leal y Fernando Pessoa. Con éste último comienza a traducir en ese mismo año a Mario de Sá-Carneiro, que se había suicidado.
En 1927 funda en Huelva junto a su íntimo amigo Fernando Villalón, y Rogelio Buendía, la revista Papel de Aleluyas, en la que colaboraron entre otros: Alberti, Cernuda, Ayala, Altolaguirre, Gerardo Diego, Gómez de la Serna, Eugenio d’Ors... Su pasión por el arte le llevó a frecuentar la amistad con pintores como Daniel Vázquez Díaz a quien acompañó en 1929, cuando comenzó sus trabajos en los murales del Monasterio de La Rábida, y que le hizo varios retratos, como "Adriano del Valle en Itálica" (citado por Ana María Preckler en Historia Del Arte Universal de Los Siglos XIX Y XX, Volumen 2) o el retrato cubista que forma parte de la colección de retratos del Museo provincial de Huelva "Adriano del Valle vestido de monje mercedario"; José Caballero, con quien realizó tres murales en el Ateneo de Sevilla; Francisco Mateos, con quien colaboró con las revistas La Esfera y Nuevo Mundo; y también mantuvo contactos frecuentes con Salvador Dalí, Joan Miró, Cristino de Vera y Rafael Canogar. En 1929 introdujo el collage, al estilo Max Ernst, en España. Fue también gran aficionado a la música y cultivó su amistad con Joaquín Turina, Miguel Fleta, Manuel de Falla, Jacinto Guerrero, Joaquín Rodrigo y Ernesto Halffter, entre otros. Entusiasta de los toros, fue amigo de Ignacio Sánchez Mejías, Luis Miguel Dominguín, Manolete... Con fecha 20 de octubre de 1931 recibió una carta de Gerardo Diego en la que le comunicaba que había sentido mucho no haberle incluido en su Antología y se disculpaba por ello. Su ausencia fue muy criticada, entre otros, por Camilo José Cela que la consideró "notoriamente injusta".
Primavera Portátil, un libro que le solicitó García Lorca, fue escrito en Écija, entre 1920 y 1923, el no haberla podido publicar por falta de recursos económicos, le acarreó muchos problemas a Adriano. En 1927, Papel de Aleluyas anunció su publicación, que no pudo llevarse a efecto porque la revista desapareció inesperadamente. El libro no vio la luz hasta 1934.
En 1933, el poeta sevillano resultó galardonado con el prestigioso Premio Nacional de Literatura, que venía a premiar su obra titulada Mundo sin tranvías (luego incluida como cuarta sección en la citada primera edición de Primavera portátil). Tras el estallido de la Guerra Civil, Adriano del Valle tomó partido en favor de la causa nacional y prodigó sus colaboraciones en la revista Vértice, órgano de expresión de Falange Española y de las JONS. Acabada la guerra, dio a la imprenta otra recopilación de antiguos poemas, esta vez escritos tras la recepción del mencionado Premio Nacional. Se trata del poemario titulado Lyra sacra, obra a la que siguieron otras dos colecciones de versos: Los gozos del río y Arpa fiel. Muchos años después de su muerte, Guillermo Díaz-Plaja sacó a la luz una edición póstuma con la poesía que Adriano del Valle escribiera entre 1941 y 1957, y, finalmente, en 1977 la Editora Nacional ofreció un volumen con la práctica totalidad de la producción lírica de Adriano del Valle, titulado Obra poética.
En 1942 fue nombrado director de la revista Primer plano. Desde ese puesto inició el Festival de Cine de Punta Umbría, y uno de los promotores del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. En 1943 le fue otorgado el premio Mariano de Cavia por Stella matutina, un texto en prosa inspirado en la Semana Santa sevillana. En 1946 representa a España en la Exposición del Libro de Lisboa. En 1952 participa en el Primer Congreso Internacional de Poesía, celebrado en Segovia, junto con numerosos poetas nacionales y extranjeros, entre otros: Camilo José Cela, Vicente Aleixandre, José Hierro, Dionisio Ridruejo, Manuel Díez Crespo, el maestro Rodrigo, el Padre Federico Sopeña o el sudafricano Roy Campbell.
Falleció en Madrid, el 1 de octubre de 1957.
En 2006 su hijo, Adriano del Valle Hernández, publicó Adriano del Valle, mi padre, una amplia biografía ilustrada del poeta y traductor, en la editorial Renacimiento.
Obra
Su extensa obra, es fundamentalmente poética. Sus artículos para revistas y periódicos son, en realidad, poemas en prosa. Publicó artículos en periódicos y revistas literarias como Cervantes, Ultra, Reflector, Proa, Helios, Centauro, La Esfera, Nuevo Mundo, Mediodía y Prisma. Sus libros de poemas, con cierta preferencia por motivos andaluces, oscilan entre formas populares y metros clásicos, a menudo adornados con imágenes de gusto barroco. Inéditos en vida del autor, aparte el poemario Mundo sin tranvías, quedaron El jardín del centauro, poesías de 1916-1920; el auto sacramental La divina pastora (1923) y Musa-Omnibus, poemario de 1934-1937.
Libros de poesía
1934 - Primavera portátil.
1939 - Lyra sacra.
1940 - Los gozos del río.
1941 - Arpa fiel.
1942 - Sonetos a Italia.
1954 - La Innombrable.
1955 - Misa de Alba en Fátima y Gozos de San Isidro.
1956 - Oda náutica a Cádiz.
1957 - Égloga de Gabriel Miró y Fábula del Peñón de Ifach.
El secreto
A orillas de la fábula, secretamente mía,
desde el árbol de sangre donde nace el latido
que se asoma a tu pulso, tu lengua, flor mojada,
era un sésamo oculto para el paisaje mórbido
de tu floral desnudo, desgajado en pudores
y amorosas laderas silvestres, en la sombra
de tus senos en vilo, colmenas del enjambre
cuyo vuelo guiaba el beso más antiguo.
Sempiternas colinas con pétalos y zumos,
el sí y el no acertaban, dudoso de tu aroma;
áureo botín de besos, acosadas axilas,
fugacísima imagen traída en tus relámpagos,
abriéndome entre lirios palomas y moluscos.
Y tú, ya casi un claro de luna en tus pestañas,
arcángel sin edad eras sencillamente.
Y acueducto sin lluvia, la luz del arco iris
nos volcaba el secreto flamígero del beso,
la soledad abriendo a nuestras almas juntas
donde las aves urden sus alcobas de trinos.
¡Oh amada mía! Siempre tu inaccesible cumbre;
y ya en ti, me despeño virgíneamente tuyo,
cuando el aire y el río te huelen desde cerca
el tatuaje invisible de la piel de tu aroma.
Y entonces, voy bajando por la rampa del grito,
del fulgor y la piedra, del viento y de la nieve;
ave soy rubricando con el vuelo las cumbres;
Ángel Caído soy recluido en tus ojos,
mordiendo en tu cabello sus pendulares frutos,
desplegando en mi torso su funeral bandera,
tu ardiente cordillera midiendo con mis brazos...
Con mi equinoccio envuelvo tus claros hemisferios
de antípodas caricias, cuando exploran mis besos
la tibia sangre nómada de tus venas azules.
La luna era el ex-libris del éxtasis nocturno,
tallo de flor nacido de tu propia semilla,
soledad sin los árboles que sostienen el cielo,
la delicia ignorando de beber en tu lengua,
como la piedra ignora el lenguaje del pájaro.
Si el beso no era un símbolo creado en tu homenaje,
su corola en tu hálito tuvo pétalos dulces
para impregnar la tierra con mieles suficientes
cuyo dulzor brotaba de la raíz del mundo.
Te conocí en el lecho mineral del planeta,
mientras tú apaciguabas la luz en la montaña...
Cósmicamente mía... Norte, Sur, Este, Oeste,
nupciales, cuatro vientos te velaban el sueño.
A FIÉSOLE
Esparce su dorada agrimensura,
riego templado en sol, la luz celeste,
a Fiésole, al jardín, al soto agreste,
al ave, al ruiseñor de la espesura.
El gótico ciprés, y en su verdura
los céfiros y arpegios del Oeste
que Florencia le envía. Su entorno es éste
y el Arno es longitud y el Domo altura.
Aquí tiene el silencio voz de hormiga
y soledad el agua restaurada
y el arco tiene en Dios su excelsa clave.
Su ¡Ave, César! entona ya la espiga,
gladiando con la hoz su rubia espada,
y reza en el ciprés, cantando, el ave.
A NÁPOLES
Nápoles apareja sus jardines
y ofrece al pez, virgíneas, sus corolas,
sus anclas de azahar, sus amapolas,
su pulso en flor, su anzuelo, a los delfines.
Toman baños de sol los bergantines.
La lava baja al mar en rompeolas.
Pompeyas de coral cuajan las olas.
La sal sabe a limón, sabe a jazmines.
Y en náutico cristal, la alegoría
del foque y el jardín... Mesa revuelta
que congrega al balandro y al tranvía
con el Vesubio, allí, casi en la puerta...
Y Capri en la azulada lejanía
de un sueño organizado a pierna suelta.
A ZI'TERESA
Ristorante napolitano
Rehoga el mar con sal napolitana
sus algas, a la luz de las farolas.
Flores de plato a plato, barcarolas,
tenores entre el queso y la manzana.
La lumbre, en los peroles, vesubiana...
Blanco mantel, blanquísimas las yolas,
y el pinche, doctorado en cacerolas,
grumete de la noche a la mañana.
Marinos tripulando freidurías,
marmitones, violines, bacanales,
cocheros ya dormidos en sus coches...
Limones, aguaduchos y tranvías...
Su digestión de lunas y corales
Nápoles hace así todas las noches.
AL LAGO MAYOR
El reino mineral, vítreo, derrama
su doblado país, cúbico apenas,
y eslabonando peces y, azucenas
boga el reloj, el pétalo y la escama.
La luna, deshojándose, embalsama
raíces de balizas y cadenas.
Calafatean lagartos y sirenas.
Zarpa el trino al socaire de la rama.
Se abre de par en par al embeleso
el agua sosegada entre las flores,
con goznes de suspiros y amapolas.
Dulce molusco, al aire se abre el beso
y derrumban los peces voladores
sus castillos de escamas en las olas.
FÁBULA DE LA ROSA Y EL VELOCÍPEDO
-Cuidado, Doña Perfecta,
-dijo a la rosa el biciclo-.
¿Por qué me sales al paso?
Si no te apartas, te piso....
-Pasa ya, tonto de acero;
no tienes miedo al ridículo.
-El jaramago te adora.
-¡Mentiroso!
-Yo lo he visto.
-Yo nací con la manzana;
vi a Eva en el Paraíso
y habrá rosas de mi estirpe
en el Día del Juicio.
-No sigas, rosa perfecta,
de eso a mí me da lo mismo;
tienes una vida efímera.
-Todo en la vida es efímero...
HORARIO SENTIMENTAL
ASTURIAS. Mi adolescencia. Había en la rada un velero
que estaba cargando sidra, fletado por un sidrero;
yo soñaba con mi novia, la hija del estanciero;
mi novia, flor de los trópicos, luna azul del ecuador.
Sonaba un dejo de gaita y un redoble de tambor…
Todas las noches leía "El crimen del padre Amaro";
por las páginas del libro cruzaba la luz de faro
de vez en vez…De luceros se llenaba mi ventana,
flora estelar del jardín que regará la mañana
con su manguera de luz. Yo soñaba, yo leía…
Mi adolescencia bogaba, soñando, por la bahía…
Mi abuelo Manuel del Valle, fue capitán de un velero
como aquél que en la bahía carga sidra de un sidrero.
Dan las doce de la noche. El reloj, sobre el testero,
con su péndulo – tic tac- junta horario y minutero.
Canta el cuco – cu cu cu cu…-en su idioma relojero.
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