Natalia Carbajosa
Página web: http://clubdepoesia.com/nataliacarbajosa/
DATOS BIO-BIBLIOGRÁFICOS
Nacida en El Puerto de Santa María, Cádiz (1971).
Doctora en Filología Inglesa por la Universidad de Salamanca.
Profesora de Lengua Inglesa en la Universidad Politécnica de Cartagena.
He sido tutora de Literatura Inglesa en la UNED (Centro Asociado de Cartagena) y profesora de Literatura Inglesa en la Universidad de Mayores de Cartagena.
OBRA:
Poesía
-Los puentes sumergidos (Cartagena, Áglaya, 2000).
-Pronóstico (Madrid, Torremozas, 2005).
-Los reinos y las horas/Himeneo y sus nombres
(Murcia, Editora Regional, 2006).
-Prosopoemas, plaquette con siete poemas e ilustraciones
-Prosopoemas, plaquette con siete poemas e ilustraciones
de Ermes Meloni (Milán, Signum Edizioni d’arte, 2007).
-Desde una estrella enana/Biografía elemental
-Desde una estrella enana/Biografía elemental
(Madrid, Editorial Poesía Eres Tú, 2009).
-Inédito: Tu suerte está en Ispahán.
Narrativa
Patologías (Cartagena, Áglaya, 2005).
“Donde se cuenta la conversación que entablaron Don Quijote y la pastora Marcela tras dar sepultura al desdichado Grisóstomo, y que no aparece en la obra de Miguel de Cervantes por considerarse apócrifa”. José Ángel Barrueco (ed.), Palabras para Cervantes. Salamanca: Celya, 2005, págs. 131-134.
“Recapitulación, o cuando las encinas se convirtieron en hombres”. I Premio Nacional de relato corto sobre un texto científico. Universidad de Murcia, 2008, págs. 23-30.
Difícil calibrar
qué fue de aquellas plenitudes
que, por no ser aún,
eran.
Titánicas,
redondas,
sabias en olores, tacto a miel,
habitaban en nosotros
antes
de medirse con el frío de los años.
Difícil apurar
qué fue de las que huimos:
asesinos precoces
de aquellas que no serán y que
arrastran cola de muerte
con hedor a olvido.
Difícil, difícil,
al día de hoy,
Cartagena, a tantos de tantos
de tantos otros paisajes,
no rendirse otra vez
al tibio engaño
que en este amor me embarga,
piel que me tiembla,
zapatos que pisan
viejas nubes nuevas
reconoce y extraña
tanto tacto, olor y olvido
de aquellas horas llenas.
Editorial Poesía eres tú (2009)
Como hogueras en la noche
una por segundo
la última en ejecutar su danza de combustión en la galaxia
provocó el éxtasis de Johannes Kepler
por siempre ya geómetra de lo místico
una explosión más próxima habría sido el fin
del viejo planeta
sin embargo
este particular canto
de ondas de sonido y rayos gamma
este cegador y apabullante modo de morir
(denso cisne de carbono, sílice y oxígeno)
legó al principio de los tiempos
una rastro nutricio.
Hoy proclaman los científicos
con alborozo de antiguos poetas
en los días del tótem y la esfera:
somos hijos
de una estrella.
Antirretrato
Digo padre, madre, hermanas,
y es tanto como decir lo que soy
y lo que no soy.
Digo esposo, hijas, algún día nietos,
y es tanto como decir lo que soy
y lo que no soy.
Digo cuerpo y a veces me reconozco,
a veces no.
Digo mente y me asomo
a un acantilado inmenso
no exento de zozobra
y no siempre habitado por mí.
Digo alma
y, ¿qué habré querido
decir?
Digo ráfaga
y soy.
Eclosión
I
Hay quien acostumbra contemplarse
en el dorso de ajenas palabras
devuelve a su reflejo un perfil
opaco
creyendo en el trato ventajoso
de aplazar para nunca el tacto de la voz
y la propiedad del rostro
esos funámbulos de la usurpación consentida
no saben que azogues verdaderos
tiemblan de aristas en algún último bolsillo
y que el hierro de sus átomos dormidos no crea energía
sino que la consume
pero hay explosiones silenciosas
larvas enfriadas durante millones de años
que un día, casi sin querer, absorben
la materia de una estrella contigua y
traidora (así las llaman)
y comienzan, comienzan a nacer
antes de su extinción definitiva.
II
Aquella crisálida extraviada
de su fingida naturaleza
puede tardar años luz en anunciar la deserción.
Conoce la amenaza de perderlo todo
aun cuando todo sea nada
y prefiere, de momento,
ser callado núcleo de hidrógeno
desprendido de la gravedad
hasta que llegue el tiempo jubiloso y terrible.
Cuerpos extraños
El tráfico ahí fuera, de por sí tan denso,
se ha vuelto imposible con esos intrusos
geoestacionarios, ruidoso cortejo
que aturde a la amada con su poesía
de metal factura.
Y en el mismo vientre
de Gea enfurecen sus hijos-astrónomos
y entablan combate por interferencias.
Dos impertinentes hordas de mirones
forman: los que ansían cuerpos aún remotos
y los que una imagen del fondo marino
persiguen igual que un amante en celo
simas de la amada en su retina
imprimir quisiese.
El cielo: un peep-show gigantesco.
La tierra, una impasible
exhibicionista.
La ciencia,
disputada
por quienes con ilustres pretensiones
le rondan, leal sólo
a su naturaleza deseante.
Ciudad nueva
Ciudad dormida
invisible cuando invicta
incluso ante Asdrúbal o Escipión
cada piedra que arrullas
húmeda en el canto
cuenta una historia de sangre
la misma historia de siempre
y de todos. Ciudad dormida.
Hoy me aferro a tus ruinas
por no mirar a la otra
la que te sepulta
en los simulacros e incontables codicias
de su no pagana era. Y te imagino
navío embridando a su mar calmo
doncella entregada a las galeras del asedio
de elefantes nevados sueño y fundación.
A ti misma cien veces pareciéndote,
calidoscopio costero, ciudad nueva
reseca en tus heridas, sol, salitre,
arrasada por la blanda sandalia del turista
descansas por fin en paz.
-Inédito: Tu suerte está en Ispahán.
Narrativa
Patologías (Cartagena, Áglaya, 2005).
“Donde se cuenta la conversación que entablaron Don Quijote y la pastora Marcela tras dar sepultura al desdichado Grisóstomo, y que no aparece en la obra de Miguel de Cervantes por considerarse apócrifa”. José Ángel Barrueco (ed.), Palabras para Cervantes. Salamanca: Celya, 2005, págs. 131-134.
“Recapitulación, o cuando las encinas se convirtieron en hombres”. I Premio Nacional de relato corto sobre un texto científico. Universidad de Murcia, 2008, págs. 23-30.
Difícil calibrar
qué fue de aquellas plenitudes
que, por no ser aún,
eran.
Titánicas,
redondas,
sabias en olores, tacto a miel,
habitaban en nosotros
antes
de medirse con el frío de los años.
Difícil apurar
qué fue de las que huimos:
asesinos precoces
de aquellas que no serán y que
arrastran cola de muerte
con hedor a olvido.
Difícil, difícil,
al día de hoy,
Cartagena, a tantos de tantos
de tantos otros paisajes,
no rendirse otra vez
al tibio engaño
que en este amor me embarga,
piel que me tiembla,
zapatos que pisan
viejas nubes nuevas
reconoce y extraña
tanto tacto, olor y olvido
de aquellas horas llenas.
Editorial Poesía eres tú (2009)
Como hogueras en la noche
una por segundo
la última en ejecutar su danza de combustión en la galaxia
provocó el éxtasis de Johannes Kepler
por siempre ya geómetra de lo místico
una explosión más próxima habría sido el fin
del viejo planeta
sin embargo
este particular canto
de ondas de sonido y rayos gamma
este cegador y apabullante modo de morir
(denso cisne de carbono, sílice y oxígeno)
legó al principio de los tiempos
una rastro nutricio.
Hoy proclaman los científicos
con alborozo de antiguos poetas
en los días del tótem y la esfera:
somos hijos
de una estrella.
Antirretrato
Digo padre, madre, hermanas,
y es tanto como decir lo que soy
y lo que no soy.
Digo esposo, hijas, algún día nietos,
y es tanto como decir lo que soy
y lo que no soy.
Digo cuerpo y a veces me reconozco,
a veces no.
Digo mente y me asomo
a un acantilado inmenso
no exento de zozobra
y no siempre habitado por mí.
Digo alma
y, ¿qué habré querido
decir?
Digo ráfaga
y soy.
Eclosión
I
Hay quien acostumbra contemplarse
en el dorso de ajenas palabras
devuelve a su reflejo un perfil
opaco
creyendo en el trato ventajoso
de aplazar para nunca el tacto de la voz
y la propiedad del rostro
esos funámbulos de la usurpación consentida
no saben que azogues verdaderos
tiemblan de aristas en algún último bolsillo
y que el hierro de sus átomos dormidos no crea energía
sino que la consume
pero hay explosiones silenciosas
larvas enfriadas durante millones de años
que un día, casi sin querer, absorben
la materia de una estrella contigua y
traidora (así las llaman)
y comienzan, comienzan a nacer
antes de su extinción definitiva.
II
Aquella crisálida extraviada
de su fingida naturaleza
puede tardar años luz en anunciar la deserción.
Conoce la amenaza de perderlo todo
aun cuando todo sea nada
y prefiere, de momento,
ser callado núcleo de hidrógeno
desprendido de la gravedad
hasta que llegue el tiempo jubiloso y terrible.
Cuerpos extraños
El tráfico ahí fuera, de por sí tan denso,
se ha vuelto imposible con esos intrusos
geoestacionarios, ruidoso cortejo
que aturde a la amada con su poesía
de metal factura.
Y en el mismo vientre
de Gea enfurecen sus hijos-astrónomos
y entablan combate por interferencias.
Dos impertinentes hordas de mirones
forman: los que ansían cuerpos aún remotos
y los que una imagen del fondo marino
persiguen igual que un amante en celo
simas de la amada en su retina
imprimir quisiese.
El cielo: un peep-show gigantesco.
La tierra, una impasible
exhibicionista.
La ciencia,
disputada
por quienes con ilustres pretensiones
le rondan, leal sólo
a su naturaleza deseante.
Ciudad nueva
Ciudad dormida
invisible cuando invicta
incluso ante Asdrúbal o Escipión
cada piedra que arrullas
húmeda en el canto
cuenta una historia de sangre
la misma historia de siempre
y de todos. Ciudad dormida.
Hoy me aferro a tus ruinas
por no mirar a la otra
la que te sepulta
en los simulacros e incontables codicias
de su no pagana era. Y te imagino
navío embridando a su mar calmo
doncella entregada a las galeras del asedio
de elefantes nevados sueño y fundación.
A ti misma cien veces pareciéndote,
calidoscopio costero, ciudad nueva
reseca en tus heridas, sol, salitre,
arrasada por la blanda sandalia del turista
descansas por fin en paz.
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