Alberto Carpio
Nació en Sevilla en 1983. En 2006 se licenció en Filosofía y este año está haciendo los cursos de doctorado en Teoría de la literatura. Estudia poesía española contemporánea para realizar una tesis sobre Claudio Rodríguez. Ha sido becario de colaboración y alumno interno en filosofía, donde ha publicado reseñas en revistas profesionales. En el año 2005 fue finalista del premio Adonais con un libro primerizo del que, dice, no conserva ningún poema.
A modo de poética (texto del autor)
Acabo de terminar de escribir Donde el peligro, un libro en el que intento escribir poesía que exprese con intensidad y con rigor. Temáticamente aúno poemas de amor con poemas reflexivos sobre la existencia desde ángulos cotidianos, pero alejándome de la poesía de la experiencia por la utilización de la metáfora y del símbolo como elementos primordiales del poema. La clave para mí de este libro está en la búsqueda de lo que da sentido a nuestros días, en la apuesta, en la entrega del hombre. Como dice Hörderlin sólo donde el peligro / crece lo que nos salva, hay que arriegarse y jugar. Tampoco se pretende ofrecer respuestas, sino mostrar la ambivalencia de lo vital en su doble faz de veneno que cura y daña. Mis motivaciones de todas formas no son tan reflexivas; escribo cuando algo me pide ser escrito de verdad, me llama desde la intensidad de las entrañas y no desde las ideas (espacio natural de trabajo de la filosofía). El ritmo es mi único patrón poético. Poetas como Claudio Rodríguez, o casi cualquiera de la generación del 50, son mi referencia en esto como en casi todo. Mi intención es escribir con precisión para sugerir ambigüedad y transmitir al lector toda la intensidad que pueda, mediante el ritmo y los símbolos de los que dispongo.
Otro tiempo, I
Another time has other lives to live
Auden
Lisboa prometía poemas de Pessoa,
encantos de otro tiempo, niebla y sueños,
Lisboa prometía.
Pero qué haremos en el mundo ahora
que es tan real Lisboa
que están sucias sus calles,
ahora que ya es tan real Lisboa
que Pessoa es un trozo de metal.
No hay más, es todo,
la llanura infinita nos atrapa.
El destello en la noche
sólo era eso, tanto como eso.
Lisboa estará siempre muy lejos de Lisboa.
Llueve en Viena
Llueve en la regia Viena
y mi café está austriaco,
y siento miedo pero estoy contento
y parece que el mundo esté gastado
como un abrigo viejo,
con esa mezcla de ternura y pérdida
que sólo tiene el tiempo en la distancia.
Las palabras ajenas convierten mi café
en un amargo ensueño
y todo es diferente desde su semejanza.
Llueve en la regia Viena
y mi café está austriaco,
hasta las cosas simples y menudas
se hacen extrañas en la soledad
y los velados signos se encienden candorosos.
Lema que siempre me repito
Me hablas de otros lugares,
de playas y de hoteles cálidos donde el sol
es un vecino más
y la felicidad una costumbre.
Me dices que esta gran ciudad te angustia,
que tu cuarto no tiene buenas vistas,
que tu espejo es infiel con tus deseos.
Yo te escucho paciente y te contesto:
no hay sitios más felices, hay personas
más desilusionadas, y hombres más satisfechos.
A tu alma, tan clara como triste,
no le falta la luz, le sobran las ventanas.
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ESCORIAL Y ROSAS
Para otros el verano reservaba
la tierna abolición de la inocencia,
todo el candor y las sonrisas
del primer esplendor sobre la yerba,
amaneceres jubilosos
a las salidas de las discotecas.
A nosotros agosto nos dejaba
la triste suerte de querer ser poetas,
un frío Monasterio y las desdichas
de la Generación de los cincuenta.
¿Recuerdas aquel bar, aquella noche?
Fue la última y luego la primera,
tu amiga puso nombre a aquel instante
con un verso de Jaime Gil de Biedma.
Luego, en el saloncito,
el tiempo ya no quiso seguir fuera
y se impuso atroz la despedida
porque siempre se impone la conciencia.
Como un cuadro cuelgo hoy aquel recuerdo
entre las ruinas de mi inteligencia.
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