Juan Peña (Paradas, Sevilla, España 1961) tiene ya una dilatada trayectoria poética y una voz muy personal, a pesar de su aparente sencillez clásica. Y es que, a través de imágenes de la naturaleza o de la vida cotidiana, llenas de una sensualidad que forma parte de su "visión corporal" del mundo, este poeta consigue explorar con extraordinaria lucidez en cuestiones morales y metafísicas de hondo calado.
En los poemas últimos, y especialmente en estos inéditos que nos ha confiado, advertimos una frondosidad verbal que no es palabrería hueca, sino un generoso derroche de percepciones plasmadas en una simbología ricamente sensorial y, a la vez, llena de resonancias espirituales. La acumulación de imágenes y sensaciones nos llevan a un estado de plenitud vital que, sin soslayar el dolor de la existencia, constituye toda una celebración de la vida.
Es autor de los libros de poesía La edad difícil (1989), Viviendo con lo puesto (1995, accésit del Premio Rafael Alberti), Días cansados (1997, Premio Ciudad de Burgos), Nuevas letras flamencas (2000), todos ellos aparecidos en la editorial Pre-textos. Letras flamencas apareció en la col. La Veleta (ed. Comares) en 1995; Los placeres melancólicos, en la col. Puerta del Mar (ed. CEDMA) en 2006, y Teselas, en la ed. AE, en 2007. Colabora habitualmente en la revista Clarín.
Cuántas veces quedamos como absortos
ante la inmensidad con que nos sobrecoge
un mar embravecido, un mar en calma,
un celaje de fuego cuando el atardecer,
una gota en la brizna de hierba en la aurora,
una noche en que vemos brillar estrellas muertas,
la magia omnipotente de romper
a través de una lágrima la luna,
deshilachada en una titilante
maraña de agua y plata.
Todo eso que ves eres tú mismo:
desfiladeros, valles, océanos, montañas,
bosques umbríos, selvas devastadas.
Todo eso te habita:
humores, vísceras, arterias,
estructuras calcáreas,
flujos, irisaciones
de un magma único e infinito.
Eres un universo.
Miras el Universo
y en él te reconoces.
Jardín botánico
C/ Quart, 80 15-7-08
Desde húmedas selvas tropicales
a los valles brumosos,
atravieso desiertos
domésticos y oasis,
y llego al sotobosque en el Umbráculo.
Acechan las carnívoras, despliegan las orquídeas
sus bocas trilabiales,
y los helechos hablan
del fondo de los pozos.
Sentado en este banco de jardín
alcanza la mirada
la inmensidad frutal del mundo.
Y tomo una pastilla de herbolario
que encierra esencias de ciprés, jengibre,
tomillo, menta, clavo, hinojo, regaliz,
pino, salvia, canela y eucalipto.
Y a los tornasolados verdes que contemplo,
veladas transparencias de alabastro,
añado este sabor alcanforado,
amargo, ácido y boscoso,
la ingravidez balsámica
que dibuja en mi pecho
paisajes de montañas.
Lo mismo que estas hojas
acabaré diluido,
convertido en la savia de estos árboles,
la misma savia que ahora,
en un nudo de aceites esenciales,
se disgrega en mi boca,
me viaja por dentro,
al tiempo que camino
entre las infinitas variedades del verde
y sobre el humus podrido de las hojas.
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EL CUARTO ATARDECIDO
A Rosi (23-7-06)
Era final de julio, atardecía.
Miré las sábanas doradas por la luz.
Una brisa muy leve oreaba el cuarto.
Como si aún fuese la hora de la siesta
un extraño silencio, subrayado por el viejo
chillar de los vencejos,
creaba una ilusión de eternidad.
Ofrecida, cumpliendo mi deseo,
te has tendido en la cama,
mi cuerpo más hermoso, el más amado.
El cuarto era un fanal, sedoso el tiempo.
Llegó la noche y supe
que a pesar de las noches,
de la ingrata aspereza que es el tiempo,
allí donde tú estés
me esperará la luz que aún guardo entre mis dedos.
creaba una ilusión de eternidad.
Ofrecida, cumpliendo mi deseo,
te has tendido en la cama,
mi cuerpo más hermoso, el más amado.
El cuarto era un fanal, sedoso el tiempo.
Llegó la noche y supe
que a pesar de las noches,
de la ingrata aspereza que es el tiempo,
allí donde tú estés
me esperará la luz que aún guardo entre mis dedos.
LOS VIAJES
Cádiz 6-1-07
Siempre esta sensación,
tras los viajes,
de haber estado, más que en un lugar,
en un tiempo que está fuera del tiempo,
de espaldas unos días
al paso laborioso de los días.
Siempre esta sensación,
tras los viajes,
de que está sucediendo eternamente
la escena de una tarde
sentados en un banco;
como hace muy poco,
bajo las torres aladas, invisibles,
de la ciudad fenicia.
Sólo hace unas horas,
y ya esta sensación
de que todo pasó hace ya siglos.
Y allí estamos, queriéndonos, a salvo,
en las calles más puras que guarda la memoria.
POSTALES SICALÍPTICAS DEL XIX
Sospecho que no fuisteis
esas damas galantes,
enmarcadas en vagos decorados
de un lujoso exotismo.
Adivino que fue
todo más triste y sórdido,
que sufristeis desprecio,
y aun llegasteis a creer
que hacíais algo sucio.
Y sin duda no fuisteis
como aquellas mujeres
de intachable decencia,
de las que sólo queda
el virtuoso valor de la ceniza.
Vosotras, enjoyadas,
con poses de odalisca,
apenas ataviadas con gasas y bordados
y unas medias de seda,
habéis llegado aquí, venciendo al tiempo,
en un rastro de luces y de sombras
donde aún sobrevive la belleza.
PENTHOUSE
Encerrado en mi cuarto,
creándome una vida de ficción
que ha de guardar un libro,
convertiré mi vida en un objeto.
De la vida prefiero los objetos.
Me rodeo de cosas:
de artilugios mecánicos, de papeles, de cables,
de unas cintas de vídeo.
De una mujer no busco
lo que guardan sus ojos
o esconde en su insondable corazón
—toda vida interior acaba siendo
tan poca cosa y triste y desvalida—.
De una mujer prefiero
crearme la ilusión
de que está fuera de la vida
—del tiempo y los infiernos—,
sentirla luminosa, incorruptible,
como un objeto puro de deseo.
EL MAPA DE TU ESPALDA
A qué buscar montañas,
valles, bosques y ríos, placitas recoletas,
parques umbríos, playas con palmeras,
lugares misteriosos con exóticos nombres
que aún evocan los sueños de la felicidad.
A qué buscar.
Sé bien que no hallaré
ningún lugar tan dulce,
tan oscuro, salvaje y luminoso
como este que tengo entre mis brazos.
UN MUNDO FELIZ
Soñemos con un tiempo en que no existan
ni las guerras ni el hambre,
que no duela el trabajo,
y sea confortable la vida para todos.
Los programas de la televisión
sólo darían cuenta
de bodas de famosos
y desfiles de moda,
de frívolas historias
de amor y sexo y de infidelidades.
En tiempos de miseria
no hemos querido darnos por vencidos,
y hemos creado espacios
donde habite la imagen de la felicidad:
olvidados de dramas y de melancolías,
no hallar más desazón
que la de no saber
si el tipo aquel,
casado con la hija del torero,
la dejará plantada por esa actriz francesa.
ELOGIO DE LA FRIVOLIDAD
Qué más quisiera yo
que llegar a angustiarme
porque llega la hora de la fiesta
y no encuentro, entre tantas corbatas,
la que ando buscando.
Llegar a ese grado de sofisticación
y tontería;
hacer de esas pamplinas
la más honda y más grave ocupación
—caer enfermo, por ejemplo, y estar atento,
más que a la prescripción de los medicamentos,
al aspecto impecable que presente el pijama—.
Vivir de sutilezas
y de refinamientos.
Llegar a la sabiduría
de no dar importancia
a cuestiones profundas y elevadas.
Ya puestos a perder
seamos más mezquinos que la vida.
FIERAS
Para amarnos te pido
gemir como salvajes,
rugir palabras sucias,
abolir la ternura y la delicadeza,
sentir los cuerpos plenos de vigor y de furia,
no oír pasar el tiempo,
ser puros como fieras,
y fingirnos así a salvo y victoriosos:
más bestias y feroces que la muerte.
TODO LO QUE PERDISTE
El brillo de la vida
acaba lastimándonos,
lo mismo que nos duele
una mujer muy bella
que vemos y que pasa.
Consuela, aunque te extrañe,
hallar bajo la piel
luminosa de los días
algo sucio, que mancha y que hace daño.
Que la vida sea mala,
más tarde o más temprano para todos,
nos deja el mismo alivio
que hallaste al comprobar que esa mujer,
que creíste bellísima de lejos,
vista de cerca es fea,
y no has perdido nada.
CONTRA TODA ADVERTENCIA
Siempre hay quien descubre
signos apocalípticos
en todo nuevo tiempo.
Para este señalan
el éxito brutal de una televisión
gritona, zafia, boba y degradante,
la pasión energúmena del fútbol,
la juerga que se extiende a las mañanas,
la comida a granel, que a nada sabe.
Pero a pesar de todo, contra toda advertencia,
frente a la tenebrosa vida interior del alma,
pese al arte exquisito y melancólico,
siempre gana la vida,
esa fuerza salvaje, ruidosa y rutilante,
la vida pura, sin contemplaciones,
la vida elemental, como un gusano,
la vida que fermenta en la basura.
LAS VIRTUDES RETÓRICAS
Ser fiel a sus principios,
no dejarse comprar,
ser íntegro y sincero a todas horas.
De eso alardean necios y cretinos.
La única honradez que me conozco
es esta de aceptar, sin presunción,
con algo parecido a la mala conciencia,
que soy bastante hipócrita y me vendo,
y adopto conveniencias
mirando hacia otro lado.
Y a veces soy un ángel,
si me dejan.
(De Los Placeres melancólicos).
SOLEARES
Me bebo al día un vasito
(pero ya no me emborracho)
para que se entere el vino
de que yo soy el que mando.
De la pena qué sería
si la pena no escondiera
un poquito de alegría.
La gente sabe que hablando
arregla sus diferencias.
La excepción del matrimonio
sólo confirma la regla.
El mundo tiene averías.
No pudo quedar bien hecho
lo que se hizo en seis días.
Quién no ha hecho ante el espejo
más de una vez el tonto.
El espejo guarda un niño
que espera a que estemos solos.
Yo conocí a un sabio un día
que era sabio por saber
las cosas que no sabía.
Nada queda, nada importa,
sólo me hace compañía
el dolor de la memoria.
La lectura de sus versos
el poeta ha terminado.
La basura que es su vida
se convierte en un aplauso.
La tarde, muy lentamente,
va cayendo sobre el mundo
como una gota de aceite.
La desgracia de los hombres:
siendo tan poquita cosa
y soñando con ser dioses.
La plenitud de la vida
no se alcanza con el tiempo.
La tuvimos cuando niños.
Luego la fuimos perdiendo.
Miedo de ser lo que soy,
de perder lo que más quiero,
de lo que nunca seré,
y miedo de tener miedo.
Del querer se espera tanto
que por poco que nos falte
nos parece un desengaño.
Juan Peña
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