Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 28 de diciembre de 2010

141.- VICENTE LUIS MORA


Vicente Luis Mora nació en Córdoba en 1970. Se licenció en Derecho por la Universidad de Córdoba en 1993, pero más tarde hizo los cursos de doctorado en Literatura Hispánica. Cofundó, junto a Javier Fernández, la revista poética temática Berenice. Desde 1990, es columnista de opinión en Diario Córdoba, y, dentro del terreno de la crítica literaria, sus artículos han aparecido en Ínsula, Archipiélago, Quimera, Clarín, Mercurio, Turia, Puerto, Prima Littera, etc. (de hecho, posee un blog personal, “Diario de lecturas”, en el que reseña la literatura más reciente y ha recibido el Premio Revista de Letras al Mejor Blog Nacional de Crítica Literaria en su primera edición, en el año 2010). Como escritor, ha cultivado el campo de la poesía (ha sido incluido en diversas antologías poéticas y en revistas de creación literaria como Barcarola, Poesía digital, Turia, 7de7, etc.), el relato breve (algunos de cuyos textos han visto la luz a través de antologías) y la novela. En la actualidad dirige el Centro del Instituto Cervantes en Albuquerque (New Mexico, Estados Unidos).

-POESÍA
Texto refundido de la ley del sueño (1999).
Mester de cibervía (2000).
Autobiografía. Novela de terror (2003).
Nova (2003).
Construcción (2005).
Tiempo (2009).

-NARRATIVA
Circular (2003). Novela.
Subterráneos (2006). Libro de relatos.
Circular 07. Las afueras (2007). Novela.

-ENSAYO
Singularidades. Ética y poética de la literatura española actual (2006)
Pangea. Internet, blogs y comunicación en un mundo nuevo (2006)
La luz nueva. Singularidades de la narrativa española actual (2007)
Pasadizos. Espacios simbólicos entre arte y literatura (2008).

-PLAQUETTES
El dios humano (1996).
Pliego nº 2 de la colección de Artica Ediciones (2000).
Serie (2004).








A LA PREGUNTA DE POR QUÉ TE QUIERO

Porque la tesis va después del casus
porque la lluvia llega del oeste
el sol del este y éste del ocaso
te quiero porque la marea baja
y sube porque el cielo no es azul
te quiero porque el mar rompe en la costa
porque el amor la gravedad la muerte
hacen caer los cuerpos a la tierra
porque las nubes son en movimiento
y mueren como peces si se paran
porque la niebla es agua en suspensión
porque las cosas pasan y el reloj
no acierta nunca con la hora exacta
porque la rosa ya cortada muere
te quiero porque el átomo de cesio
es firme y el genoma variable
te quiero porque el sol calienta el aire
te quiero porque el cero es absoluto
porque mañana volarán las aves
porque hoy se acaba y esta noche es triste
casas vacías camas anchas frío

preguntas insensatas por teléfono

(De Nova)




HAY UNA CARTA EN MI ARCHIVO
DE CORRESPONDENCIA DE LA QUE
NO PUEDO DEDUCIR EL DESTINATARIO

en la que me desnudo como un niño
y escribo cosas que jamás he dicho

en ella no hay saludos ni menciones
de lugares o fechas ni de nombres
no hay pistas que me lleven al probable
sujeto —hombre o mujer— por quien me daba
infortunadamente a la verdad

está no más quien soy lo cual no es mucho
y es cotidiano y feo como el verso
de don Francisco (de Quevedo claro)
que cito cuando quiero sincerarme

a quién demonios se la mandaría

a quién por qué

con qué esperanzas en su parecer

y sobre todo

y lo que más me duele

por qué no me llegó nunca respuesta?


(Poema incluido en el nº6
de la revista ‘The Children’s Book of American Birds’)






Ella yacía. Y todo generaba
un resplandor de sal hacia su rostro.
Yacía y yo miraba caminando
mis ojos por la calle de su cuello.
Yacía y los objetos se giraban
torciendo su madera hasta su cara
crujiendo innumerables en la sombra
para mirarla y encontrar sentido.
Antes de amanecer, en Barcelona,
las olas que llegaban desde el puerto
entraban por su oído y no volvían.
Ella yacía y todo el universo
confabulaba para no velarla,
pedíamos silencio al corazón
pero el mío salía por la boca.
Ella yacía pero se movió
y sus pulmones se combaron lentos
y su garganta preparaba un tenue
suspiro que tender hacia la lengua.

Y el cosmos se paró para escucharlo.









Cuando era niño Dios era muy grande
su inmensidad azul me consumía
pensarle no dejaba respirar
y yo lo imaginaba como cámara
oculta que observaba mis acciones
sobre todo los ritos de la noche
que no debo contar y que sabéis
le dediqué la infancia y mis poemas
primeros pero nunca dio las gracias

unos años después me hice mayor
y mientras Dios se me quedó pequeño
se me enredaba dentro del bolsillo
me lo dejaba atrás en los cajones
en la mesita en el aparador
perdido sobre barras en los bares
diseminado en bolsos de las chicas
en la canasta de la ropa sucia
era pequeño y yo no lo encontraba
le pregunté a mi madre tú lo has visto?
y me decía lo cierto es que no
lo busco desde que murió tu padre
a veces lo veía por el barrio
rodando y solo creo que buscándome
y lo envolvía y lo traía a casa

en otras me escondía cabizbajo

hoy está aquí delante de las teclas
es tan pequeño que me cuesta verlo
quizá lo trague para no perderlo
o quizá no

mueve los labios creo que me habla
pero es tan breve que su voz minúscula
se pierde en el espacio entre los dos

se desgañita pero no le escucho

qué se siente le digo qué se siente?


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