Iván Mariscal (Jerez de la Frontera, 1976). Licenciado en Filología Hispánica, trabaja actualmente como corrector de estilo. Ha publicado el poemario Comprensión de la penumbra (4 de Agosto, 2008) e Itinerario de la luz en el volumen conjunto Un zumo de tres sabores o un itinerario compartido (Cuadernos Caudales de Poesía, Fundación Inquietudes, 2009), coordinado por el colectivo La Palabra Itinerante del que forma parte. Ha sido incluido también en las antologías Voces del extremo. Poesía y canción (Fundación Juan Ramón Jiménez, 2004), y en Voces del extremo. Poesía y capitalismo (Fundación Juan Ramón Jiménez, 2008).
Formó parte del Grupo de Estudios del Siglo XVII de la Universidad de Cádiz, publicando el artículo "Reflexiones sobre la libertad de imprenta y la opinión pública a través de las páginas de 'El Conciso', separata de "Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, nº 7" (Universidad de Cádiz, 1999). En colaboración con Miguel Ángel García Argüez escribió también "De la historia a la historieta: a vueltas con la novela histórica romántica en España", incluido en Historia, memoria y ficción: 1750-1850. IX Encuentro de la Ilustración al Romanticismo (Universidad de Cádiz, 1999). Es autor también de la semblanza del escritor Sancho Dávila Fernández de Celis del volumen 25 Escritores gaditanos raros y olvidados (Diputación de Cádiz, 2001). Desde 2007 tiene su propio blog.
ITINERARIO DE LA LUZ
Qué poco nos queda para llegar,
qué débil impulso nos basta.
Sólo torcer el cuello
mirarnos el pecho
concentrarnos en la carne
obviar el músculo
vislumbrar el hueso
perdernos en el blanco
traspasar lo blanco
llegar a la materia
bucear en la materia
nadar más abajo
y más abajo
y más abajo
y encontrarnos un fondo
y en el fondo unos peces
y entre los peces un pez
y en el pez un microbio
y en el microbio su interior
y en su interior una luz.
La misma luz
que guía a los barcos en la tormenta.
EN UNA PLAZA
Me encontré en la Riviera francesa,
al pie de los Alpes marítimos,
en una plaza con puestos de toldos a rayas.
Hacía fresco, y el más hermoso
atardecer que hayas visto
descendía de las montañas
y dejaba una acuarela pastel en las ventanas.
Se habían acabado de encender las farolas,
de esas antiguas y esbeltas, entre naranjos,
y sonaba el acordeón de las terrazas.
Por aquí y por allí las chicas
tomaban café, miraban al cielo,
besaban a jóvenes alegres
y me imaginé escribiendo un poema.
Hay sitios buenos para suspender el tiempo,
estar siempre, inarrebatables,
benditos lugares donde se podría morir.
Y éste es uno de ellos, pensé
mientras devolvía la foto.
LECCIÓN DEL AGUA
Y allá van,
después del amor,
separándose,
quién sabe si para siempre.
Ellos lo desconocen,
pero se deshacen
para mejor saberse
y cumplir su misión.
Como el agua se reparte
ella misma
para ser agua
y dar de beber.
Publicado por las afinidades electivas
Y es por eso que somos hermanos del hombre común,
hermanos del que no piensa nada:
porque cualquier ser humano
es un guerrillero de la vida.
Somos uno con el vecino cordial,
con el neutro señor que en las encuestas
ni sabe, ni contesta, ni opina.
Todos andamos el mismo camino,
compartimos el mismo frío
y los que no lo saben, sin saberlo,
son los ingenieros de un sendero sin vuelta,
participan en la creación del hombre
por el hombre.
La acción callada de todos
es la inercia que nos empuja al abismo,
a encontrarnos por fin unos con otros,
a abrazarnos en el aire unos a otros
y estrellarnos juntos,
dichosos y resueltos,
contra el sueño.
BALCONES, PAREDES BLANCAS
Por aquel entonces
beber alcohol
me ponía triste.
Salía entonces a la tarde,
cuando hacía sol,
de cuatro a cuatro y media,
daba un paseo y luego,
en la bañera de la luz,
entre gorriones y niños,
me sentaba en la plaza
a contemplar fachadas.
Y veía en ellas,
como en un espejo,
el chico que
suspirando
las miraba
un día tras otro
durante años
y no bebía.
LÁZARO Y EL CIEGO
Fíjate, es falsa su tranquilidad,
sus maneras de eficaz funcionario,
ese aplomo que muestran convenciendo.
Las mentiras se les caen como baba,
son reductos de un mundo que debió morir,
hablan con el último grito del dinosaurio.
¿No te has dado cuenta aún? Les tiembla
el viejo corazón bajo la corbata,
se les agita el asco al besar a los niños.
Son calaveras que hablan de futuro,
el último estertor de un moribundo,
el ruidoso patalear de un ahorcado.
Ellos saben que está cerca su fin
pero ejercen su oficio: disimulan,
construyen flores de cartón,
avivan fuegos de madera.
Fíjate bien y dime que es verdad,
dime que compruebas lo que te digo,
dime que compartes lo que vi.
Sabes que ellos me dejaron ciego,
que sólo tengo tus ojos para saber.
Dime que el mundo se ha dado cuenta.
Y él contestó por fin al agradecido viejo,
aparentando aplomo, temblándole el pecho,
cayéndole la baba
mientras decía que sí.
De Itinerario de la luz
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