Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 28 de diciembre de 2010

108.- MANUEL ÁLVAREZ ORTEGA



Manuel Álvarez Ortega



Nació en Córdoba en Abril de 1923 y murió el 13 de Junio de 2014.
Perteneciente a la primera promoción de posguerra, fundó y dirigió la revista Aglae (1949-53). Afín a las corrientes simbolistas y del surrealismo francés, su poesía se caracteriza por una vertiente sensual y llena de imágenes brillantes que arrancan del vanguardismo del 27, pero siempre con la expresión contenida, la elegancia musical del verso, la perfección estilística y una temática de preocupaciones existenciales en torno a la Muerte y el Tiempo que lo acercan a la tradición barroca y a la línea más metafísica del romanticismo anglo-germánico. Sus primeros poemarios inauguran una línea surreal, hasta llegar a obras claves en su trayectoria como Exilio, Dios de un día, Tiempo en el Sur, Despedida en el tiempo e Invención de la muerte. Luego vendrían: Lilia Culpa, Oscura marea y Oficio de los días.

Las inquietudes metafísicas centrarían Reino memorable y, sobre todo, el cambio formal que representa Génesis, con todo un universo simbólico que configura su poesía. Con Fiel infiel vuelve a la evocación amorosa mientras el tema del tiempo y la muerte van centrando Carpe Diem, Código o Fábula, que presenta una visión irónica de la realidad. Desde otra edad y Mantia Fidelis presentan el tema del amor, mientras la rememoración y la lucha contra el olvido definirían obras como Escrito en el Sur, Templo de la mortalidad, Liturgia o Gesta. A estos le seguirán una etapa cada vez más trascendental en la que destacan Claustro del día, Vulnerable dominio, Corpora Terrae, Acorde y su todavía inédito Heredad de la sombra.

Su estética aparece en Intratexto, mientras algunas composiciones pertenecientes a su libro Gesta han sido traducidas al inglés por Louis Bourne (Poemas / Poems).




- POESÍA:


La huella de las cosas (1948).
Clamor de todo espacio (1950).
Hombre de otro tiempo (1954).
Exilio (1955).
Dios de un día y Tiempo en el Sur (1962). Ambos libros aparecen juntos en un solo volúmen.
Invención de la muerte (1964).
Despedida en el tiempo (1967).
Oscura marea (1968).
Oficio de los días y Reino memorable (1969). Ambos libros aparecen juntos en un solo volúmen.
Carpe diem (1972).
Antología (1941-1971) (1972).
Tenebrae (1973).
Génesis (1975).
Fiel infiel (1977).
Escrito en el sur (1979).
Templo de la mortalidad (1982).
Sea la sombra (1984).
Lilia Culpa (1984).
Gesta (1988).
Código (1990).
Liturgia (1993).
Obra poética (1941-1991) (1993).
Claustro del día (1996).
Intratexto (1997).
Corpora Terrae (1998).
Desde otra edad (2002).
Poemas / Poems (2002). Versión inglesa de Louis Bourne.
Égloga de un tiempo perdido (2003).
Despedida en el tiempo (1941-2001) (2004). Antología poética.
Antología poética (1941-2005) (2007).




LOS OLVIDADOS DÍAS

Henos aquí, oh tierra coronada de errantes lluvias y martirios,
rozando las pálidas guirnaldas de un tiempo alimentado por el llanto,
como una sorda leyenda flotante en las aguas de un olvido,
humeante brisa arrastrada por la honda marea del invierno.
Henos aquí. Mas ¿quién oye en sus sienes lo que tu ronco farol pregona?
Todos dicen: ??Los muertos ya murieron y el polvo los deshizo??.Se olvidan.
¿Qué importa el exangüe nocturno, la rosa podrida en las frías ciudades?
¿A qué remover la huella que deja el tronco volcado por el musgo?
Estamos aquí. Vivimos. La última barca llevará la historia de nuestros días:
??Se amaron. Ni la niebla ni el odio borraron la música que ardía en sus gargantas??.
Y entonces, ¿a dónde retornar? ¿Por qué goteante rama hallar tu boca hecha hiedra?
No, no puede el corazón deshacer la trenza de un recuerdo y decir sólo una palabra: ??Sucedió??.

(De Clamor de todo espacio, 1950).







DESPEDIDA EN EL TIEMPO
(fragmento)

Pero has caído, piedra o ave cegada por el Tiempo.
De todo tu esplendor solo queda el recuerdo vacío,
el acto incompleto de revivir aquellos días cuando
te alzabas de la raíz materna que a solas me nutría,
cuando una luz sulfúrica, un viento aterrador,
una letal blancura se extendía por un valle de huesos
y pobreza, cuando -ardiente- tu llanto flameaba
sobre mi exilio, encadenando sucesos, cerrando
los círculos de mi vida, cada gota de mi oscuridad
compartida con mil seres distintos, míos, únicos
testigos de un nocturno episodio que no se repetirá nunca.
Has caído. De ti sólo queda el eco de tu edad,
tu patria perseguida, un fuego subterráneo, un ruido
como una sal caliente que aún conserva la huella
de mi paso por ese descompuesto mundo: una mortaja,
una piedra erigida, una cruz oxidada, una reja
indiferente a tu exterminio y un redondel de hierba
que deja pasar la luz coronada de amargura.

(De Despedida en el tiempo, 1955).







"WEST END BLUES" EN LA NOCHE


Concertado el trueno
y el relámpago,

¿cuál de estos rojos cometas,
lágrimas del litoral, sabría rehacer
la imagen de tu destierro?

¿Con qué materia
oída al fin la luna reveladora
de tu gracia, humo inmortal,
te sustentaría?

Y si tal fulgor consistiera
semejante traslación, aligerada
de súplicas la dársena que envuelve el alma,
¿acertaría a colocar tu vano corazón
en su sitio?

Hoy vuelves a mi casa: el piano,
los saxos y las trompetas huelen
el gas de las lámparas, el hollín de los años
escribe su verdad, oigo
tu cabeza apuntalada por los signos, el seno
abierto en medio de las fábulas
que conciertan las edades.

A punto de morir,
la noche en su oscuro hotel
se descalza, el mar es una libélula ciega
que quema los colores de sus alas,
conjuro el muelle, caz de tiza
el adarve.

Pero tú, Orfeo intemporal, tejes
las sedas para otro disfraz
más duradero, larva de un misterio mayor,
voz inhabitable.

Concédeme antes tu aliento,
dioscuro alucinante, haz
de esta hora una visitación que me deslumbre,
ceda el invierno su luto
imaginario, toque yo tu antigua dicha, cima
o nada.

Si no vale un viejo blues esta noche,
lejos del paraíso y sus lúcidas vírgenes,
grata me fuera la muerte.

(De Carpe Diem, 1969).







Un día, el vértigo en tu boca se configura, un lívido temblor se asienta en tus rodillas, crece cierta tiniebla que nunca en tus ojos se disipará.

Con paso muy lento, antes de que la estrella empiece a declinar, la máscara se posesionará de tu rostro.

En los demás, tu nombre sólo será un lúcido presentimiento.


[de Génesis]






ESCRIBO COSAS DEL HUÉSPED QUE ME HABITA

¿Qué dirás? Hallas la vida como un mar oscuro,
oyes de sus desnudos escollos elevarse
los puñales, ves el remordimiento de su agua
negar la paz, mojar de luto tus orillas,
ceder su tinta negra por el desierto de ortigas
que unos ciegos relojes, con habilidad, abren
en tu memoria.

Hoy es un día cualquiera,
tres de junio, un día innecesario, te mueves
como un fantasma que se hiere en las cosas,
ardes bajo el continuo fuego de este páramo
del sur, esta prolongación de la muerte,
este infierno diario.

Gota a gota se deslíe
la noche, vives, las redes del desaliento
te tienden su ceniza, suena una música de piedra,
están golpeándote contra números ciegos,
pájaros infernales, monarcas de un paraíso
que escriben su maldición sobre las tablas
de este hogar vacío, estos mudos espejos
que arañan tu prisión terrestre.

Cae la lluvia
del verano, un olor a pobreza te atenaza,
no sabes qué luz te inventa, vas por las calles
como dormido, gastas la miel de tu tristeza
por un puerto mortal, no hay barcos, no hay
velas, el faro está apagado, arriba solo
el cadáver de la luna que despliega los hilos
de su azufre maldito sobre el mar.

Por un arco
de maderos, ría abajo, conchas y cieno, te alejas
de la maldad, el llanto de los mendigos
cuya letra asesina, el duelo de una boca letal
que se ofrece junto al malecón, entre dos luces,
alba malcosida, perros que babean su pereza
alrededor de las lonjas de pescado,

muchachas
cuyas sórdidas dávidas enmohecen en el fondo
de los tugurios, bajo sábanas salpicadas de orín,
descompuesto el cabello por el humo del tabaco,
la siniestra marea de un ejército que se pudre
entre sudor, vino y discordia, vanas castidades
de una edad que gira descompuesta en la lana
despintada por la saliva de cien generaciones
de borrachos.

Te alejas hacia otros meridianos,
tiene que existir otro mundo, algún lugar, otro
aire, una tapia, un hoyo, un túnel, no sabes,
un amarillo espacio donde el crimen se olvide,
donde una espada de fuego, arcángel o demonio,
defienda y crucifique los puntos cardinales
del hombre, abra las trampas de la virginidad
y sus ceremonias,

alguna tierra, algún astro,
nube o subsuelo, en donde la justicia sea,
un puño vengador se levante, libere del tirano
que se embriaga en su copa de lujuria, no halle
el dolor su domicilio en el lecho del verdugo
que desata su mal diario, clausure la asfixia
sus llamas expiatorias y salve con los signos
de su turbulenta liturgia el insomnio que anida
bajo el humo de las cárceles.

Oh, existe, sombra
o planeta, y hacia allá quieres tender tu cabeza,
la costumbre del muerto que sube por tu tronco,
oír cantar aún el mar de huesos que por tus ojos
se mueve, interroga, escupe, te niega al aluvión
de pena que te arrastra a otro golfo, sótano
cada vez más oscuro, cuerda acusadora, papel
culpable, reguero de destilaciones que unifica
silencio y hambre, rezo y cadena.

Y hacia allá
vas, tentáculo creciente, salamandra, liana
última, mientras la noche en ti se precipita,
abre hondos agujeros del olvido por tu carne,
y tú, credo solo, en su tinta germinal viertes
la sal de tus horas, el luto y la aventura
de este huésped, fénix ciego, que te habita.

Desierto Sur, 1956.









Nada de lo que ha sido...

 Nada de lo que ha sido volverá.
Así, fiebre del tiempo, signo de un largo sacrificio.
Mas, callada la plegaria en la piel,
mientras la ruina cuenta su fábula, el día ¿qué gloria evocará?
Desierta aurora del exilio.






Abandona tus labios
a la voracidad de la noche,
y, alcatraz de ceniza, desciende a esta escollera que hacia la nada se aleja, allí donde el sueño
se alimenta de un pan de humo
y el sexo oculta su negligencia
entre halagos y maldiciones.

En este lecho nómade nace la historia
de un día de pasión, un día eterno;
entre besos de lluvia morada y saliva corrosiva el tiempo gira gratamente en su oscuridad;
el hastío se hace viaje interminable
por túneles de improperios.

Oh, vayamos a esa región donde el adiós
muere, a esas comarcas de venas azules
donde la luz se ahoga en medio del éxtasis y las cabelleras copulan;
hagamos de nuestro cuerpo
una nueva estación de belleza suicida, un meridiano insensato, un alto hotel
de parada fugaz y encuentro en peligro;

dejemos que los años y sus nostalgias empolven nuestro rostro de venenos y cicatrices,
hablen de otras noches más fúnebres,
antes de que un coro de tiernos asesinos deje escrita, en el lecho en donde nos descomponemos,
la maldición que nos hace progresar hacia el olvido.



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