Rafael Saravia González
(Málaga, 6 de febrero de 1978) es un poeta, columnista, editor y fotógrafo español.
Nació en Málaga, aunque desde su infancia reside en León, ciudad esta última que ha influido decisivamente en su producción poética y en la que también desarrolla su actividad de columnista, editor y fotógrafo.
Como poeta ha publicado los libros Pequeñas conversaciones (20011 y 20092 ), Desprovisto de esencias (2008), Llorar lo alegre (2011) y Carta blanca (2013).
Su poesía ha sido recogida en diversas antologías de poesía española reciente como Petit Comité (2003), Antología del beso. Poesía última española (2009), A Pablo Guerrero, en esta hora (2010), y Por donde pasa la poesía (2011), siendo considerado como uno de los valores emergentes de la «poesía española actual». También ha preparado la edición y el prólogo del libro El río de los amigos. Escritura y diálogo en torno a Gamoneda (2009) con colaboraciones destacadas como las de Gonzalo Rojas, Jaime Siles o Juan Carlos Mestre y la edición de la antología Barcos sobre el agua natal. Poesía hispanoamericana desde el siglo XXI (2012) elaborada conjuntamente con Jocelyn Pantoja. Además ha colaborado con poemas en revistas como Ágora, Cuadernos Hispanoamericanos, Turia, Nayagua, The Children´s book of american birds, Entrelíneas y Punto de partida.
Desde diciembre de 2012 es columnista habitual en el Diario de León con artículos de opinión sobre temas de actualidad. Asimismo ejerce en la ciudad de León su función de editor y gestor cultural a través de las diferentes publicaciones y actividades que se organizan desde el Club Leteo.
En el ámbito fotográfico ha realizado las exposiciones individuales Nos queda la memoria, Ramblas y Contrastes para la Junta de Castilla y León. También las colectivas No tan mayor, Arrabalescos, Aleteos del camino y Estupor y temblores, ésta junto a Chema Madoz entre otros.
Poesía
Pequeñas conversaciones (León, Ediciones Leteo, 2001). Reeditado en Madrid: Amargord Ediciones, 2009; ISBN 978-84-92560-17-2.
Desprovisto de esencias (Sevilla, Renacimiento, 2008). ISBN 978-84-8472-388-2.
Llorar lo alegre (Madrid, Bartleby Editores, 2011). ISBN 978-84-92799-36-7.
Carta blanca (Madrid, Calambur, 2013). ISBN 978-84-8359-251-9.
I
Sabemos de los otros
por que así nos llaman.
Secamos a mano nuestras bondades,
las pulimos y engastamos
y así, tan dispuestos de instantes,
nos volvemos apacibles, apetecibles,
sortilegio de nosotros y nuestros percances
II
Quizás suponga una conversación erudita
o todo lo contrario,
el caso es que en medio de grandes invernaderos
a una niña se le ocurrió un castillo de naipes.
III
Lo de nuestros cuerpos
era y sigue siendo una excepción.
Yo pienso que nunca fueron nuestros,
eran de noche y de nadie, amables.
Sólo se acicalaban para besarse
a tientas de todo;
el resto, eran discordias entre imanes.
ESPERANZA
Estaremos…
sabremos mantenernos desprovistos de esencias,
tornar como nunca a la piedad descrita en nuestros actos;
sabremos, tan humildes como quisimos ser antaño,
soñar arcanos celestes,
ciertas luces unidas a un mismo propósito.
No sabremos de destinos,
habrá pasos distantes, lejanos…
habrá presagios de encantos
y seguiremos sin plaza donde poder celebrar lo andado.
Ganaremos tiempo y se rasgarán los rostros.
Buscaremos brazos que prolonguen los nuestros,
abrazos que nos lleven más allá del desconcierto.
El consuelo esta en la lentitud del desahogo,
nuestra angustia:
la fragilidad de la amistad.
IV
No sabremos devorarnos sin jardines,
estrellas mironas, reliquias urbanas,
indecencias públicas
o algún que otro transeúnte.
Somos dos pacientes sin sol,
ansiosos de luz caliente y amables de espacios.
Sólo nos batiremos en lugares de viento,
en profundas sociedades...
No sabremos, a estas alturas,
amarnos de uno en uno,
a oscuras, íntimos y en silencio.
Lingua Plicata
Hay espacios por conjugar...
Somos antesala de nuestros deseos,
de nuestras predicciones más lastimeras y fúnebres.
antes de cualquier intento
ciertos hostales nos aguardaron,
nos convidaron al roce,
a unos labios hambrientos de pecado juvenil,
canal indeterminado,
prefacio de oquedades mejores.
Pero eras lengua y verbo...
Accésit de trapecista sobre mi incertidumbre.
Eras alimento sano y fresco,
Estímulo imbatible,
Hilaridad de mis sentidos bajos.
En estas ganas contenidas....
Ya poco importa el decoro,
poco importa ya la arrogancia venida a menos...
importa tu plica, tu escondite a mi alcance,
tus ganas y mis ganas si aún pueden encontrarse.
MÁRTIR EN VIDA
Sale cada mañana con su capa de estuco bien aplicada,
con su altiva menudencia,
rozando con sus pechos las tristes papeleras.
Sale con sus dolores bien abrochados,
con la urgencia del libro cerrado,
con la voz corrompida en el silencio,
sale con su dosis de impotencia,
sale presa de su noche mal zanjada.
Y entro yo,
recluso número once,
fiel paciente de sus tremendeces,
anacoreta de su arrogancia en el destierro.
Entro yo, de nuevo,
para cumplir sentencia,
para barrer los charcos fuera de las afueras,
para crecer subyugado al martirio del ignorante.
CARTA DE BUENAS NOCHES
Me gustas entre otras cosas porque sabes alcanzar;
porque buscas huecos vacíos, abrazas,
porque aplastas tu magia
contra mi intento de magia
y el mundo sigue casi igual.
Me gustas, entre otras cosas,
por tu exceso de excesos.
Porque sabes no elegir y suave,
con las manos bien entendidas entre sí,
me recorres sin premura,
sin moldura aparente,
haciendo de mi cuerpo un sube y baja
a modo de carretera curva,
temiendo el decisivo impacto.
Es entonces cuando,
aplaudiendo el intento,
los párpados se bajan,
se besan las pieles y,
muy adentro y muy afuera,
se hace sábana cómplice el silencio.
De Desprovisto de Esencias (Renacimiento, 2008)
CARTA DE HUMBERT NABOKOV A DOLORES EVSEVNA SLONIM
Mi querida:
Sería como encontrarnos en un pequeño rinconcito.
Tú, andarías deshaciendo los pasos que yo,
intuitivamente, te habría calzado en estos meses.
Haríamos, prudentes,
los gestos heredados en anteriores campañas;
jugaríamos a ganar cortésmente,
suponiendo de cada trazo un movimiento alto,
dirigido, curtido de tiempo y reprobados ensayos.
Ser expertos es lo que importaría,
el hecho sería un desahogo en nuestras referencias;
así sería el pacto.
Tu castidad abierta, mi lujuria controlada,
los roces exactos,
un toque de equilibrista en cada curva acentuada
con aliento y yemas...
El rincón sería, sin duda,
un aliciente a la destreza,
y la mirada,
nuestra campanilla de principio y fin.
Así sería, lo sé.
De otra forma él y tú no aceptaríais nunca este camino.
De Desprovisto de Esencias (Renacimiento, 2008)
XIX
La vida, en sí, no se descuida.
Tornan los ciclos, lentos,
a lo sumo precarios en sus formas.
Llueve entonces más despacio
y el tiempo, con otro olor, de otra forma,
pasa con urgencia de inquilino.
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