Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 26 de mayo de 2012

1325.- ENRIQUE CASELLAS

Fotos: Francisco Santiago©




Enrique Casellas nace el 9 de febrero de 1974, en Sevilla, siendo criado en el popular barrio de Capuchinos de la Capital Hispalense. Aunque cursa estudios de Relaciones Públicas, en 1994 abandona los mismos para dedicarse a la faceta por la que ha recibido más distinciones: La Música.

A la temprana edad de 8 años, ya participaba de la mano de su padre y su abuelo materno en numerosas tertulias literarias, caso de “Noches del Baratillo”, donde se estrena con unos versos del padre Ramón Cúe, o en la Asociación de Poetas Andaluces Al-Mutamid. Su técnica literaria y sus poemas, le sirven de base para sus composiciones musicales, que hoy en día practica como profesional, aunque él mismo se considera un principiante y poeta popular.

Su niñez también se vio reflejada en el entorno de coros de hermandades de gloria, realizando sus primeras composiciones para los Coros de la Pastora de Capuchinos y Ntra. Sra. del Rocío de la Macarena, curtiéndose como gran cofrade dentro del mundo de las glorias, perteneciendo también a la Hermandad de la Pastora de Cantillana.

En 1997 edita su primer trabajo discográfico, aunque ya había participado activamente en otras grabaciones, siendo el tema más popular entre sus composiciones “Mi Medalla del Camino” y comienza igualmente labores de productor musical. En 1998, coincidiendo con su segundo trabajo discográfico, gana el Festival de Benidorm, recibiendo la Sirenita de Oro del primer premio con la canción “Seguramente”.

Su último trabajo discográfico se editó en el año 2000, y en el 2003 participó como director en la grabación conmemorativa de la Canonización de Santa Ángela de la Cruz, CD que contenia Himnos y Cantos interpretados por las Hermanas de la Cruz.

Dentro del mundo penitencial, es Hermano de la Sagrada Cena de Sevilla, y de los Gitanos de Utrera y Sevilla, siendo en esta última costalero del Señor de la Salud y pregonero de la Hermandad en el año 2003, formando también musicalmente, el coro de campanilleros de esta Corporación de la Madrugá que hace su estreno acompañando el Rosario Vespertino de María Santísima de las Angustias, en el 250 Aniversario Fundacional de los Gitanos.

Su extensa devoción a las hermandades de gloria, le llevan el 8 de mayo de 2004, a ser el pregonero elegido por el Consejo de Cofradías, resonando su pregón con magnífica exactitud en la Catedral de Sevilla, presidiendo el mismo el Simpecado de la Hermandad de Ntra. Sra. del Rocío del Cerro del Águila. Igualmente forma parte de la junta de la Hermandad de la Pastora de Capuchinos en el 2004, ocupando el cargo de Teniente de Hermano Mayor.




PREGÓN DE LA SEMANA SANTA
DE LA CIUDAD DE UTRERA


Carey para el Nazareno,
para el que cruza triunfante
las callejuelas del pueblo.
Para el Señor, Rey de reyes,
de la tierra y de los cielos.
El que vio pasar los siglos
sin perder el privilegio
de ser custodio de fe,
de promesas y de sueños.
El de los viernes prendidos
en el susurro de un rezo.
Ese al que besé los pies
una noche de febrero
y dejó sobre mis labios
un ramillete de versos
pasionistas, penitentes,
suplicantes, herederos
de los que a sus pies dejara
antaño el beato Diego.
Cuando besé su talón
prometí ser cirineo
y prendieron en mi alma
cinco llagas de silencio,
cinco cruces como emblema
de los que a ti te trajeron
a esta Vereda de amores,
a la que mi voz acerco
queriéndola convertir
en un amanecer nuevo
y proclamar la pasión
de este Jesús Nazareno,
que hace más de cuatro siglos
vive reinando en su reino
de albores de Viernes Santos
que renuevan padrenuestros
y avemarías de Angustias
en un rostro, llanto pleno.
Que lleva con su dolor
desde que se encarnó el verbo
en su vientre de azucena.
Inmaculado misterio.
Angustias de una pasión
que empieza orando en el huerto
y que, del domingo al viernes,
cruza veredas, de incienso,
de ese camino de Ronda
donde paraban enfermos
y eran sanados por hombres
que el nombre de Dios siguieron
abrazándose a la cruz,
como lo hiciera el Maestro.
Mi voz será or de nácar,
que se incruste en el madero,
para ir contigo por siempre.
Que este humilde pregonero
quiere sentirse de Utrera
de alma y de sentimiento,
por eso quedé rendido
una noche de febrero
allá en San Bartolomé
por la sencillez de un beso
a los pies de este utrerano
Rey de la tierra y los cielos,
el de la cruz de carey
Padre y Jesús Nazareno.




Se que la vida le ha puesto
losas a tu corazón,
que pesa el tiempo vivido.
La alegría y el dolor
hace mucho se fundieron.
Ya se marchita la or
y a este paisaje de vida
le vas buscando el alcor.
Pero aun te quedan motivos
para dar gracias a Dios.
Ayer te vieron rezando
ante el Cristo del Perdón.
Se que una ofrenda le hiciste,
tu nieto me lo contó.
Dice que anoche sacaste
el rosario que heredó
tu madre. Sus cuentas rozan
la quinta generación.
Ese que está todo el año
al fondo de aquel cajón
y que tan sólo lo sacas
en muy contada ocasión.
Por supuesto por septiembre
cumpliendo la tradición.
Son ochenta y seis novenas
las que el rosario cumplió
en tus manos y otras muchas
–sabrá cuantas el Señor–
en manos de las que fueron
sangre que a ti te llegó.
Lo que a tu nieto le extraña,
y a mí me lo comentó,
es que de aquí hasta septiembre
mucho queda.¿Que pasó
para que aquel rosarillo,
el de pétalos de or
estuviera en la mesilla?,
junto a la Madre de Dios
la Virgen de la Amargura
la que está en Consolación.
Pero pronto comprendimos.
La duda se disipó.
Al salir la cofradía
su rostro se adivinó
tan sereno, tan colmado
de respeto y devoción,
con su mantilla de blondas
negra de veneración
y en tus manos, tan cansadas,
como una bella lección
aprendida desde antaño,
ese rosario de amor.
Letanía de sollozos
que tu pecho atravesó
como ofrenda de por vida
o nal de ese renglón
que termina un lunes santo,
añoranzas de pasión,
ante ese Cristo expirante
que mira de frente al sol
y a la luna y a los astros;
el que un día reunió
a un puñado de muchachos
que con rmeza y tesón
llegaron a nuestros días
sabiendo dar su pregón
de bondad a los mayores.
Así fue lo que pasó.
Que cuando el sol de la tarde
dio las seis en el reloj
y el paseo del Santuario
de pronto se convirtió
en calle de la amargura
pidiendo, a Cristo, Perdón,
ella cumplió una promesa
su última procesión






De la vieja capilla trinitaria
viene Cristo, adentrándose en la villa.
Los costaleros sufren de rodillas
buscando la medida necesaria.
Sobrehumano el esfuerzo, hasta que logran
derrotar a ese físico teorema.
Y detrás, bajo palio la Señora.
La lógica no existe es un poema
que atravesó triunfante y cruzóme
por no desamparar a toda Utrera.
La emoción del gentío fue testigo
frente a un arco, orido por la espera.
La calle de la fuente quedó sola.
La cofradía busca la carrera
para que un año más los aigidos
puedan enarbolar esa bandera
del que muere en la cruz, del Cristo pobre
que se adentró en la villa en primavera.






Y el pueblo quedó en silencio
porque ese Dios del sagrario,
ese Jesús necesario
en nuestro mundo vacío,
de valores y conciencia,
donde lidera el hastío,
ya salió de Santiago.
Pero ¿el silencio es el pago
después de tanta enseñanza
que nos dejó el Soberano?
El silencio es el respeto
que tiene el pueblo utrerano
a ese que llevan Cautivo,
al que le ataron las manos
en aquel huerto, entre olivos.

Silencio para callar
nuestra culpa pecadora.
Silencio por la Señora
que no para de llorar.

Silencio para entender
esa humildad redentora.
Silencio, porque es la hora
de volver a consagrar
al Cordero de la vida
y aunque sangren sus heridas,
su sangre, libertará
a todo el que sea capaz
de aprender de su palabra
y calle cuando Dios habla
atendiendo a su verdad.
Silencio para rezar
cuando el jueves oscurece
que en silencio nos parece
que toda Utrera es altar.
Silencio pide el ruán
y la túnica de cola
y la luz de la farola
que en la plata reverbera.
Silencio pide la cera
y el racheo costalero.
Silencio pide el austero
cortejo de cofradía.
Silencio pide María
por el fruto de su vientre.
Silencio pide la gente
callando por donde pasa;
así el silencio traspasa,
las callejas empedradas,
buscando una madrugada
que con silencio comienza.
Que equivocado el que piensa
que el callar no reconforta.
Pero al cristiano le importa
rebuscar en los adentros
y encontrar ciertos momentos
para crecer en la fe.
Que no es ciego el que no ve
si no el que viendo no encuentra.
Así el silencio nos renta
piedad y recogimiento.
Silencio como sustento
de un jueves que se termina;
tan solo la bambalina
tiene venia de alterarlo.
Cuando me paro a pensarlo
comprendo su melodía,
es un piropo a María
y a sus lágrimas benditas.
Mas ni su hermosura quita
profundidad a ese llanto.
Hay silencio en su quebranto.
Hay silencio en su dolor.
Silencio piden sus ojos
que sobre claveles rojos
va Cautivo el Redentor.






Fue deshojando abriles la memoria
y al árbol de la cruz se le implantaron.
Cinco siglos rodaron, como norias.
Cinco llagas de amor Crucicado
rebosaron, amén de que la historia
aun no desempolvó todo el legado
que uniría por siempre, y a Dios gloria,
los signos del presente y el pasado.

Pero quiso actuar la providencia
brotándole a un chaval entre las manos,
devolviéndole al pueblo la clemencia
de aquel altar antiguo y olvidado.

Cuando el viernes, del templo, rasgue el velo,
la historia cobrará signicado.
La nueva cofradía –y su cortejo
por San Miguel arcángel custodiado–
deshojará otro abril, de nazarenos
que hoy por primera vez son pregonados
en la humildad sincera de mis versos.

Padre, yo ante tu cruz había rogado
unción para que fueran mis palabras
un bálsamo sencillo, en el letargo
que esta vida ligera nos provoca,
un pórtico de amor para cruzarlo.
Y hoy lo crucé y me vi frente a tu pueblo.
Como cofrade ante ellos me consagro,
orgulloso, a sabiendas de que vengo
como adalid de un sueño entronizado,
pregonando una nueva cofradía
que brotará en abril como un milagro.





Tres gracias vengo a pedirte,
aunque no sea Viernes Santo,
tres deseos, tres plegarias
dejaré bajo tu manto.
Entre bordados de oro
mis ruegos vengo a posarlos.
El primero es que Sevilla
sea siempre para tu llanto
pañuelo de encaje no,
por más que pasen los años.
Que cada pueblo te tenga
en la mente y en los labios
y se refugien en ti
cuando sientan el agravio
de esta sociedad que huye
de los mensajes cristianos.

Lo segundo que te pido
es que no nos faltes, Madre;
que por más que nos agelen,
lictores de soledades,
veamos en tus Dolores
donde aliviar los pesares.
Con arrullos de cornetas
cuando se muere la tarde
al vaivén de capas blancas,
estampa que mece el aire
como mecen a Jesús
cincuenta y cuatro costales.

Y un tercer deseo quiero
pedirte en esta mañana,
y no es para mi Señora,
es para todo el que clama
alivio para su vida.
Para la gente cansada
de pedir sin que lo escuchen.
Para aquellos que no alcanzan
a comprender como Dios,
ante este mundo, no alza
sus manos misericordes
ante tan poca bonanza
de los que están condenados
a perder en la balanza
de la igualdad, la salud…
y sienten desconanza
del maldito desarrollo
que siempre barre hacia casa.
Por eso te pido –Reina–,
en esta última gracia,
que el mundo vuelva a creer
y que sus brazos los abra,
para repartir amor,
rompiendo barreras falsas.
Yo se que no es Viernes Santo
pero escucha esta plegaria.
María de los Dolores
te lo agradezco en el alma.




Los luceros en la gloria
se han “partío” las camisas;
por eso iluminan tanto.
Ese susurro en la brisa
es un ¡ole! a los gitanos
y a esta tierra que ellos pisan,
convertida en Tierra Santa,
Jerusalén en Sevilla.

Ya, la “madrugá”, le ha puesto
un cerrojillo a las prisas.
Hasta el reloj se detiene
enmarcando la salida
del Cristo de los gitanos,
Buena Muerte que da vida.
El contratiempo lo sabe,
que perderá la partida;
que aquí el compás es “pausao”.
Y así mi hermandad camina
tornando los sinsabores
en un regusto de almíbar.
El bronce del llamador
es cuplé por bulerías
para intentar, al Señor,
aliviarle las heridas
de los clavos, la lanzada
o la corona de espinas.
Los candelabros retuercen
toda su gitanería.
El calvario de claveles
de romero se salpica.
Los capirotes soñados
cubren morenas mejillas
por donde van resbalando
lágrimas de perlas nas
pregonando desde adentro
emociones contenidas.

El sentir de los gitanos,
convertido en cofradía,
lo vuelve todo moreno
hasta las claras del día.





Esperanza en el varal
y la na orfebrería
de candelabros de colas,
jarras y candelería.
En alegres campanillas
de cada vela rizada,
en el verde terciopelo,
en la gloria inmaculada
que va pintada en el techo,
en el jarrillo del agua
que beben los costaleros.
Esperanza en los ciriales
y el medallón pertiguero.
Esperanza en cada uno
de sus blancos nazarenos.
En la caña y el pabilo
que enciende los candeleros,
en naveta y monaguillo.
Esperanza en el incienso,
en la cal de las callejas,
en la cruz que abre el cortejo
en la ausencia pura y jonda
de todos los que se fueron
y en los que siguen llevando
el timón de este velero,
galeón cincuentenario,
tan garboso y pinturero,
que en aguas de su Esperanza
navega al son de los vientos.
Esperanza de veranos,
con sus potajes señeros.
Esperanza en los otoños.

Esperanza en los inviernos
acurrucando del frío
con el calor de su aliento;
un aliento de esperanza
que en primavera es un verso
que podría haber salido
de mano de los Quintero.
¡Ay¡ si hubieran conocido
estos dos ojillos negros,
este semblante de azúcar
morena, como su pueblo,
a la Esperanza Gitana,
seguro, le habrían compuesto
un ramillete de rimas,
de romances, de sonetos.
Y es que ella es madre de artistas,
de poetas, de toreros.
Es inspiración del cante
y el baile de los amencos.
Es bajañí de Morón,
tocando al cinco por medio,
acompañando a Fernanda
que está con Ella en el cielo.
Es barro “pa” moldear
una “madrugá” de ensueño.
Es color, en la negrura,
en la eternidad de un lienzo.
Es Calle Nueva vestida,
por septiembre, de recuerdos.
Es alboreá y quejío.
Es un querer y no puedo
acompañarte Esperanza.

Tú sabes, de mis desvelos,
y que mientras Tú caminas,
al son de campanilleros,
yo soy costal sevillano
para el Divino Cordero,
el que atraviesa Sevilla
bajo el peso de un madero.
Pero mi mente se escapa
como si fuera un vencejo
y, de vez en cuando, viene
y te busca por el pueblo
y hasta que no da contigo
no se vuelve de regreso,
sabiendo que tu hermosura,
por mas que pasen los tiempos,
es un himno de Esperanza.
No hay remedio para eso
ni quiera Dios que lo haya.
La esperanza es lo primero.
La esperanza que hoy rebosa
en este atril pregonero
y que me trajo hasta aquí
a cantar mis sentimientos.
Esa Esperanza de Utrera,
la del mimbre canastero,
la de la canela en rama,
la de los gitanos buenos.





Cuanto pesan las cruces
del día a día.
Cuantas veces buscamos
tu compañía
Porque sin ella
el nal queda lejos,
como una estrella.

Cuantas veces atamos
nuestras bondades
a una recia columna
de vanidades.
Cuanto daría
por atar a tus manos
las manos mías.

Palomar encendido
luz medianera,
que no caiga en olvido
nuestra quimera
Todos soñamos
con la paz que a la Virgen
le suplicamos.

Cuando vuelve triunfante
se muere el día.
Una rama de olivo
trae María.
Calle la Plaza;
es olivar sereno
cuando Ella pasa.

A una columna viene
Jesús atado.
El pretorio de Roma
lo ha condenado.
Los utreranos
jamás te amarrarían
a ti las manos.

La altivez de la torre
se vuelve faro
y estampa dieciochesca
Rodrigo Caro.
¡Santa María!
Ya regresa a su templo
la cofradía.






Y...
cuando el Domingo de Ramos
cambie las palmas por la cera,
orad ante su Hijo amado
que es Dios mismo en su regazo.
Ella es custodia que muestra
desde el calvario del paso
–soberbio altar de madera–
el misterio consumado
que en sus brazos nos presenta.
Tened caridad, ¡por Dios!.
Venid a aliviar su pena.
Arroparla en las esquinas.
Abarrotad las aceras.

Que Ella no se sienta sola
en esta amarga rivera.
Que no sé como soporta,
sin que le fallen las fuerzas,
ese cuerpo inerte y frío
que es, sin vida, vida eterna.
Los ángeles me escucharon
cuando escribía el poema.
A por sor Ángela fueron,
la bajaron a la tierra
y aquel Domingo de Ramos
brotaron dos azucenas.
Madre Angelita les dijo,
a los que fueron por ella,
–Vosotros sois de esta vida
guardianes y centinelas.
Yo solo soy una más,
una humilde mensajera.
Todos debemos estar
a cada instante con Ella
porque de toda la gloria,
porque de toda la tierra,
Ella, es la or escogida
para aromar con su esencia.
Los ángeles se cuadraron
a las plantas de su Reina
y cuando el palio fue al cielo,
allí, dentro de la iglesia,
Sor Ángela preguntó.
–¿Cual es la marcha que suena?–
Los ángeles contestaron
–Es la marcha Macarena–
Y rodeada de gloria,
hasta el dintel de la puerta,
salió el Domingo de Ramos
la Quinta Angustia de Utrera.

La tesis del amor es, en la tarde,
libro abierto, lección que no se estudia,
es fuente, en un desierto, que repudia
la ira y el rencor, las falsedades.
La tesis del amor es un venero
que mana sin que nadie lo contenga.
Nadie puede frenar esta contienda,
Cristo muerto en la cruz, Dios Verdadero.

La tesis del amor es un latido
de la calle Preciosa al Altozano.
Que tomen y den fe los escribanos
de esta lección de amor comprometido.
La tesis del amor es la Vereda
redundando un sin n de Ave Marías;
es colegio que suena a letanía,
recuerdo que en la mente siempre queda.

La tesis del amor forma a dos aguas
y va, por donde pasa, adoctrinando.
Y a su paso el amor nos va dejando
la clase magistral que Dios nos manda.
La tesis del amor, el Martes Santo,
es fruto del carisma y el talante
de antiguos salesianos y estudiantes
que hoy visten por amor de rojo y blanco.





Ay de los Desamparados
que entre palmas y entre olivos
gritan hosanna en el Cielo
ese Bendito Domingo.
No desampares a Utrera,
mi Consolación, te pido.

Ten Piedad, que aunque en tus brazos,
sobre ese monte de lirios
lleves tu vida sin vida,
aunque parezca dormido,
y Cinco Angustias de muerte,
por soberano designio,
hayan “cruzao” por tu pecho
como un “puñao” de cuchillos
yo se que allá en las alturas,
donde comienza el camino,
te han coronado los Angeles,
y allí sientes el alivio
de ver triunfante en Su Gloria,
que es nuestra Gloria, a tu Hijo.
Danos el entendimiento
de saber lo que has sufrido,
mas no nos niegues tu risa,
mi Consolación, te pido.

Cristo por amor perdona,
crucixión y martirio,
mientras penas tu Amargura
Utrera pena contigo.
Por la Amargura de Utrera,
mi Consolación, te pido.
Las Veredas del Amor
son las que le dan sentido
a la vida, caminando
por su angosto recorrido.
Que no perdamos la senda
del Amor, que a voz en grito
alce Utrera tu bandera,
mi Consolación, te pido.

Y más que nunca, te ruego
por que al mundo que vivimos
no lo amedrante y lo cubra
la sombra del terrorismo.
Por esa Paz que derramas
quiero encender hoy un cirio,
que su llama penitente
no se apague por los siglos.
Paz para Utrera y el Mundo,
mi Consolación, te pido.

Por el sagrado misterio
de que Dios es uno y Trino,
Espíritu Santo y Padre,
Nuestro Hermano Jesucristo,
no desampares a Utrera,
mi Consolación, te pido.
Somos cristianos creyentes,
y así estamos convencidos
de que María es La Madre
y estaba escrito, en su sino,
que llorarían sus ojos
como las aguas de un río.
Lágrimas, del Jueves Santo,
lloras por Jesús Cautivo.
Por las lágrimas de Utrera
mi Consolación, te pido.
Porque Angustias tiene Utrera,
Angustias de sus vecinos,
por los azotes del mal
que nos depara el destino;
de los viejos, de los niños,
del futuro y del recuerdo,
redentor y compasivo.
Por las Angustias de Utrera,
mi Consolación, te pido.
Y es que tras la Vera-Cruz,
tras el tremendo martirio
de humillación y de azotes
por el que pasara Cristo
hasta llegar a la muerte
del sepulcro negro y frío,
no hay dolores comparables
a los que Tú habrás sufrido.
Por los Dolores de Utrera
mi Consolación, te pido.

Tras la Santa y Buena Muerte
no habrá quien piense distinto.
La Esperanza es la victoria
de lo que buscan Auxilio
en su Madre. Dulce Nombre.
Un Rosario orecido,
de la Mesa, Auxiliadora,
de Fátima o del Rocío.
Concepción o la Pastora
que está cumpliendo tres siglos.

Por la Esperanza esperamos
eso que le da sentido
al yunque de nuestra fe
que resuenen sus tañidos
al vino y al pan moreno
en cuerpo y sangre de Cristo,
así fundimos, creyendo
en que al alba del domingo
Cristo volverá triunfante
Resucitado y Altivo.
¡Ay! Esperanza de Utrera,
que nunca quede vacío
el pozo donde bebemos
de las aguas del alivio.
¡Ay! mi Esperanza morena,
la de los bronces fundíos,
danos corazón humilde
como al chacho Ceferino,
intercede por tu pueblo,
líbranos del malecio
de sufrir las diferencias
por colores o apellidos,
que a un mismo compás Utrera
vaya siempre a ese cobijo
de manto y de palio verde
y coral de tus zarcillos.
¡Ay! mi Esperanza gitana,
si alguna vez siento el frío
de estar lejos de la Gloria
que Dios nos ha prometido,
devuélveme a tu regazo
y que siempre en mi “quejío”
vaya el brillo de tus ojos,
Gitana del amor mío.
Por la Esperanza de Utrera,
mi Consolación, te pido.



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