Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

lunes, 27 de diciembre de 2010

010.- CONCHA LAGOS


Concha Lagos

[Córdoba 1909 - Las Rozas. Madrid 2007]

Nacida en Córdoba, Concha Lagos es el nombre literario de Concepción Jiménez Torrero, que como otras mujeres -no sólo escritoras- de su tiempo, hace suyo el apellido del marido, no sabemos bien en este momento si apropiándose de él a manera de seudónimo o por lo que en un principio tuviera de presentación social.

Pasó su infancia en Córdoba, fue bautizada en la Parroquia de San Nicolás y allí cursó sus primeros estudios, entre los que se incluían francés, música y canto, en el colegio de la Sagrada Familia, conocido popularmente como las Francesas. Con el traslado de su familia a Madrid, sólo volverá a Córdoba circunstancialmente, aunque la ciudad, sus costumbres, su atmósfera, los olores, sonidos y naturaleza perviven en su poesía como sensaciones irrenunciables, «entretejidos a los temas centrales, dejando de ser meros telones o fondos de ambientación descriptiva» (C.Zardoya).

Por su matrimonio, se afianzará definitivamente en Madrid, a cuya casa de Gran Vía, concurrirán escritores, pintores y artistas así como fotógrafos y cineastas; uno de estos pintores, Anselmo Miguel Nieto, amigo íntimo del matrimonio, la pintará en uno de sus mejores y apreciados retratos. Reconocida no sólo por su aportación poética, sino también por su atención a la edición de poesía a través de las páginas de la revista Ágora, a la que se incorporó en la entrega número veinticinco y que dirigió en 1956; revista que sería el germen de la tertulia de los viernes y que daría nombre a una colección, actividades todas dirigidas a la búsqueda y difusión de nuevos valores poéticos contemporáneos, que no siempre terminaron por corresponder a aquella que tan generosamente había abierto las puertas y los cenáculos literarios madrileños, cuando todavía eran aspirantes a poetas recién llegados de provincias.

Su valía y originalidad han sido reconocidas por críticos y poetas, estudiada en diversas universidades americanas, ha recibido premios como el «Ámbito Literario de Poesía» (1980) o el «Ibn Zaydun», del Instituto Hispano-Árabe (1984); con ellos se ha querido ratificar los valores poéticos de un corpus abundante en el que precisión, constancia, sinceridad, hondura expresiva y calidad poética se dan la mano.

Concha Lagos concibe la creación literaria como un trabajo en el que se aúnan inspiración, criba y corrección. Tiene en Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y especialmente Luis Cernuda a sus mentores poéticos; de este último, confiesa estar imbuida de su tono y de su clima poético; entre las escritoras admira a Carmen Conde, Ángela Figuera, Pilar Paz Pasamar, Elena Andrés... en las que reconoce la originalidad, la fuerza y el misterio de sus palabras. De los extranjeros, Rilke será el poeta más admirado.

De vocación temprana, aunque aparición tardía como escritora, a Concha Lagos se la conoce como poeta, pero cuenta también con abundante producción en prosa: cuentos -El pantano (1954), La vida y otros sueños (1969)-, aparecidos en diarios y revistas como Ágora, Ya, Papeles de Son Armadans, La Estafeta Literaria...; novelas -Al sur del recuerdo ( ) «mitad diario, mitad libro de comentarios y reflexiones » (M. Fraile), con Galicia y la guerra civil como trasfondo-, artículos periodísticos, guiones para televisión, e incluso teatro -Después del mediodía (1962), estrenada en Madrid-. Su presentación como poeta la hizo con Balcón (1954), que recuerda inevitablemente a Entre visillos de Carmen Martín Gaite, por su conversión de los lugares físicos en el punto de vista desde el que contemplar, descubrir, juzgar y comunicar el mundo con ojos de mujer.

Poesía «culta», pero también popular, del pueblo -Arroyo claro (1958), de resonancias infantiles, Canciones desde la barca (1963), muchos de cuyos poemas pasaron a ser «copla». Su reconocimiento progresivo fue logrado poco a poco, como el respaldo concedido por su inclusión en la colección santanderina «Cantalapiedra» con el libro La soledad de siempre (1958), siendo ella la primera mujer que figuraría en la misma. Su temática, de orientación existencial, se debate entre la fe y la duda comunicada mediante un agonismo religioso que la fuerzan a actitudes extremas en donde se hacen presentes rebelión y nihilismo.

Vacila entre el arraigo y el desarraigo vivencial y poético; duda e inseguridad acosan a la autora desde los primeros libros sin que excluya por ello otros temas como el mundo de los niños -el ya citado Arroyo claro-las preocupaciones maternales -Agua de Dios (1958)-, la frustración -La soledad de siempre (1958)-, el amor -Luna de enero (1960)-, la naturaleza como elemento vivificador que consuela e impulsan a su autora a seguir la búsqueda de la luz y del conocimiento, sólo revelado a través del sueño y el recuerdo -El corazón cansado (1957), Tema fundamental (1961), Golpeando el silencio (1961)-; con frecuencia Concha Lagos se plantea la necesidad de volver a los orígenes como única manera de recobrar el conocimiento -Para empezar y Canciones desde la barca (1963), Los anales (1966), El cerco (1971), La aventura (1973)-. Dudas y vacilaciones intensifican su preocupación agónico-existencial sin que lleguemos a encontrar un vencedor definitivo al dejar su autora la puerta siempre abierta a la esperanza.

Concha Lagos presta su voz a los temas del Sur, de ese Sur del que nunca se llegó a alejar definitivamente. Con perfecto dominio del lenguaje, utiliza con mesura los recursos retóricos. Su lenguaje es exacto, cuidado, pudiendo descender a niveles coloquiales y populares cuando el intimismo y la familiaridad lo permiten, o remontar su vuelo a un vocabulario litúrgico-religioso o técnico con referencia a sucesos o personajes concretos. Todo ello transmitido mediante unos símbolos que por clásicos y universales entroncan a la autora con lo más recio y perenne de nuestra literatura.

Mª José Porro Herrera. Universidad de Córdoba.





Medardo Fraile, Claudio Rodríguez, Carlos Bousoño, José Hierro, Vicente Aleixandre y Concha Lagos.





CAMPO ABIERTO

Enamoradamente he vuelto la cabeza,
allí, por la mañana de luz y de claveles,
con la viva alegría
del viajero que vuelve al lugar deseado.

Enamoradamente por los altos balcones,
entre jardines tibios, con risas de muchachas
que ya están presintiendo el roce del amor.

Lanzad, lanzad los lazos. Sujetadlo con bridas.
Es el amor, cogedle. No perdáis un instante.







¿CÓMO SERÁS CON ESTOS OJOS MÍOS?

¿Cómo serás sin estos ojos míos?
¿Quién te leerá palabras por la frente
sabiéndote despacio, pena adentro?

¿Cómo serás cuando el río descienda
y sientas ya la espuma por las sienes?
La espuma de tu mar, el mar de todos.

No sé dónde dejarte escrito el nombre
crecido de tu tiempo hacia otras fechas,
desbordado de sí, fuera de madre.







DETENIDA EN EL HUECO DE TU ESPACIO...

Detenida en el hueco de tu espacio,
fácil a la impaciencia de tu mano,
en el juego incansable, agua y luz,
de la arena y la ola por la playa.

Encendida de ti, llama en tu fuego,
varada ya en tu orilla, puerto y ancla,
presintiendo las cifras de la resta,
mientras sumo otra vez amor y duda.

Otra vez a volar, redoble, vuelo.
A contra luz voltean las campanas
el alegre repique de esta tarde
en vuelo por el aire de tu torre.







EL DIÁLOGO

No hilvanemos historias, no hace al caso,
lo importante es saber que aquí me tienes.
¿Dónde ya la que fui?
Deja que el tiempo se nos lleve y pase,
así quedamos siempre renacidos.

Hoy no sé si estas manos son aquéllas,
sólo las siento como manos tuyas
porque tu tiempo es tiempo que me sueña
y me vive hacia más y más por dentro.

«Ayer», ¡qué lejos la palabra!
Dónde se fueron zapatos y trajes,
billetes de un trayecto recorrido
entre extraños viajeros vistos para olvidados.

Inútilmente en los bolsillos busco
contactos que ya fueron,
y sombras de mi cuerpo en las ventanas
contemplando paisajes con mis aquellos ojos.

¿No descubriste nunca un manojo de llaves
para imposibles cerraduras?

A veces algo vuelve, pero sólo en resumen;
una pequeña fecha que casi nada indica
o ese breve letrero alarmante que advierte:
«cuidado, es peligroso volcarse al interior».

¿Quieres hacer la cuenta?
Si miro a la derecha brilla sólo tu cifra.

A la izquierda la huella de algún borroso cero.
¿Qué prenda pagar debo por haber sido antes,
sin tu tiempo en mis horas?

Alcemos la cabeza
a la igualdad del cielo,
aunque tú apuntes «Marte»
y yo diga: «Saturno» (tal vez por los anillos).

Cada cual con su estrella, con su planeta en alto
y todas las preguntas por la arboleda azul,
compartiendo verdades,
como esta del amor, el milagro más nuestro.

No pienses en mis ramas,
me crezco sobre el tronco.
A punta de navaja puedes grabar el nombre.







INTRODUCCIÓN

Ya todo está inventado, descubierto;
llego tarde, muy tarde, a vuestro lado;
por eso no me inquieta lo remoto
y voy tras lo sencillo y cotidiano,
llamándole al pan, pan, y al vino, vino...
Aunque no suene bien, ¡es tan humano!

Miro el jardín y digo: «¡Primavera!»
Y al extender los brazos
con tímido ademán hacia las cosas,
siento un tibio aleteo en cada hallazgo:
un compás repetido,
algo que va, que viene, que es alado.
Siempre será mañana la mañana
y más árbol, el árbol.
No quiero ya en el alma nada nuevo,
que todo esté estrenado.

Acaso la que ansío
es caminar segura
por las antiguas huellas de otros pasos,
o quedarme tranquila aquí, en mi huerto;
saber que ya está todo sosegado:
el corazón, la casa, los recuerdos...
Sentir la azada fiel del hortelano
remover, amoroso, los terrones,
como hicieron en tiempo sus hermanos.

Ya está todo gastado bajo el sol,
a fuerza de pasar de mano en mano.







ME PREGUNTO POR TI

Me pregunto las más sencillas cosas,
ese porqué, que acaso nadie sabe,
costumbre de vivir sin rumbo fijo.

Me pregunto por ti desde el umbral
como el que dice al aire «buenos días»,
y de pronto descubre que está solo.

Me pregunto palabras sin respuesta,
tal vez para dejar en el recuerdo
tu presencia grabada hora tras hora.







OTRA VEZ A SOÑAR DESDE LO OSCURO...

Otra vez a soñar desde el oscuro
imposible por qué, mano tendida,
intentando apresar amor y vida,
fijarle a lo inseguro lo seguro.

Otras veces cabalgando hacia tu muro,
soledad que me tiras de la brida,
seguidora incansable de mi huida,
vencedora en la lucha en que perduro.

Otra vez a mirar arena y cielo
en tu playa sin fin siempre desnuda,
bebiéndome el silencio que te nombra.

Otra vez como ayer perdido el vuelo
por el salto hacia atrás de miedo y duda,
seguida y seguidora de tu sombra.







POR VOLVERLO A ESCUCHAR

Urgente la presencia te reclamo,
eje te quiero de mi todavía,
la espuma de tu orilla por la mía
ascendiendo sedienta tramo a tramo.

Prolongado oleaje del te amo
que de mi playa aleje la agonía.
Por volverlo a escuchar deshojaría
hasta el último sueño de mi ramo.

Vuelve y vuelve otra vez, vuelve a cantarme,
repíteme el compás a cada hora,
quédate detenido en mi presente.

Hoy sé que una campana va a sonarme
anunciando la vuelta de otra aurora
la razón de esta lucha por mi frente.







QUÉ FÁCIL ESTE AHORA

Después de tanto y cuanto, aquí estamos de nuevo
ahorrando las palabras, sabiéndonos el fondo,
porque el silencio dice de nuestra paz ganada.

Nos tenemos compactos, casi a renglón seguido:
una página escrita con tu nombre y mi nombre,
encuadernada a pulso de sucesos y tiempo.

Qué fácil este ahora, resumen de los días,
y qué nueva tu mano por caricias antiguas
estrenando otra vez la mirada y el beso.

Te me vas y te quedas en aire que respiro,
en ausencia y presencia que nada me entorpece,
como un llevarte dentro aladamente en alto.

Y te me quedas más, como el hilo en la malla
de un pasar que se anuda, de un quedar avanzando,
de un agua inagotable siempre de cara al cielo.







QUIERO MIRAR ESTATUAS

Iremos por las calles que ya nos vieron antes;
el aire distraído para que nadie sepa
que la historia prosigue con capítulos nuevos.

Quiero mirar estatuas, balcones encendidos,
volver a la baranda del beso y de la noche.
Quiero decir tu nombre en calles solitarias
sintiendo la cintura frágil bajo el abrazo.

Otra vez como ayer con tu verso en el vino,
otra vez a tus ojos en igual frente a frente,
otra vez, otra y otra. Para siempre otra vez.







QUISIERA HACERLE HOY A MI VIDA UN NUDO...

Quisiera hacerle hoy a mi vida un nudo
y que se detuviera en este punto.
Aprisionar la sangre aquí, en las venas,
para que inquieta y ciega no corriera,
y esperar, esperar un largo tiempo:
como esos negros trenes que, de pronto,
traspasados de silencio y sombra,
se quedan en la noche detenidos.

Quisiera ya quedar por siempre absorta
con los remos flotando en el vacío;
sin claros firmamentos ni horizontes,
con la palabra exacta suspendida
en flor sobre los labios;
y olvidar los audaces pensamientos,
los «por qué», los letargos,
el silbido afilado de los vientos;
sin punta ya todos los alfileres
que el corazón usaron de acerico.







SABRÁS

Sabrás que me has tenido por tenerte,
por saberte por fin fijo en tu adentro.
Sabrás lo que se sabe al encontrarse.

Y me sabrás después, desde el lejano
imposible-jamás, río perdido.
Ignorado final a cara o cruz.

Te esperaré en ayer, en hoy, en blanco.
¿Cómo explicar en el «adiós» mañana?
Si algo se puede hacer, cuenta conmigo.







SÉ QUE TRAZABA SIGNOS

Yo no sé si te tuve; esto nunca se sabe.
Sé que trazaba signos con letras de tu nombre.
Que apretaba las manos inquieta contra el pecho
como el que siempre teme perder una medalla.

Estos son los recuerdos mezclados con el humo
de tu cualquier tabaco, de tu cualquier alcohol.

Puedes abrir el libro,
interrumpida en ti volverás a encontrarme.

Sé que trazaba signos con letras de tu nombre.







SEA

Agua sumisa al pez de tu capricho.
Tú me quieres así, yo digo: «sea»
y nos navega el cielo por el fondo.

Tú me quieres de estar casi en ausencia,
media luz de tu paz y de tu frente,
sujeta a la distancia en que me cercas.

Tú me quieres en gris como la tarde.
En oración, en sueño, de silencios;
ala cortada y mano sobre mano.

Tú me quieres de espera y de ternura,
al aire de tu tiempo y de tu aire,
surco de amor tendido a tu semilla.







SI ME DEJO MECER EN ESTO DEL RECUERDO QUE NADIE LO REPRUEBE...

Si me dejo mecer en esto del recuerdo que nadie lo repruebe.
Ese fue mi vivir, el que me dieron hecho.
(Las equivocaciones debieron ser, en parte, cosa mía.)
Con pan llevar de luz, a rienda suelta, corría por los campos.
La sierra y sus arroyos se me entregaron siempre generosos
y supe del goce de tenerlos, de rumiarlos en paz.
Sentada cara a los recuerdos los dejo que se alcen,
que invadan mi presente, así, con mansedumbre y ráfagas de aire, de ironía;
con los ojos abiertos al sueño irrepetible, tan de las nubes ya,
tan del ayer perdido.
Tan de mi verso ahora.







SÓLO AUSENCIA

Yo seré sólo ausencia cuando gires tu tiempo.
Se te abrirán los libros por páginas de entonces.
Otra vez la ventana con las mismas estrellas,
y otra vez sin quererlo aquella misma calle.

Un lunes, un domingo...
Para cada recuerdo tendrás fechas.

Deja abierta la puerta al pan de cada día.
Cuando gires tu tiempo por árboles del río,
yo seré sólo ausencia.

Escúchale los pasos y tiéndele la mano
a la sombra que copie tu soledad de siempre.







TODO SERÁ SILENCIO

Estaba el muro triste en lo oscuro del parque;
madreselvas tronchadas entre mustios jazmines,
todo ya con la tarde húmeda de la lluvia
arrastrando la pena hacia una larga noche.

La memoria encendía los muros encalados
de otro lejano huerto con naranjos y sol,
pero no era posible anudar la mañana
y se vistió el camino su más intensa sombra.

De pronto fuiste centro de la tristeza mía,
el vaso me llenaste de no sé qué nostalgia,
y quise reavivarte soplando la ceniza,
volverte a este recuerdo que acaso no recuerdes.

Cuántas cosas por dentro asiéndose a la trama
del tiempo que se aleja limándonos las horas.
Qué torpemente el pie por el camino nunca
creyendo que en el polvo se quedará su huella.

Quiero incrustarte ahora en la piel de este instante,
sumamos a la causa contra viento y marea,
sabemos en el muro antiguo de aquel huerto,
o en otro no nacido, pero que acaso llegue
no sé por qué destino de pájaro o de rama.

Inventa una plegaria que nos una en el coro
del espacio sin eco reservado al silencio.

Ya no quiero dolerme de lo que me rodea.
Flores en el tejado me están gritando: «Canta.»
Puede ser jaramago en la teja encendida
y sentirte en el tallo cuando el viento me impulse.

De este mi estar perenne siempre de cara al cielo,
algún calor de vida me dará testimonio.
Cuanto más se me acorta el camino, más busco
ir sobre la dureza del cristal y la piedra;
sobre lo que perdura fijándose en el tiempo.
Estar, estar, saberme en latido y en sangre,
alimentando orillas con la sal de mis olas.

Me crezco cual la llama en estas rebeldías
antes de que las alas se resistan al vuelo.
Después ya lo sabemos, será silencio todo.
Silencio y más silencio. Tan sólo un gran silencio.







YO QUISIERA CONTARLO COMO UNA TRISTE HISTORIA...

Yo quisiera contarlo como una triste historia,
pero ya no es posible.
El tiempo cicatriza con días las heridas;
tal vez esté olvidado como olvida el muchacho
la reciente caída.

A veces, el recuerdo me acerca aquella angustia,
impidiendo que aspire a raudales la vida.
Es un algo enojoso esa cortante arista
que roza mi alegría.

Si pudiera contarlo con palabras precisas,
decir: «Fue justo de este modo...»,
«Comenzó en tales días...»

Pero ya no es posible,
¡se olvida tan aprisa!







YO TE SUEÑO TAN ALTO

Otra vez primavera por los parques de siempre.
Volvemos a encontrarnos con la fecha de entonces
borrándole al olvido aquel punto y aparte.

A buscarme saliste con temor de mi ausencia
y yo estaba arropada en el ayer tan nuestro
que casi me rozaba tu mano al extenderse.

Ya es hora de ponernos en orden las preguntas.
Sabemos en lo justo con Dios en la mirada,
tendiéndonos un puente por el pulso y la sangre.

Puedes pedirme el agua para tu sed antigua,
ofrecerme el descanso de tu pecho intranquilo
y tierra de tu tierra en este breve plazo.

Yo te sueño tan alto por volarme a tu cima,
porque sólo en la altura insisto en encontrarte
repartiéndonos nubes y el paisaje del viento.







YO TE VELÉ

Ya sé de tu soñar, tu duermevela.
Ese don de vivir en el olvido;
ensayo de otro sueño sin aurora.

Te he tenido en mi cruz, mientras que el humo,
por el paisaje dócil de tus sienes,
tejía sus canales sin descanso.

Yo te velé, derramados los hombros,
párpado alzado atento hacia tu hondura,
vigía por la sombra de tu noche.







5 DE JUNIO

Te lo escribo en voz baja desde un 5 de junio.
Cuando baje la espuma (porque siempre
desciende).
Enciérrate este ahora en el recuerdo,
no señales el día.
Para olvidar no hay fechas.
Escríbele postales al entonces.
En alguna ventana
se quedará tu mano alcanzándome estrellas.

No sé por qué me afano en cosas del futuro
cuando puedo mirarte y saber de tus ojos.
Qué cerca por tus sienes al latir de tu sangre,
al instante infinito que perdura en el beso.

Quisiera preguntarle a todas las semanas
dónde estabas oculto sin domingos ni lunes,
mientras yo caminaba ya por sueños de ahora.

A veces cambia todo al volver una esquina.

Levantaré la copa mirando hacia la tarde.
Te quedará mi gesto bajo la luz tranquila
con músicas lejanas y renovadas lunas.






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