Vicente Vegazo Palacios
Vicente Vegazo Palacios (Sanlucar de Barrameda, CÁDIZ 1965) es licenciado en Filología Hispánica y profesor de lengua y Literatura Castellana en institutos de Enseñanza Secundaria. Colabora en distintas revistas y medios de comunicación locales. Ha colaborado también en diferentes actas de congresos y antologías relacionados con el tema del exilio republicano. Ha publicado dos libros de poesía: Islario (Libros del Malandar, 2004) y Bestiario (Padilla-Arroyo Hondo, 2007).
"ISLARIO"
LA ISLA DEL OLVIDO
Entao surgiram as ilhas luminosas (...)
E extinguiram-se em nós memória e tempo.
Sophia de Mello Breyner And resen
Existe, sin duda, una isla,
fuera de los libros y los relojes,
que no merezco.
Tan cálido jardín
que el amor y los días felices
se suceden sin batallas ni derrotas.
Pero su precio es demasiado alto.
El goce perpetuo acabaría
llevándome al hastío
y allí sólo estarían invitados
los que alcanzaran la gracia
del olvido, los que entraran desnudos,
sin trajes ni cicatrices,
los que se desprendieran para siempre
de la hojarasca de la memoria.
Ciertamente es una isla que no merezco.
Cómo puede olvidarse el invierno
que te heló la dicha,
la escarcha y las rosas malditas,
la condena de un amor altivo.
Cómo renunciar a la nieve obstinada
del pasado, los días vividos
con tanto ahínco y acogerse
a las nieblas de la amnesia.
Existe, lo sé, una isla que no merezco.
Y no me importa.
CRETA
El deseo sueña islas
donde no llega el invierno.
El viajero, cautivo sin saberlo,
se adentrará en la redondez
de la que creyó más hermosa,
paseando por calles soleadas,
confiado en la armonía de sus casas
y la dulzura del mar.
Por su perímetro definido creerá
conocerla cabalmente,
poder orientarse a voluntad.
Pero pronto el viajero
como el amante advertirá
la imposibilidad de huir
igual que de la cintura
de la amada y cómo el mar,
tan azul y tan frío,
recuerda el brillo de sus ojos.
Perdido en el laberinto
recibirá las primeras cornadas,
y demasiado tarde,
quizás de noche, oirá
el estruendo voraz de las gaviotas.
El viajero sabrá entonces
que nunca podrá marcharse.
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