Guillermo Blanes del Águila
Nació en Málaga hace 50 años, y obtuvo su primer premio de Poesía con 18 años.
Empezó estudios de Filosofía y Letras, pero su espíritu inquieto le llevó a abandonar la Universidad sin acabarlos.
Se inició en el mundo de las ventas y estudió Marketing.
Su vida laboral ha estado vinculada al Automóvil desde hace 24 años.
Actualmente es Máster en Marketing y Formador Comercial, aparte de escritor.
Su primera Novela, La vida que viene, la presentó en El Corte Inglés el 9 de Julio del 2010.
Nunca sospeché que tu recuerdo
al alma brota como en jardín la flor;
y así como la flor desprende el alma,
el alma de la rosa está en tu olor.
La noche descubrió su velo
y un mal sueño llegó a mí sobre la cama.
Me despertó un sudor frío
y lloré besos de sales.
Allá, en el fondo oscuro,
la luna me miró a los ojos
y me habló de las mareas.
Yo le hablé de mi cosas; ella
de amores y mares.
Le conté mis tempestades; ella
me habló de los vientos
y de almas de cristales.
La vi partir tras las nubes y,
como yo,
lloró besos de sales.
¡Ay, mi luna!
¡Luna de mi noche, mi luz!...
Dicen que la mar salada
se llena cuando lloras tú.
Anoche vinieron a verme
dos espectros a mi sueño.
Uno era azul y negro;
el otro, ni lo recuerdo.
Una mirada de duelo
me llevó hasta el infierno;
la otra mirada, sin ojos,
me arrancó de las entrañas
la vida, la suerte, la pena.
Quise gritar y no pude
y dos tinieblas me envolvieron:
Una, negra, como el carbón negro;
la otra, invisible y cálida,
como una burbuja en vuelo.
Me elevaron a los cielos
o fue a un abismo.. ¡no lo sé!
Tan sólo miré a mi lecho
y vi a mi alma, a mi ser.
Anoche vinieron a verme
dos espectros a mi sueño.
Uno era azul y negro;
el otro… ni lo recuerdo.
Por las tumbas negras
de la noche oscura
una niña reza
no se sabe a quién.
De sus manos blancas
resbala un colgante;
en sus labios mudos
guarda una canción.
Un rezo olvidado
de un ángel que olvida
a la niña triste
de la ensoñación.
Viste de blancura,
descalzos sus pies;
el cuerpo menudo
tras el camisón.
Los ojos de mármol
a la luna miran:
dos halos de luz
en el panteón.
En el horizonte
las cruces dormitan,
las almas acunan
la desolación.
Por entre las sombras
la presencia esquiva,
por el frío filo
del anochecer.
La pequeña estatua
de la niña blanca
por las noches llora
por el día canta.
No hay reloj, ni de sol ni de arena ni de estrellas,
ni luz certera ni sombra herida
que seque de mis venas tu poema.
No hay tiempo, sólo latidos y besos.
De nube en nube, de cielo en cielo
vuelan las flores de los sueños.
Duerme, Musa, vestida de princesa,
la luna entera en ti descansa.
No hay tiempo, sólo latidos y besos.
No quiero pensar y pienso, siempre pienso,
de entre mil rostros tu rostro;
de entre mil años tus años; la eternidad
me sabe a ti.
No hay tiempo, sólo latidos y besos.
Quiero apartar con mi mano las estrellas
una a una, luz a luz,
hasta que una negrura recóndita
me envuelva de misterio.
Quiero arrancar con mi alma tus deseos
sueño a sueño, vida a vida,
y dibujar con tu piel un arco iris
para adentrarme en sus colores.
Quiero beber contigo el licor de la ilusión
copa a copa, sorbo a sorbo;
construir un collar de mil estrellas
y colgarlo a tu cuello.
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