Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 21 de mayo de 2013

1687.- JOSÉ MARÍA LÓPEZ SÁNCHEZ



José María López Sánchez ha sido profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de Granada y ha publicado los poemarios: Poesía Secreta, Burlescos, Bocetos y Sonetos, Las diversas infancias Y Érase una vez.



Ingente claridad de la mañana,
como fantasmal
la luz recién venida
barcos que cruzaban ahí delante
como al alcance fácil de la mano
en Barrameda
en la orilla de barcos galanada,
este teatro fue toda la infancia,
mi húmedo escenario sin palabras
donde la luz decía que me esperaba
junto al circo, la pena y otras atracciones.





TUS MANOS

Tus manos, lirios
de extravagante miniatura, 
el ligero lugar en que tu vida
te proclama la reina de la fiesta, 
la musical y décima hermosura, 
la pormenorizada siempreviva, 
la persistente y pertinaz llovizna
de miradas que resbalan tus dedos
como gemas que llueven claridad, 
lirios en miniatura, 
lugar en que tu cuerpo
se anida y se resume
en la memoria mía






I

Yo sé bien lo que busco y lo que sigo
buscando por la calle. 

Siguiéndome la ruta de la sombra 
me imagino
y un perro es cosa menos solitaria.

Ando en busca de mí
porque hago falta donde haya nacido
(aunque nada más sea
para morirme allí a fin de cuentas
tendré que devolverme y devolver
los apellidos).

No me busco a la suerte:
yo sé bien que estaré en alguna parte; 
en alguna ciudad en que he nacido
de donde me pusieron en la calle.





II

Despedí a los pobres con recados, 
con afecto desnudo y no afectado, 
con recomendaciones y esperanzas; 
pausadamente. 

Aún será posible que otro día
les vuelva a ver…
“Volved, 
volved por esta casa que construyo”

(Y armados de un bastón hacia la calle
marcharon defendidos
y en mi alma dio el sol
contra hombre que soy
nubladamente).






III

¿Quién me destina el pecho empapelado
con el poema que lograr procuro?
¿Cómo resuelvo mi desexistencia?
¿Cómo se ve de frente mi sonrisa?
¿Qué llevo sometido a la cabeza?

¿Qué se dice por tu frente de mi vida?
¿Cómo se me conoce por tu lado?
¿Qué cosa me comentas a lo lejos?
¿Cómo me llamo en ti, cómo me llamo?

¿Es verdad que me ves? ¿Viene conmigo
la herencia repartida? ¿Viene mujer?
¿Viene conmigo Dios por la esperanza?
¿Vengo conmigo mismo acompañado…?

Si en tu frente me aguardan luz y sitio: 
¿Cómo me llamo en ti? ¿Cómo me llamo?




IV
En este arrinconado remolino
donde los esqueletos aparecen
en un perfecto estado de salud, 
escribo a mis amigos
-y como ahora-
-y como casi siemprepara seguir diciendo que estoy solo, 
que estamos todos solos
(los virreyes y yo, los gobernantes, 
las tontas suspirantes
y los enardecidos y furiosos)
y que aguardamos
y que tenemos fe
y que vivimos
esperando un buen ángel
que nos pregunte el nombre
y nos ponga de pie
(¡que nos levante, sí, que nos levante!)
y que nos eche a andar
sobre nosotros mismos. 







José María López Sánchez y su 'Poesía secreta'

Por FRANCISCO GIL CRAVIOTTO

JOSÉ María López Sánchez -psiquiatra, profesor de la Facultad de Medicina de Granada y reputado escritor-, durante más de cuarenta años ha estado guardando un secreto. Al fin ha llegado un día en que no ha podido más y el secreto ha salido a la luz. 

Y ha salido a la luz en forma de poemario. Sí, José María, además de médico y admirado prosista, es también poeta. Así lo demuestra la publicación de su libro, 'Poesía secreta', -su título no puede ser más significativo-, que abarca toda su producción poética -y evidentemente secreta- desde 1965 hasta casi anteayer. Trescientas páginas que, pasando por varias etapas intermedias, van de la juventud gozosa y formadora -sus grandes maestros fueron Lope de Vega, Rubén Darío, Valle-Inclán y Pedro Salinas-, a la madurez creadora y sedimentadora, que en él se inicia hacia finales de la década setenta y llega hasta el momento actual.

¿Por qué tantos años para sacar a la luz algo que tendría que haber ido apareciendo en sucesivas publicaciones tiempo ha? Él no lo dice, pero a mí me parece que la razón está en el pudor que todos sentimos al descubrir a otros los sentimientos y entresijos de nuestra persona. Mucho más si tenemos en cuenta que la mayor parte de los poemas de este libro son poemas de amor. Todo lector sabe muy bien que el poema, además de la llamarada lírica, lleva también un mucho de velada confesión.

Precede al poemario unas palabras de presentación de Rafael Guillén, -precisamente fue Guillén quien definió esta obra como 'poesía secreta'-, unos extensos comentarios sobre poesía del propio autor y un sustancioso y pormenorizado prólogo de la profesora Rosario Ruiz Castro. Todo esto -algo más de las cien páginas- para situar al lector junto al poemario que viene a continuación y ocupa todo el resto del libro. He dicho situar, y no explicar, porque la poesía de José María no necesita explicación -se explica por sí misma- y basta su lectura y un mínimo de sensibilidad para adentrarse en ella. Es lo que inmediatamente vamos a hacer. Pero antes no estará mal indagar lo que nuestro autor entiende por poesía. Muy hacia el final del libro, en tres versos inolvidables, nos ha dejado José María su concepto de poesía. No resisto a la tentación de citarlos: 

«Fantasmal laberinto hecho de tiempo.
Angelical hallazgo si lo alcanzo
en el esfuerzo».

No difiere mucho esta definición de la que nos diera Antonio Machado -«palabra en el tiempo»-, sólo que a ella José María ha añadido dos notas esenciales -el hallazgo y el esfuerzo- y un matiz que toca lo inefable: angelical. Algo a lo que también aludió en su día Federico García Lorca al definirse a sí mismo como «poeta por la gracia de Dios y de su esfuerzo». Y hallazgo y esfuerzo va a encontrar el lector a lo largo de este poemario que abarca más de cuarenta años de vida: nada menos que de 1965 a 2007. En total, ciento treinta poemas. 

Si la poesía es para José María «laberinto hecho de tiempo», no es de extrañar que tiempo y memoria de lo que fue y ya no es, se conviertan en uno de los temas más insistentes y sugerentes de este libro. El tiempo aquí no es sólo un correr de días, meses y años que, como el río de Manrique nos llevan hacia la mar, que es el morir, sino que, a veces, hasta toma vida y forma humana y se presenta ante el lector como un viejo harapiento:

«Hoy ha pasado nuevamente el tiempo. 
Igual que siempre, sin hacer ruido.
Fragmentado, ajado, harapiento,
no sé cómo pasó, pero se ha ido».

Al lado del tiempo, la memoria va anotando, más que fechas que pasan, felicidades y melancolías; días y años en que el poeta fue tan feliz que ni se dio cuenta de su felicidad. 

«Qué buen recuerdo guardo de los años, 
que nunca supe cierto que tenía». 

Pero el libro de José María es ante todo un poemario de amor. ¿Qué es el amor para José María? Él lo define como «el más arduo edificio construido sin una sola idea». Predominio, en consecuencia, del sentimiento sobre la idea. Rosario Ruiz Castro insiste en el prólogo del libro en el hecho de que el poeta no tiene más herramienta que el lenguaje para trasmitir al lector todos sus sentimientos y querencias amorosas. En efecto, así es. Esto le obliga -sigue diciendo- a un lenguaje interior hecho de signos y huellas sensoriales en los que se mueve con destreza y acierto. Es también, como el propio autor ha señalado hablando de Rubén, un lenguaje que se mueve y canta. Por último, justo es señalar que este lenguaje siempre se nos ofrece vestido con su mejor atuendo: la palabra exacta. Yo no sé si José María ha pedido a su inteligencia, como un día hiciera Juan Ramón, el nombre exacto de las cosas o si es que ella espontáneamente le ha concedido este don; lo cierto es que en este libro siempre encontramos la palabra precisa dentro de un lenguaje diáfano y deliciosamente lírico. Este es, sin duda, otro de los grandes atractivos de este libro.





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