GONZALO MOLINA nació en Sevilla el 17 de Enero de 1953. Diplomado por la Escuela de Arte Dramático del Conservatorio Superior de Música de Sevilla. Como actor, formó parte de la legendaria compañía Tabanque, a las órdenes de Joaquín Arbide. Poeta desde tempranas fechas, y comprometido siempre con la difusión de la poesía, publicó en 1973 Alas rotas, volumen donde recogió sus primeras producciones. Ha colaborado, igualmente, en Cuadernos de Roldán. En la actualidad, tiene en prensa una muestra antológica de su poesía, dentro de la colección La Oveja Negra, de Sevilla.
Bajo las altas torres
Miraba a la chica.
Sentada en la acera,
hablaba y sonreía
a un perro.
Me acerqué
y me senté a su lado.
Le hablé,
me miró.
Le ofrecí mi pitillo.
Fumó,
fumé;
se fue.
Me quedé.
La empecé a imaginar.
Soñé.
Llegaron ellos.
Me llevaron
a un calabozo gris,
alicatado y frío.
Me quitaron mi libro
y lo dejaron sobre
una mesa,
abandonado.
Yo vivía en él.
Dentro de esta celda,
las miradas se achican
y se caen.
Partir mis ojos quiere
quien a ella me trajo.
Deshacerlos,
quitarles su luz.
Mas yo le opongo el sonido,
el grito de mis pensamientos,
la claridad de los sueños
donde me miro para siempre.
De una mancha negra y fea
cubrieron nuestras calles.
Desafinaron las cuerdas
de nuestras guitarras,
aflojaron la piel
de los tambores.
Pero el amor
saltaba
de acera a acera,
se extendía
de verso a canción.
Y bajo la mancha oscura,
la Tierra preparaba clandestina
su explosión de color.
(Y saltaba,
saltaba
de acera
a acera,
de maceta
a maceta,
de balcón
a balcón...)
(A mi hijo Gonzalo)
En el gusto cobrizo
de los besos de arena,
bajo las altas torres,
en el umbral
de los palacios,
en el zaguán
de los sueños,
vive.
No existe cauce
por el que no puedan
discurrir sus aguas,
ni nota
que no alcance su sonido.
No hay arma
en batalla que resista,
ni huracán
que arrase su destino.
Y hasta toca
a veces
el alma del demonio.
En la plaza los niños
juegan con el agua,
y los mira amorosa
la dueña de mi sed.
Ay, por ella sería niño.
Por ella, sería agua.
En la plaza
los niños
se desafían
y se acercan
y la tocan,
y yo quiero
sus manos.
Se acercan
y le cantan
y la besan,
y yo quiero
sus voces,
y yo quiero
sus bocas.
El sol,
la tierra,
el hombre.
Cada vez es más difícil
abrir las ventanas
y mirar al cielo,
al sol,
al hombre,
a la tierra.
Más difícil mirarme,
asomarme al espejo,
ver la cara del otro
que me mira,
¿dónde ibas, río,
cuando yo te miraba?
Mientras a la orilla
nuestros cuerpos
completan el amor,
lo más duro que se le
enseña al alma pasa.
Nunca se debería
reflejar la luna
en unos ojos muertos.
Con las mismas olas
que agradecemos,
el mar los trae;
sobre la misma arena,
sus brazos buscan
en ella la muerte.
Se les abraza
y les deja la boca seca,
inútil para los besos.
(Pateras en Rota)
Cuántas veces quise
devolver al oído
todo lo que cruzaba el pecho,
como una brisa ardiente
para encender la voz.
La mesa y el vino,
el tenue olor
de la hierba quemada,
en tarde en la que
el mundo nuestra ilusión hilaba.
Cuando abril era siempre.
Cuando las flores
tomaban el sol
de nuestros ojos.
Cuando las almas
podían resistir
el atraco feroz
de la esmerada muerte,
presentada en escrito oficial,
por triplicado.
Escribir a la tierra
el desamparo
en que dejas el
cristal de los amigos
sin el tuyo.
En la mano generosa
con la que
al brindar
besabas,
inmortalizabas sueños,
acariciabas.
Ahí queda tu vida;
no se irá fácilmente
de mis versos.
Estarás en mi voz
cuando los lea.
Y tu alma gitana
saldrá por la
garganta de quien los cante.
Escribir a la tierra:
Quiero el desamparo;
pedir, suplicar
que te devuelva
en agua,
en trigo
o en la vid.
Que nos traiga el vino
para tomar de ti,
para beber contigo.
(Para Francisco Velázquez Gaztelu)
Aún puedo oírme.
Todo está aquí dentro.
Leo,
leo poemas
mientras duermes.
Intento buscarte
en uno de ellos
y no estás.
No estás.
Hace tiempo que te fuiste.
Puedo verte
frente a aquel escaparate.
Sentir mi fe
escapándose de ti.
Hice todo lo que pude.
Leo,
leo poemas
mientras duermes.
Luna que se pasea por
una taza de té.
Se hace crecer,
desborda,
trastoca el tiempo,
para emociones,
exprime ojos
hasta enmudecer
espejos.
Luna ciega,
remota luz
que un día
tuvo sus besos
y sus canciones:
alegra su paso,
su tránsito ligero
por esas tardes
desalentadas
de invierno.
GONZALO MOLINA,
POEMAS DESDE UNA TABERNA.
LA OVEJA NEGRA. 2002. 21 POEMAS
Por Miguel Pastor
Probablemente la mejor forma de comprender, tal vez mejor de deleitarse, con este poemario, que se lee en sí y por sí sólo, exija conocer la peculiar "taberna", entre tasca y bodega, que constituye el ámbito espacial y vital, poético, en el que nacen estos versos.
En el cruce de Relator y Parra y frente a una Carboneria única, entre las únicas que quedan, en el corazón del eje que va de la Alameda al Pumarejo se asienta la taberna sostenida por vigas y poemas en las que el autor (no se muy bien distinguir si Gonzalo es el seudónimo de Manuel, o Manuel el socias de Gonzalo) al hilo de la amistad y las copas desgrana versos y servilletas o versos en servilletas.
Pero no se piense que el frágil soporte sobre el que se genera este poemario quita valor a lo que contiene. Veintiún engarces que constituyen un preciosista anillo. Límpidamente sevillano, con adornos de patios, la voz del corazón profundo de Sevilla está en sus patios, de primaveras, de agua y de olvido, y como casi siempre en poesía, de amor, tiempo y muerte.
Un anillo que se abre con el insistir de la vida por el amor, que es decir al amor y a la vida
"se afana el amor
en despertar la vida
(...)
con sueños de aventura
en sus timones"
y se cierra con la distancia, la rabia de las promesas y los proyectos rotos en el tiempo
"a patadas" ¿Que más da quien las dé?
"Puede que fuera mía la promesa
o tuya, ¡que más da!, si ni siquiera
recordamos lo que prometimos,
(...)
Si ahora cogemos de la mano
a nuestros hijos sin saber quiénes son...
Si rompimos los proyectos
para ellos a patadas...
(...)
¡Qué más da que fuera
tuya la promesa o mía!"
Una poesía natural por urbana, que se llena de recuerdos a los que el tiempo obliga a recordar pero no ya a creer, y, que perdida la convicción, obligan al poeta a entegrarse al destino sin condiciones.
"Tú, y el rayo traspasando
la piel del tiempo.
Tú, la voz de los patios
(...)
Cómo explicar que eras tú
antes, mucho antes, de ser palabra"
Poesía urbana, por natural, que se orienta y navega con marineros que siembran el mar
"A Rafael Alberti que en el mar descansa"
(poema, página o engarce cinco) o en procelosas islas negras en las que
"Es el verso canalla
que me encuentra y estalla
en el pecho y lo rompe.
Panteras en los ojos
frío, viento que hiela
el corazón y deja sin color
la mirada.
Es volver a la nada."
Y al fondo, pero siempre sobrenadando como principio de esperanza, la música hecha poesía, en coplas, canciones, recuerdos sonoros, capaz de transformar el cuerpo
"Te haré de canciones
para prolongar tu tiempo
para que otros las canten
(...)
Construiré manos, notas, acordes,
guitarras, violines, armónicas,
flautas, pianos y tambores;
te haré de agua"
el tiempo,
"Enero tiene, a veces,
tardes que se entretienen
en obedecer sueños.
(...)
Te recrean los oídos con canciones
que ya nadie recuerda,
y que en ellas suena
como un desafio a muerte
con el tiempo"
la realidad
"Renuncio en ese instante
Al cielo prometido
y arranco, como puedo, de mí
una oración, ¡oh Dios!...
¡deja mis ojos en esta tarde!
y el ser.
"Yo estaba sentado a la puerta
de un pensamiento triste,
qué limpio su sonido,
cuando paso cantando,
con que alegría
invitaba a ser.
(...)
-parecía una verdad-
venía tan bien vestida"
Pero no es triste este conjunto de pensamientos hechos poesía, no quiere serlo, no puede serlo, es simplemente poético y por tal vital. Y la vida, al igual que la poesía, se compone de recuerdos y olvidos, de sueños y ensueños, de soledades sólo a veces compartidas, de esperanzas que no siempre esperan traspasar el tiempo, de dolor que también a veces logra sotenerse sobre el quicio de los versos, de amores prometidos en eternidad y de promesas eternamente rotas que se deshacen al contacto del ensueño de otra piel, de otro cuerpo, de otro 'otro'.
"Somos un batallón
de muertos vivos
(...)
Nos tapan los oídos
para que no escuchemos
las campanas
que a vida tocan.
Temen a nuestros ojos
que desde el fondo de la tierra
reclaman la flor, el pan,
la flor, el pan y las estrellas."
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