Marga López Morales
Nacida en Sevilla el 3 de enero de 1989, lugar en el que ha vivido y donde actualmente estudia la licenciatura de Comunicación Audiovisual.
Profunda admiradora del teatro, siente verdadera fascinación por el talento y capacidad de exteriorización de los actores, lo que le lleva a concebir su propia actividad poética como una necesidad de expresión y grito a la vagancia prejuiciosa del mundo, desde el yo más plástico y borroso, aquél callado en la memoria: cree en la negación, no en el olvido. WEB: http://laestupidaconciencia.blogspot.com.es/
Desaprendizaje
Cuando todo esto acabe
tendremos los ojos en la mano
y una boca en cada ojo
y el amor se llamará Ansia.
Burla
Dos sufrientes una al lado de la otra
Derechas sus espaldas sobre los asientos blancos
Inclinados sus hombros encogidas de incógnita
De incomprensión
Arcaicas.
Quién sabe quién las hizo locas
Quién les dijo no eran bellas
Nos enseñasteis a tejer maldades
Por malas no podéis exigir nada.
Esos músculos colgando de sus caras
Parecen reencarnados
En desuso
Haber vivido otras vidas
El sobrepeso de tan capaces años
Tantas cargas a la espalda
Tanto afecto acostado en la sequedad
De vuestros labios.
Daos la mano.
No traga el asfalto
Abierto todo
no respondan
ni las luces diluyan
los rasgos gastados
incapaces.
Abierto todo
te empujes a rodar
sobre la cintura de un a solas
múltiple y dividida
sepas la altura del mañana
el pacto fácil
de aprender.
No mendigues
duermas a los ojos
ni haga falta insinuar
a los desnudos.
Las formas sobresalen
pero las ropas
no renunciarán nunca.
Labios portan rostro
Ahora comprendo la ternura.
Fue la dentadura de tu rechazo,
necesaria para tenderme una colcha
me invitaba al flujo de mentiras
no nacidas del órgano, de voluntad huérfanas,
y en ellas arropada
la apertura agria y frontal
de la inexistencia de la ofrenda:
vi cavar un agujero y vi a la niña observar
tal pozo en su vientre,
y tus caricias en su nunca
y tu sonrisa trazada, quién más se atrevería:
Aquellos labios portando rostro,
desvistiendo tu disfrute ante la ofensa.
Desvistiéndote.
En mí una vergüenza me pulía
y fue mi dueña, antes de arrastrarme:
sabia Prudencia me tuviste,
te prefiero a la verdad.
Mi cal
Ya viene el fantasma en albornoz,
meneando su existencia prohibida.
Intenta acosarme absorbiendo curvaturas al aire
que simulen vaporoso músculo,
más la afiladura de su esqueleto
tercamente inamovible
daña la continuidad que solicitan mis ojos.
Aún sin creerla la curva hiere, clava su referencia,
logra su objetivo: no sobre mi cuerpo,
sí sobre la estética. Mi sueño
de noche, mi cal.
Su exhibicionismo me ha empapado de claridad,
ahora puedo verte y comprender
la realidad como filtro, la impaciente espera del resquicio
que actúa infiel a su reino, exiliado,
al descansar de los párpados: mantas carnales
que extendidas conforman la marea baja
en la que toda procreación cabe.
Junto a una compresa usada o cáscaras de pipa,
residuos de la higiénica distracción humana.
No sabes dónde te traje.
A los hombres
Por razón maternal
lo he probado todo pronto.
Yo presiento a esa raíz más profunda,
un conjuro de los dioses
a los que gusta dar cobijo
para luego abandonar, corrompidos,
a sus aprendices.
Es esta tierra infértil
que me quema
de la que creo extraer vida.
Son esos labios carentes de nombre
gemelos
los que me nacen una noche
entre mil muertas.
Es un cuerpo líquido
al que no acierto, una fuente
de palabras compradas
por no gastar las propias
-rígidas, no ensanchadas.
Un pecho frío pese a la presencia.
Un río de sonrisas que no creo
y un tórax que se funde
instantes previos al hielo.
Ahí encontrarás mi cara,
mi papel viviente sólo a veces.
Y tras el telón una niña cansada
de este juego,
unos ojos abiertos
y vacíos
en los que no cabes.
El órgano
La madre de todos
los inválidos
lloraba sentada en el váter.
La mañana había abortado
amarilla,
y tras el desayuno tornó las almohadas
en sacos de senos vacíos.
Sobre el charco yacente en el suelo
se reflejan las patas de gallo,
primerizas.
El farmacéutico de urgencias
nos vendió la leche en polvo.
Luego un padre se acercó al vientre
hinchado de aspereza.
Con un cuchillo en la mano susurra
que las tonterías se las quita con eso.
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