José Ortega Torres
Publica su obra poética con el anagrama de Narzeo Antino.
(Granada, 1942 España) es un poeta (y litógrafo) con una personalidad acusada en la literatura andaluza contemporánea. Coetáneo del grupo poético de los Novísimos, usa moldes más tradicionales (rima, soneto) para crear una compleja arquitectura de imágenes que recuerda la herencia clásica mediterránea.
Ortega Torres cursa los estudios de Filología Románica en la Universidad de Granada entre 1966 y 1969, y se licencia en 1971 con la memoria "Aproximación a la poesía de Rafael Guillén", dirigida por D. Emilio Orozco Díaz. Obtiene el doctorado en Filología Hispánica en 1971 con la tesis "La poesía de Rafael Guillén: lengua, temas y estilo".
En 1975 funda con el poeta gaditano José Lupiáñez y el granadino José Gutiérrez la colección Silene, que ha publicado desde entonces obras de muchos poetas locales (entre otros Juan de Loxa, José Rienda, Elena Martín Vivaldi y Carmelo Sánchez Muros). Actualmente (2011) ejerce como profesor de Literatura Española en la la Universidad de Granada.
Obras y premios
- Cauce vivo ("Live Riverbed") 1971), firmado con el seudónimo de Aldo Fresno
- Ceremonia salvaje (1973)
- Carmen de Aynadamar (1974)
- Ritos y cenizas (1975)
- "Poema de la Alhambra, de A.E.” (publicado en el diario granadino Ideal el 23 de febrero de 1975)
- El exilio y el reino (1979)
- Hierofanía (1981), Premio Federico García Lorca en 1979 (patrocinado por la Universidad de Granada).
- La diadema y el cetro: himno (1983)
- Diamante: (espacio íntimo) (1987)
- Olvido es el mar, (1989)
- Domus aurea (1996), Premio Provincia de León 1994.
- Laurel & glosa, 1997
- Centinela del aire (1999), Premio Ciudad de Salamanca.
- Amante desafío 2001
- Fulgor de la materia (2003)
- Un título para Eros. Erotismo, sensualidad y sexualidad en la literatura, Capítulo 7 - “Falomanía y travesura en El jardín de Venus de Samaniego”
Sin título
Desde sus límites oscuros
persigue la palabra espacios:
memoria, quimera o vigilia
tras los anhelos invocados.
¡Qué secreto de seducción
apresura acordes y labios,
cuando la opacidad abruma
alondras en furtivos álamos!
Desolado y mudo clamor
la noche cela cautivando
delirios de inclemente ausencia
por laureles enamorados.
De Fulgor de la materia
La arquitectura del amor
exalta júbilo en asedio:
por la celosía del alba combate
se impacientaban los luceros.
Entre los rumores del bosque
la madrugada rinde espigas
ante el azar del desconcierto.
Mas no ceda el ánimo al frío
frente a la inmolación del tiempo,
no sea que las azucenas
se desvanezcan en el tiempo.
Amor exaltación y arquitectura
asedio de corceles surtidores
desvelando en los fulgores
las columnas del alba y su tersura
Espejo sin sosiego en que perdura
apogeo de espigas y atanores
donde la noche rinde su aventura
Amor si tu presencia es desafío
corporal y desnudo pensamiento
concédeme el clamor de las almenas
desvanece fugaz las azucenas
'Fulgor de la materia', Granada, 2003, p. 50 y 51.
Ocaso del silencio
Grito el yunque sesgado por mi pecho
Halcones y chacales bajo el sueño
Los barcos de mis sienes navegaban
Mensajeros sus puertos y distancias
Colman bosques el mundo acecha ardiente
Lobo de sombra tras oscuros peces
El universo late deseado
Bajo la espiga de mi verso salvo
Sabia lengua de acero laceraba
La raíz de mi aliento ciega llama
Por cimas del canto sumergido
Un vencejo de níquel yace herido
El fragor de la brisa y alcanzaba
El olvido al perfil de la fragancia
Regresan los delfines del recuerdo
Sobrios de mares de tesoros ebrio
El corazón expira en la ceniza
Carbúnculo y alondra relucía
De El exilio y el reino
Árbol inútil
A fuerza de llorar, crecer hacía
el árbol que con lágrimas regaba
G.
Ya del laurel las ramas ofrecían
aroma de tus labios. ¡Dafne, Dafne,
gacela del amor!, odio sin celos.
Qué muerte de madera por tus muslos
hasta la copa verde del cabello
te asume y transfigura, ¡Ninfa viva!
Mil bocas cual cuchillos por tus hojas
besan el aire, nudo cristalino
de la cintura triste de tu cuerpo.
Múltiples ojos dan flores despiertas
al injusto pistilo. Madre tierra
te siento por mis pechos ascendiendo,
honda en la savia, dura en mi corteza.
¿Por qué el amor negaste, rubia Dafne,
para morir Sin tiempo en el laurel?
Padre Ladón, tus aguas me circunden,
fuentes de Arcadia, origen de tu cauce,
donde rendir mí sed a tu frescura.
Bajo la fronda umbría, donde creces,
tiendo mi llanto al mar, ¡Tigre sonoro!,
por donde boga amargo mi silencio.
Ay, Dafne, Dafne, cruel, árbol inútil
para el amor del hombre, Apolo eterno;
para el dolor del cuerpo, Ninfa parda,
soledad vegetal de las laderas.
¿Quién libra del anhelo la quimera
donde besar tu fuga rauda y casta,
prisionero cantando entre tus brazos?
De Ceremonia salvaje
Desolación de labios
Las espumas entornan la sortija
del mar a mi cintura desolada.
La nave de tu pecho desvelada
caracoles solicitos cobija.
En su arpegio nos cimbra la clavija
del bronce de las horas. Triste espada
taladra el pedernal de tu mirada.
Y el cipres con su grito al llanto aguija.
¡Amor de los abismos!, fruto amargo,
sobre el dolor del tiempo navegante.
¡Amapola sin alas nunca asida!
Quien libera mi mastil del letargo
sin aventura. ¡Frio de diamante!
desolacion de labios. Nieve herida.
De Ceremonia salvaje
Sin título
Aynadamar el recinto
del amor. Y tu presencia
claro fulgor: inminencia
alza el afán nunca extinto.
Conjunto de laberinto
entreteje la colina
(sabio secreto de mina
tanta riqueza procura).
Huésped tú de la hermosura
donde la ofrenda culmina.
De Diamante
IV
Luce el ramo de lilas en la mesa
desolación ausente. Esquila rota
que en el cristal asume su derrota
prisionera del agua. Dulce presa.
El aroma te ronda fiel, no cesa
en presagiar tu muerte a cada gota
de tristeza morada. Amor azota
la frágil rama del dolor no ilesa.
Oh racimo de vida cercenada
ahuyentando el embate del destino,
en la luz de la aurora fugitiva.
Morirás sin el viento, alucinada
por un lóbrego afán –oh amargo vino-
Efímera galaxia en flor cautiva.
De Ritos y cenizas
Dedicatoria
Mi cómplice lector y grato amigo,
si apelo a tu serena inteligencia
es para agradecerte –por testigo-
la apasionada y clara convivencia
que a tu atención se atreve. No persigo
desmerecer tu lúcida presencia,
sino que estés alerta a la aventura
que culminando el cielo se apresura.
De Olvido es el mar
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