Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 9 de agosto de 2011

723.- JUAN ANTONIO BAENA



Juan Antonio Baena Niño nace el 18 de Abril de 1986 en Jerez de la Fra. aunque desde siempre reside en Grazalema, donde pronto se interesa por la literatura y escribe sus primeros cuentos y poemas, participando en los encuentros y recitales de la zona.
En 2004, por motivos de estudio, se traslada a Málaga y vive desde de entonces a caballo entre Málaga y Grazalema. Intensifica a partir de esta época su dedicación a la poesía y comienza además a interesarse por la fotografía, siendo cofundador en 2007 de la Asociación Fotográfica de Grazalema.
Publica sus primeros poemas y fotografías en revistas culturales como “El Diván” y “La Tapa” y algún tiempo después sale a la luz su primer libro de poemas: Tiempo Incierto (El Fuego de la Utopía, 2009).
Es colaborador habitual en la revista digital “La Sierra del Mediodía”.


Kamikaze

Soy un lunático,
un enfermizo loco
lleno de blancos y negros,
de claroscuros rotos
y silencios maltrechos.

Abrazo lo vacío,
todo lo invisible,
incluso lo fugaz
y también lo imprevisible.

Soy un soñador empedernido
que juega a ser poeta,
un malabarista descoordinado
asustado de la primavera.
Soy un loco imprevisible
amigo de las estrellas.

Soy un kamikaze enamorado
preso en mi avión de papel.

(Tiempo Incierto, 2009)



Lisboa

La piel parece aún mojada
por la lluvia de cada mediodía,
que limpiaba el alma
y mojaba toda la ropa
de los cordeles en Alfama.
mis ojos todavía reflejan
las piedras brillantes mojadas
y la luz deliciosamente cálida
de las calles desordenadas.

Llevo el vino
besando aún mi paladar,
derramé mi alma
en cada tasca sin nombre,
bajé la mirada
ante el fado de aquel anciano,
rompí más de mil palabras,
borré más de mil pisadas.

Perdí tantas veces mi cuerpo
por sus entrañas
de ciudad adormecida,
que huele mi ropa todavía
a las calles de Lisboa,
a su cielo gris atormentado
y a Maria bailando una bossa nova.

(Inédito)




Las madrugadas

Siempre vienes de madrugada,
apenas vestida con la luz de la luna.

Te siento llegar en la oscuridad.
No te veo,
pero puedo oler el verano en tu piel
-la hierba, el jazmín-
si te mueves oculta en la noche.
No te veo,
pero puedo oír en la penumbra tu cuerpo
-los latidos, tu respiración-
si, despacio, te acercas a mi cuerpo.

No te veo.
Nunca te veo cuando vienes de madrugada
pero sé que existes,
porque, cuando despierto,
el aire que respiro huele a verano.





El riesgo

El riesgo es inherente a la vida
y quien no arriesga no es que no gane,
es que sencillamente deja de vivir,
aunque luego el tiempo te desacredite,
aunque el hilo del que cuelgas se rompa
o simplemente te caigas y te pegue
el suelo una hostia en la boca.
Hacer caso al riesgo es vivir,
quieras o no, duela o no,
aunque llores o maldigas el tiempo
que pasa lentamente por tu costado
dolorido y lleno de morados.


El riesgo es inherente a la vida
y no hay razones que se lo impidan,
nos hace chocar contra paredes imposibles,
abrir los ojos y ver la ruina que nos habita,
nos regala alas que nos suben al cielo
y luego nos las corta en lo más alto.


Sin riesgo seríamos pobres máquinas,
cuerpos mecanizados que no sabrían llorar
o reír, ni soñar, ni temblar, ni amar.
Y ahí está el riesgo, que nos sacude
y nos emborrachamos de adrenalina,
nos arrojamos a cualquier vacío
y suplicamos al riesgo que se ría
de nosotros y nos escupa incertidumbre,
que nos empuje a la vida
que él mismo sazona de fuego,
tentación y dinamita.




NES 7 DE ABRIL DE 2008

Horas de luz agotada
Me levanto a oscuras
de la cama que me ata
y reprocha mi cuerpo,
dormido a deshoras.


Me ausento de la noche
y anudo la corbata,
alrededor de mi cuello,
escupiendo madrugadas.


Me escapo de las horas,
abro y cierro los ojos,
fuera y dentro de mi nada
invisible, y mi mundo todo,
al margen quebradizo
de la huella que me mata,
incauta referencia
de lo invisible presente
y lo imposible soñado,
y lo fugaz. Y del deseo
de lo cercano lejano.



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El sueño de una noche de febrero

Como no tengo a qué agarrarme
me invento lugares imposibles,
instantes y noches que no existieron.

Luego, si la tempestad me golpea
todo se diluye entre voces bellas
y fotografías equivocadas.
Y desaparece todo lo que tenía:
mis manos decorando tus mejillas,
dibujando letras invisibles en tu piel
sin que lo supieras.

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