Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 27 de agosto de 2011

815.- ALFONSO ESTUDILLO CALDERÓN


Alfonso Estudillo nació en Cádiz, en Agosto de 1948, aunque vivió su niñez en las soleadas y tranquilas calles de Medina Sidonia.
Regresó a Cádiz apenas adolescente, compaginando estudios y trabajos diversos, hasta que, cumplidos los deberes militares, fija residencia definitiva en San Fernando, ciudad en la que reside desde principio de los años 70.
Gran lector desde muy pequeño -e incansable y eterno estudiante- une a sus estudios de Ingeniería Electrónica y Telecomunicaciones -campo en el que se profesionaliza- otros estudios y conocimientos en los terrenos de la Medicina, la Ciencia y la Técnica.
Siempre inquieto y fiel a su convencimiento de ofrecer algo más a la sociedad, en 1988, tras algo más de veinte años en el ejercicio de su profesión -y después de unas breves pero muy positivas incursiones en el campo literario-, decide cambiar su actividad profesional para centrarse definitivamente en las letras.

Iniciada su carrera literaria, entre 1989 y hasta 1995 participa en certámenes y concursos literarios obteniendo unos doscientos premios -algunos internacionales- en relatos, narrativa corta, poesía, novela y periodismo.
En 1995 decide abandonar temporalmente su actividad literaria y la participación en concursos para crear la Revista Literaria y Cultural Divulgativa "Arena y Cal", publicación mensual gratuita que dirige y publica en edición papel hasta el año 2002, y que, en la actualidad -e ininterrumpidamente desde 1999-, continúa su publicación mensual en Internet.
Paralelamente a su actividad como editor, comienza a prepararse en las nuevas tecnologías, adquiriendo conocimientos en los terrenos informáticos -Lenguajes de Programación, Sistemas, Seguridad y Diseño Gráfico- con miras a nuevas proyecciones en el terreno profesional.
Como escritor, articulista y divulgador, aunque por las necesidades y exigencias laborales mantiene ralentizado el ejercicio literario de creación, compagina la narrativa, la poesía y el ensayo con artículos de opinión, divulgación científico-médica y colaboraciones en prensa y revistas culturales. Es, además, Presidente del Grupo "Río Arillo" de Artes y Letras de San Fernando, Grupo del que coparticipó como miembro fundador en 1995.
En la actualidad es propietario y Director Gerente de Islabahia.com, Portal multiservicios que creara en el año 2000 y donde mantiene diversas secciones en el ámbito de la cultura, la salud, el entretenimiento, el software y otros campos relacionados con el mágico mundo de Internet.




A LA VIRGEN DE LA SOLEDAD

Reflejos mil de plata en los varales
que fulgen bajo el sol de tu hermosura,
reflejos mil, también, de la amargura
que escondes tras sus lujos verticales.

Y brilla en ti cual trémulos cristales
las lágrimas del cáliz que te apura,
la hiel con que te acosa sin mesura
los filos de impiedad de esos puñales.

Tus lágrimas son gritos de agonías,
tus ojos dos gemidos, y tu aliento
escasa voz que clama a la piedad.

Atados a los llantos van tus días,
atados al dolor y al sufrimiento
de aquella cruz que fue tu Soledad.







A UN INCORDIO ALADO

Intruso horrible de mirada hosca,
pequeño monstruo de sombríos ocelos,
incordio alado, desertor de cielos
y vil felón de allí donde se embosca.

Verdugo parvo de figura tosca,
voraz origen de inquietud y desvelos,
ingrato huésped que en medrosos vuelos
impone al mundo su inmundez de mosca.

¡Oh, monstruo alado que tu afán dedicas
a ser del hombre contumaz castigo!
¿A qué ese ahínco con que a tal te aplicas?

¿No obtienes paz, placer, yantar y abrigo
del sólido excremento en el que picas?
¡Pues, torna a él ...que va a haber cola, amigo!








EL ALMA INCONSOLABLE

Momentos hay que el alma llora dentro
postrada en un dolor de cruz y espinas,
bajo una plómea nube que la aplasta
y obstruye hasta el sendero de las lágrimas.

Oprime el interior como una garra
de acero, que destroza, rompe y mata
la fe, dejándola preñada de ese llanto
que forma amargo nudo en la garganta.

Dolor que te atenaza, despiadado,
y niega al aire el grito que te ahoga,
si acaso, algún suspiro escapa a veces
huyendo de ese cáliz que rebosa.

Es entonces que el alma, interrogante,
eleva hasta los Cielos la mirada...
y sólo ve silencio en las alturas,
el gris desdén de un cielo que no habla.

Preñada el alma en hiel, dolor y llanto,
sin que te quede fe, ni amor, ni rabia,
...y sin poder parir el ácueo engendro
amargo y sin piedad que son las lágrimas.









DÍPTICO DESDE EL DOLOR
(Oda en la muerte de mi padre)

Abril, día último.
Aún en mí...

Y llorarán las rosas si te vas...
y el agua de los ríos serán lágrimas
como dolor de cielos
vertidas del azul hasta tu boca,
hasta tus labios fríos,
hasta tu esencia misma, ya inerte y dormida
sobre el regazo de la tierra.

No, no te vayas,
no quieras ser de piedra o sombra,
no quieras ser de la materia con que son los sueños,
no inventes nada,
deja que la luz camine desde tus pupilas
hasta encontrarme dentro,
hasta ceñir mi frente con tus labios
igual que ayer y siempre.

Los hombres somos ríos, padre,
juanramonianos ríos de amarillos cauces,
o árboles, quizás,
...o tal vez llanto,
ácuea materia
que cincela en tajos la distancia enorme de la piel y el alma.

No puedes irte, padre,
aunque tus dedos giman entre arrugas presos,
aunque tus labios tiemblen y en tu voz restalle
el íntimo lamento de un suspiro.
No puedes irte, padre,
no puedes irte porque tu sol aún no ha salido,
porque aún están mis manos esperándote
y todos los ecos te llevan mis palabras:
Te necesito, padre, sí... aún te necesito.



Mayo, día primero.
...y ya ido.

Y te fuiste...

Te marchaste sin mirar las ondas que el dolor labraba
en lo interior,
sin ver las lágrimas,
sin saber que dentro estabas tú
con tu perfil gimiente,
con tu frente blanca,
con tus manos doradas
y tu cuerpo estremecido.

Te marchaste sin notar apenas que unos labios fríos
se derramaban en tu piel para ser beso,
o tumba,
y vencieron al amor y a la esperanza.

Te dormiste...
Olvidaste que es la luz la que hace al día,
que los cielos beben luz de amaneceres,
que el fulgir de tu pupila era la fuente
y que el azul sin tu presencia no sería.

Olvidaste que los sueños tienen alas
y que los aires en tu voz se construían,
que sin tu nombre ya no habría ni luz ni leyes
ni sueños o existir de pajaritos.
Olvidaste que las primaveras se suceden,
que las rosas te esperaban en el patio,
que unos brazos te aguardaban para ser tuyos
y que la tierra es sólo afán de un pecho sin latidos.

Te dormiste...
Te dormiste solo,
en un regazo de aire sin estelas,
sin canción de cuna que te transmitiera los besos secretos
que guarda la sangre.

Apoyaste la cabeza sobre la almohada,
leve, tiernamente,
y dejaste abandonada la materia;
dormiste tus labios
y dejaste dentro la sonrisa;
dormiste tus ojos
y ocultaste en su luz las lágrimas...

Pero las mías fueron a la tierra
a reprocharle su impiedad desoladora,
a gritarle
que el dolor se queda,
que no hay cáliz, tumba o cielos que lo apure,
que lo mitigue,
que lo atempere,
que lo contenga...

Te fuiste
convertido en sueño,
pero dejaste aquí el recuerdo de tus labios,
padre mío, de tus labios,
convertido en piedra.





CÁNTICO A LOS TOREROS DEL SILENCIO

El aire de los campos,
el aire de los páramos y yermos.
La luna de los campos,
la luna de los páramos siniestros.
Luna y estrellas,
espectadores pálidos con voz de viento
entre las breñas.
Burladeros arbóreos con mil arrugas
de ramas viejas.
Barreras sin claveles, sólo espinos,
juncos y piedras.
Y el silencio...
Barreras en silencio.

Y una luz que apenas es plata por la noche,
como un sol muerto,
resbala retorcida entre guadañas
de un toro negro,
gloria y triunfos, o muerte disfrazada
con ojos negros...
Quimera y luto, indescifrable,
de los toreros.

Y unos ojos ansiosos de sol de albero,
trémulos, casi niños, casi sin miedo,
miran al Cielo.
Un mudo rezo ...y el pensamiento
lleno de domingos y clarines,
lleno de sueños,
de grana y oro, de cinco de la tarde,
de pasodobles y oles en los tendidos,
sueños toreros...

Hierve su sangre de león tierno,
las manos llenas de un trapo rojo
y el pecho al viento.

¡Jé, toro, toro...!
¡Ya va corriendo!

Centellas en los ojos de la fiera,
remolinos de patas y potencia,
verdugo en negro.
Cita de rojo, naturales, por derecho,
remates largos al ímpetu ciego,
vuelo sin alas del corazón,
temple de hierro.
Y uno de pecho, entre aplausos imaginarios,
sin barreras que tiemblen con la faena,
sólo el silencio,
sólo el bufido terrible de la fiera,
chorros de vapor y fuego,
monstruo siniestro.
Revuelos encarnados de franela
entre corvos cuchillos, espirales
buscando un cuerpo.
Y ese cuerpo buscando los triunfos
en los mismos cuchillos espirales
de olor a muerto...

Pero un torrente de furia desatada,
un vórtice de cuerno huracanado,
un torbellino de aristas retorcidas,
arrancan un gemido del silencio.
Y un cuerpo, de dolor estremecido,
un cúmulo de vida envuelta en sueños,
se alza desgarrado de la tierra
como un clavel tronchado por el viento.
Y el páramo se empapa de la sangre,
y los juncos se esconden bajo el yermo,
y la luna se oculta horrorizada,
y el olivo se yergue maldiciendo
al verdugo sombrío que se aleja
con claveles de sangre entre los cuernos...

¡Oh, dioses impasibles de la suerte!
¡Oh, furias desatadas del averno!
¡Oh, sol, que tanto sabes de estas muertes!
¿Por qué no iluminaste el firmamento?
¡Por qué no redimiste de esta suerte
a tanta juventud llena de sueños?
¿Por qué no fuiste al quite con tus rayos
haciéndote barrera ante los cuernos?

¡Oh, luna, que eres reina de la noche,
del reino de las sombras y los muertos!
¿Por qué te lo llevaste a tus cuadrillas
de estrellas y luceros?

¿Por qué, Dios mío, por qué? ¡Sólo era un niño
con sangre brava y ansias de torero!

Sólo el silencio...
Silencio a los pies del viejo olivo
y el cuerpo muerto.

Un cuerpo que soñaba con la gloria
del oro y el azul de los alberos,
de brindis, de barreras y tendidos
vibrando con la púrpura y el miedo,
de oles enervando a la franela
en las fiestas granates de sus vuelos,
del éxtasis final en la igualada,
en alto los pitones y el acero,
las muertes encontradas, frente a frente,
y la fiera que se humilla ante el torero...
De apéndices que suben a las manos,
de lágrimas que suben a los besos,
de aplausos que suben a los aires
en tardes que suben a los sueños.
De sueños que a las cinco son la gloria
y quedan a las cinco de lo eterno...
Las cinco de la tarde del triunfo.
Las cinco de la tarde del torero.

La muerte te esperaba en el camino,
chaval mío,
para ponerle lutos a tus sueños...







ORILLAS PARA UNA PLAYA SIN ORILLAS

Había un dolor latiendo en una playa interior
con su ácuea voz de alma por el suspiro atada,
había una luna triste,
apenas esbozada,
y oscuridades gimiendo
dormidas tras pétreos reversos de impiedad.

El día no era, que esa playa interior,
aún sin que la voz tremante y bíblica del ángel lo ordenara,
amaneció sin alba, sin olas en su orilla
y muerta, muerta toda, de su mar arrancada.

Y ya digo, sin luna,
sin mirada redonda que transforme la noche en edén de utopías,
ni esperanza o verdad,
ni alegrías...
que un creciente es apenas esbozo de un sueño
no promesa de labios en piedra esculpida.

Había arriba un cielo hecho todo de sombras
que no sé si callaba por desdén o arrogancia,
o quizás, sólo porque también es alma
y no sabe mentir cuando unos ojos verdes,
no aire o luz, sino lágrima,
de verde mar,
de mar y lágrimas,
lo interrogan.

Mientras tanto, triste y jinete de un rayo postrero,
sin saber adónde un hálito escapa,
erigido en adiós, sin una queja,
y sabiendo que la tierra es todavía el vientre abierto,
de dolor abierto,
que fuera y sería si nunca fuera tarde...
o más bien, nada.

Había otro rumor de olas que no suenan,
y al fondo, en la distancia, gaviotas suspendidas,
igual que corazones,
temerosas,
amorosamente entregadas al aire que las mueve
y esperando siempre la violenta caricia
que las arroje a la playa con las alas rotas.

Había una hoja de otoño remansando tristezas,
con una voz pequeña por el suspiro atada,
buscando algún epílogo de arenas
para morir como las caracolas.

Había...
sí, creo que había
como un arpa olvidada,
con las notas dormidas en sus cuerdas
y la mano de nieve huida a las distancias donde Bécquer no era.

No lo vio Vallejo con el uno y otro ojos inundados por la pena.
Ni Salinas se sintió vivido en otro ser fuera de él, muy lejos...
Ni tampoco Aleixandre podía alzar sus espadas como labios
para decir: "Arena, arena, tu clamor es mío..."

Había una luz flotando en las inmensidades,
o sólo inmensidad,
tal vez un cielo,
o era un arco-iris naciendo en una rosa,
o eran unos labios...
no sé, me parecía...
Dios mío, no lo sé,
quizás sólo era un grito
dos gritos a la vez,
y una distancia...
Ya no lo sé,
no, no lo sé...

Pero si era amor,
si estaba allí el amor,
un tú y yo pleno de dolor había.






OSCURIDAD VENCIDA

"Ya ido, roto, desnacido el amor..."

Silencio...
silencio plúmbeo envenenando el aire,
como monstruo sin piel y sin entrañas.
Y detrás de lo imposible ...ella,
oscuridad tremante,
bruscamente callada,
bruscamente encendida,
descargándole hachazos al perfil del cielo
sin que el nombre perfecto del azul,
luz celeste que clama,
le detenga el brazo rompedor con su espada de alba.

Rota la esperanza, ida la alegría, la amargura plena
el sol se constriñe a la sangre atado...

Pero un día los aires se agigantan
y restallan furiosos contra las impiedades y las sombras,
y la enorme oscuridad, vencida,
ha de irse a las grietas de sus tumbas.

Y el sol renace,
más inmenso que nunca, como lluvia finísima y dorada
torna al alma,
a acabar con los pálidos días de la angustia
y de las lágrimas.

Rotas las cadenas, idos los sollozos, plena la esperanza,
algo dentro late henchido de azul...





TRÍPTICO DE SONETOS PARA UN TORO BRAVO

NACIMIENTO Y SENTENCIA.

Blanca luna de charros campos viera
tus instantes primeros, y el mugido
que en los ecos del Yeltes confundido
a las cumbres de Alberca se subiera.

Verde tierra tus pasos conociera,
brazos verdes y un aire embravecido
que entre aromas de encinas diluido
en tu cuna de breñas te meciera.

A lo lejos te observa el Calvitero,
vertical centinela de tu cuna,
y del sol salmantino pregonero.

Y se queja al azul de tu fortuna,
que a las cinco de sol vendrá un torero
a cambiarte sus soles por tu luna.





CITA PARA LA HORA FINAL.

¿Oyes, toro? ¿No oyes los clamores,
no oyes el rumor que el aire atruena,
el grito del clarín que ya resuena
y el cómplice bramar de los tambores?

¿No ves cómo se encienden los colores
y sube al aire el grito que lo ordena?
Arriba el sol ya dicta tu condena
poniéndole a las cinco resplandores.

Y a las cinco, perfil de azul y oro,
voz de reto te cita con tu suerte,
el momento llegó, es tu hora, toro...

Ve a la cita y, aunque eres el más fuerte,
demuéstrale nobleza sin desdoro
y cámbiale su gloria por tu muerte.





VENCEDOR DE LA MUERTE.

Era tu sino un fin de sol y albero
en lid donde es de otro la victoria,
sin otro honor o lauro que la gloria
de ver la muerte a manos de un torero.

Mas no quebró tu empeño el frío acero
ni pudo algún dolor restarte euforia;
tu noble y brava sangre abrió la historia
para escribirle un nombre: "Postinero".

Vuelve, toro, a los campos en que naciste
que el Tormes ya te espera y amoroso
a curar tus recuerdos se apresura.

Vuelve, toro, y diles que tú fuiste
el más noble, el más fuerte, el victorioso...
y que ganaste a la muerte por bravura.


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