Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 15 de abril de 2014

1941.- ENRIQUE ZUMEL



Enrique Zumel

Enrique Zumel (Málaga, 1822 - Madrid, 18 de octubre de 1897) fue un dramaturgo y escritor español.

Aunque escribió no menos de ciento veintidós obras dramáticas, no sólo estrenadas las más sino publicadas, reseñadas y bastante reimpresas en Madrid, Granada y Málaga, donde fue uno de los dramaturgos más conocidos de su tiempo, se conoce muy poco sobre su vida. Trabaja principalmente en su natal Málaga y publica entre 1849 y 1893; revitalizó la comedia de magia estrenando entre 1849 y 1885 siete obras de este género: El himeneo en la tumba o la hechicera (1849), Batalla de diablos 1865), El anillo del diablo (1871), La leyenda del diablo (1872), Quimeras de un sueño (1874), El talisman de Sagras (1878) y El torrente milagroso (1883). También escribió comedias, dramas históricos, dramas religiosos y teatro menor y por horas; se acercó a la novela y más ocasionalmente a la poesía. Ossorio y Bernard ha escrito que dirigió el periódico madrileño La España Artística. A veces adaptó piezas del francés y del italiano, aunque casi toda su obra es original, popular y a menudo interesante, si bien acomodada a los gustos de su tiempo.

Obras

Teatro 

1849, El himeneo en la tumba o la hechicera, Drama fantástico en cuatro actos y en verso, original. Madrid, Vicente de Lalama, 1849.
1849, La pena del tallón o venganza de un marido Drama en cinco actos, en prosa, original. Madrid, Vicente de Lalama, 1849.
1852, Enrique de Lorena Drama en verso. Granada, José María Zamora, 1852.
1853, Guillermo Shakespeare. Drama en cuatro actos y prólogo, en verso. Granada, José María Zamora, 1853.
1854, El gitano aventurero. Comedia en tres actos y en verso. Original. Málaga, Francisco Gil de Montes, 1854.
1854, La batalla de Covadonga, Drama en tres actos y en verso, de grande espectáculo. Original. Málaga, Francisco Gil de Montes, 1854.
1854, José María, Drama de costumbres andaluzas, en siete actos, y en verso. Original. Málaga, Francisco Gil de Montes, 1858.
1855, Glorias de España o conquista de Lorca. Drama histórico en cuatro actos y en verso. Original. Málaga, Francisco Gil de Montes, 1855.
1855, Diego Corrientes, o el bandido generoso. Segunda parte, en tres actos y en verso. Original. Málaga, Francisco Gil de Montes, 1855. 56 pp.
1855, Un señor de horca y cuchillo, Drama en tres actos. Original. Málaga, Francisco Gil de Montes, 1855.
1856, La gratitud de un bandido. Tercera y última parte de Diego Corrientes, en un acto y en verso. Original. Málaga, Francisco Gil de Montes, 1856.
Quien mal anda mal acaba. Segunda parte de José María, drama original en tres actos y en verso. Madrid, José Rodríguez, 1859.
1862, ¡Un regicida! Comedia en un acto y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1862.
1863, ¡Viva la libertad!. Juguete cómico en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1865. Segunda edición.
1863, El muerto y el vivo. Juguete cómico en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1863.
1864. Laura Melodrama en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1864.
1865, Las riendas del gobierno. Juguete cómico en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1865.
1865, ¿Si sabremos quién soy yo? Comedia de gracioso en tres actos. Original. Madrid, José Rodríguez, 1865.
1865, Doña María la Brava. Drama histórico en tres actos y un epílogo. Original. Madrid, José Rodríguez, 1865.
1865, Otro gallo le cantara. Comedia en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1880.
1865, La hija del Almogávar. Drama en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1865.
1865, Batalla de diablos. Comedia de magia en tres actos y en verso. Original. Música de José Arche, decorado y maquinaria de Luis Muriel, trajes fantásticos de transformación de José Saldivas, bailes de Antonio Guzmán.
1866, Un hombre público. Comedia en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1866.
La última moda, Juguete cómico en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1867.
1867, Lo que está de Dios. Juguete cómico en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1867.
1867, Una hora de prueba. Juguete cómico en verso, escrito sobre el pensamiento de una obra francesa. Madrid, José Rodríguez, 1867.
1868, La isla de los portentos. Cuento mágico de Las Mil y una noches; disparate cómico inverosímil, en tres actos y en verso. Música de José Rogel. Decorado y trastos de Luis Muriel. Vestuario de Dalamacio Detrell. Madrid, José Rodríguez, 1868.
Cajón de sastre. Juguete cómico en tres actos y en verso. Original., Madrid, José Rodríguez, 1868.
1868, Oprimir no es gobernar. Caricatura en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1868.
1868, Los hijos perdidos. Melodrama en tres actos, precedido de un prólogo en prosa. Original. Madrid, José Rodríguez, 1868.
1869, El trabajo. Comedia en tres épocas y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1869.
1869, El carnaval de Madrid. Zarzuela bufa en dos actos y en verso. Original. Música de Francisco Vilamala. Madrid, José Rodríguez, 1869..
1869, Derechos individuales. Comedia en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1869.
1869, Figura y contrafigura. Comedia en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1869.
1870, Por huir de una mujer. Zarzuela bufa en dos actos y en prosa. Original. Música de José V. Arene. Madrid, José Rodríguez, 1870.
1871, Pasión y muerte de Jesús. Drama sacro en siete cuadros y en verso. T Martín, 3-III-1871.
1871, El anillo del diablo. Comedia de magia en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1871.
1871, La escala de la ambición. Drama en tres épocas y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1871.
1871, El nacimiento del Mesías. Auto sacro en cuatro actos y en verso. Original. Música de Manuel Sabater. Madrid, R. Velasco, 1871.
1872, La leyenda del diablo. Comedia de magia en cuatro actos y en verso. Original. Música de Manuel Sabater. Madrid, José Rodríguez, 1872.
1872, Un millón. Juguete cómico en tres actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1872.
1872, Los locos de Leganés. Juguete cómico en un acto y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1872.
1872, La montaña de las brujas. Melodrama en cuatro actos y en verso. Original. Música de Manuel Sabater. Madrid, José Rodríguez, 1872.
1872, Batalla de ninfas. Comedia fantástica de gran espectáculo en cuatro actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1872.
1872, Guillermina. Drama en verso. Madrid, José Rodríguez, 1872.
1873, La independencia española. Epopeya en tres partes y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1873.
1873, Un predestinado. Juguete cómico en dos actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1873.
1873, Degollación de los inocentes. Cuadro bíblico escrito como epílogo de El nacimiento del Mesías, en un acto y en verso. Original. Música de Manuel Sabater. Madrid, José Rodríguez, 1873.
1873, La hija del mar. Comedia en verso. Música de Manuel Sabater. Madrid, 1873.
1874, El vizconde de Comamarin. Drama en cuatro actos y siete cuadros, en prosa, tomado de la historia de una causa célebre de Emilio Gaboriau Madrid, José Rodríguez, 1874.
1874, Quimeras de un sueño. Comedia de magia en cuatro actos y en verso. Original. Música de Francisco Vilamala. Madrid, José Rodríguez, 1874.
1874, El manco de Lepanto. Comedia en dos actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1874.
1874, Los bandos de Cataluña Melodrama de espectáculo en dos actos y en verso. Original. Madrid, José Rodríguez, 1874.
1875, La condesa Diana. Zarzuela fantástica de gran espectáculo en dos actos y en verso. Original. Música de Manuel Sabater. Madrid, José Rodríguez, 1875.
Aquí estoy yo, Zarzuela en un acto, en verso.
La casa encantada, Zarzuela en dos actos, en prosa.
Um casamiento á pistola, Comedia em um acto (traducida) Lisboa, 1873.
La cojera de perro y lágrimas de mujer, no hay que creer, Comedia en un acto, en verso.
El deseado Príncipe de Asturias, Loa, en verso.
Una deuda y una venganza, Drama en cuatro actos, en verso.
Enrique de Lorena, 2a. parte, Drama en cinco actos, en verso.
La maldición, Pensamiento dramático en un acto, en verso.
Me conviene esta mujer Juguete cómico en un acto, en verso, original. México: El Fénix
La muerte de Turismundo, Comedia en un acto. SAE
Pepa la cigarrera, Zarzuela en un acto, en verso.
El segundo galán duende, Comedia en tres actos, en verso.
Un valiente un buen mozo, Juguete en un acto, en verso.
Vaya un lío, Juguete cómico en un acto, en verso.
Vivir por ver, Zarzuela en tres actos, en verso.
La voz de la conciencia, Drama en tres actos, en verso.
Narrativa[editar]
El amante misterioso, Novela original en un tomo.
Amores de ferrocarril, Leyenda original.
La batelera, Poema original.
Los dos gemelos, Novela original en un tomo.
El primer Borbón, Novela histórica (Manila: Impr. Amigos del País, 1890)


In re magica veritas: Enrique Zumel y la comedia de magia en la segunda mitad del siglo XIX
David T. Gies

University of Virginia


En su importante artículo, «La última etapa de la comedia de magia», Ermanno Caldera llama nuestra atención sobre la continua popularidad de la comedia de magia en España en el siglo XIX. Habla de las aportaciones de Grimaldi, de Bretón de los Herreros y de Hartzenbusch al género y señala cómo estas obras co-existen con las obras románticas de los mismos años. Como observa Caldera, «En el momento de mayor abandono de la cultura y la vida españolas, en el propio centro de la ominosa década, salió a luz esa Pata de cabra, que estaba destinada a brindar a este tipo de obras su postrer florecimiento en la breve estación romántica». Estos autores consagrados se dedicaron a escribir aquellas obras tan despreciadas por los neoclásicos en el siglo XVIII pero tan populares para el público. La revitalización del género con la impresionante obra de Grimaldi inició una nueva etapa en la producción mágica en el siglo XIX. Sin embargo, y debido a lo que vamos a explicar después, parece que necesitamos modificar el título del artículo de Caldera en un sólo detalle y llamarlo no la «última» etapa sino «la penúltima etapa» de la comedia de magia.
Parece improbable que sepamos tan poco de un dramaturgo que escribió no menos de ciento veintidós obras dramáticas, la mayoría de ellas no sólo estrenadas sino también publicadas en Granada, Málaga y Madrid, algunas en múltiples ediciones. Enrique Zumel es uno de los dramaturgos más prolíficos de la segunda mitad del siglo, un artista cuyas obras fueron representadas continuamente en los mayores teatros y reseñadas en los más importantes periódicos de la capital. (Ver el apéndice). Desde su primer drama en 1849 hasta su último «cuento fantástico» en 1893, Zumel figura en pleno centro de la actividad teatral española. Pero le ha pasado a él lo que a un gran número de dramaturgos decimonónicos que nadie se ha molestado en desenterrar. Incluso el profesor Enrique del Pino, en su interesante estudio en dos volúmenes sobre el teatro en Málaga, la ciudad natal de Zumel, sólo recoge una docena de títulos de los «50 ó 60» [sic] que supone escritos por Zumel. Desgraciadamente, tras la muerte de Zumel en 1897, como diría Hamlet, «lo demás es silencio».
No vamos a intentar rescatar a Zumel del olvido a base de la (dudosa) calidad de su obra; sin embargo, no tendremos una adecuada y objetiva historia del drama decimonónico español sin contar con figuras como él que contribuyeron con numerosas obras de gran éxito a las tablas madrileñas. No hay ni espacio ni tiempo aquí para dar una visión global de la obra de Zumel, malagueño nacido en 1822. Lo que nos interesan son las siete comedias de magia que escribió, publicó y estrenó entre 1849 y 1883.
Al intentar definir lo que es la comedia de magia en 1832, Félix Enciso Castrillón escribe lo siguiente:
En estas se pintan los prodigios que se supone obra un encantador o mágico; y como en estas piezas apenas cabe el fin moral, se exige del poeta que dé al mágico un buen carácter, y que emplee su fingido poder en auxiliar la virtud y castigar el crimen. Como piezas dedicadas únicamente a la diversión, no se limitan al tiempo y lugar que piden las reglas, y su lenguaje puede ser más artificioso que el de las piezas regulares, pues al poeta que escribe dramas de magia le es permitido violar la verosimilitud con tal que divierta, conservando el decoro que exige el teatro.

Las comedias de magia, aunque ya pasada su edad de oro, mantenían su popularidad en los décadas de los 1840, 1850, 1860 y 1870. Ya sabemos, por lo menos parcialmente, la historia de obras como Juana la Rabicortona, La pata de cabra y El diablo verde5, que se mantuvieron en los repertorios años después de sus respectivos estrenos, o de La pluma prodigiosa, Los polvos de la madre Celestina, El desengaño en un sueño, La batuecas y La redoma encantada, escritas entre 1839 y 18436. Otras comedias de magia de esta época, que están por estudiar, como Los siete palacios del diablo (estrenada en agosto de 1844) o El diablo enamorado (evidentemente bastante popular, según noticias en la Revista de Teatros; estrenada en enero de 1845), completan un panorama de obras de magia que llenaban los teatros de la corte. Una larga reseña descriptiva de Los siete palacios del diablo (de autor desconocido) sugiere al lector que la obra tiene poco valor literario; sin embargo, el articulista termina la reseña con esta observación:
Sorprendentes decoraciones, costosos trajes, transformaciones a la vista del público, metamorfosis curiosas, sorpresas diabólicas de toda especie: he aquí lo que se encuentra en Los siete palacios del diablo, que forman no menos de diez y nueve cuadros. Preciso es ver ese espectáculo que parece en verdad cosa de encantamiento; y aun todavía se duda de que la perfección de la magia raye a tan alto punto.

(Revista de Teatros 30 junio 1845)               

Este punto de vista sirve para describir también las comedias de magia de Zumel, que escribía ya no «literatura» sino obras para divertir al público; sin embargo, Zumel piensa en la situación política en la que vive, así que tras de la superficie «espectacular» se puede descubrir en sus comedias de magia -tanto como en las escritas por otros autores- un comentario social y una fuerte moraleja.
La primera comedia de magia de Zumel -«drama fantástico» la llama él- es El himeneo en la tumba o la hechicera, escrita, como reza la portada de la edición de 1849, «para representarse en Madrid», aunque no se sabe a ciencia cierta si llegó a representarse o no7. En una interesante «Advertencia» publicada con la obra, el autor revela su fuente (una novela de Arlincourt8) y hace hincapié en la diferencia entre lo que se puede leer en una obra publicada y lo que se puede representar en el teatro, un dilema que recuerda lo que sufrió el duque de Rivas al no poder estrenar El desengaño en un sueño por sus complicadas exigencias tramoyísticas. Escribe Zumel:
Alguna parte del plan de este drama está tomada de la obra del vizconde de Arlincourt que se titula La hechicera: obra enteramente fantástica como lo es el drama. Los bellos pensamientos de aquella no todos podían ponerse en escena, por ser imposibles de realizar sus transformaciones. He tenido que introducir dos personajes que son Resbalón y Quirica, con el objeto de que den tiempo a los tramoyistas para disponer los trastos necesarios. Y últimamente he arreglado el argumento y situaciones de la escena, apartándome a veces del todo de la novela, pues como pueden conocer los lectores, todo lo que puede leerse no puede ejecutarse.

El himeneo es un drama que recoge muchos de los tropos románticos y trucos mágicos que eran, ya por estos años, elementos archiconocidos del género. Por ejemplo, del drama romántico toma Zumel no sólo el argumento histórico, sino también la intensa pasión amorosa de Óscar, conde de Romelía y la bella Elvira, el escenario gótico (castillos y panteones), el tenebrismo de luz y oscuridad, los relámpagos y truenos que indican maldad y terror, la continua presencia de «lo infernal», los «¡Ay de mí!» y desmayos tan comunes a las heroínas románticas, etc. Marta, la hechicera vengativa y triste, nos recuerda la patética Azucena de El trovador. Sin embargo, no es El himeneo un drama romántico ni mucho menos; es más bien una vuelta a los melodramas de los años 1820 (pensemos en La huérfana de Bruselas, por ejemplo) que no termina en desgracia, sino con el restablecimiento de la armonía cósmica por la intercesión del poder divino, elemento ya de ley desde el Tenorio. A todo esto, Zumel añade la magia -transformaciones, sombras que pasan por las paredes, apariciones y vuelos- más un vocabulario aprendido en las otras comedias de magia de los años anteriores y un fuerte elemento moral. Veamos algunos ejemplos.
Me parece que el antecedente más claro de El himeneo en la tumba es la comedia de magia más popular y más conocida en estos años, o sea, la famosísima La pata de cabra. En varios momentos un personaje u otro recuerda las tonterías de don Simplicio, cuya manera de hablar siempre producía la risa del público. «¡Qué ardides, ni qué alcachofas!» grita don Simplicio9 seguido por las igualmente tontas frases, «¡Qué señoras, ni qué espárragos!», «¡Qué pero, ni qué manzano!», «¡Qué nota, ni qué niño muerto!»  y «¡Qué Lazarillo, ni qué Lazarón!» (estas dos últimas en boca del tutor, don Lope). En El himeneo, es la criada Quirica quien grita de igual modo, «¡Qué hechicera, ni qué pito!», frase que no sólo hace reír al público, sino que lleva ecos de la obra de Grimaldi. El elemento de sátira social, atenuado pero evidente en La pata cuando don Simplicio cuenta su viaje lunático, se repite en El himeneo en la relación que hace Resbalón de su viaje infernal:

Lo poco que pude ver,
en verdad, que me ha gustado.
Un mercader, condenado
porque no supo vender.
Un médico, un escribano;
también un procurador,
un abogado, un traidor...
saber por qué, quise en vano.
Y se hartaban de gemir
un zapatero y un sastre,
que sufrieron tal desastre,
por ser cortos... en mentir.
Y también vi más de ciento
que se hallaban condenados,
y todos allí encerrados
por un torpe pensamiento, etc.
               

Pero la nota más indicativa de que ya no estamos en el mundo romántico es que no sólo se evita un desenlace trágico (a pesar de un casamiento en un sepulcro convertido en ara y la presencia de un esqueleto que naturalmente horroriza a la dulce Elvira), sino que «todo lo vence amor» y el panteón se convierte en Olimpo (lo mismo que pasa en La pata de cabra) presidido por un ángel. Y justamente lo que se vio en Don Juan Tenorio -la salvación del héroe por intercesión de su amante y la subida al cielo- se repite en El himeneo, cuya última acotación reza así: «Sube una elevación con Óscar, Elvira y el ángel pausadamente, música angélica mientras baja el telón».
Zumel manipula con destreza una multitud de versos (romance, redondilla, quintilla, octava real, pie quebrado), con momentos de invención estrófica, como en la larga intervención en versos enteramente esdrújulos de Resbalón que comienzan, «El lugar me causa escrúpulo / y casi me falta el ánimo, / pues Blondel estaba tímido / y tiene un acento lánguido...» -versos que recuerdan a Iriarte, naturalmente, y que están repetidos en otros dramaturgos (Bretón, por ejemplo, en Cosas de don Juan, 1854).
Pero saltemos ahora a 1865, cuando Zumel estrena su segunda comedia de magia, Batalla de diablos, que obtuvo «un éxito satisfactorio y merecido» según La Iberia (17-XI-1865). En estos años se vieron en las tablas de la corte y de las provincias otras comedias de magia, como La almoneda del diablo11 y La paloma azul, ambas del conocido parodista Rafael María Liern y Cerach, y Urganda la desconocida, que, según los informes publicados en la revista El Teatro en 1864, «sigue atrayendo numerosa concurrencia al teatro de Novedades, habiendo sido exornada con todo el aparato de transformaciones, juegos, bailables, coros y tramoyas...» (7-XII-1864). Es, sin duda, la tramoya y el «gran espectáculo» lo que atrae al público a las comedias de magia durante estos años. Prueba es que Batalla de diablos, aunque «carece de interés en algunas escenas, notándose a menudo la falta de argumento», fue no obstante muy aplaudida por un público que llenó el teatro e incluso «llamó entusiasmado repetidas veces a la escena» ya no sólo al autor de la obra, como era de esperar, sino también «al estimable y reputado pintor escenográfico don Luis Muriel, que en muchas de las decoraciones nos ha demostrado sus excelentes condiciones artísticas». Muriel pintó diecinueve nuevos decorados para el estreno de Batalla de diablos, número bastante superior al que se solía pintar.
Zumel escribe no sólo para divertir, sino también para implantar una moraleja en el transcurso de dos o tres horas. Vuelve a usar los mismos personajes históricos que había usado en El himeneo -Ricardo Corazón de León, Elvira y Blondel, su trovador- y el mismo lugar -el Castillo de San Telmo- pero Batalla de diablos es lo que podríamos llamar una comedia de magia cristiana, por ser un drama que contiene una fuerte moral conservadora y ortodoxa. Los típicos elementos del paradigma romántico se observan también en esta obra (montaña-selva-castillo; Luzbel; estatuas, etc., etc.) pero ya completamente vaciados del contenido ideológico romántico. De hecho, el romanticismo se transforma sólo en otro elemento cómico que emplea Zumel para entretener al público. Siguen las referencias intertextuales a La pata de cabra (por ejemplo, la escena en las «Zahúrdas de Plutón» -imitación de Quevedo- recuerda también la famosa escena en las «Fraguas de Vulcano», de la obra de Grimaldi; Peñasco, hambriento, intenta comer pero no puede porque la comida se le escapa, escena que recuerda una parecida en II, viii de La pata; en Batalla hay escena en que hablan los retratos), pero lo que Zumel descubre en la comedia de magia es la libertad para experimentar con versificación y juegos verbales. Su destreza lingüística se ve en el siguiente diálogo entre Elvira y Peñasco, diálogo lleno de pirotecnia verbal:




ELVIRA:
¿Tienes miedo?
PEÑASCO:
 (temblando más)  ¿Yo?... ¿De qué?

ELVIRA:
¡Que tiemblas, es evidente;
sin duda de pavor es!
¡No hay por qué!

PEÑASCO:
¡Sí, ya lo creo!
¡Está claro! ¿Qué ha de haber?
¡Es que yo nací en Tembleque;
y como que no hay el qué,
faltando ese qué, aunque peque,
Tembleque, queda en temblé.

Semejantes juegos de palabras se encuentran en El anillo del diablo (1871) a base del nombre del personaje llamado Alfonso Trueno y de la palabra «doble» del gracioso Mandoble. Hay muchos otros ejemplos que por falta de tiempo quedan en el tintero.
Además de chistes fáciles y algún que otro comentario misógino («¿tú no consideras / que mujer y diabla / es la cosa misma? / ... / ¡para ser demonio, / basta con ser hembra!») las dos notas más fuertes de Batalla de diablos son el comentario político y la trillada moraleja cristiana que condena al infierno a los que por orgullo y falta de arrepentimiento rechazan el «camino del cielo». El comentario político se nota especialmente en la larga diatriba («esos que el bien de su patria / ni le quieren ni le buscan / ... / sisando el bien de su patria»), por lo cual están condenados a sufrir en el infierno. La censura, todavía vigente en 1865 (el dramaturgo Narciso Serra es el Censor de Teatros), es obviamente menos fuerte que la de la época de Fernando VII, y por eso la crítica socio-política es más fuerte, más aguda en Zumel que en, por ejemplo, Grimaldi. Sin embargo, Zumel es consciente de la censura. Dice Peñasco:

El soberano, Plutón,
no se ofende en oír verdades;
él las llama necedades
y pega sin compasión.
Les deja escribir y hablar
a todos en el infierno,
y criticar su gobierno...
que es bastante criticar.
Son libres a veces dadas
para hablar cuando les toca,
con la mordaza en la boca
y con las manos atadas.                

En El anillo del diablo (1871) Zumel comenta un tópico candente. Aparecen en sueños Álvaro de Luna, Catalina Howard y Juan de Padilla. Cuando Luna confiesa que le mataron «por ser mal ministro», Mandoble contesta, «Pues si por esos motivos / aquí degollaran ... / a muchos conozco / que ya no estuvieran vivos» y continúa:

MANDOBLE:
¡Pues ahora con arrogancia
los que explotan la nación,
con oro y sin aprensión
se van a gozar a Francia,
mientras aquí nos quedamos
poniendo en el cielo el grito,
sin que les importe un pito
la sangre que derramamos!
LUNA:
También me debí escapar
y no hubiera muerto así:
en el tiempo en que viví
no era moda el emigrar.
            

No es en Batalla de diablos la frase «yo te amo» la que libera a los amantes de los hechizos y penas que sufren, sino una mucho más ortodoxa y «post-zorrillesca»: Elvira y Gabriel, al ser condenados por Plutón, Luzbel, el Diablo Cojudo y otros muchos a la separación eterna y a la muerte en una caldera, se abrazan, en un momento de gran tensión y reconocen el valor no tanto del amor (lo que hubiera sido lógico si fuera romántica la obra) sino de la salvación divina. Gabriel, dirigiéndose a «Dios bendito», grita, «¡Creo en ti! La fe nos valga, / que es talismán del cristiano!», lo que destierra a los diablos y prepara el desenlace feliz. La guerra se termina, Gabriel y Elvira podrán casarse, la armonía se recupera. Por si no estuviera suficientemente clara la moraleja de la obra, Elvira confirma que «poco puede el infierno, donde está la fe de Dios». El anillo del diablo tiene un desenlace parecido: Alfonso Trueno se arrepiente en el último momento gracias a su «sincera contrición»: «El bondadoso y clemente / por tu fe te perdonó, / y del poder del demonio / te salva el poder de Dios».
En las otras comedias de magia que escribe -La leyenda del diablo (1872); Quimeras de un sueño (1874); El talismán de Sagras (1878); El torrente milagroso (otro «drama fantástico», 1883)- Zumel emplea las mismas fórmulas: son obras ricas en mutaciones y talismanes mágicos, llenas de color y acción, fácil diálogo, diversidad métrica, chistes y juegos lingüísticos, escenas inspiradas en otras comedias de magia (notablemente en La pata de cabra), algún que otro comentario social (nunca muy atrevido pero siempre divertido), obvias lecciones morales y cristianas, el triunfo de Dios y las fuerzas de la bondad sobre las fuerzas del mal y la restauración -siempre- de paz, armonía y amor.
Si es cierto que La pata de cabra «distrajo de la política al público de Madrid por algunos meses», como afirma Zorrilla, es también notable que en otros períodos de caos político surgiera de nuevo este maltratado y mal comprendido género teatral. Una de las épocas de más inestabilidad política es el período en torno a la caída de la monarquía de Isabel II en 1868, cuando el país buscaba frenéticamente no sólo a un soberano para regir en Madrid sino también una forma de vida adecuada a las necesidades del día. Es precisamente en esta coyuntura político-social cuando se estrena y se publica la mayoría de las obras mágicas de don Enrique Zumel.
Así, los dramas de Enrique Zumel, y en especial sus comedias de magia, confirmaron las necesidades de una sociedad burguesa, insegura de su futuro político y deseosa de ver en el teatro el reconfortante drama del mal vencido y el triunfo de los valores cristianos. La cuidadosa lectura de estos dramas nos da el pulso moral y político de la época en que se estrenaron. El reseñador de Batalla de diablos en La Iberia (19 sept. 1865) confirma que la lección es lo primordial cuando escribe: «Los diablos que en ella figuran son, en toda la extensión de la palabra, unos pobres diablos, sensatos y juiciosos. Con diablos así, no es seguramente temible el infierno». Debajo de las fáciles transformaciones y superficiales chistes se esconden algunas importantes verdades sobre la sociedad española en la segunda mitad del siglo XIX. Enrique Zumel, representante de la verdadera «última etapa» de la comedia de magia en España, capta el pulso de estas verdades. La comedia de magia muere definitivamente en el siglo XIX, pero su agonía es lenta y dulce. Si Larra nos había enseñado en «La nochebuena de 1836» que In vino veritas, Zumel (entre otros) nos enseña que In re magica veritas.





Pasión y muerte de Jesús

DRAMA SACRO EN OCHO CUADROS Y EN VERSO
DE ENRIQUE ZUMEL


Representado en el teatro Martín el día 3 de Marzo de 1871





CUADRO PRIMERO
Selva

ESCENA PRIMERA

Magdalena, Mujer 1ª, Mujer 2ª, Hombre 1º y 2º y ....

Muj. 2ª Lo que me contáis me asombra.

Muj. 1ª Pues es la pura verdad.

Magd. (¿Y es Jesús de Nazareth
del que estoy oyendo hablar?
De ese profeta... Mas creo 
que exageración habrá ...)

Hom. 1º ¡Por todas partes la gente
le sigue sin vacilar, 
para escuchar su palabra
fuente de ventura y paz!

Hom. 2º Y para ver los prodigios
de su poder singular.

Hom. 1º Da vista a los ciegos; cura 
a los leprosos; por do va,
deja las huellas del bien
y va confundiendo el mal.

Muj. 2ª ¡Se llama hijo de David!

Magd. (Si ese hombre el Mesías será 
que  anuncian las profecías?
¡No sé que extraña ansiedad
se ha apoderado de mil...
Mi conciencia sin cesar
me atormenta, nunca tuve 
tan desconocido afán...

Hom. 1º Se acerca gente hacia aquí...

Muj. 1ª Es Jesús.

Magd. El...

Hom. 1º Y detrás
sus discípulos y el pueblo;
aquí le oiremos hablar, 
porque tiene su palabra
un encanto celestial.

Hom. 2º Ahora voy a preguntarle
que he de hacer para ganar 
el cielo.

Muj. 1ª Pues no hay cuidado,
que al punto te lo dirá.

Hom. 2º Yo tengo muchas haciendas,
vivo con el mundo en paz,
y pienso que no he pecado;
veremos si hay que hacer más
para conseguir la dicha
en la otra vida eternal.

Magd. (Si este hombre que es justo teme,
la pecadora, ¿qué hará?


ESCENA II

Dichos, Jesús, los Apóstoles y el Pueblo.

Jesús Queredlos, que de los niños
es el reino de los cielos.
Dejadlos que a mí se acerquen
y mis manos ponga en ellos.
(Dos niños llegan a besarle la túnica, y él pone las manos sobre sus cabezas.)
Ángeles, que aún no sabéis
las angustias y tormentos
que en este valle de lágrimas
tenéis que pasar, yo tiendo
mis manos sobre vosotros
y os bendigo.

Magd.                                 (¡Díos! ¡Su acento
                      me conmueve!)

Hom. 2.º                                 Permitid
                      que os pregunte, buen Maestro,        
                      qué he de hacer en esta vida
                      para en la otra obtener premio.

Jesús              "Sólo uno es bueno, que es Dios".
                      Observa los mandamientos
                      y te salvarás          
    
Hom . 2.º                         ¿ Y cuàl es?      
                       
Jesús              Para conseguir tu anhelo,
                      no matar, no adulterar,
                      no hurtar.

Magd.                           (¡No sé lo que siento!)

Jesús              No levantar testimonios,
                      huir de livianos deseos,
                      honrar tu padre y tu madre;
                      de ese modo procediendo,
                      como a tí mismo a tu prójimo
                      amarás.

Hom. 1.º                     Yo todo eso

                      he observado. ¿Qué me falta?.
Jesús              Sí pretendes ser perfecto,
                      vende tus bienes, reparte
                      en los pobres tu dinero,
                      que si aquí pierdes riqueza
                      tendrás tesoro en el cielo,
                      y sígueme...

Hom. 2.º                           (¡Dar lo que es mio...!
                      ¡ No, que para mí lo tengo!) ( Vase )

Hom. 1.º         ¡El se marcha pesaroso!

Jesús               Más fácil es que un camello
                       por el ojo de una aguja 
                       entre, que un rico en el cielo.

Pedro              ¿ Pues quién se salvará entonces?

Jesús               Sólo Dios puede saberlo.

Magd.             (Sus palabras, su ademán...
                       los latidos de mi pecho...
                       ¡Este es el hijo de Dios...!)

Jesús               No desechéis los consejos
                        que por mi boca os envía
                        el Creador del Universo.
                        Yo a iluminar vuestras almas
 iris de ventura, vengo.
Llegad a mí, que yo soy 
quien bendición os ofrezco
y perdón a vuestras culpas
en nombre del Ser Supremo!
¡No desmayéis, pecadora,
porque siempre estáis a tiempo
de que laven vuestras manchas, 
purifiquen vuestros yerros
las lágrimas que lloréis
por justo arrepentimiento!
Redímanse vuestras almas
por la contrición, que es fuego
que destruyendo el pecado
abre las puertas del cielo.

Magd. ¡Jesús...! Tu santa palabra
ha penetrado en mi pecho,
despertando mi conciencia, 
que en diabólico beleño
embargada, nunca vino 
a turbar mi pensamiento.
jamás lloraron mis ojos, 
y ahora ves qué llanto vierto;
que es tan grande mi amargura
como mis pecados fueros.
La luz penetro en mi mente.
¡Adoro en Dios!¡En Dios creo!
Dame el perdón de mis culpas,
a tus plantas te lo ruego...
El vicio manchó mi vida
la virtud desconociendo,
embriagada en los placeres
que mi ser envilecieron,
y ahora con toda mi alma
de mis faltas me arrepiento.

Jesús ¡Mujer, enjuga tu llanto 
y levántate del suelo!.
Si es sincero tu dolor,
franco tu arrepentimiento,
nueva vida desde ahora
purgue tus pasados yerros, 
buscando en la penitencia
a tus pesares consuelo.
Perdonada estás, levanta.
Arroja con menosprecio 
esas galas que te cubre, 
esas joyas que tu cuerpo
adornan, perdiendo el alma.
Tu rostro será más bello
por la fé purificado
que con tales aderezos.

Magd. ¡Gracias, divino Profeta,
que devuelves a mi seno 
la paz que ahuyentó la culpa;
desde ahora mi pensamiento 
fijo en Dios omnipotente!
Del ruido mundanal lejos, 
se cambiará mi existencia
por la calma que deseo.
Estas joyas y estas galas, 
de mi vanidad objetos,
y que tanto he codiciado
para adorno de mi cuerpo,
lejos de mi las arrojo,
para siempre las desecho.
¡Espíe la penitencia
mis pasados devaneos;
que tu bendita palabra,
tu clemencia, tu consejo 
y mi amor a tu doctrina, 
la doctrina de los buenos, 
me sacará del abismo
que me lanzaba al infierno.

Muj. 1ª ¡Piedad con una ramera!

Muj. 2ª En verdad, no lo comprendo.
¡Si las perdidas se salvan,
qué preferencia hallaremos 
las que no lo somos!

Jesús Hijas,
es el reino de los cielos
cual un hacendado rico
que fue una mañana al pueblo
a ajustar trabajadores
para su viña; el concierto
era darles un denario
por el día, y fueros ellos.
A la hora tercia halló otros
ociosos; también a estos
 los mandó; a la hora sexta
y a la novena el mismo dueño
de la viña a otros halló
que trabajo no tuvieron
ni jornal para aquel día;
también a su viña fueron;
mas por la noche, al pagar,
empezó por los postreros;
los primeros esperaban
que les diese más, y vieron
que les pagaba los mismo;
entonces con descontento
uno de ellos exclamó:
“¿Conque das a estos postreros
que una hora tan trabajado
como a nosotros, que hemos
trabajado todo el día?...
¡Esto no es justo! “ Y el dueño
le contestó: Fue tu ajuste 
un denario, y te lo entrego.
No tienes más que pedirme,
que a estos les doy lo que quiero;
que tu ojo no ha de ser malo
sólo por  que yo sea bueno.
Así, tened entendido
que en el reino de los cielos
los postreros será antes
acaso que los primeros;
los llamados, son los más;
los escogidos, los menos.





ESCENA III

Dichos y María.

María ¡Hijo!

Jesús ¡Venid, madre mía!
Este alma que he rescatado, 
que permanezca a tu lado;
sé su escudo, sé su guía.
Que marche en tu compañía;
acógela con amor;
conozco por su fervor
que es su contrición sincera, 
y amorosa compañera, 
compartirá tu dolor.

María Te prometo, Jesús mío,
sus lágrimas enjugar;
ese llanto que brotar
hace en líquido rocío
de la pena el desvarío, 
y que una vez arrancado
de un alma que no ha llorado
con los pesares acaba,
porque es líquido que lava
las escorias del pecado.

Magd. Es tan grande la bondad
que en tu pecho se atesora,
que a esta humilde pecadora 
hoy acoges con piedad.
¡Bendiga tu caridad
el Señor omnipotente!
Yo era escarnio de la gente
por mi proceder maldito;
pero tú, odiando el delito, 
amparas la delincuente.

Jesús ¡Escúchame, madre mía!
Aunque es el lance cruel,
lo anunciado por Daniel 
cumplirse debe este día.
Lo anunció la profecía:
mandó mi Padre y Señor, 
para extirpar el error
y el germen del mal fecundo,
que Jesús viniera al mundo
para ser su redentor.
Un pueblo esclavo me llama, 
y el bien por mi muerte espera, 
su amor en mi pecho impera
y en mi espíritu se inflama.
Mi sacrificio reclama;
de mi sangre aguarda, el bien.
Dios me lo exige también...
¡Lo arrostro con heroísmo!
Llegó el momento, y hoy mismo
entraré en Jerusalén.

María ¡Hoy!...

Jesús ¡Sí!

María Terrible dolor
que mi corazón contrista.
¡Dios te ampare! Dios me asista
para sufrir el rigor
del destino con valor.
Que aunque el eterno, tu Padre,
lo exige, fuerza es taladre
el pesar mi alma angustiosa,
que es una prueba horrorosa
para el alma de una madre.

Jesús ¡Primero es la humanidad!...
El suplicio sufriré,
y semilla de la fé
por toda una eternidad
cambiará la sociedad, 
que hoy marchaba al precipicio.
Confundo el error y el vicio, 
y para estirar sus males,
por amor a los mortales
consúmase el sacrificio.
Id a esa aldea de enfrente;
(A Juan y Pedro)
hallaréis un asna atada
de un pollino acompañada;
desatadlos prontamente;
traedlos; si hay quien intente
contradecir, contestad
ante todo, la verdad:
los necesita el Señor.

María ¡Ay, que me abruma el dolor!

Jesús Después, los dejo. ¡Marchad!




ESCENA IV

Dichos menos Juan y Pedro


Muj. 1ª Va a Jerusalén...

Muj. 2º ¡Es cierto!...

Hom. 1º Me adelanto, que esta nueva
han de agradecerme allí.

Muj. 1ª Es verdad... Vámonos todos, 
porque es muy justo que sepan
que va a honrar la gran ciudad
tan santo y digno profeta.

Hom. 1º Y que con palmas y oliva
le reciban.

Muj. 2ª ¡Así sea! (Vanse)




ESCENA V

JESÚS Y MARÍA se adelantan al proscenio; en segundo término
MAGDALENA y los diez APÓSTOLES

María ¡Hijo del alma! ¡Hijo mío!
¡Me está matando la pena!
¿Por qué en celebrar la Pascua
en esa ciudad te empeñas
y miro en tu rostro bello
retratada la tristeza?
¿Por qué, Señor, tus discípulos
tristes y mustios se muestran
presintiendo una desdicha
que tu labio no revela?
¡Jesús! ¡Jesús! ¿Hijo mío!
¡Oh, no vayas a esa fiesta!
¡Grande es tu misión sagrada!...
¿Mas qué madre sobrelleva
el peligro de su hijo
con calma, por más que sepa
que su Dios y su Señor
el sacrificio le ordena?
¡Acata su voluntad
sumisa y dócil la sierva,
pero la amorosa madre 
no puede sufrir tal prueba!

Jesús Vine al mundo destinado
a verter sobre la tierra 
mi sangre, porque redima
la culpa que el mundo afea...
¡Libertad, fraternidad
y justicia! Este es el lema 
de mi sagrada doctrina,
que en el mundo será eterna.
Es preciso que mi muerte
la sancione y la dé fuerza;
no será mi vida sola
la que exterminen por ella,
que la sangre de los mártires
fructificará la tierra, 
hasta el día en que lozana
la hermosa planta florezca.
Decretada está mi suerte;
pronunciada mi sentencia;
la anunció la profecía;
no debo oponerme a ella;
¡no, Madre! Dame permiso
para cumplir la promesa
que hizo mi padre a los hombres,
y el hijo obediente es fuerza
que cumpla sin replicar
lo que su padre le ordena.

María Esa respuesta, Hijo mío,
mi corazón envenena.
¿No puede nada el dolor 
de tu madre, ni las quejas 
de este pecho acongojado
que alimentó tu existencia?
¡Que se está mirando en ti,
que eres su bien en la tierra,
su embeleso, su ventura
y su alma! Si te perdiera, 
siendo el alma de mi vida
por la que mi pecho alienta,
¿cómo sufrir mi tormento?
¿Cómo sin alma viviera?

Jesús Mi  corazón se desgarra
con tu dolor y tus quejas.
¡Madre, deja que mi aliento
no desmaye; que las fuerzas 
no me abandonen; que Dios
mi Padre y Señor lo ordena!
Se han cumplido las semanas
que vaticinó el Profeta;
cúmplase la ley divina
que el sacrificio decreta.

María Si hoy vas a Jerusalén
puede que más no te vea.
¡Hijo del alma! ¡Hijo mío!
Jesús ¡No Madre...La hora se acerca
del dolor, que no ha empezado
a probar tu fortaleza.
La humanidad seria siempre
ingrata a la suerte adversa;
faltará en todos la fé
al llegar la hora tremenda;
la fidelidad, y sola,
que huirán de mi con presteza
mis discípulos, serás
testigo con honda pena
de todos mis sufrimientos,
de mi amargura postrera.

María Si te he de ver hasta el fin
en triste llanto, deshecha...
desgarrándose las fibras
de mi corazón... sentencia
la más terrible y cruel
que a una madre se impusiera...
temo que el valor me falte...
Mas con tal de verte ¡sea!
¡Hijo mío!...

Jesús ¡Madre mía...
ese llanto me atormenta
y me anticipa la muerte
que en Jerusalén me espera!

María Pues no hay remedio, Hijo mío,
pues es mi desdicha cierta,
¿dónde te hallaré mañana?

Jesús Contigo irá Magdalena
y Juan te guiará. ¡Ahora, Madre,
pues ya miro que se acercan
Juan y Pedro, y es la hora
de partir, mi amor te ruega
que me des tu bendición
y tu permiso con ella!...

(Jesús se arrodilla; los demás personajes, que han estado oyendo con interés la escena, forman cuadro arrodillados. María, de pie, dolorida y como inspirada, pone la mano derecha sobre su cabeza y dice con solemnidad.)

María Manso cordero divino
de invencible fortaleza;
caiga sobre tu cabeza 
hoy la bendición de Dios
¡Que tu eterno y santo Padre
en tu dolor sea contigo,
y como yo te bendigo
que nos bendiga a los dos!
Perdóname si vacilo (Al cielo)
y si me aterra su suerte:
si cuando temo su muerte 
miras mi llanto correr...
¡Bendícenos... Dios eterno!
¡Danos fuerza en el quebranto!
¡Señor... si le quiero tanto!
¡Soy su madre... y soy mujer!


(Prorrumpe en llanto; Jesús se levanta y la abraza conmovido. Pausa. María, llorando en su pecho; los demás se adelantan y los rodean con ansiedad. Se presentan JUAN Y PEDRO, y al ver el cuadro indican a Jesús con el ademán que se ha cumplido su mandato. Jesús besa la frente de su Madre, y dice con decisión desprendiéndose de ella)


Jesús ¡A Jerusalén! (Vase. Los Apóstoles le siguen)

María (Con desesperación)
¡Dios mío!..
Hijos... a vuestra lealtad
y cariño le confío!...
Velad por él, ¡ay!, velad...

Judas Vamos a Jerusalén,
yo velo por el Maestro.

María ¡Que Dios te colme de bien!

Judas ¡Cumpliré el mandato vuestro!
(Gracias doy a mi fortuna, 
pues me ofrece esta ocasión,
que será muy oportuna
para saciar mi ambición)

María ¡Hijo del alma!...

Magd. ¡La pena
calmad!...

        María ¡De lejos sigamos
su camino, Magdalena...
que mi alma se marcha!...

Magd. ¡Vamos!
(Mutación)



                                                                                                                                              

ESCENA VI

Vista de Jerusalén

Hombres y Mujeres del pueblo; Niños, todos con palmas 
o ramos de oliva; mucha animación; después, CAIFÁS Y ANÁS

Hom. 1º ¡Gran día en Jerusalén!...
¡Hasta parece que el cielo
los rayos del sol envía
más radiantes y más bellos!...

Muj. 1ª ¡Manifiesta la ciudad
entera tan gran contento,
que si el mismo Cesar viera
el gozo que muestra el pueblo,
es seguro que envidiara 
a ese divino Maestro!...

Muj. 2ª ¡Mirad! Con palmas y oliva
vienen todos acudiendo, porque quieren al Mesías
honrar.

Hom. 1º ¡Y es justo!

Muj. 1ª ¿Qué veo?
Aquí se acerca el pontífice 
con Anás.

Hom. 1º ¡Torvo trae el ceño! (Salen)
Caifás Esas palmas y esas ramas,
esa animación que observo, 
¿qué significa? ¿por qué
va aquí la gente acudiendo
manifestando alegría?
¿Qué pasa?

Muj. 1ª Señor, que presto
llegará a Jerusalén
el divino Nazareno;
el profeta que prodigios
innumerables ha hecho
en los pueblos y en los valles, 
en el monte y el desierto...

Anás ¡Vamos! ¡Ese charlatán
que es hijo de un carpintero,
y que a las gentes embauca
con predicaciones!...

Caifás ¡Necios!
¿Y por esto, así se alegran?

Hom. 1º Nos alegramos por esto
porque todos hemos visto
sus milagros; él ha vuelto
la vida a Lázaro, dio
salud a muchos enfermos;
el agua ha tornado en vino;
ha dado vista a los ciegos.
¡Y no es charlatanería
lo que se ve que es un hecho!...

Caifás (No debemos consentir...)

Anás Señor, prudencia y silencio
por ahora; que le espera 
con gran entusiasmo el pueblo,
y pudiera amotinarse
feroz para defenderlo.

Caifás Es que ese hombre que viene
es peligroso.

Anás Lo creo:
entremos en la ciudad, 
que ocasión encontraremos
de perderle.

Caifás ¡Entremos, pues!... (Vanse)

Hom. 1º Muy poca gracia le ha hecho..

Muj. 1ª Como que quieren no haya
más sabios...

Hom. 1º ¡Pues sí!

Muj. 1ª ¡Que ellos!

Muj. 2ª Ni más profetas.

Chicos     ¡Ya viene!...

Muj. 1ª ¡Verdad! ¡Por allí le veo!...


Música

(Empieza el coro, se forma el pueblo en dos hileras y agitan las palmas y olivas; algunos tienden los mantolines para que pase por encima; algunas mujeres han sacado canastillas con flores, que vierten en el paso. JESÚS sale montado en una pollina, seguido de los doce APÓSTOLES; al concluir el CORO, habrá llegado a la mitad del escenario, donde se para.)

ESCENA VII

Jesús, los Apóstoles, Hombres, Mujeres y Niños

Coro Con palmas y olivas
y alegre cantar,
y pintadas flores
de lindos colores,
hijas de Judá,
¡llegad, llegad!
¡Que Jerusalén
al nuncio del bien,
al Hijo de Dios
con gran alegría
hoy va a recibir; 
cantad con fervor,
hosanna, hosanna,
al Redentor!
(Cesa el coro y sigue melodía piano)

Jesús ¡Oh, tú Jerusalén! ¡Ciudad hermosa!
¡Por tu grandeza y gloria celebrada;
ciudad altiva, bella y poderosa,
del reino de Judá, joya preciada!
¡Si fuiste un tiempo rica y venturosa, 
hoy deberías humilde y angustiada
por negra ingratitud que en ti se encierra,
con triste llanto fecundar tu tierra!
¡Te miras en tus templos portentosos
que ostentando sus cúpulas gigantes,
parece que pretenden orgullosos
tocar al firmamento deslumbrantes!
¡Pero horribles sucesos, tenebrosos,
de ti, Jerusalén, no están distantes!
¡Los mismos que anunció en sus profecías
tus desgracias llorando, Jeremías!
¡Ya del destino la potente mano 
apresta la cuchilla, prende el fuego;
las legiones feroces del romano,
sobre tus muros pisarán muy luego!
¡Ay, de ti! ¡Gran ciudad! ¡Querrás en vano
del ángel vengador, por fuerza o ruego
parar el golpe! ¡Entre pavor y asombros,
serás, Jerusalén, ruinas y escombros!
¡Tiembla, ingrata ciudad, tiembla y suspira,
que la mano de Dios, golpe tan fuerte
te apresta en los impulsos de su ira,
que horror me causa tu sangrienta suerte!
¡Ciudad de corrupción y de mentira,
que por la vida me darás la muerte
cuando mi pecho por tu amor respira!
¡Mas las legiones vengadoras, luego
traerán tu destrucción a sangre y fuego!
¡Tus torpes vicios, lodazal inmundo
que guardas en tu seno corrompido,
tu negra ingratitud, dejará al mundo
recuerdo eterno de tu bien perdido!
¡Tu fin se acerca y con dolor profundo
lo predice mi acento conmovido
que no cabiendo en mi feroz encono,
aunque me mates tú, yo te perdono.


Música
(Se repite el coro y sigue Jesús su marcha entrando en Jerusalén, seguido de los Apóstoles y todo el pueblo. Cae el telón. Se procurará que al concluir el coro vayan entrando los últimos)


Coro Con palmas y olivas
y alegre cantar, etc.

FIN DEL CUADRO PRIMERO.

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