Carlos Martínez Carrasco
Escritor español (Granada, 1987). Licenciado en historia por la Universidad de Granada, investigador del Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas de esa misma ciudad, en el campo de las relaciones entre las iglesias disidentes cristianas y el primer Islam en el Mediterráneo oriental. Ha publicado El proceso de los justos (2010).
Canciones para mi Fulana
I.
No te molestes
fulana
si no recuerdo
tu nombre
sabes
que siempre anduve
corto de memoria
y que por eso
siempre
recorro
los mismos caminos
como si de la primera
vez se tratase
como si
nunca más hubiese
de volver por ellos
por eso siempre
te miro
fulana
como si no
te conociese
porque ya no estoy seguro
aunque sé
que ya no me quieres
como antes
si alguna vez lo hiciste
fulana
que ya no pareces feliz
si es que alguna vez
lo llegaste a ser
II.
Fuimos felices
fulana,
a nuestra manera,
con poco
en una azotea
o junto a una ventana
con miras a la vida
fuimos felices
fulana
o quizás no tanto
tal vez sólo
nos conformamos
con no ser del todo
infelices
tal vez sólo
nos disfrazamos
de personas felices
que ríen, a veces
con desgana
pero fuimos felices
a ratos no tan fugaces
con convicción
con una mínima esperanza
de poder ser
de poder pensar
de poder alejarnos
quizás nunca fuimos
felices del todo
no nos dejaron serlo
fulana
a nuestra manera
Rodeados
sólo por hombres
y mujeres
tristes
apáticos
como fabricados en serie
hombres y mujeres
que dicen ser felices
y niegan haber sufrido
nunca, por amor.
III.
¡Ay! mi fulana
no sé si me recuerdas
cuando bailas desnuda
a la luz de la madrugada
mi querida fulana
te haces la loca
cuando cruzamos miradas
en un lapso de tiempo ligero
¡ay! mi fulana
mi querida fulana
dime a quién esperas
con esa flor en el pelo
dime quién te agarra
por la cintura
¡ay! mi fulana
me duele en el alma
esa sonrisa tuya
que poco a poco se aleja
y esa flor en el pelo
que me dejaste sobre la mesa
como un marinero en tierra
masticando arena
un peón negro/sereno
amenazado por la reina
cabeza en alto
arma en mano
aquí te espero
mi querida fulana
cuando regreses arrepentida
con el corazón herido
¡ay! mi fulana
mi pobre fulana.
IV.
Me dicen que caíste
fulana
que caíste bajo
y que no te levantaste
que lloraste
como una chiquilla
agarrada a los jirones
de tu falda
no te asustes
fulana
sécate las lágrimas
te hacen fea
levántate
suéltate el cabello
estás hermosa ahora
mi pobre fulana
desde acá te miro
e imagino
tus piernas desnudas
tu cintura
desde acá todo
se ve más fácil
desde allá fulana
no preguntes
tómame la mano
es mejor no pensar
¿o tal vez
me equivoco fulana?
déjame sentirte
sentir el roce
de tu piel
sobre la mía
tu respiración
entrecortada
cuando te besaba
apenas con tiempo
mi pobre fulana
¿ya no recuerdas
cuando me decías
te quiero?
V.
No sé si sabrás
—si alguna vez lo dije—
fulana
que echo de menos
ese perfume tuyo
barato adherido a la piel
como el humo del tabaco
arañando
como un tatuaje desteñido
cuando te quedabas
fulana mía
suspendida levitando
de un pensamiento
para poner los pies
sobre el suelo
quebradizo de la realidad
que a veces se alegraba
y a veces... a veces
sólo a veces te repudiaba
celoso de ese agujero
indiscreto en la media
que invitaba a hurgar
en el placer
de esa herida
por la que se asomaba
un lunar de piel
lleno de promesas
que se renovaban
cada mañana cuando despertabas
y te mirabas al espejo
y lo que veías te daba risa
mi fulana mi querida fulana
si te soy sincero
—alguna vez lo fui
aunque te resulte difícil creerlo—
echo de menos
ese goce compartido
de vivir sin hipotecas
con el mero pretexto
de caerme en tus ojos
encendidos mi querida fulana
y si ya no estoy
—perdóname entonces—
poco importa mi fulana
porque siempre me quedará
el camino de regreso
de viajero irredento
sin más patria que reclamar
más que unas simples palabras
mi fulana mi siempre querida fulana.
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