MIGUEL ARNAS CORONADO
(Barcelona, 1949). Vive en Granada desde 1980, ejerciendo como profesor de Dibujo y Plástica en Secundaria.
La literatura es su pasión desde su adolescencia, aunque, como debe ser, empezó siendo un lector empedernido, y sólo a partir de los 30 años empezó a escribir en serio.
En la tercera década de su vida puso su empeño en la elaboración de una novela, Nos, obra que fue becada por el Ministerio de Cultura en el año 87, pero quedó inédita. Como siguen inéditas otras nueve escritas hasta el momento. Su dedicación al cuento se ha reducido a publicar algunos en las Narraciones de Verano del Ideal, periódico granadino.
Ha publicado artículos de crítica literaria en la revista Ficciones, de Granada, en la revista Alhucema también de Granada, y en la revista Arenas Blancas de New Mexico, y reseñas y artículos de crítica literaria en la revista electrónica Adamar.
Desde principios del año 2006 pertenece al Institutum Pataphysicum Granatensis como Sátrapa trascendente Regente de la Cátedra de Apoteosis Novelesca Aplicada, Administrador de la Sub-Comisión de Ciencias Practicables e Impracticables y Secretario del Departamento de Cabalística Agnóstica. De su pertenencia a este Institutum se siente particularmente orgulloso.
Ha participado en tertulias granadinas, la última desde el 2003 con los escritores y poetas de la llamada poesía de la diferencia y con los partidarios de la estética cuántica. Asimismo ha impartido conferencias en los ciclos organizados por Cedro y ACE en Granada.
En el año 2003, el Ayuntamiento de Granada le publicó en su colección Granada Literaria su novela Bajo la Encina. Ha participado, junto con otros autores, en los libros de narraciones Granada 1936, sobre la Guerra Civil y El tam-tam de las nubes, sobre la inmigración.
La editorial Adamaramada, de Madrid, le publicó en 2006 El árbol, un libro de poemas en prosa sobre el lenguaje.
También ese año 2006 logró el Accesit del Premio de Novela Corta José Somoza del Ayuntamiento de Piedrahita, Ávila con su novela La credulidad, que ha quedado inédita.
Y en diciembre de ese mismo año 2006 se le concedió el premio de narrativa Ciudad de Guadalajara por la novela Buscar o no buscar, publicada en 2007 por Ediciones Irreverentes.
En junio de 2009 quedó finalista en el Premio de novela corta de Colmenar Viejo con la novela La pizarra del diablo.
En 2010 fue galardonado con el premio Francisco Umbral, del Ayuntamiento de Majadahonda por su novela La insigne chimenea, que fue publicada por editorial Everest en ese mismo año.
Por desgracia tiene varias novelas inéditas, como aquella Nos, becada por el Ministerio de Cultura, El desvelamiento, ¿Será verdad?, Lejos de toda esa gente con ideas, Tratado de la quietud y la impotencia, La pizarra del diablo, La credulidad (estas dos últimas, novelas cortas), La fortuna del ermitaño, La memoria de las ratas y Ashaverus el libidinoso.
Confiesa que leyó, escribió y escuchó música como el lujurioso confiesa que fornicó.
POEMAS EN PROSA
Esperanza, lanza de ilusos. Lanza lanzada y lanza que hiere. Arrojamos esperanza sobre los demás como los defensores arrojaban aceite hirviendo. Nos dejamos herir por ella como el náufrago se dejaría herir por el clavo. La gran embustera. Vector del tiempo, añorando un futuro que aún no fue. Pasmo ante la sañuda muerte, repugnante traicionera y asesina de omnia speranza. Sólo una esperanza conocí buena: era una chica de senos maternales y acogedor regazo, toda escucha sonriente. Esa es reducción mas no por ello menos certera. Esperanza. Lasciate. Con los zapatos camino hacia un futuro incierto, sabiendo o temiendo que todo vendrá a peor. Aunque a lo mejor. No sé. Sí sé que allí, en la flecha del vector, me aguarda la muerte. Paso a paso en las bifurcaciones porque tal vez la libertad fue la peor maldición. Balaam. Y sin embargo elijo, paso a paso me encamino, negándome una de las opciones. Paso a paso con mis zapatos.
DE: El árbol
Las palabras no llenan vacío, lo ahondan. Son vértigo, sombra de otra palabra con más luz, y ésta, sombra de la última deslumbradora, inasequible, inhumana.
Las palabras no son piel sino entraña, con ellas queda a un lado la caricia y alcanzamos la penetración. Tal vez era mejor el sinsentido, el son preclaro, la música sin partitura de las letras. ¿Qué haríamos sin ellas?, están en el camino.
Colección: Alcora
Primera edición, abril 2006
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