FRANCISCO JIMÉNEZ CAMPAÑA
*Loja (Granada), 23.V.1850 + Madrid, 18.II.1916.
Orador, Poeta, Académico de la Lengua.
En 1866, a los dieciséis años, pidió el ingreso en la Orden de las Escuelas Pías, de la que recibió el hábito religioso, e hizo el noviciado durante dos años en el Colegio de San Fernando de Lavapiés de Madrid. En 1868 profesó de votos simples en el de Getafe. En este colegio y en el de Alcalá de Henares realizó los estudios profesionales y sacerdotales. Terminados éstos, fue trasladado a las Escuelas Pías de Archidona (Málaga) como profesor de primeras letras, y allí profesó de votos solemnes el día 6 de agosto de 1871. Luego, en cinco años, pasó del Real Colegio de San Fernando de Madrid, al de Celanova (Orense) y al de Alcalá de Henares, siempre como profesor de Retórica y Lengua española. Hasta que, destinado al de Granada, allí permaneció, ahora de forma bien estable, desde 1875 hasta 1898. Desempeñó las cátedras de Literatura y Geografía, y fue Rector durante tres años. Al dejar Granada volvió a San Fernando como profesor de Lengua española y Preceptiva literaria.
Tanto en sus años de estudio como en los de profesor itinerante, dedicó muchas horas a satisfacer su musa poética y retórica. Su lema literario lo tomó de las palabras de San Agustín: “Ut veritas pateat, ut veritas mulceat, ut veritas moveat”. Para que la verdad brille, seduzca y conmueva. Así podemos disfrutar de abundantes muestras escritas de Oratoria, Lírica, Épica y Dramática, en libros, revistas y periódicos, que él mismo cuidó de coleccionar.
Los tres amores que enardecían su deslumbrante y emotivo discurso eran Dios, la Virgen María, y la Patria. También dedicó numerosos poemas a San José de Calasanz y a Santa Teresa de Jesús. Sobre todo cuando hablaba en Granada, desde el púlpito de la Virgen de las Angustias, arrancaba lágrimas entre el abigarrado auditorio. Esta fluidez en el hablar y escribir hizo que fuera solicitado en toda España para los púlpitos de las grandes basílicas, las Congregaciones, Confraternidades, Academias, Municipios, Gremios, y hasta el Ejército, se apuntaban a escuchar sus panegíricos, actos académicos, veladas públicas, centenarios. Y no sólo en España, sino también es las tierras españolas de Ultramar. Gozaba al mismo tiempo de un espíritu alegre, comunicativo y optimista.
Por tantos méritos literarios fue premiado con el nombramiento de miembro de la Real Academia de la Lengua Castellana.
Una enfermedad de parálisis y demencia senil progresiva le fue privando de sus facultades literarias y vitales durante más dos años, hasta que murió en Madrid el 18 de febrero de 1916.
Como muestra de amor y agradecimiento, la Academia Hispalense de Buenas Letras tuvo una sesión especial en su honor, así como los ayuntamientos de Loja y Granada sendas sesiones, como consta en actas.
Por Valeriano Rodríguez Sáiz
OBRAS:
El Laúd, poesías. Imp. de La Fe, Granada, 1778; El Cristo de las azucenas, leyenda en verso, Timoteo Arnáiz, Burgos, 1881;
José de Calasanz, La Civilización, Madrid, 1881;
El Balcón de la Reina, leyenda en verso, Simón y Compañía, Madrid, 1885;
Cervantes, discurso, Revista Calasancia, Madrid, 1888; El Rey ciego, leyenda en prosa, Revista Calasancia, Madrid, 1890;
Sobre el Romancero español , discurso, Revista Calasancia, Madrid, 1890;
El juicio universal, poema, Revista Calasancia, Madrid, 1890-1892;
Tradiciones gaditanas, Huérfanos, Madrid, 1891;
Gritos de victoria, colección de poesías, V. de Minuesa, Madrid, 1894;
Romancero de Santa Teresa, Rivadeneyra, Madrid, 1898;
Héroes y mártires, Madrid, 1900;
Panegíricos y discursos, Imprenta Moderna, Tomo I, Madrid, 1903, Tomo II, Madrid, 1905;
Cancionero del dolor, Apalátegui, Madrid, 1904;
Manuscritos: A la escalera del convento, A España, La Paloma, A la valerosa y sin igual reina, Doña Isabel I La Católica, (poesías).
ACADEMIA CIENTÍFICA Y LITERARIA DEL LICEO DE GRANADA
INAUGURACIÓN DEL AÑO ACADÉMICO DE 1880.
Poema leído en el acto de inauguración por el poeta FRANCISCO JIMÉNEZ CAMPAÑA
MACÍAS
I
Ronco y turbio arrastra el Bétis
la corriente de sus aguas,
que revueltas, ora increpan,
ora torvas amenazan;
Y, sus riberas dejando
fidalgo que embraza adarga,
en bridon que á par del aire
corre, va tras la venganza.
—Mal armado caballero,
torna rienda, para, para;
que el cautivo que te irrita
del amor las penas canta.—
En una bóveda oscura,
que fuera del antro infamia,
Macías, el bardo apuesto,
su fiel amor harto paga.
Allí sus brios se estrellan
contra la ruda muralla,
y lleva al cinto por hierro
la cadena que le arrastra.
Más querría ser en liza
con gomeres en Granada,
donde su acero fué el rayo,
que brillando ciega y mata,
Que adorar á una doncella
y sufrir la pena amarga
de verla en brazos de otro
al tornar de la campaña.
Más querría ser cautivo
de enemigos de su patria,
que ser preso en Arjonilla,
porque á su dama le canta.
Para él la formó el cielo
de rosas y espuma blanca,
con dos ojos que oscurecen
á los luceros del alba.
Por él, como clara nube
por el sol iluminada,
siente en el rostro la niña
de vivo carmín la llama.
Por él se trenza con flores
blonda cabellera larga;
por él rie, por él sueña
en leyendas de las hadas.
Por él llora al verse unida
con el hombre á quien no ama
por él mira de la luna
tristes los rayos de plata.
Y el noble doncel bizarro
que esto sabe, altar levanta
en su pecho á la doncella
y rendido la idolatra.
Y allí solo entre los muros
con su imagen dulce y casta
sueña, gime, rie, llora,
la besa, delira y habla.
—Mal armado caballero,
torna rienda, para, para;
que el cautivo de Arjonilla
del amor las penas canta.—
II
Del negro torreón gigante
asomado á la ventana,
en nubes que el viento lleva
lleva Macías el alma.
Y sin mirar en las sombras
al fidalgo que allí aguarda,
sin laúd que le acompañe
sus hondas penas exhala:
—Parad, nubes de los cielos,
tornad á beber mis lágrimas,
porque mares son mis ojos
donde las dichas naufragan;
Y cuando en el parque triste
miréis llorando á mi dama,
que mi llanto lave el rostro
de aquel arcángel sin alas.
Y, si un menguado me roba
sus besos de miel y ámbar,
tornad mis lágrimas fuego
y el ladrón en llanto arda.
Duerme la tierra en los brazos
de noche hermosa y callada;
besos de amor da rendido
el mar durmiendo á la playa;
La luna en el puro cielo
dormida de amor se para
y en el bosque van cayendo
de su lloro perlas blancas;
Duermen las nieblas del monte
recostadas en la falda;
á la dormida leona
en la cueva el león guarda;
Y la mujer que Dios hizo,
para adormirse á mis cantigas,
de miedo cierra los ojos
al tirano que la abraza.
Noche, envuélvelo en tus sombras
mar, sumérgelo en tus aguas;
luna, su sueño no alumbres;
nieblas, invadid su alma
—Y tú mujer, dulce vida,
siempre á mis súplicas blanda,
valor cobra y en tus brazos
leona lo despedazas.
Clara estrella, manso arroyo,
deleitable luz del alba,
ilumina con tus rayos
esta noche de mis ansias;
Surge en medio de las sombras,
estos hierros los quebrantas
y me llevas en tus brazos
á otras tierras ignoradas.—
Paró el canto el fiel Macías,
y el fidalgo que escuchaba,
montando en ira de celos,
el arco terrible alza.
—Mal armado caballero,
deja el arco noramala;
que el cautivo que te irrita
del amor las penas canta. —
Silvó el aire, y una flecha
al triste bardo traspasa,
que con el último aliento
dijo el nombre de su dama.
Y en su bridón el fidalgo
huyó hablando estas palabras:
—Doncel, que á mi esposa atentas,
al fin mi honra se lava.—
Y el viento gime—¡asesino!—
y allá en la honda cañada,
donde el trovador se inspira
y puras ninfas se bañan,
«Ronco y turbio arrastra el Bétis
la corriente de sus aguas,
que revueltas, ora increpan,
ora torvas amenazan.»
Á GRANADA EN MOMENTOS DE DOLOR,
POR LA PÉRDIDA DEL ESCLARECIDO VATE
Don Felipe Tournelle
Á GRANADA
Hermosa Granada,
Que arrullas la vida
Con canto de pájaros
Y fuentes y brisas;
Tú vives conmigo.
De tí no se olvida
Quien durmió en tus noches
Y vivió en tus días.
Lágrimas amargas
Bañan mis mejillas,
Cuando tus recuerdos
Al ánima agitan.
Dichoso el poeta.
Que cantó en su lira ,
Tu Sierra Nevada,
Tu Alhambra morisca,
Tu Vega que es lago
De verdes espigas
Y tu limpio cielo,
Cual conciencia limpia,
Y voló arrullado
De tus dulces brisas,
De tus claras fuentes,
A la eterna vida.
FRANCISCO JIMENEZ CAMPAÑA.
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