JOSÉ DE OLONA
(Málaga)
Tomado de La leyenda de José María El Tempranillo (Raíces Literarias)
Por: Antonio Cruz Casado
Los poemas del malagueño José de Olona, aunque editados en Barcelona en 1861, están compuestos unos diez años antes, en 1852, si creemos la indicación del propio autor en el subtítulo de su obra, Recuerdos de Andalucía. Costumbres, tipos, trajes. Romances. Tal como señala Caro Baroja, este escritor, nacido hacia 1830, recuerda desde París una serie de aspectos característicos de su tierra natal, entre los que se incluyen una tarde de toros, la perchelera, el charrán de Málaga, el calesero el contrabandista y también el bandolero José María. La composición que dedica a este último está dividida en cuatro partes, tituladas respectivamente «José María», «La ermita», «El robo» y «La despedida». Se trata de cuatro romances, no siempre regulares, alguno de ellos con abundante diálogo, en los que esboza ciertos episodios de la historia del bandolero de Jauja, al que hace oriundo de Estepa, tal como puede verse en su comienzo:
Nació en el pueblo de Estepa
el ladrón José-María,
hijo de padres labriegos
que honradamente vivían.
Apenas fue mozo el niño,
ya el mozo se distinguía,
más que por lo que él valiera,
por el valor que tenía.
Taciturno, melancólico,
de pura raza morisca,
era José enamorado,
generoso... y sin codicia
(pp. 57-58).
Más tarde se dedica al contrabando y, tras un encuentro con la justicia, en el que asesina a un hombre, se hace bandolero18. En la ermita han encontrado la partida de bandoleros su refugio seguro y desde allí planean sus robos. Uno de ellos tiene como objetivo una diligencia, cargada de pasajeros y con un buen botín: cuatro mil duros, la dote de una muchacha que viaja en el coche. Claro que José María, haciendo gala de su proverbial generosidad, le deja el dinero y pondrá el equivalente de su propio bolsillo, con el fin de contentar a sus compañeros de fechorías. El personaje aparece aquí investido de una gran autoridad, respetado por todos los suyos, y con una forma de expresión claramente andaluza. Así habla en el asalto a la diligencia:
-¡Chito!
...jentusa! y nenguno diga
más de lo que yo le mande.
Descomensar la requisa
del coche, y a esos dos niños
no ponerles un deo ensima.
(p. 70).
Finalmente Olona concluye:
José se torna a los suyos,
que descontentos le miran,
y exclama: «-Cuatro mil duros
tengo pa ustés en la ermita.
Conque así, menos josico,
... y a galope, ¡malas tripas!
(pp. 73-74).
En «La despedida» se incluye un monólogo de José María despidiéndose de los campos y de los árboles que le sirvieron de refugio en sus correrías (que recuerda algo a la despedida de Juana de Arco de su tierra natal, en el drama de Schiller del mismo título19), porque el rey Fernando VII lo ha indultado. El tono de esta parte es decididamente romántico20:
¡Adiós, campiña de arbaca!
¡Adiós, montes de tomiyo!
¡Consuelo de mi existensia,
de mis hasañas testigos!
Para siempre os abandono
de mi vida arrepentido...
Mas, ¡ay, que al dejaros cresen
del corasón los latidos!
¡No temáis que mi memoria
pueda echaros en olvido!...
¡Y si aún yo fuera ladrón
hoy os llevara conmigo!
Pero el rey Fernando Sétimo
me indulta de mis delitos,
y fuera, prendas, robaros,
serle desagradecido.
(pp. 75-76).
Más tarde añade:
De esta vida me separo,
¡tan sembrada de peligros!,
¡y hombre vuelve a las siudades
quien fue lobo de caminos!
De todo el mal que he causado,
hoy me arrepiento, ¡Dios mío!
¡Y espero que al fin consedas
perdón al arrepentido!
(p. 76).
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