Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013
lunes, 1 de agosto de 2011
673.- MARIO VIRGILIO MONTAÑEZ
Mario Virgilio Montañez nació en Málaga en 1966. Estudió letras en la Universidad de Málaga. Dirige el departamento de Promoción Cultural de la Fundación Picasso. En 1989 obtuvo el premio Jauja de Valladolid, por su obra Lied . En poesía, ha publicado Esta muerte que ha nacido (1988), El corazón innombrable (1995) y Cinco quimeras (1996). Es también autor del libro La trinidad del Museu Marés: Orígenes de la simultaneidad cubista, publicado por la Fundación Picasso en 1999.
MELANCOLÍA EN LAS FAMILIAS
Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.
César Vallejo
Sucede que un hombre mira tras la ventana,
encuentra dagas en el fondo de los vasos,
dispone huesos en los bolsillos de los trajes,
en el fondo de los armarios
donde la ceniza acumula dunas y rostros.
Sucede que es domingo y en los muelles
los niños flotan cubiertos de silenciosos mirlos,
y las doncellas suspiran, horadadas las manos,
acariciando cálidas medallas
con cabellos de taciturnos arcángeles,
dulces ojos de artilleros
engarzados en viejas cucharas
de grises y gastadas volutas.
Ni siquiera queda el recuerdo
vibrando en los buzones,
en el resquicio de la memoria
que en el insomnio cruje
cuando las jóvenes viudas
se levantan a por agua y tosen.
Este hombre es mi padre,
y jamás nadie supo decir
que para él la muerte era un país lejano
desde donde recibía cartas, voces,
botellas tapizadas de algas,
anillos con un día dentro
y el nombre de una mujer
volviendo y volviendo.
Ahora, cuando es tarde y los hijos fuman,
este hombre que ve pudrirse las rosas
y suspirar el mar,
llama por teléfono,
descubre corazones donde antes había zapatos,
dice hijo, habla de trenes, de periódicos,
y cuando se detiene el ascensor
asoma tras la puerta
y entorna los ojos.
Straschnitz, 1924
El cuerpo está aquí,
extendido bajo las hojas
que atraviesa un tren
de luces anhelantes y ojos llagados,
como el recuerdo de quien duerme
llorando sobre un puente de Praga.
El invierno cae sobre estos párpados
en los que el mar procura
sus azules y grises coartadas de mercurio
y un niño acaricia las costillas
de un perro que muere
con espejos de oro en su sexo que gime
en la tarde repleta de niebla y café frío
humeando en los portales que nadie habita,
cuando la sangre lame las ventanas
susurrando los nombres de los ausentes
que entre los abedules huyen
arrastrando lámparas gastadas,
espadas de arcilla,
uñas y una flecha
que se desgasta,
temblando, en el mármol suave
que ásperamente guarda la cifra
de quien, una mañana de 1924,
dialogó con el Golem
a la entrada del Mercado de la Carne.
Cuando siento sobre tu sombra
Cuando siento sobre tu sombra crecer el mar
y furiosos ángeles besan amargamente mi corazón,
cuando sobre el silencio de mis manos se encuentran
desolados buques donde el deseo
con sus febriles labios hiere
el temoroso aliento de los durmientes que sueñan
con crepusculares ríos y enlutados familias solas,
cuando sobre mi piel se suceden
carbonizadas mañanas con dolientes estatuas
que te añoran
siento el dolor atravesar llorando
el letárgico páramo de nuestra soledad
y morir sin silencio a la flor desangrada
que aún nos recuerda
porque el olvido prolonga como un grito la ausencia
y en mis ojos cerrados esta húmeda impaciencia
precipita
la subterránea tristeza
de no tenerte.
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