Ana María Saldaña Fernández (Sevilla, 1976), licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla. Actualmente ejerce de profesora de Lengua Castellana y Literatura en un instituto de secundaria. Editora y colaboradora habitual de la revista literaria Ágora, además ha colaborado en otras revistas como Mester de Vandalía. También ha participado en la antología No quedará la noche (2004) promovida por Ágora y en la Muestra de Poesía del siglo XXI, impulsada por la revista Prometeo Digital. Ha sido representada con un relato propio en la colección de relatos Desde ellos (2005). En junio de 2007 presentó una plaquette que lleva por título Retales, dentro de la colección Versalia, Cuadernos de Ágora. Recientemente se ha publicado una selección de sus poemas en la Antología de poetas jóvenes andaluces en Sevilla que lleva por título Poetas en el camino y en el Homenaje a la Fiesta del Ultra celebrada en el Ateneo de Sevilla en 1919. Está pendiente de que se publique Homenaje a la generación del 27, donde también ha colaborado.
Desafío (Año de edición: 2008)
ME GUSTA SABOREAR tu nombre en mis labios
y comprobar que las letras se deshacen
en terrones de arena disuelta.
Tu silueta es el esqueleto
de una percha vacía, el respaldo de una silla,
que inclina su pesada osamenta
sobre el abismo de mis hombros.
Me gusta desmenuzar tus sueños
y desentrañar los secretos de tu alma,
telarañas de fuego que abrasan la noche
mientras cien gramos de lluvia
derraman minutos sin horas.
Me gusta perseguir tu sombra
y adivinar su ausencia con los nublados
mientras caminas desnudo por la acera
y tu piel es el último vestigio de este mundo.
Me gusta acariciar tu mirada
y colgarme de tu cuello,
mientras tus brazos rodean mi cintura
y tus manos se deslizan por mi espalda
escalando la cima de un cuerpo ausente...
Y entonces, tengo la seguridad de que me amas.
(2004)
El faro te observa atentamente por la noche
Vigila la fuerza y la furia de tus olas
Para evitar que tus entrañas Sean el eterno reposo de los pescadores;
Para evitar que tus garras Se traguen almas humanas.
Es como un lucero Que alumbra de este a oeste, De norte a sur.
Es la linterna Que la costa maneja a su antojo.
De día todo es distinto: Él, altivo en su pedestal, Tú, tranquilo,
meciéndote de un lado para otro.
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