Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 10 de mayo de 2011

396.- JOSÉ ANTONIO MORENO JURADO


Nacido en Sevilla en 1946, José Antonio Moreno Jurado es doctor en Filología Clásica, ha sido durante veinte años catedrático de Instituto y ha impartido clases en el Departamento de Griego de la Universidad de Sevilla como profesor asociado.

En 1973 se le concedió el premio Adonais por su obra 'Ditirambos para mi propia burla' y, en 1985, el Premio Internacional de Poesía Juan Ramón Jiménez por su libro 'Bajar a la memoria'.

Entre su obra poética destacan 'Variaciones al estilo de Nanos Valaoritis', de 1990; 'Al Sur de Cabo Sunion', de 1994 o 'Las elegías del Monte Atos', de 1999.

Antología
Gran parte de la producción poética de Moreno Jurado ha sido recogida en la antología 'Por los bosques de otoño I y II' (Editorial Icaria, 2006).








Soledad compartida

No estamos solos. Nunca estamos solos.
Aunque la calle inunde su eterna muchedumbre a bocanadas.
Aunque el grito se extienda sin compartirse,
como la llama medra entre los labios,
como el errante bosque se dignifica en piedra.

No estamos solos en la ciudad inteligible.
Mientras el hacha se convierta en estrías de columna
y la alevosa ira deje de ser cornada.
Cuando el halo de un cuerpo, si sufriente,
desbrizne sus estigmas sin recordar el susto.

No está sola la niña que ha olvidado su amor
en la llanura. Ni el errante que no encuentra la dicha,
cuando los fustes se convierten en aves.
cuando el cayado desarraiga la mejilla y el busto.

¡Que no venga tu lágrima empañada,
que no acose tu vientre la almidonada esfera,
que no irrumpa en la sala donde duermes,
donde el trueno defiende el acoso de los niños,
donde el calor involucrado ha puesto sus raíces!

Porque no me has faltado todavía.
Aun antes de llegar no me faltabas.
Rehén de la magnífica torre, guarda que se avecina
desde el puente donde fluyen dos ojos indigentes,
para hacerse medalla encubridora.

Oh sola soledad que ya no aplazas,
que no apruebas el envite empobrecido de mi mesa,
que no confundes el dibujo de mi equipaje.
Te tengo compartida con el pulso,
con el ángel continuo, con el amor en vuelo.

De "Ditirambos para mi propia burla"









A riesgo de la muerte

XI

A riesgo de la muerte
-junto al agua
de cálidas arenas de Eubea,
sobre el monte y el eco
y a la sombra del tilo-
te he amado,
dulcísimo cadáver,
como se ama a un cuerpo desnudo de memoria.
Fingido manantial,
la palidez del pubis
y la aurora,
la mano que era escarcha.
Te poseí tres noches en éxtasis de hielo,
mientras era la vida
sólo un fácil reflejo de las constelaciones.
Era ardiente la cópula del junco y de la nube,
la posesión eterna del vacío.
Oh verte,
acariciar tu sien de aguamarina,
celebrar en tu pulso la evidencia consciente de la nada.

Después,
sobre tu cuerpo
puse un trozo de cal y una amatista.

Fedro. Poemas, Editorial Ayuso-Padilla Libros,
Madrid-Sevilla, 1979, p. 34







Quijote de las rutas

Con este corazón encaprichado en lo imposible...
Me miente el mar. Me miente la constancia.
Me miente mi fe misma. Me asegura
que las olas son diamantes y espejismos,
irisación de espigas mañananeras
que tornarán su vuelo en pirámides truncadas.

No puede ser verdad el ángel que me miente.
¿Quizá verdad? Me miente como un niño desnudo a
lo largo de mi casa,
como una mano azul que pide su existencia,
como un átono grito que apagase las voces que no
duran.

Rocinante en su lanza mi estandarte.
Mi sello. Mi rúbrica teñida.

Mi arcoiris terminando donde empieza la cumbre.
Mi dar. Mi darme. Mi partir la mitad
de lo que soy, de lo que espero.

En cada hueco he puesto una semilla
para plantar altares, para quemar mis ropas,
para pegar una sonrisa de niño en un papel madura.

Recogeré la siembra. O no recogeré nada.
Y el tiempo de la burla se hará sobre mi frente.


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