Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 4 de mayo de 2011

366.- JUAN CARLOS RECHE


Juan Carlos Reche
Nace en Córdoba el 25 de abril de 1976. Poeta, editor y traductor.
Como creador ha sido antologado por Concha García, Isla Correyero y José Luis Morante, mientras que como editor ha sostenido una larga labor en colecciones minoritarias y de plaquettes, codirigiendo hasta 2006 la colección de libros de poesía 4 estaciones.

Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Córdoba, enseñó español en el Liceo Classico Eugenio Montale y en el Instituto Cervantes, ambos de Roma. Actualmente redacta una tesis sobre Roberto Juarroz.

Poesía
La cítara de plástico (1996). Plaquette.
El maletín de la pantera rosa (1998). Plaquette.
El dolor y la velocidad (Sevilla, Renacimiento, 1999). 72 páginas, ISBN 84-89371-66-0.
Carrera del fruto (Valencia, Pre-Textos, 2006). 44 páginas, ISBN 84-8191-727-3. Traducido al portugués en 2007.
Inclusiones en antologías poéticas
La flama en el espejo (México, 2001).
Edad presente: poesía cordobesa para el siglo XXI (ed. Javier Lostalé; Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2003). 272 páginas, ISBN 84-96152-09-X.
Traducción
Tradujo por primera vez al español a la poeta griega contemporánea Katerina Gogu, en colaboración con Kostas Tsanakas (Córdoba, Ropynol, 1999).




DULCE COMO UN TERRÓN DE SAL

Les das un tiempo, tu dinero
algunos secretos en el sexo o la huida
y palabras pequeñas
hechas de luz y tamaño.
Les ofreces un espacio
donde duerman sus espejos.

Por si alguno de ellos te deja
quedarte a vivir dentro.







HEROÍNA

a Maribel Verdú

Tú morirás joven, mi Antífona favorita
con las bragas destrozadas en el óxido
de tus lágrimas, con el cuero
desgarrado por el stress
de tanto foco, de tanto polvo
en falso
y los desnudos casi íntegros.
Tú, heroína de catálogo,
mi heroína favorita, has de morir
en la última toma
entre toallas húmedas
y miembros como lanzas,

y yo me quedaré en esta soledad
que tanto me conoce, sin humor
para cruceros y sin dinero
para tus entradas.

Carrera del fruto (Carreira do fruto).








Para ti, mi conciencia, y para mí,
hay reservada una isla en el futuro,
donde toda raíz tiene su frontera.

Para entonces habrá dejado el corazón
de hablar por la boca del tiempo;
las cosas serán cosas,
mis ojos sabrán cortejarlas
y cada palabra tendrá
su verdad o su horca.
Podrá el mar entonces
asomarse a mis ojos
para peinar sus barcos.
Será como este poema
cuando acabe con la palabra nombre:
aire de una mina
que soñando se cierra
con nosotros dentro,
volcán
que al nacer se desenlaza.

Para ti, mi corazón,
para que estés siempre contigo
he elegido el rumor de las letras
cuando alargan sus cuerpos
para formar tu nombre.









Ya no salgo a buscar nada.
Ni a la palabra que pudo mover
el mundo
ni al sueño que no se cumple
porque tiene valor
para ser sólo sueño.
No tengo nada que echarles en cara,
no tengo nada que proponerles.
Sé que serán ellos
los que portarán el barco
hasta su astillero,

que por ahora no se mueve,
y si se moviera, ¿qué haríamos
al llegar? ¿Divertirnos? ¿Como ahora?
Miro a la luna. Mis dedos me tocan
como si fueran los suyos.
Aún conservo parte de un secreto,
y eso es lo que hay.
Me alegro. Me resigno.
Toda isla está a un corazón de distancia.








Puede que no esté en ellas, en las cosas,
brújulas locas
que ocultando viajan
el imán de lo bello,
ni en mí, ninguno de mí,
que a veces soy yo, y se equivoca.

Se demora la luz universal
esparciendo pedazos de quincalla
sobre el tapiz del mundo.
En su azogue, en su cola
nos convierte,
en el don de poner marco
a la línea y su materia,
unión de luz y territorio
soñado, fusión del color
y la forma,
del labio con su beso
con su labio.

Si estamos en las cosas es por probar,
por ver si entre ellas y lo que somos
salta la liebre, se orienta la bruja,
alguien de aquí nos arregla la tarde.






En el oído
he puesto un nido hueco
para el olvido.

¿De qué plenitud eres,
mi pequeña,
el átomo más bello?







¡Ah el tema del cuerpo!
¡Cómo hablé! ¡Lo que no dije...!
Tomando claras, cocinar el aire.

Una generación más de filólogos
tropezaba con los bargueños
con la bici
con la vejez pulcra de mi casa
en la ciudad de los cien poetas.

El invitado construía un flujo
ordenaba análisis:

mantener el equilibrio sobre la razón,
como un capitel ya sin volutas,
auténtico,
me produce mareo, rinde poco.
Más bien, ser como la tarde, la casa;
un lebrillo volcado.






POEMA DE AMOR SIN ARTIFICIO (aparente)

Qué triste sería la vida
si no estuvieras tú
para destrozármela.








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