Antonio Macías Luna nació el 28 de abril de 1944 en Sevilla, la capital de Andalucía (España).Su profesión es la literatura en la faceta de traductor de idiomas pero su vocación es el arte. Las bellas artes en las facetas de pintura y de literatura (poesía principalmente). Además de la poesía cultiva también la modalidad de la narrativa.
Han llegado a la imprenta varias de sus obras de poesía y de narrativa, por medio de la Editorial Jamáis, y sus poesías se encuentran diseminadas, además, por varias páginas de la red de redes.
Depurado y veterano pintor -lleva más de veinte años cultivando esta faceta del arte- aquí nos muestra una de sus valiosas obras. Se trata del autorretrato que acompaña a su página de introducción. Sus obras han circulado por toda España a través de múltiples exposiciones y galerías.
POESÍA:
“Celaje de espejismos”
“Entre sosegadas olas”
“Versos que empujan desde el alma”
“Hambre de versos”
NARRATIVA:
“Realidad ilusoria” (relatos)
“A la sombra de las moreras” (novela)
Participa en antologías y en revistas literarias. Como dato significativo a señalar, Macías Luna es también artífice de sus propios libros en el sentido real del término; es decir, planifica el diseño, la impresión y la encuadernación, todo realizado en su domicilio con una presentación digna.
Ha pertenecido al GRUPO DE ARTE Y CULTURA ALTERNATIVA, Villa Alemana, y a la SOCIEDAD DE ESCRITORES DE VALPARAÍSO. Ingresa en esta última al conseguir el primer premio en los Juegos Poéticos de Primavera de 2006 en la mencionada capital chilena.
Socio cofundador del MUSEO DE LA POESÍA MANUSCRITA en La Carolina (San Luís), Argentina, erigido en honor del padre de las Letras argentinas Juan Crisóstomo Lafinur, tío abuelo paterno de Jorge Luís Borges. En los archivos de la Institución se guardan poemas manuscritos de Macías y un ejemplar de su libro “Versos que empujan desde el alma”.
Miembro de la RED MUNDIAL DE ESCRITORES EN ESPAÑOL (REMES).
Finalista en el Primer Concurso de Poesía del CIRCULO DE ESCRITORES V REGIÓN VALPARAÍSO.
Mención honrosa, categoría internacional, en el III CERTAMEN DE POESÍA Y CUENTO DON ANTONIO HERNÁNDEZ”, en San José (Uruguay).
Actualmente, socio del CIRCULO DE ESCRITORES V REGIÓN VALPARAÍSO, en Viña del Mar.
Dos libros suyos figuran en la BIBLIOTECA MUNDIAL DEL POETA en Huari (Perú); algunos trabajos, en la BIBLIOTECA NACIONAL DE CHILE, Santiago, y en otras bibliotecas de dicho país.
Tiene dos sonetos incluidos en “Biblioteca del Soneto”, por Ramón García González, amplia antología dedicada a este tipo de composición en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Cuenta con numerosos poemas y relatos inéditos, algunos de ellos seleccionados en portales de Internet, y está terminando de corregir la segunda novela, “Ansia de libertad”.
Muestra al lector poemas de diversos estilos en el blog http://maciasluna.blogspot.com
Parece que estás muerta
al mirarte dormida;
y al mirarte despierta,
pareces viva, pero no me miras.
Te miro acurrucada
bajo las alas de la colcha tibia,
como un gorrión que espera la alborada;
eres como una muerta en el olvido,
eres cuerpo que no repara en nadie.
Pareces un naufragio,
una barca escorada sobre un lado,
medio rota en la playa,
junto a un océano, satén brillante
arrugado por olas que no escapan.
Es tu semblante un bosque de cabellos
porque no tienes cara,
solo maleza enmarañada.
Es tu semblante un llano sin relieves,
sin nariz que respire,
sin labios que me hablen.
Verte dormida es contemplarte ajena,
es jugar con la vida y con la muerte;
es un reto que aumenta
mi soledad de avión estrellado en la nieve.
Tú sabes que te miro
cada noche empujada por un viento callado,
cada noche arrastrada por el viento del sueño:
rebelde anestesiada por lo ignoto
soñando con lo que despierta escondes.
Parece que estás muerta
al mirarte dormida.
Eres mi vida y muerte,
muerta en vida que espero que despierte.
al mirarte dormida;
y al mirarte despierta,
pareces viva, pero no me miras.
Te miro acurrucada
bajo las alas de la colcha tibia,
como un gorrión que espera la alborada;
eres como una muerta en el olvido,
eres cuerpo que no repara en nadie.
Pareces un naufragio,
una barca escorada sobre un lado,
medio rota en la playa,
junto a un océano, satén brillante
arrugado por olas que no escapan.
Es tu semblante un bosque de cabellos
porque no tienes cara,
solo maleza enmarañada.
Es tu semblante un llano sin relieves,
sin nariz que respire,
sin labios que me hablen.
Verte dormida es contemplarte ajena,
es jugar con la vida y con la muerte;
es un reto que aumenta
mi soledad de avión estrellado en la nieve.
Tú sabes que te miro
cada noche empujada por un viento callado,
cada noche arrastrada por el viento del sueño:
rebelde anestesiada por lo ignoto
soñando con lo que despierta escondes.
Parece que estás muerta
al mirarte dormida.
Eres mi vida y muerte,
muerta en vida que espero que despierte.
HUIDA HACIA LA MUERTE
Es la vida una huida hacia la muerte,
mientras al infinito lleva mudo
el hombre el espíritu testarudo
y su existencia, desde el mundo, inerte.
Las aguas se le van hacia el celeste
sin fuerza anímica, en letal discurso;
un arroyo agotado en lento curso
hasta que a su corriente no le reste
ni un ápice de luz ni de color.
Torpe ante la vejez de los sentidos,
todo lánguido y lleno de pavor,
se duerme con las manos en el pecho,
apagando los últimos quejidos,
y la mirada escrita sobre el techo.
(Publicado en “Hambre de versos”)
MI SOMBRA
Es mi sombra. Por siempre me acompaña.
Es mi cuerpo que pasa sin semblante,
sin sonrisa, sin ojos, sin sollozos.
Me trae sueños, recuerdos perdidos de la infancia;
simulacro de brisas que en mi rostro
soplan con suavidad,
sin apagar la vela de mi vida.
Es mi sombría forma, mi sombra única.
No tengo otra, y tiene que ser ella,
fría y monótona caricatura,
la que abogue por mí,
la que delate a todos mi presencia,
la seguidora leal de mis conquistas,
de mis fracasos y éxitos.
Como precisa brújula
señala con su vértice mi rumbo
por las calles, veredas y caminos.
Contra mí se rebela en las paredes,
se humilla en las esquinas y me esquiva,
desangrándose en grises,
para que del caudal que llevo en mis entrañas
ella sola reparta lo que no puedo dar.
Mientras los dos manchamos pavimentos,
van cavando los hierros de mis pies
imaginarios surcos que darán
los esperados frutos, nuestro común sustento.
Ella será, mi sombra, extinta por un sol
ataviado con traje de oro y luces,
la que algún día cerrará mi ciclo
y apagará mi vela;
la que se encargará de trasladarme a cuestas
llevando nuestro peso, el suyo, el mío,
hasta el lugar donde a mi lado muera
y se entierre conmigo.
MI SOMBRA
Es mi sombra. Por siempre me acompaña.
Es mi cuerpo que pasa sin semblante,
sin sonrisa, sin ojos, sin sollozos.
Me trae sueños, recuerdos perdidos de la infancia;
simulacro de brisas que en mi rostro
soplan con suavidad,
sin apagar la vela de mi vida.
Es mi sombría forma, mi sombra única.
No tengo otra, y tiene que ser ella,
fría y monótona caricatura,
la que abogue por mí,
la que delate a todos mi presencia,
la seguidora leal de mis conquistas,
de mis fracasos y éxitos.
Como precisa brújula
señala con su vértice mi rumbo
por las calles, veredas y caminos.
Contra mí se rebela en las paredes,
se humilla en las esquinas y me esquiva,
desangrándose en grises,
para que del caudal que llevo en mis entrañas
ella sola reparta lo que no puedo dar.
Mientras los dos manchamos pavimentos,
van cavando los hierros de mis pies
imaginarios surcos que darán
los esperados frutos, nuestro común sustento.
Ella será, mi sombra, extinta por un sol
ataviado con traje de oro y luces,
la que algún día cerrará mi ciclo
y apagará mi vela;
la que se encargará de trasladarme a cuestas
llevando nuestro peso, el suyo, el mío,
hasta el lugar donde a mi lado muera
y se entierre conmigo.
VIAJERO INFATIGABLE
Estoy feliz, rodeado de maletas,
para algunos, abrumado por inutilidades.
Voy viajando en tercera
de una estación a otra;
de un pueblo que se duerme a otro que se despierta.
Voy forjando mi carácter de viajero andante
a lomo de maletas,
sobre sucios andenes con sarampión de grasa,
sobre neumáticos caldeados por un hogar de asfalto
con la tartamudez de unas frenadas.
Estoy forrado por el cuero de los equipajes,
sarcófagos con aroma de ropa sin cuerpo.
Mapas, anuncios, horarios, destinos;
sigiloso lenguaje que contrasta con el chirrido de los altavoces.
Maletas, equipajes, compañeros inseparables
son mis manos, mi cuerpo y mis pies;
pesadas moles que se dejan arrastrar detrás de mi.
Me gusta ver la luz débil de una ampolleta
lamiendo mis zapatos.
Me gusta oír las voces demacradas
clamando mis destinos.
Me gusta ver la luz del nuevo día
cuando bostezan los terneros,
cuando la lana de la oveja se recubre de escarcha.
Voy siguiendo unas sendas,
rastros que dejan otros equipajes
sobre los suelos de concreto.
Odio pararme en un lugar fijo,
esperar que una voz, la de algún guía,
me señale el camino,
un sendero que es mío, que conozco,
que nadie lo dibuja para mí.
Deseo seguir siendo el nómada incansable
con mi vestuario en una mano,
con mi pasaje nuevo en la otra,
rodeado de esperanzas.
Rodeado de deseos,
me traslado en la niebla de un mundo a otro
mientras la noche viaja
dejando a mi cuidado su aliento de misterios,
su eternidad de oscuridades,
su maleta de negro.
MI SOLEDAD
Sólo una silla es sombra de mi mesa;
sólo mi cuerpo es colcha de mi cama;
desnuda pende en mi árbol una rama,
donde la primavera no regresa.
Cuando la lobreguez horrible pesa,
te desenvuelves cual solemne dama
que con labios cerrados me reclama.
Tu mirada translúcida no cesa
de difundir en mi intranquilo sueño
infinitud de sol y astros errantes,
en cuyas luces limpias me despeño.
Huyendo de la humana tosquedad,
hallo cobijo, en plácidos instantes,
bajo tu digna sombra, soledad.
A LOS QUE NACIMOS
Nos turnamos llorando sin querer
buscando a nuestra madre en una cama
donde se multiplican existencias:
nuestras flores de loto con rocío,
con cálices de vidas reencarnadas.
Un fórceps se apodera de cabezas,
las extrae con la piel ensangrentada.
Y la traemos todos al nacer,
al menos quienes llegan a mostrarla.
Bendigo la prisión de unas tenazas.
Bien digo: ¡las tenazas de nacidos!,
las manos hábiles de la matrona,
que rasgan nueva carne de otra usada.
Bendigo sus minutos de labor.
Bendigo tantas horas de dolor.
CAMPANADAS POR LA MAÑANA
Me llegan campanadas misteriosas,
se acercan a las puertas de mi alma.
Aldabonazos cadenciosos llaman
en la mañana con prudente apremio.
Me llegan campanadas de maitines.
Suena el silbido matinal de un tren;
aún así percibo los redobles
por encima del grito de las vías.
A pesar del silbato, las escucho;
me estremecen por dentro, me golpean
con el xilófono sutil del tiempo
sacudiendo badajos por martillos.
Me llegan los lamentos, los tañidos.
Yo les presto mis oídos como hombros;
así anuncian períodos largos, cortos,
interpretando música errabunda.
Tropiezan con el aire refrescante
y lo cruzan a duras penas dando
saltitos insistentes para huir
de centurias de cárcel en la torre.
Me guían en mis citas con las nubes,
en mis discursos con el viento fuera;
con mis ojos helándose en la escarcha
por encima del rostro de la sierra.
Cuando trotan los surcos por la tierra,
son compañeras del tractor en marcha;
cuando nos entregamos a los sueños,
son las guardianas de las horas lúgubres.
Las dejo desahogarse en un contar
tedioso al mediodía y medianoche
recomponiendo pura sinfonía,
obedeciendo una orden invisible.
Quieren que les franquee mi portón.
Rebotan en mis tímpanos atentos.
Más acá de la cara de los vidrios
se amortigua su escala de sonidos.
Cada mañana antes que el sol se alce,
cascabeles de cuna me desvelan.
Mi corazón les manda unas estrofas
para imitar el son de su tristeza.
CEDE TU FUEGO
Cede, reniega al fuego de tus iras.
Las bocas submarinas
apuntan surtidores como chorros
hacia las nubes, ninfas de vapor,
para apagar los rayos.
Se torna tu semblante rosa en rojo;
cede tu fuego a vientos que no prendan.
“¿Para qué están entonces?”
Para que sean padres de la brisa,
para que el matorral duerma en el bosque,
para que el mar se acerque hasta el arroyo.
“Espera a que te llegue mi oleaje,
seré de él todavía;
pero el mar ya me ha purificado.
Confía en mí porque la sal del alma
la he cedido con gusto a la bonanza.
Para ti seré brisa, bosque, arroyo.”
EL CREPÚSCULO
Inquietamente se hace real el crepúsculo.
La jornada adelgaza,
alivia el peso de la luz ante su partenaire,
la noche ansiosa.
Tiemblan con sílabas fugaces
las hojas de un damasco columpiando palabras:
insonoro mensaje sobre ecos visuales.
Se mantiene en acecho la sombra agazapada,
espera a las campanitas fogosas,
y el eriazo del cielo,
un pétalo gigante, afloja y calla;
sin color se entristece.
Un silbo aciago en danza de perfumes
rima coplas al vidrio polvoriento:
el troquel defensor de la ventana.
Por fin cae el crepúsculo sin fuerza,
que, tras ser enterrado por estrellas,
oscurece en su tumba acostumbrada.
Sobre el damasco yerto
yace un cadáver huérfano de sol,
con impaciencia de resurrección,
y sueña que mañana
volverá a ser luz otra vez.
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