Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

lunes, 19 de septiembre de 2011

846.- JESÚS ARCENSIO


Jesús Arcensio (Nació en Galaroza (Huelva) en 1911 y murió en Sevilla año 1992)

NOTA PRELIMINAR

A José María Franco, pintor amigo, discípulo confeso de Jesús Arcensio.

En el impecable soneto, escrito en el mezzo justo de su camino, y titulado significativamente Autorretrato, Jesús Arcensio (Galaroza, 1911, Sevilla 1992) traza una descripción certera de lo que fue su vida, así como de los pilares que la sostuvieron. Arcensio fue un poeta de firme vocación inédita, que no llegó a ver publicados en libro más de 50 poemas, y aún así es fama que no fue fácil convencerlo de que diera sus textos a la enrarecida atmósfera de las imprentas. Él, que se crió en un pueblo de la serranía onubense donde lo oral prevaleció siempre sobre lo escrito, debió entender que su obra estaba en su cabeza y no hacía falta más. Ejerció su incuestionado magisterio, su inconfundible halo poético por las tabernas de la capital onubense, ciudad en la que regentó una especie de café de niñas, conocido por El Bahía, donde recalaba toda la desbocada marinería, para con posterioridad montar una pensión donde, es también fama, tenían lugar tertulias interminables en las que no dejaban de aparecer con total confianza algunos de los apestados del régimen franquista destinados a ese lugar insalubre y provinciano que entonces -sic- era la ciudad del Odiel.
Esto último es cuando menos curioso y significativo de la compleja personalidad de este hombre, porque se da el caso que Jesús Arcensio, entre otras paradojas, profesó hasta su muerte las ideas del falangismo joseantoniano, pero es el suyo un falangismo sincero, idealista, desprovisto de oportunismos coyunturales, por lo que no buscó el más mínimo acomodo o beneficio en las instancias del régimen franquista.
Ejerció siempre de off sider, de tipo extraño y poco refractario a cualquier instancia de poder, una especie de anarquista de derechas, que siempre quiso volar libre, a su modo, sin más ataduras que las que su estricta ética le imponía. Tal es así que en su juventud, en plena contienda tuvo un serio enfrentamiento con el Gobernador Civil por unas palabras suyas aparecidas en un diario provincial de las que no sólo no se retractó, sino que fueron refrendadas por un bofetón que hizo tambalear la Gobernación, hecho por el que fue detenido. Con la anécdota pretendo ejemplificar tanto su evidente y duradero desprecio por el poder, cuanto una postura ética (épica) que, desgraciadamente, es mucho menos frecuente entre los hoy políticamente correctos, de lo que cabría esperar.
Nocherniego, bebedor, hombre curtido en las confidentes maderas de la taberna, Jesús Arcensio hizo del corsé del soneto un espacio vibrante y nocturnal donde dar asiento a su desasosiego, esa sensación tan suya de haberse equivocado de cuerpo y de vida. Su obra, recopilada recientemente por José Baena Rojas (Librerías Siglo XXI, Huelva, 1997), supera en poco los 250 poemas, muchos de ellos de brevísima extensión, aunque dado su carácter tabernario, no parece descabellado esperar que en los próximos años aparezcan nuevos inéditos suyos. Gran cantidad de ellos fueron escritos en mitad de una farra, y otros tantos, fruto de algún pasajero encargo, aunque estos últimos son por lo general más envarados y prescindibles. En su juventud conoció y admiró a Juan Ramón Jiménez y llegó a publicar en las revistas de la época junto a Miguel Hernández o Jorge Guillén. Fundó a su vez numerosas revistas y tertulias y siempre fue un referente para los poetas jóvenes onubenses. José María Franco, el pintor onubense, que lo trató, lo define como un hombre esencialmente bueno. La Guerra Civil truncó una carrera literaria que se prometía interesante, y que lo es, a pesar de su silencio.
Vida y poesía se unen, pues, en este asombrado y asombroso habitante de la noche, que fuera celebrado por gente como Arrabal, quien lo llegó a considerar como uno de los mejores poetas españoles del siglo. Yo no afirmo tanto, pero sí que estamos ante uno de los autores más rabiosamente auténticos de nuestra última lírica, una de las perlas escondidas de nuestro pobladísimo parnaso. Arcensio, de personalidad compleja, dubitativa y paradójica, es sencillamente un extraño, un desarraigado de su tiempo e incluso de una ciudad de la que apenas se alejó para quitarse la vida. Como Fonollosa o Claudio Rodríguez, vivió la poesía como un don, desde dentro, con absoluta limpieza, sin esperar nada de ella, como si fuera un retorcijón interior, inexcusable.
Toda su obra deriva, en fin, de ese conflicto tan contemporáneo que es el extrañamiento. Jesús Arcensio se considera un extranjero de sí mismo, un hombre escindido. La duda, el dolor lacerante de la existencia, los pequeños grandes valores de la camaradería y, cómo no, el desorden interior, son los pilares de una obra impecable en su forma y ligera en su discurso, que avanza sin sobresaltos a lo largo de una vida sobresaltada y en el fondo adscrita a la soledad impuesta por el desarraigo.

Se quitó la vida en la Sevilla de los fastos del quinto centenario, de un disparo. Parece ser que no era la primera tentativa de suicidio para aquel hombre aparentemente cordial y apegado a las pequeñas servidumbres de la vida. En su chaqueta -dicen- encontraron un papel ensangrentado donde se despedía formalmente de la vida con un texto que nos recuerda indefectiblemente al Pavese del hotel turinés: "Morir en un jardín / junto a una fuente / ¿qué más puedo pedir? / ¡Es suficiente!.


Como ha quedado dicho, Jesús Arcensio, publicó muy poco en vida. Al margen de sus esporádicas apariciones en diarios, revistas y antologías de ámbito provincial, su primer libro Treinta sonetos (Dip. Prov. Huelva, 1975), se edita cuando el poeta cumple los 64 años. Posteriormente, pocos meses antes de su suicidio, aparece un lujosísimo libro que contiene otros 12 sonetos. Tras su muerte José Baena Rojas ha recopilado su Poesía completa, un libro fundamental en el que sin embargo hay que disentir con el criterio de ordenación alfabética y no cronológica de los poemas, que nos niega la posibilidad de ver la evolución de una voz ciertamente singular. Con posterioridad ha aparecido una muy personal antología firmada por el también poeta Manuel Sánchez Tello, cuya lectura no permite entrever el desgarro íntimo de este sorprendente poeta.

Manuel Moya







AUTORRETRATO

Este que, aquí, de pan e incertidumbre
vive y desvive un poco cada día,
éste soy yo; de afán y de agonía,
de sed y agua, de ceniza y lumbre.

Hombre partido en dos -sueño y costumbre-,
hombre de hielo ardiente y llama fría
a quien lenguas de dulce poesía
lamen la llaga de su pesadumbre.

Hombre, al fin, como tú, como cualquiera,
que no sabe quién es ni a qué ha venido
ni el color de la muerte que le espera.

Un hombre que ama y sufre, que ha bebido,
que es malo y bueno... y que, en verdad, quisiera,
si hay que morir, morir como ha vivido.








AGUINALDO A LA POBREZA ABSOLUTA

Poco te puedo dar, Recién nacido.
Me quedé tan sin todo, tan sin nada,
tan en pura pobreza desahuciada
que soy el no tener reconocido.

Un corazón gastado, corcusido;
un alma vieja, fea, malremendada:
una conciencia sucia, mal lavada;
un cuerpo viejo, enfermo y dolorido,

son mi caudal. Y a medias lo poseo:
que en tan pelado huero lima su diente
de crueldad, desamor y maldeseo

ese lobo cerval llamado gente.
No tengo más fortuna., Pero creo
que Tú la aceptarás como presente.










AMOR EN GUERRA

A enemigo que huye puente de plata
popular

Frente a mi fiel amor apasionado
emplazas desdeñosa artillería,
y estás cañoneando mi alegría
con obuses de esquivo desagrado.

El corazón me tienen derrumbado
los celos, en traidora minería,
pero por cada brecha, amada mía,
¡surge un fortín de sueño esperanzado!

En vano tu desvío, al baluarte
de mi cariño, cercara en sus giros:
¡nunca su enseña se verá rendida!

Y si al olvido quieres retirarte,
¡con tierna dinamita de suspiros
te volaré los puentes de la huida!









EN LA BUSCA

Señor, ando perdido, no te encuentro.
Mala es, Señor, es mala encrucijada
esta donde se encuentra desplazada
mi alma tan sin norte y tan sin centro...

Yo quisiera, Señor, sentirme dentro...
Ya caricia, ya fuego, ya lanzada,
frío, beso, calor suspiro, espada;
al pensamiento rumbo, al amor centro.

Por eso vine aquí, para buscarte,
Señor, sólo por eso, y no me extraña
que ya me encuentre al filo de encontrarte.

Siento ya que una dulce luz me baña
y comienzo a sentirte y a escucharte
como latido de mi propia entraña.

(1965)








OTOÑAL

Cuando el viento desnuda
de sus amarillas banderas a los álamos
y riega el sueño de oro a los membrillos
y es un halcón helado
que persigue a los últimos jilgueros
y trae a nuestro cuarto
el aliento mojado de la tierra.
¿No sentís el temor, el sobresalto?
¿No habéis tenido miedo que cualquier
manzana desprendida de un árbol,
casi podrida ya , de tan madura,
se os desgajase el corazón? ¡Oh, cuánto
pesa un maduro corazón! La leve
brisa que mueve apenas un delgado
suspiro, lo derriba.
¡Ay, cómo pienso ahora en una mano
de nieve que vi un día, a una manzana
alzar del suelo hasta los dulces labios!
¡Quién sabe, corazón, si cuando quedes
rendido de la pena, desgajado
del peso de estos sueños
por esa mano, tú serás alzado!









RENACIMIENTO

Dejadme estar varado en la ribera
tibia del mar antiguo de mi vida,
mis sueños reposando en la mullida
alfombra de la vieja primavera.

Dejadme así, dejadme con mi entera
libertad, con mi angustia estremecida,
con la sal de mi llanto y la medida
justa de mi verdad y mi quimera.

Dejadme disfrutar este momento
en que, desde mi altura a mi cimiento,
soy tan yo mismo, tan ensimismado;

tan sintiendo mi sangre y su latido
que resucito de mi propio olvido
y me siento nacer de mi costado.








TIEMPO INSOSLAYABLE

Entro en la primavera con los zapatos rotos,
sintiendo la caricia de la hierba mojada,
como un beso en la plancha de mi pie vagabundo,
de mi pie de hombre pobre, desplazado y errático.
Avanzo por caminos que no sé a dónde llevan
ni tampoco me importa demasiado el saberlo.
Lo importante es dejar atrás cosas y cosas,
pueblos, ciudades, gentes que no nos dicen nada,
montañas y montañas de nadería impresa,
manos que nos traspasan de frío al estrecharlas,
corazones que suenan a máquinas gastadas...
Y entro en la primavera completamente solo,
con mis zapatos rotos y mi traje raído,
sucio, sin afeitar, famélico y cansado.
Avanzo, por la verde maravilla del hoy,
recto hacia el corazón de no sé qué milagro.
Hoy me iré caminando primavera adelante
sin compañía posible, tan desnudo y tan solo,
que no hay nada que pueda detenerme un segundo.
Quizás esté mañana con vosotros, de nuevo,
repartiendo un botín de sombras o de estrellas
o, siguiendo mi huella, tal vez me alcanzaréis.
Pero es inútil, hoy, que tratéis de seguirme
cuando avanzo implacable, con los zapatos rotos,
primavera adelante como un iluminado.









[JUNTO A UNA FUENTE]*

Morir en un jardín
junto a una fuente,
¿qué más puedo decir?
¡Es suficiente!

* Este epigrama le fue hallado a Jesús Arcensio en la chaqueta,
después de haberse quitado la vida en un jardín sevillano en 1992.






Poema de mi mismo

Dejadme caminar conmigo mismo
o, cuando más, del brazo de mis sueños
por calles apagadas,
por silencios,
por larguísimas noches sin salida
a las sucias mañanas
de mujeres con cestas y con prisas,
de gritos, de pregones,
de un estúpido afán por hacer cosas,
de un inutil deseo de ponerse a bien con Dios
sin renegar del todo del diablo,
de un repugnante afán
por conocer la marcha de la guerra
o el precio de la carne y las patatas.
Quiero no diluirme,
no perderme en ese laberinto de pasiones
por cosas que no atañen a mi ser,
que no caldean mi sangre;
yo pretendo buscar mi propia esencia,
mi razón de existir como quien soy,
mi para qué,
mi camino hacia un algo que no sé lo que es,
ni donde está,
ni si es algo bueno o malo.
¡Cómo siento temblarme por las carnes,
por la piel y los huesos,
por la médula misma de mi vida,
la urgencia de encontrar ese algo,
ese alguien,
eso
sin lo cual soy tan sólo un estúpido muñeco
que zascandilea sin motivo
de aquí hacia allá.
de allá hacia cualquier parte!.
Necesito estar solo
porque presiento
que sólo en soledad podré encontrarme
cara a cara con eso
que, muy posiblemente, soy yo mismo.
Y preguntarme sin rodeos
qué es y dónde está ese algo que me falta
para ser más yo mismo todavía.
Después podré volver a ser un hombre
que juega al dominó,
que va a los toros,
que cuida del color de sus corbatas,
que nunca olvidará mandar sus crismas
ni sus felicitaciones onomásticas
a todos los que viven en la tierra.
Después podré tener un niño en brazos,
acariciar un perro,
regar unas macetas,
mirar a las muchachas dulcemente,
cantar mientras me afeito,
quizá bailar un poco los domingos...
Pero, mientras me llega ese momento,
mejor será dejarme a solas con mi angustia,
sin hablar,
sin preguntarme nada,
sin forzarme a que os hiera
con los ásperos filos de mi palabra desesperada,
a que os pisotee cruelmente,
en mi obcecado andar hacia mí mismo.

1 comentario:

  1. sorprendido gratamente estoy..en algún pasaje me he visto..desde hoy y desde ahora seré admirador de este paisano de la sierra..

    un saludo para ti tocayo, y sepas que te estoy agradecido.. no se encuentra en mis caminos gente con tales preocupaciones..

    fernando naranjo

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