Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 15 de septiembre de 2011

844.- ÁFRICA PEDRAZA MOLINA


África Pedraza Molina
La escritora, académica y ateneista África Pedraza Molina, nació en Ceuta el 23 de noviembre de 1925, pero ha vivido en Lucena una de las etapas más importantes de su existencia, no sólo en el terreno familiar sino también en el aspecto creativo. Su padre, un cordobés bautizado en la iglesia de San Lorenzo, militar de profesión que en una etapa de su carrera estuvo destinado en Ceuta lo que propició que la escritora naciera en esa ciudad.
A la edad de cuatro años queda huérfana de madre, hecho que le marcó de por vida. Por los traslados de su padre África se ve obligada a vivir en diversas ciudades de España, aunque vuelve a Lucena en numerosas ocasiones y allí se casa con Pedro Álvarez, un lucentino con el que tiene cinco hijos, viviendo en la actualidad en Córdoba.
Siendo estudiante de bachillerato empieza a desarrollar su vocación de escritora. Ha cultivado todos los géneros literarios, pero de forma especial el relato breve y la poesía, además de ser habitual colaboradora en la prensa local, nacional, y de Hispanoamérica. Es miembro correspondiente de la Real Academia de Córdoba.
Ha publicado Epistolario Valeriano (1967), Erisana (1969), Anaquel de imágenes (1972), Crisol de amor (1991), A orillas del Guadalquivir (1994), Brisas de alma inquieta (1999).
Colaboradora en el primer número de la revista Wallada de la asociación literaria del mismo nombre, fundada en 1984 por Rafael Castejón, fue nombrada en ese año vicepresidenta y desde 1987 preside Wallada, manteniendo la dirección de la revista.
En 1988 África Pedraza vio cumplido uno de sus más anhelados sueños, ser pregonera de las Fiestas Aracelitanas de Lucena, algo que siempre había sido realizado por hombres.



Madre

Madre mía, yo sé que fuiste bella,
de porte señorial y majestuoso,
y que tu rostro cual ninguno hermoso,
deslumbraba lo mismo que una estrella.

Por ser tan niña, como una centella,
se me esfumó tu rostro luminoso,
y por eso con gesto doloroso
a todos pregunté:<<¿Cómo era ella?>>

Y supe que era linda, era graciosa,
demasiado perfecta y armoniosa
para vivir en este ingrato suelo.

Y en plena juventud, llena de galas,
batió un día sus luminosas alas
¡Y se perdió en la inmensidad del cielo








Evocación

Dedicatoria a Lucena: Sólo a ti, mandataria de mi destino,
quiero ofrecer este olivo de frutos y ramas diversas,
donde quedan latiendo mi amor y devoción a tu virgen, a tus gentes,
a tu limpia historia y a tu raza.


Cinco aceitunitas sembré en tu tierra galana.
Cinco árboles me has dado, cinco ángeles sin alas.
Cinco velones que alumbran tus calles blancas.
Cinco fuegos que alientan el fondo de mi esperanza...






Cuando llegue

Cuando la noche de mi vida
alcance su hora finalista,
cuando la flor sea en mi vista
punto yerto y color perdida.

Cuando olores y armonía
se diluyan como el aliento
y la angustia del momento
haga sombra en mi agonía.

Cuando el ritmo acompasado
en tañidos de campanas,
pregonen en voces sanas
lo perdido y lo amado.

Mi alma al fin libre de cadenas
subirá por bellos espacios,
y prendida en los topacios
alabará y reinará sin penas.







La casa cerrada

Un rosal un macetero, rojas flores y amarillas,
un almendro y un cerezo, arrullados por la brisa,
la ilusión de breves sombras por las ramas prendidas
asoman por la baranda de la escalera sumida.

Ha tiempo que la mansión cerró su puerta enmohecida,
fue un adiós en un principio, al esplendor de otros días;
pero las flores han vuelto con más belleza y lozanía
esparciendo nuevo aroma en el recinto sin vida.

Bajo el alero de arcilla miles de nidos avisan
el paso alegre y fugaz de las negras golondrinas,
y la primavera de luces y colores vestida
anuncia en los tornasoles su libertad no perdida.







La barca rota

<
> de la mar por arenas escondida,
¡pobre piedra estremecida en encaje y terciopelo!
nigromante de la aurora y en la noche vencida
por la nota suspendida en los últimos anhelos.

Una tormenta en el agua en la playa te dejaron,
y el adiós que ambiciona larga estela ennegrecida,
sólo silencio y sombra tu soledad pregonaron
para olvidarte después de una lenta amanecida.

<
> de la mar, mi barca breve y ligera,
mil suspiros en el aire y con el alma perdida,
llora y gime sin consuelo el corazón de madera
en un despojo de olvido y funerales de arena


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