Jacob Lorenzo Sánchez nació en el municipio cordobés de Cabra el 14 de julio de 1982, y desde los once años reside en Lucena, es un escritor español.
En la actualidad, termina sus estudios de poesía y otras artes hispánicas en la Universidad de Sevilla. En su vida siempre han estado ligados los elementos deporte y literatura, con 16 años fue finalista en la categoría de mejor deportista joven del año en la ciudad de Lucena, y con 17 años, la Real Federación Española de Baloncesto, le dio el título de entrenador de baloncesto a nivel autonómico. Durante dos años fue corresponsal deportivo del Diario Córdoba, también fue redactor de deportes en el periódico Lucena Semanal. En el mundo de la prensa ha colaborado con la publicación de multitud de artículos de temas variados, destacando el tema político, el deportivo y sobre todo la crítica literaria. Entre sus artículos periodísticos destacan: La perfecta desconocida, que trata sobre el ideal de la mujer oriental en la poesía de Espronceda, Zorrilla y Arolas; De amor y de amargura, tratando el recorrido amoroso de los poetas Luis Alberto de Cuenca, Izet Sarajlic y Juan Vicente Piqueras. Colabora en revistas literarias nacionales como Angélica, dirigida por el Doctor Antonio Cruz casado, Señales de humo en Salamanca y La revista Puerto de Sevilla. En todas ellas trabaja la crítica literaria y las reseñas poéticas, con mención especial para la reseña sobre el último libro de Manuel Lara Cantizani; El invernadero de nieve, y la reseña sobre el poemario La edad del agua de Juan Vicente Piqueras. También le fue dedicada una separata en la revista A cero. Además varios textos le han sido publicados en la revista Orlando de Lucena. Este poeta cordobés de 27 años ha sido incluido en varias antología poéticas, como en La bella Varsovia de Córdoba, en la antología Ciudad Poética de Granada dirigida por Mario Cuenca Sandoval, en la antología Lucena en verso (quince poemas inéditos) editada en Lucena y en la antología digital Desde Babia. Expuso una ponencia en el último congreso literario ORIENTARSE celebrado en Lucena y Córdoba titulada: La belleza escondida en los haiku y el orden del en las wakas de Lara Cantizani.
Tiene publicados 3 libros de poemas: Las hojas del laberinto (espiral-poesía 2004), este libro cuenta con un prólogo de Lara Cantizani y un epílogo del reconocido poeta argentino Andrés Neuman. Su segundo libro se titula Linterna de luciérnagas (bajo cero 2005), este libro de poemas cuenta con cinco relatos cortos a modo de prosa poética del autor y también con un epílogo del novelista cordobés Javier Fernández. Y su último libro es La espalda de Jano, con el que ha ganado el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Badajoz 2007. Además de este galardón, Jacob Lorenzo ha obtenido más premios en el ámbito poético y teatral. Ganó el Primer Premio Provincial de teatro de la Diputación de Córdoba, con la obra La princesa y el dragón, con la escuela de teatro Barahona de soto que era dirigida por Julio Flores. En el año 2001 fue finalista en el premio de poesía Homenaje al escritor lucentino Antonio Manjón-Cabeza. Fue finalista en los años 2002 y 2003 en el I y II Certámenes provinciales de Poesía desde el Aula, con los poemas In memoriam y Al aire. En el 2003 también ganó el primer premio de Narrativa Corta de la Diputación de Córdoba con el cuento Polillas. En 2006 fue finalista del I Certamen de Cartas y Poemas de Amor Rumayquiya de Sevilla, con el poema Hélices de rímel. En el año 2007 ha ganado el primer premio de poesía de humor de Andalucía Homenaje a Paco Gandía también en Sevilla, con el poema Voy soñando Machados egabrenses. También en el mismo 2007 ha ganado el Premio de poesía Ciudad de Lucena con el poemario Azahar con nieve.
Hibernación
Vamos perdiendo la noción del hielo.
Si se derrite
nos quedaremos quietos,
inundados de sol y de silencio.
No podemos quedarnos observando
cómo todo se vuelve mar
cómo todo se vuelve a amar
sin que absolutamente nadie
se desprenda de nada.
El hielo une.
Tendremos que auto-congelarnos,
ser sólidos y uno sólo
y fundirnos en nieve
para que nos confundan
con cualquier otro invierno.
No te preocupes,
el frío es nuestro aliado,
copo a copo te dormirás
y cuando todo esté tranquilo
y no haya nadie ahí fuera,
-ni siquiera un muñeco
con la nariz de zanahoria-,
entonces arderé
y los dos nos incendiaremos
como un alud de amor.
Dunas y lunas A Belén
Me paro y también el faro
se detiene.
Te miro desde dentro y contemplo la arena.
Estamos solos
en medio de las dunas, anudándonos.
No estoy seguro, pero sé
que nuestros cuerpos se susurran
lunas mientras dormimos.
Los restos del hombre
La danza primitiva, la nostalgia del grito,
los rescoldos de vida apagándose en vano.
La ceniza, el verso; la sed de ser quien somos.
Una vida salvaje que busca los desiertos.
El hombre solo y triste que contempla la hoguera
y el crujir de las ascuas le arde el alma.
La gran muralla
Un alfiler espera con paciencia
envuelto en algodón azul y blanco.
Al florecer las ramas del ciruelo
nuestros días dirán su sed y agujas.
No es este bambú el que me inquieta,
ni aquel jarrón antiguo roto en mil
espacios tristes. La magia está dentro
de tus muros sin techos en la lluvia.
Dentro es invierno pero el bronce brilla
en tus ojos. Miel fría.
Un iceberg de porcelana ardiendo.
La soledad
de las flores resbala
seca en el agua.
La aventura del retorno
Amar es el comienzo del retorno,
volver del interior al interior,
al lugar del que nunca te has marchado.
Vivir en este vuelo sin escalas,
en la emoción profunda del ensueño
que intuye los misterios del camino.
Volver es como convertirse en otro,
una contradicción de las imágenes
que me transforma en lo que me rodea
para perderme dentro de mí mismo.
Avanzo entre las aves migratorias
y sufro el cambio más grande y rotundo
al que se puede someter un hombre:
el cambio de aguantar invariable.
He estado dentro y fuera al mismo tiempo,
y ese espacio de incendios de ida y vuelta
me ha enseñado los más puros retornos:
retornos que carecen de regreso.
TELEGRAMA DE AUSENCIA
Vienes. Te vas. Regresas. Y te vuelves
hacia la vida que jamás fue tuya.
Miras. No ves. Observas. Y no hay nadie
que te cierre los ojos y las manos.
Estás solo. No estás. Puede que estés
en otro sitio más profundo,
más lento, más adentro, mar afuera.
Vuelas. Caes. Te elevas. Pero el cielo
está tan lejos de nosotros dos…
Vienes. Te vas. Regresas. Y te vuelves
hacia mí, hacia ti, hacia la nada.
JUEGO IMPOSIBLE
Para Belén
En ocasiones juego
a olvidarme.
Salgo de mí y miro el mundo con mi ausencia.
Pero nuestra memoria nos espera en las cosas,
y nos demuestra
que el olvido no existe.
¿Será que todo lo que poseemos
también habita fuera de nosotros?
¿Será que tú
estarás al final
esperándome dentro y fuera
de tus brazos?
Paludismo
Un pantano en mi mano
Más mosquitos, ahora
en las aguas estancadas
de mis poemas.
Sufro paludismo e las manos.
Mis dedos tienen mala cara.
Jirones de palabras
de un lenguaje olvidado.
Palabras solas.
Algas que transportan
enfermedad y silencio.
GO-TE-O
Una explicación en el poema.
A la soledad,
a la muerte,
al amor.
Se busca el poema
- incluso-
a él mismo,
dentro de sí.
Sin lucir conceptos,
atravesándolos.
Al borde un acantilado
de Venus escondidas,
que línea a línea,
despedida a despedida
c
a
e
n
desnudas,
hasta juntar el mar
con el goteo banal,
del horizonte de un ciego,
el horizonte del último verso,
éste,
el inacabado…
Paludismo y goteo son dos poemas del libro
Las hojas del laberinto. Nueva Espasa 2.004
EL VACÍO ESTÁ LLENO
rebosando desiertos
Traer el horizonte a nuestro lado
con la ayuda de céfiros y brujas.
No quiero verlo más
en el borde de los poemas,
escoltado por hadas y libélulas.
Aquí,
el relato de mis lenguas,
mi música.
Allí,
la sinécdoque en tus manos,
la mejor fiesta de tu piel.
En medio
el vacío,
el punto de la ausencia.
Pero dentro de él
existe una historia diferente.
Ayer en un hotel, esta vez de vilanos,
soñé que volvía a verte.
En mi maleta sin aire
encerré el naufragio,
para verte siempre;
robé la almohada.
Souvenir de tu ausencia.
LA ESPALDA DE JANO
Sacar el cuerpo del lugar del cuerpo
y ponerlo en el alma.
Hay pedazos de cuerpo en cada letra,
como restos vacíos de un cultivo
tan remoto, que implora florecer.
Las palabras que suenan a viento de septiembre
nos arrastran su sed de llamas,
y nuestra carne
-como la imposible espalda de Jano-
se levanta igual que un jardín
que al arder se regenera.
Invado el fuego
con tus libros antiguos.
Crujen las hojas.
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